Tuesday, April 22, 2008

LA VIDA DEL DUQUE DE RIÁNSARES

La Prensa Moderada del siglo XIX y el patrocinio del Duque

Asturquin

Con el fin de contrarrestar al Eco del Comercio, con su máximo exponente Fermín Caballero, que combatía a los gobiernos del Estatuto y a El Patriota, periódico de Mendizábal, ambos defensores de la política del gobierno Calatrava, surgió el 1 de agosto de 1837, La España, dirigido por Joaquín F. Pacheco.
Donoso Cortés, concluidas las lecciones que impartía en el Ateneo de Madrid sobre derecho político, estimó la necesidad de defender sus ideas en la prensa escrita, en contra de las progresistas, y pensó lanzar un periódico, que llevaría por cabecera: El Porvenir. Saldría a la calle el 1 de mayo de1837, siendo él su Director, redactor principal, y su contenido fue principalmente doctrinal. Su propósito el de enseñar, a este respecto el ministerial, El Eco del Comercio señalaba de forma irónica, que “ni los ministros, ni la representación nacional han comprendido su misión. Todos tirios y troyanos, andan a ciegas en este laberinto en que vivimos, y necesitan absolutamente de la sapientísima antorcha del director de El Porvenir si quieren conocer alguna vez a que han venido al mundo”, era tanto como decir que la prensa gubernamental no servía a la libertad. El redactor editor responsable González Llanos, cofundadores Juan Bravo Murillo y Dionisio Alcalá Galiano. Dejó de publicarse el 6 de septiembre de 1837, que se refunde en La España.
Cabe preguntarse qu fue lo que verdaderamente impulsó políticamente a Donoso a embarcarse tan abiertamente y con tanta fuerza, en una empresa como la de El Porvenir, contra el gobierno Calatrava, al que de alguna manera contribuyó a derribar, provocando las circunstancias favorables para que el partido del orden, el suyo, lo remplazara.
Para Federico Suárez es algo que no podemos saber, “pero dos datos pueden quizás ser significativos, a la vez que muestran lo mucho que desconocemos todavía acerca de los motivos que hay detrás de determinadas actuaciones.” Estas circunstancias son señala Federico, el final de las lecciones de Derecho político que impartía en el Ateneo, “por los graves riesgos y temores, justísimos, que le obligaron a suspenderlas” , y el prescribir El Porvenir, al declararlo cesante por reforma, en la nueva distribución de los asuntos administrativos y públicos.
Había otros asuntos de orden sentimental y económicos, a analizar. Sentimentales hacia la Corona y concretamente hacia María Cristina, por la que sentía verdadera devoción, al tratar de salvarla supuestamente del desprestigio en que se hallaba desde los sucesos de la Granja, “pues al fin y al cabo había sido ella la que había elevado de nuevo a los hombres del 12”. Económicos puesto que sin lugar dudas, Donoso no tendría por menor que tener con Fernando Muñoz, el Duque de Riánsares un profundo agradecimiento, a tenor de las distintas ocasiones en que recibió de su bolsillo, cantidades nada desdeñables para montar alguno de sus negocios. Era sin duda desde el primer momento una relación de compenetración y amistad, en donde se mezclaban intereses políticos, económicos y sociales, con la Corona.
En el Balance general económico del Duque a finales de 1844, Donoso Cortés figura con un activo a favor de Muñoz de cerca de 100.000 francos.

“Por el presente documento privado que quien tenga toda la fuerza legal que el derecho requiere, declaro yo, D. Juan Donoso Cortés, residente en esta ciudad, haber recivido en este día de la fecha del Sr.D. Agustín Sánchez, la suma de treinta y un mil seiscientos setenta y cinco francos y setenta y ocho céntimos, para invertirla por mi cuenta en una empresa de imprenta y librería que se va a formar entre D. Francisco de Cárdenas, D. Alejandro Llorente y yo.
Y siéndome necesaria en Madrid otra cantidad de ciento veinte mil reales vellón para el mismo aspecto, he rogado la mismo Sr. Sánchez me la proporcione y habiendo accedido a ello hemos convenido en lo siguiente:
El Sr. D. Agustín Sánchez entregará al Sr. Donoso Cortés en la Villa Y Corte de Madrid los cinto veinte mil reales que aún necesita para la empresa en la época que se lelas reclame, dando aviso con quince días de anticipación.
Y el Sr. Donoso Cortés por su parte se obliga con todos los bienes, derechos y acciones habidas y por haber a devolver al S.. Sánchez, tanto los Treinta y un mil seiscientos setenta y cinco fr. Setenta y ocho cets. Que ha recivido, como los ciento veinte mil reales v. que ha de percivir en Madrid a manera que la empresa de imprenta y librería vaya produciendo resultados favorables de interes, y si lo que no es de esperar esta empresa no diere lo necesario para reintegrar ambas cantidades antes que el Sr. Donoso publique la obra que está escribiendo de la Historia política de la regencia de la Reyna Dª María Cristina de Borbón, se obliga a integrar con los productos de esta obra aquellas cantidades y los réditos de un 6% anuales que ha de gozar toda la cantidad prestada.
La condición previa entre ambas partes que tanto los veinte mil reales que ha de percibir el Sr. Donoso en Madrid, como el reintegro de capital e intereses que este ha de hacer la Sr. Sánchez, se lo ha de efectuar en moneda metálica corriente o billetes de los respectivos bancos de Francia y España, con exclusión de todo otro papel moneda, o pago de otra naturaleza.
Y a la consideración de todo lo pactado se obligan con sus rentas y bienes y quieren y consienten se les obligue a su cumplimiento.
París a once de marzo de 1843. Fdo: Agustín Sánchez. Juan Donoso Cortés.”
En julio de 1837, El Porvenir publicaba un artículo sobre la posibilidad de que un agente con dinero se dirigiera a Cataluña con el fin de promover escisiones entre los jefes del ejercito, dentro de un movimiento del que era imposible que el gobierno no estuviese informado. Esto motivo que el Ministerio exigiera que se diera el nombre de la fuente, a lo que El Porvenir se negó alegando la vigencia de la Ley de Imprenta, por lo que fueron puestos en prisión Isidro Sánchez Cano, que había firmado el artículo cuando se lo presentaron en la redacción, Juan Antonio Rodríguez, responsable del periódico que había sustituido a González Llanos en Junio, Agustín Pacheco, encargado de la correspondencia y a J. Bravo Murillo.
Agustín Pacheco era hermano, precisamente, de Joaquín Francisco Pacheco, director de La España, que insertaría el 3 de agosto de 1837 una carta de protesta ante estos hechos firmada por le director de El Porvenir, Donoso Cortés, comentando el hecho, en parte porque también era un periódico moderado y “todo lo que fuera combatir a los progresistas entraba dentro de su actitud habitual.”
El día 15 de agosto, La España publicaba la separación, por parte de la Reina, del ministerio Calatrava, y el 17 presentó la dimisión. Donoso se despedía de los lectores de El Porvenir, al tiempo que informaba que seguiría las mismas doctrinas de siempre como era la libertad, la monarquía y la garantía del orden, aunque el periódico desapareció a los quince días de su despedida, para refundarse, el 6 de septiembre de 1837, en La España periódico que publicó su primer número el 1 de julio de 1837 y en su primera etapa llegó hasta febrero de 1839.
Luis José Sartorius, había pasado a El Porvenir, desde La Verdad, periódico, que a tenor del “conjunto de particularidades que había entre ellos, permiten afirmar una íntima relación” entre ellos, “no debería llamar la atención que Bravo Murillo y Donoso, estuvieran dos años después, en 1839 al frente de El Piloto, el primero como director económico y el segundo como director político, [..] declaraba estar dedicado a los enemigos de la verdad” ; estuvo escásamente dos meses en la calle.
En la fundación de El Piloto, se establecieron una serie de condiciones, que tenían el sello indudable del Duque de Riánsares, cabe destacar que la condición segunda en la que se estipulaba que había de comenzar el 1 de marzo de 1839 y la onceava, según la cual “la parte política y doctrinal del periódico debía estar a cargo del director político, que es el señor D.Juan Donoso”. El Prospecto del periódico se publicó en febrero de ese mismo año, firmado por Donosos Cortés, siendo evidente la intencionalidad, entre los dos periódicos: El Porvenir y El Piloto.
Años después reaparece La España, bajo el patrocinio del Duque de Riánsares; Isabel Burdiel así lo cita expresamente al referirse a la correspondencia, en 1851, del duque con Pedro Egaña: “de hecho, Riánsares se vio obligado, a instancias de Bravo Murillo, a enviar indicaciones a uno de sus colaboradores más estrechos, Pedro Egaña, director de La España que era propiedad del duque”. Otros periódicos moderados se publicaron bajo la influencia de Fernando Muñoz: El Heraldo y El Sol. En una carta fechada el 13 de mayo de 1842, de Ríos Rosas a Donoso Cortés, como hombre de confianza de Fernando Muñoz – el amigo- como aparece en las cartas, que “no era prudente que sonara el nombre del marido de María Cristina”. La operación que se llevó a cabo y que fue el objeto de la correspondencia mantenida entre aquellos, no era otra que la compra de El Correo Nacional, arruinado por las deudas en aquellos momentos y sustituirlo por El Heraldo y la fundación del nuevo periódico El Sol.
Ante la posibilidad de que el partido moderado pudiera quedarse sin periódico, que era el caso del El Correo Nacional, se decidió, según Ríos Rosas, dejarle morir y sacar otro. No hay una versión muy clara de quien surgió la idea de sustituir EL Correo por El Heraldo, sin embargo hay muchas posibilidades de que partiera de Luis Sartorius, a la sazón uno de los redactores y a quien Borrego que era su director había dejado como director accidental, después de partir hacia París. “Sartorius estaba en contacto con Donoso Cortes y el duque de Riánsares que manipulaban desde París la operación y las intrigas contra Espartero” , no es por tanto aventurado pensar que una vez en la capital francesa, Borrego, diera su consentimiento para cerrar el periódico, después de entrevistarse con Muñoz.
Los artículos de Sartorius del Correo Nacional y del Heraldo sostuvieron la lucha con la regencia de Espartero y “en aquella época valió con su periódico tanto como un ejército, y aún más, pudiéndose asegurar que él fue el alma de aquel movimiento con una fe, una constancia y una actividad que sus mejores amigos calificaban de fanatismo [..] aquella lucha fue admirable; el valeroso periodista dirigió sus baterías a la cabeza del partido progresista[..]defendió sus ideas y su partido por todos los medios imaginables”
El Duque de Riánsares fue quien facilitó los fondos, llevándose a cargo la operación de la fundación de EL Heraldo bajo la dirección de Donoso Cortés, sobre las base de que ”tenía que aparecer a los ojos de todos como dueño del periódico, pues ni María Cristina, ni su marido debían aparecer para nada [..] de hecho, en toda la correspondencia sobre este tema, jamás se les designa por sus nombres” ,
En una carta de 29 de octubre, Sartorius escribe a Donoso, sobre aspectos referentes a la propiedad el periódico fundado, aludiendo a “cierta persona diera dinero para un periódico, con ánimo de lucro siendo su propietario”. Esta persona no era otro que Fernando Muñoz y que según Súarez, “estaba detrás de todo y detrás de Donoso, era cosa sabida por Ríos Rosas, Pastor y Tesara y por supuesto por San Luis.”
Donoso Cortés sería el fundador del periódico El Sol, preocupado por no dejar en la calle, a Ríos a Pastor Díaz y a Gabriel G. Tesara, no sin antes consultar con su amigo y mecenas Fernando Muñoz, que le daría su conformidad y le facilitaría los recursos económicos necesarios. Escasamente duró la publicación seis meses y según Federico Suárez, seria origen de “roces e incomprensiones que minaron la amistad entre ellos.”
FIN

BIBLIOGRAFÍA

DONOSO CORTÉS, JUAN. Artículos políticos en “El Porvenir”. Introducción de Federíco Suárez. EUNSA. Biblioteca UNED.

LA VIDA DEL DUQUE DE RIÁNSARES

CABALLOS DEL DUQUE

Asturquin


Agustín Fernando Muñoz, Duque de Riánsares, esposo de la Reina Gobernadora María Cristina de Borbón, fue desde sus tiempos juveniles muy aficionado a los caballos y su yeguada fue una de las más famosas de su tiempo, conocida por su participación en numerosos criterios hípicos.
Por su privilegiada posición social tuvo ocasión de reunir una buena cuadra de caballos siendo las caballerizas de Tarancón, construidas al lado del palacio manchego, en su pueblo natal, el lugar donde reunía una buena muestra de sus ejemplares.
El día que visité la villa de Tarancón, aún pude llegar a tiempo de ver los últimos vestigios de las caballerizas del Duque, estaban derribando ya sus últimos y desvencijados muros. Y aunque ya pasado el tiempo, y el olor que las caracteriza se hallan diluido, el golpeteo del herrero haya cesado y las chispas de la fragua estén en otra dimensión, me imaginé por un momento, la actividad a mediados del siglo XIX, de sus servidores en rededor de aquellos cuidados equinos, y es ahora, cuando investigando entre los papeles del Duque he tenido la ocasión de saber más, conocer sus nombres, alguna anécdota e incluso quien fue alguno de los triunfadores en algunas de las innumerables carreras en que participaron. De alguna manera los documentos, me transportan a los tiempos ya lejanos cuando Muñoz, anfitrión de prestigio, era admirado por sus invitados cuando cabalgando en sus monturas participaban en cacerías o paseos por los campos de su tierra.
En estas caballerizas y en las de Madrid albergaba su yeguada. El 12 de mayo de 1845, Isabel II, regala al Duque un caballo de carreras llamado “La Reyna” que había ganado el Premio en la Resistencia y que estaba inscrito en la Intendencia General de la Real Casa y Patrimonio
Entre los documentos privados, que se encuentran en el Archivo Histórico Nacional, se halla un “Reglamento para las caballerizas del Excmo. Sr. Duque de Riánsares en Madrid”, del año 1847, en donde se establece las obligaciones generales, del personal a cargo del establecimiento. Las del Jefe, que a su vez desempeñaba el cometido de jefe de las caballerizas, el de profesor de equitación, era el responsable de pagar los sueldos del personal, y en él recaía toda la responsabilidad de lo que ocurriese tanto del personal como en las caballerizas, cocheras ó guarneses. Tenía la facultad de suspender y despedir a los empleados por faltas en el Servicio, embriaguez, e insubordinación, al mismo tiempo que admitir palafreneros ó empleados para cubrir el servicio.
El Primer Tronquista, estaba al frente de los tronquistas de Persona y de los Tronquistas de Familia, encargados de cubrir las necesidades de la Casa, además tenía a su cargo la custodia de los graneros, de presenciar los piensos diariamente, así como el inventario de guarneses, caballerizas, de las cocheras y de hacer los pedidos necesarios que se habían de comprar.
Los Tronquistas se encargaban de los carruajes, con los caballos de tiro, para enganchados y dispuestos cuando se solicitaban. Debían de tener dispuesta también la ropa de gala. Debían de conservar en buen estado la ropa de servicio diario, de dos años la del interior de la casa, no así la de gala que se renovaba cuando era necesario. Tanto los tronquistas, palafreneros y lavacoches, trabajaban conjuntamente en las tareas, y sus tareas estaban especificadas en este reglamento. El encargado del guadarnés tenía órdenes específicas sobre el material a su cargo.
De una de las nóminas de 1847, podemos extraer los nombres de parte del personal que trabajaba en las Caballerizas del Duque. El jefe D. Manuel Cristino. El Primer tronquista, Ramón López. Mozos guadarneses: Juan Mora, y Enrique Tafino; lavacoches: Dionisio Vila y Carlos Domingo; Palafreneros: Francisco Buitrago, Francisco Borreguero, José Mesías, José Jiménenez, Julián Villegas, Julián Barrio, José Rodríguez, y Francisco García. En esta misma nómina figuran los nombres de algunos caballos: Fastidioso, Tortolito, Relámpago, Italiano, unos de montar, otros de tiro hasta un total de 36. En el lugar de Castillejo tenía el Duque hasta 23 yeguas, de las aproximadamente cincuenta y procedentes de distintas castas tanto de España como de Europa, aunque su interés por los caballos le llevó hacer gestiones incluso con Japón, para hacerse con los mejores ejemplares.
Las yeguas que poseía en 1847 era la siguiente:
De casta alemana: Nª 1.- Viñuelas, castaña. Padre: “Fastidoso” Nº 2.- Florida, castaña. Padre: “Fastidioso” Nº6.- Presumida, castaña. Padre: “Fastidioso” Nº7.- Salada, castaña. Padre: “Fastidioso” Nº 22.- Pirueta, castaña. Padre: “Fastidioso” Nº 30.- Coqueta, castaña. Nª 25.- Elefanta, torda.
De casta frisona, Paises Bajos: Nº 4.- Soberana, castaña. Padre: “Fastidioso” Nº5.- Mariposa, castaña. Padre: “Fastidioso”
De Medemburg: Nº 8.- Baca, castaña. Padre: “Fastidioso” Nº 12.- Cariñosa, castaña. Padre: “Victorioso”. Nº13.- Parva, castaña. Padre: “Victorioso”. Nº 14.-Niña, castaño oscuro. Padre: “Mont”. Nº 15.- Dona, castaña. Padre: “Mont”. Nº 23.- Morita, negra. Padre: “Pousé”. Nª 16.- Bonita, castaña. Padre: “Pousé”. Nº 17.- Nevé, castaña. Nº 10.- Romana, torda. Nº 21.- Primera, castaña; moriría en la Dehesa del Duque en 1848.
De casta francesa, Tarbes: Nº 22.- Apta, torda. Padre: “Mont”.
De casta inglesa: Civita. Padre: “Mont”. Nº 19.- Corcela, alvina. Nº 24.- Delmira, castaña, morirá en este año de 1848, en la Dehesa.
Procedentes de Aranjuéz eran la Nº 26.- Cobradora, torda. Nª 18.- Ederva, torda, y la Nº 27.- Aragonesa, de pelo tigre.
Procedente de La Malmaison era la yegua Nº 9, Polk, alazán, que murió también en la Dehesa en 1848.
Otras yeguas eran: Lista, Promesa, Canela, Fortuna, Generala, Diaria, Linda, Serrana, Manchega, Pastora, Cordovesa, Montesina, Alemana, Pomaré, Josefina, Escañuda, Mariposa y Guerrita.
Entre sus caballos se encontraban: Nevosmonger de pura raza inglesa. Hércules, normando enraizado de inglés. Glocester, normando. Rubens, 1ª sangre de Madenburgo, y Rigodon de casta alemana.
Todas las yeguas participaron en numerosas carreras de saltos de obstáculos en esos años.
Otros caballos participaron en carreras de resistencia, como es el caso de la participación del Duque en las carreras que se efectuaron en la Real Casa de Campo, el día 4 de Noviembre de 1848, como decía el pasquín “a la una y media de la tarde”.
Así para el premio de S.M. la Reina que tenía una dotación de 12.000 reales, la distancia que se había de recorrer era de tres vueltas al hipódromo, en seis minutos, venciendo de tres dos veces. En ella participó con el color azul, Gory, bayo cervuno, un caballo de cinco años.
En el premio de La Sociedad, con una dotación de 2.000 reales, en la se había de recorrer una vuelta la hipódromo en dos minutos, participó con el mismo color, el caballo René, de pelo negro y tres años de edad.


FIN
LA VIDA DEL DUQUE DE RIÁNSARES

DONOSO CORTÉS.
Asturquin

En su primer acto relevante, Donoso Cortés, cuando tan solo tenía 24 años de edad, se dirigía a Fernando VII, con fecha 13 de octubre de 1833, al poco de ser restablecida la Pragmática Sanción, con el manifiesto que titulaba “Memoria sobre la situación política de la Monarquía”, reflejando con absoluta nitidez sus ideas políticas, al aludir estar fuera de los planteamientos carlistas, como de los principios de la Revolución Francesa.
En sus “Consideraciones”, Donoso refleja su pensamiento sobre la Constitución de Cádiz, adoptando una actitud independiente, frente a los que la consideran como la ley de referencia perfecta no susceptible a ningún cambio y los que la rechazan de plano. Según él, las constituciones pueden y deben cambiar según el curso de los acontecimientos sociales del momento. Por ello a la vuelta del rey, justifica que hubo de tomar el poder a tenor de conseguir la unidad y cohesión de un pueblo, que estimulado por el afán de libertad había relajado sus principios. Sin embargo, para Donoso, ni el Rey ni el pueblo supieron ceder de forma razonable y el restablecimiento de La Constitución de Cádiz en 1820 fue un anacronismo moral.
De ahí que según Gabino Tejado le considerara como el primer moderado, al formular el primer programa completo ecléctico político. En la lucha entre el absolutismo y democracia, entre el gobierno por la gracia de Dios y la soberanía popular, adopta una posición intermedia que caracterizará a los liberales de su tiempo.
Donoso había nacido en el Valle de La Serena, el 6 de mayo de 1809, por lo tanto contemporáneo de Fernando Muñoz, que había nacido un año antes en Tarancón, en 1808. En 1834 ya se debían de conocer, uno por haberse casado secretamente con María Cristina y residir por tanto en la Corte y el otro por estar muy vinculado a la misma, no hay que olvidar que el 8 de marzo de 1834 fue nombrado “Secretario con ejercicio de decretos en el Ministerio de Gracia y Justicia”.
Tampoco que Fernando Muñoz, cuando se encontraba en el Regimiento de Guardias de Corps, fue acusado por sus ideas en favor del pretendiente Don Carlos María Isidro, en vida de su hermano el rey Frenando VII, y aunque no fue depurado gracias a la intervención en su favor de alguno de sus compañeros, en estos momentos sus ideas eran diametralmente opuestas a las de Donoso Cortés.
Cuando con fecha de 22 de marzo de 1836 se reúnen las Cortes, aparecen en ellas por primera vez en la Historia la fracción de los moderados, como un grupo compacto de la oposición. Estaba en cuestión la reforma de la Constitución, el gobierno de Isturiz, cayendo al poco y convocándose nuevas elecciones. En las Cortes que se convocaron y que no pudieron reunirse, por estos motivos, Donoso fue elegido diputado por Badajoz.
En Málaga se inicia un movimiento de rebeldía en toda España, que culmina con el motín de La Granja, obligando a la Reina a firmar el restablecimiento de la Constitución de 1812.
Por Real Orden de 8 de mayo de 1836 es nombrado por el gobierno Mendizábal, Secretario del Gabinete y de la Presidencia del Consejo, quizás por la necesidad de concentrar el máximo de fuerzas, a causa de las dificultades por las que atravesaba el Ministerio.
Los siguientes años de la Historia de España se van a caracterizar por las crisis de Gobiernos y la lucha encarnizada de moderados y progresistas, por la implantación de la Constitución de 1837, la finalización de la guerra civil y el creciente influjo político del general Espartero, y culminarán cuando el 12 de octubre María Cristina hubo de renunciar a la Regencia, embarcando para Francia.
Donoso se había caracterizado ya como liberal moderado, es decir conservador, desempeñando un importante papel en el círculo de la proscrita ex regente.
Durante estos años Donoso escribe en “El Porvenir”, diario conservador del que era Director, como co-fundador Bravo Murillo y colaborador Zorrilla. En “El Correo Nacional” un periódico monárquico constitucional, con importante colaboradores como Abenamar, Bravo Murillo, Campoamor, Tassara y Pacheco. “El Piloto” donde fueron redactores Alcalá Galiano y Donoso, a su vez fundadores. En la “Revista de Madrid” también escribió Donoso junto a colaboradores como Alcalá Galiano, Alberto Lista, ventura de la Vega, El Duque de Rivas y Mesoneros Romanos.
No es de extrañar que Donoso atrajera desde el primer momento a la Corte de María Cristina, cuyos principios cristianos estaban muy arraigados, la posición de Donoso sobre el Cristianismo y sobre las cuestiones de relación entre la religión y la política. Su concepto de Cristo, es que era el más inteligente, el más devoto y el más libre de los seres, llegando a compararlo con Sócretas, estando diametralmente en contra del ateísmo revolucionario.
Fue Donoso quien preparó el manifiesto a la Reina María Cristina con el que se dirigió a la Nación, desde Marsella, el 8 de Noviembre de 1840. Donoso estaba convencido de la injusticia que se había hecho con la reina Madre. Era un partidario apasionado e incondicional, trataba ante todo de defenderla a toda costa de los usurpadores de la revolución en marcha..
La cuestión de la tutela de Isabel y Luisa Fernanda, había sido reservada por su madre al renunciar a la regencia, aunque en la práctica esto iba a ser materialmente imposible. De ahí, que debía estar representada por un Consejo de cinco personas de toda su confianza, a saber: Donoso Cortés, Sancho, Montes de Oca y Cabello. Espartero no estaba dispuesto a hacer ninguna clase de concesiones, por la sencilla razón que no estaba dispuesto a que elementos moderados intervinieran o tuvieran alguna influencia sobre los negocios del Estado. Esta cuestión fue sometida a las Cortes, por lo que María Cristina convocaba a Donoso a una entrevista en Lyón, con la misión confidencial de lograr, con su intervención, que se llegara a un acuerdo, cual era que figurase en el Consejo que había de ejercer la tutela tres personas, que aún estando en el partido en el poder, le mereciesen su confianza, pero Donoso no tuvo éxito en su intervención en las Cortes, siendo nombrado D. Agustín Argüelles.
Después de este episodio Donoso pasó a París, donde pasó los años siguientes, figurando entre los íntimos de La Reina, siendo en alguna ocasión su secretario personal.
Apenas de la llegada de María Cristina a París puso en marcha una conspiración a fin de recuperar el Trono y derribar a Espartero, es cuestionable hoy en día que Donoso Cortés tuviera parte activa o interviniese de algún modo en la misma, tanto en su preparación como en su ejecución. Después del fracaso de un primer levantamiento y el intento de rapto de las hermanas reales, se crea en París, una sociedad secreta. Por estas fechas, nos dice Gabino Tejada que Donoso Cortés sostuvo una extensa correspondencia con los más influyentes círculos del partido moderado en España, por ello es razonable que tuviera puntual conocimiento del levantamiento que provocaría definitivamente la caída de Espartero.
Fernando Muñoz, estuvo en relación muy estrecha con Donoso y por lo tanto, a tenor de la correspondencia mantenida con los principales conspiradores, comulgaba con sus mismas ideas. No hay duda que se tenían un gran afecto, fue Donoso precisamente a requerimiento de María Cristina, quien gestionó el Ducado de Riánsares.
El 4 de abril de 1844, entraba de nuevo en la Corte de Madrid María Cristina, decidida a normalizar su anómalo y difícil estado familiar, presentándose públicamente como legítima esposa de Muñoz, que no tenía otro honor que el de Gentilhombre de Cámara de la Reina.
Dos meses antes de su regreso, María Cristina quiso para su marido le fuera otorgada la merced de un título de nobleza, acompañado de la Grandeza de España, dejándole colocado de esta manera en la jerarquía social más cercana de la realeza, a la sazón estaba como presidente del Consejo de Ministros Don Luis González Bravo, y la cartera de Gracia y Justicia desempeñada por el insigne jurista Don Luis Mayans.
María Cristina encargó a Donoso que en su nombre solicitara personalmente a Mayans, se encargara de comunicar a sus compañeros de ministerio, la concesión deseada. Mayans pidió a Donoso que le enviara una carta en tales términos, y así lo hizo:
“Excmo. Sr. D. Luis Mayans
Muy Señor mío y estimadísimo amigo. Habiéndome usted manifestado el deseo de que yo le escribiera una carta en confirmación de cuanto le he dicho hoy verbalmente, le escribo a usted estos cuatro renglones para asegurarle, bajo la responsabilidad de mi honor, que S.M. la reina madre me ha autorizado para manifestar a usted y a los demás consejeros de su augusta hija su deseo de que se confiera las grandeza de España, con el título correspondiente al señor d: Agustín Fernando Muñoz Sánchez, con quien le unen vínculos respetables y sagrados que protegen las leyes civiles y religiosas. Su Majestad desea que esta merced sea concedida antes de su llegada a Madrid, cediendo a los escrúpulos caballerosos del Sr. Muñoz, que jamás quiso recibir de Su Majestad directamente sino el cariño con que le honra. Queda de usted afectísimo amigo y seguro servidor, que su mano besa. Juan Donoso Cortés, 12 de febrero de 1844”.
Ese mismo día le fue concedida dicha distinción a Fernando Muñoz.
El 30 de marzo de 1844, Donoso Cortés era nombrado secretario particular de la joven Reina, manteniendo con María Cristina las mejores relaciones, que como antes y después ejercía sobre su hija un influjo decisivo, pues aunque figuraba en el Trono Isabelita, la verdadera Reina era Cristina. FIN

Thursday, April 17, 2008





VESTIGIOS DEL PASADO
del Municipio de Tres Cantos.
Asturquin


Hoy he vuelto a pasear por lugares de nuestro Municipio, que hacia tiempo no visitaba, y, he echado en falta, vestigios de nuestros pasados vecinos, que utilizaron la piedra, como materia prima para labrar comederos para su ganado, piezas entrañables, que podían haber estado protegidas en un museo, y al igual que los formidables pretiles de pozo, alguno de formidable factura, desaparecieron.
Hace algunos años, paseando con, mi recordada perra, "Tilka", tuve la ocasión, de encontrarme con algunos monumentos hechos en piedra, hincadas en tierra tricantina, cruces rústicas, que se erguían en medio de nuestros campos. Aún, en su dureza, una de ellas, no resistió los avatares malévolos de algún desaprensivo, que logró partirla en dos, colocando, la zona del crucero boca abajo. No sin cierto esfuerzo, quise remediar el mal causado y, como pude, uniendo las dos mitades, la restituí a su lugar, no sé, si hoy en día, permanece.....
Recuperarlas, sería positivo, supondría que, tal vez mañana, pudiéramos hablar a nuestros hijos, que un día, antes de alumbrar su ciudad de nacimiento, había en esta tierra, gentes que trabajaban de sol a sol, a la intemperie, en las labores del campo, donde, es ahora su lugar de ocio, y que aquellas cruces eran el testimonio de pasadas desventuras de algunos de ellos, pues su presencia, señalaba el lugar donde habían caído fulminados por el rayo traicionero y no pudieron ser socorridos.
En las gigantescas tinajas, de las bodegas de la Vega del Registrador se elaboraron caldos, que pasaban por ser de los mejores de Madrid, al menos, así me lo contaron hace años, pues los viñedos de las hoy tierras de Tres Cantos, eran de una uva excelente. Tuve ocasión de verlas erguidas majestuosamente, con la firma de su artesano, “Artecha”, y, estas piezas, que pasaron a servir, destrozadas a pedradas, como asiento de un basurero de neumáticos desechados, serán, para la cultura del Municipio.
Sin embargo, experimenté un gran alivio, cuando observé, que la bien labrada fachada de la antigua Ermita de la Vega del Registrador, única de la que se tiene noticia en nuestro Municipio, yacía en tierra, con su sillería desmembrada, y que aparentemente no la faltaba ninguna de sus piezas, por tanto, aún no había sido objeto de deseo. No encontré a nadie que me dijese, como se llamaba esta Ermita, ni tuve ocasión de conocer a nadie, que, desde ella dirigiera sus oraciones al Señor, pero si es cierto, que desde que vi aquellas piedras trabajadas con esmero, sentí la inquietud de verla protegida del expolio.
Quizás, estemos a tiempo de recuperar éstas y otras piezas, y poder mostrar, el día de mañana, a nuestros descendientes. Tenemos en nuestro Municipio, innumerables plazas vacías, y sería gratificante, para sus conciudadanos, ya que no disponemos de un museo arqueológico, verlas dignamente expuestas.

Tuesday, April 15, 2008

ESCLAVOS
Libertad de trabajo en Cuba a los negros de África.

Asturquin

En Cuba, a mediados del siglo XIX, las localidades más importantes, se hallaban comunicadas mediante una red de caminos carreteros. Los distintos recorridos estaban surcados por trenes o paradas de caballería, donde se alquilaban. En ellas prestaban servicio y trabajaban los facultativos veterinarios, y desde hacía varios años se empleaban esclavos con mayor frecuencia, objeto de preocupación por parte de algunas autoridades. Los dueños de las paradas contrataban a personas de color que no estaban facultadas.
Allí donde existían establecimientos veterinarios, se empleaban esclavos venidos de África, no solo en forma rutinaria con que se compraban para cualquier otra tienda, sino que además, en los trenes de caballos de alquiler ejercían su trabajo, como denunciaba el Sudelegado de Veterinaria del Gobierno de la Isla en “la ciencia médico – quirúrgica - veterinaria” sin tener titularidad alguna.
En Cuba, en el año 1845, existían 82 establecimientos veterinarios de los cuales 22 se encontraban en La Habana y sus alrededores, a su servicio se encontraban como auxiliares mancebos blancos, ejerciendo como herreros, al parecer en número insuficiente dada la contratación de negros en ellos, por parte de algunos dueños tanto de los establecimientos veterinarios como de las paradas de caballos,.
Las autoridades presentaron denuncias al Gobernador de la isla, a la sazón D. Leopoldo O´Donell, con la pretensión de que se controlara este intrusismo, y se prohibiera el trabajo de herrar y de auxiliar en las prácticas veterinarias, a los esclavos negros. Alegaban las autoridades del Ramo de Cuba, que no solamente envilecía la profesión, por no proceder de la escuela de veterinaria y por tanto no habérseles exigido las pruebas de limpieza de sangre, sino que además ponían en peligro al Gobierno y traer funestos resultados para la seguridad de la isla.
Desde luego estaba generalizado el trabajo de personas de color tanto en los establecimientos de albeitería con en los de herrar, por lo que estaban en condiciones de formar sociedades, pensando por ello que no estaba lejos el día en que se pusieran en franca oposición a los blancos.
Si embargo no todos pensaban de la misma manera el rechazo a estos planteamientos llegaban desde la Corten de España, rebatiendo los enunciados:
La esclavos negros no hacían otra cosa que preparar las herraduras y ponerlas a los animales, bajo la responsabilidad del maestro herrador. La mayor parte de las herraduras y clavos que se gastan en Cuba, se forjan en las fraguas que tienen los maestros herradores.
Para adobar dichos artículos, tan solo es necesario personas auxiliares que supieran manejar el martillo de herrar y el pujabante; si queda bien o mal despalmado un casco; si la herradura se sentó o no como corresponde y si los calvos están bien o mal colocados.
Por otra parte, los blancos que llevaban sus bestias a herrar, tenían a menos sujetar las patas mientras se las herraba y cuando se trataba de bueyes o caballerías falsas e inquietas, era necesario suspenderlas en potros a propósito o tenderlas en el suelo, cosas que exigían fuerza y una especie de trabajo, al que no se prestaba la clase blanca.
Es más, cuando se trataba de operaciones quirúrgicas que ejecutaban los profesores y singularmente para los botones de fuego, se tenía que disponer de manos auxiliares que les acercaran los instrumentos, que les prepararan la fragua, la piedra de afilar y por último cuidasen de los animales que se encontraban enfermos en la albeitería.
Todas estas fueron suficientes razones como para que la reina, notificara al Capitán General, O´Donell, a través de la Dirección del Gobierno con fecha 27 de Noviembre de 1847:
“Enterada la Reina de la carta documentada por V.E.. núm. 750, relativa a las quejas producidas por el Subdelegado de Veterinaria, de esas islas, contra D. Juan Labardesca, albeitar en Santiago de Cuba, y sobre que no les permitiese a los albeitares examinados tener en sus establecimientos, en clase de mancebos, a personas de color; se ha servido S:M., aprobar, lo resuelto por V.E. tanto respecto a la prohibición impuesta a Labaardesca para ejercer aquella profesión, por carecer del título correspondiente, cuanto a la negativa a la reclamación del citado Subdelegado, para que se impidiera a los profesores servirse de personas de color, como auxiliares en las operaciones mecánicas de su oficio. De Real Orden lo comunico a VE para su inteligencia y efectos correspondientes. Dios.” FIN

Fuente: ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL, Queja del Subdelegado de veterinaria por intrusismo en la profesión. Ultramar 21, Exp 1PARES.

Monday, April 14, 2008

ESCLAVOS

Rebelión y conspiración en Puerto Rico.
Asturquin
A mediados del siglo XIX, en las colonias de Ultramar, la principal riqueza era la agricultura que se explotaba en grandes haciendas, cuyos dueños mantenían un número considerable de esclavos, para sacar adelante sus cosechas. Estos dueños no trataban a sus esclavos negros con la debida atención; era mercancía que se podía comprar y vender, y a los cuales trataban a veces de manera cruel y despótica.
El mal trato de los dueños de las haciendas solía ser el móvil principal de las revueltas, más que las maquinaciones de los agentes de las islas vecinas.
Al mismo tiempo llegaban a las haciendas, cuando ya la trata de negros se había abolido, de muy diferentes maneras. Muchos de ellos estaban de forma ilegal, procedentes del contrabando entre las islas; otros por haberse escapado de la presión de sus dueños.
El Comandante Militar local de Guayanilla, a la sazón el teniente coronel graduado D. Manuel Marcano se expresaba al referirse a los negros esclavos “esta raza enemiga que por una necesidad imperiosa, aunque lamentable, nos vemos precisados a nutrir y conservar entre nosotros, maquina a todas horas, y acecha el momento de devorarnos porque cuenta con un asilo seguro en una isla vecina a donde pueden trasladarse en pocas horas sin temor a ser sorprendidos”
Los abolicionistas pregonaban la emancipación total de los esclavos y la chispa de la revolución rondaba en la cabeza de muchos de ellos, mientras, las autoridades de las islas dictaban normas de actuación para impedirlo.
Ideas que las autoridades de Puerto Rico no querían que cundieran entre los negros esclavos de las haciendas, con el fin de evitar que algún día quisieran salir de su esclavitud, poniendo en peligro su seguridad. En el continente ya los negros tenían la misma consideración que los blancos y por otra parte tan solo un pequeño estrecho medía entre la punta Oeste de Puerto Rico y la de Santo Domingo, pudiéndose atravesar en cualquier bote y en pocas horas.
De ahí que se extremaran las precauciones y la vigilancia en las playas, para que no se introdujeran en la isla personas cuyas ideas fueran sospechosas, a sabiendas que arraigarían rápidamente entre los esclavos negros puertorriqueños.
Ya en 1837 los negros esclavos habían protagonizado algunos actos sospechosos de conspiración contra las haciendas, como el intento de huidas por un grupo de seis que en la noche del 5 de mayo, a bordo de un bote se hicieron a la mar, llevando consigo algunas pertenencias, como un tarro de cristal lleno de pólvora, un saquito con piedras de chispa, balas y metralla y algún fardo de ropa y sombreros de paja.
Habían sido delatados por los negros Juan Chiquito y Tomás, que al parecer no secundaron su acción, esclavos al servicio de la hacienda de D. Tomás Fernández. El Reten del ejército que custodiaba las playas les avistó, por lo que se arrojaron al agua y fueron detenidos. El juez de San Germán dio por sobreseído el caso, con la única condición que sus dueños pagaran las costas del proceso y advirtiéndoles que en adelante vigilaran con más rigor la salida de sus esclavos a horas intempestivas, tal y como se decía en el Reglamento de Esclavos.
Otros protagonizaron altercados tendentes a sembrar el terror entre los blancos, por estos mismos años, es el caso de los esclavos negros Andrés, Simón y Tomás, que lo eran de sus dueños respectivos: D. José Eusebio Rivero; D. Silvester Lataneni y D. Sinforiano Bracety. En este caso intentaron incendiar el pueblo de Mayaguez, atacar a la casa del rey, es decir al cuartel y robar las armas. Simón y Tomás, fueron condenados a seis años de presidio en el correccional de la Puntilla de la capital San Juan, mientras el tercero cumplió la pena en Mayaguez. Después de cumplir la condena habrían de ser enajenados por fuera de la isla
En Puerto Rico, toda suerte de delitos de esclavos contra sus dueños, estaba bajo la jurisdicción ordinaria, sin embrago, los procesos se alargaban en demasía. Los delitos por causa de rebelión iban en aumento y es por ello que en tiempos del Gobernado Santiago Méndez Vigo, hubo intentos por parte de las autoridades de juzgar en consejo de guerra a los protagonistas de una de estas revueltas con resultado de muerte.
En septiembre de 1840 fueron procesados en Puerto Rico, varios negros esclavos, que trabajaban en las Haciendas del pueblo de Guayanilla, en el partido de Ponce, por haber protagonizado una conspiración o levantamiento, a fin de robar y dar muerte a los blancos, para después embarcar en una goleta que estaba fondeada en el puerto y trasladarse en ella a la isla de Santo Domingo, cuyos negros se habían emancipado.
Es difícil tratar de averiguar las causas exactas de esta revuelta, que protagonizaron 19 negros esclavos, puesto que a tenor de las conclusiones que de la parte del expediente que hoy se conoce, en este caso no fue precisamente una revuelta que estuviese planeada desde el exterior de la isla, como temían las autoridades de Puerto Rico, ni parece ser que tampoco recibieron armas. Lo cierto es que durante el levantamiento fueron atacadas las haciendas de algunos dueños, y fue asesinado D. Hipólito Adrián José Lecami, vecino del pueblo de Aibonito.
Las penas fueron muy rigurosas con los cabecillas, dos de los esclavos negros fueron condenados a la pena de 6 años de presidio y a la de 50 azotes por mano del verdugo; seis, a la de 25 azotes y después entregados a sus dueños para que fueran ocupados en los trabajos mas duros de sus haciendas, con grilletes y encadenados por espacio de dos años. El resto fue compurgado, hasta un total de diecinueve. FIN
Fuente: Aplicación juicio ordinario o militar esclavos conspiradores Ultramar, 2021.Exp.14. PARES http://pares.mcu.es/

Tuesday, April 08, 2008

CONTRABANDO DE ESCLAVOS

En el siglo XIX, en las islas españolas de Ultramar le principal recurso era la agricultura, para la que se necesitaba mucha mano de abra, principalmente negra y por tanto muy demandada por los dueños de las tierras, pero a partir de 1835, el tráfico de esclavos procedentes principalmente de las costas africanas, quedaba prohibido, de ahí que surgieran muchas dificultades para sostener las cosechas de las haciendas y de los ingenios azucareros.
Sin embargo, derivado de estas dificultades surgió el contrabando de esclavos entre las colonias, con el fin de dar satisfacción a los colonos en sostenimiento de sus cosechas.
Muchos propietarios que se dedicaban a la agricultura, tenían esclavos pero que habían sido introducidos en las islas de manera fraudulenta a partir de tratado y las autoridades de las colonias tenían serias dificultades para controlar esta situación.
Era de sobra sabido que la trata de negros de África estaba prohibida. Las sociedades abolicionistas no descansaban, pues aparte de las reclamaciones a tenor del tratado de Inglaterra, propagaban la emancipación universal de la esclavitud, sin reparar en cualquier medio, e incluso llegando a las armas.
El gobierno de la Metrópoli, en los años posteriores a dicho tratado no había dispuesto en concreto normas específicas, dejando de algún modo transcurrir el tiempo, ya que la disminución de la agricultura suponía un retroceso para las arcas del Estado, por otra las autoridades militares de las islas, por decirlo de alguna manera, hacían la vista gorda, es decir había una cierta permisividad que las autoridades querían solventar de algún modo dándoles un tinte de legalidad.
Los dueños de las tierras, que conseguían negros de contrabando, vivían en la cuerda floja puesto que estaban pendientes que en cualquier momento fueran sancionados puesto que, no solamente tenían conocimiento de los tratados en contra de la trata y el tráfico de esclavos estaba prohibido, sino que contrabandeaban con ellos. En cualquier momento estaban expuestos a que la hacienda se los decomisaran.
El estado de la cuestión es que las normas no estaban muy claras, o al menos no las querían ver claras, tanto por parte de las autoridades como por parte de los dueños de las tierras, produciéndose la paradoja de que los agricultores llegaron a exigir al gobierno que consintieran en que se amparase y protegiese la esclavitud. Se llegaba a tolerar e incluso a consentir que se introdujeran esclavos de forma fraudulenta, con los procedentes de las costas africanas, entre las colonias, aunque se tomaban medidas más rigurosas con aquellos que se pudiesen introducir en contra de los que expresamente establecían los tratados con Inglaterra.
Las autoridades tanto de Puerto Rico como de Cuba y Filipinas, no acertaban a conseguir la fórmula con que atajar este estado de cosas y legalizar estas situaciones. Las primeras iniciativas vinieron de mano del Capitán General de Puerto Rico, D. Santiago Méndez Vigo, Gobernador de Puerto Rico entre 1841 y 1844, en vista de las numerosas reclamaciones que tanto a él como a la Intendencia, bajo la responsabilidad de D. Antonio María del Valle, les llegaban contra los dueños de las plantaciones, por tener en ellas esclavos introducidos clandestinamente, y que no pagaban por tanto ningún derecho por ellos, ya que caso de hacerlo se pondrían en evidencia.
El Capitán General, con el fin de poner alguna situación celebró una conferencia con el responsable de la Intendencia de Puerto Rico, en la que acordaron enviar circulares a los dueños de las plantaciones, conminando a todos aquellos que fuesen dueños de esclavos clandestinos, que los registrasen oficialmente, y a los que dieron un plazo de 40 días para formalizar la situación mediante el pago de los derechos simples de introducción, dándoles el resguardo correspondiente. Legalizados así podían permanecer en las islas, sin perjuicio de las reclamaciones que pudieran ocurrir, y siempre que los alcaldes justificasen que los individuos de esta forma oficializados observasen buena conducta.
En estas circulares se especificaba que los esclavos que fuesen de carácter rebelde, no podían de ningún modo permanecer en las colonias españolas de ultramar, por lo tanto debían de salir de las islas, o venderlos fuera de ellas. Si los dueños, no cumplieran con estos requisitos, serían las mismas autoridades las encargadas de expulsarlos de las islas y los gastos de este traslado correrían a cargo de los dueños.
Las autoridades pretendían con estas medidas acabar de una manera definitiva con el contrabando clandestino de esclavos, ya que una vez regulada la situación aquellos dueños que trataran de introducir esclavos de manera fraudulenta, sufrirían una multa de 100 pesos por cada esclavo introducido, más 50 pesos que tenían que pagar al delator, aparte de tener que correr con los gastos de extraerlo de la isla, en el plazo de diez días.
Para llevar a cabo la expulsión y la multa correspondiente, tan solo bastaba la declaración de ambos: dueño y negro y que el primero no tuviese el reguardo del segundo, de estar debidamente registrado.
Se consideraba que había esclavos de tres categorías: Los extranjeros que se habían fugado o bien habían sido arrojados de otras colonias, bien por ser mala gente, viciosos o rebeldes. Los que habían sido robados de otras islas, por contrabandistas, y motivo de reclamaciones, y los bozales que algunos comerciantes extranjeros solían proporcionar en pequeñas partidas.
Los primeros eran, aquellos que las autoridades consideraban que no debían permanecer en las islas españolas bajo ningún motivo, por el perjuicio que ocasionaban con su mal ejemplo y ser un peligro añadido.
Los segundos podían ser reclamados en cualquier momento por sus verdaderos dueños en otras colonias, con ellos a la hora de registrarlos había que hacerse con mucha cautela, pues siempre estaba presente la posibilidad de que aquellos conociesen el nuevo paradero.
Con los bozales no había mayores inconvenientes, puesto que eran los elementos fundamentales de sostenimiento de la agricultura.
Sin embargo con todo ello siempre que se tratara de normativas con respecto a los esclavos, era un asunto muy delicado, tanto que las normas que querían implantar tanto el Capitán General como el Intendente al respecto, no era un tema baladí. Las medidas fueron puestas a disposición de la Junta Consultiva de Ultramar a fin de que se emitiese un dictamen y se informase a los Ministros respectivos, sirviendo de manera definitiva como norma de actuación.
No era la primera vez que las autoridades de las colonias habían tomado iniciativas, sin el previo conocimiento y autorización del Gobierno de la Metrópoli, por ello, las medidas que habían adoptado tanto por el Capitán General como el responsable de al Intendencia, fueron o0bjeto de muchos recelos.
Esta Junta de Ultramar había llegado a la conclusión de que los únicos motivos para implantar ciertas medidas no eran más que para aumentar los productos de la Hacienda, y que de una manera solapada se autorizaba un tráfico prohibido por los tratados de 1817 y 1835, por las leyes de Indias y por otras reales ordenes, debido en parte a un celo imprudente por los intereses de aquella y se ejecutaban acciones antes de haber sido aprobadas.
La Junta se basaba para llegar a este dictamen, en que en una carta del Intendente, en la que se constataba la práctica de admitir denuncias de negros que se introducían de las colonias extranjeras, sin haberse satisfecho el derecho impuesto en el artículo 7º del acuerdo de aquellas autoridades de 24 de enero de 1816, en cumplimiento de la real Cédula de 10 de agosto de 1815.
Pero es el caso que el tráfico estaba prohibido desde las costas de África por el tratado de Inglaterra de 27 de septiembre de 1817, por lo tanto no era posible que llegasen esclavos a partir de esta fecha a las colonias de Ultramar, y menos que se dieran permisos de autoridades para hacerlo.
Por lo tanto no tenía sentido cobrar derechos de esclavos cuando estaba prohibido el comercio y aún con mas severidad por el tratado de 28 de junio de 1835.
La Junta no llegaba a comprender, como con el fin de aumentar la Hacienda, se había consentido por parte de las autoridades denuncias de negros esclavos introducidos furtivamente, en contradicción con las Leyes de Indias y reales órdenes, puesto que, todas habían de haber sido expelidos de las islas, aun cuando la ignorancia de estas ordenes ya antiguas, salvasen a los compradores de la pena correspondiente a su infracción. No se entendía como no se expresaron cuando se elaboraron los tratados de 1815 y 1835, y ponían de este modo en compromisos al Gobierno de la Metrópoli, en cuanto a reclamaciones para su observancia. España firma con Inglaterra un tratado internacional mediante el cual se comprometía a suprimir la trata y abolir la esclavitud en un plazo de tres años. El acuerdo sin provisiones específicas quedó únicamente en expresión diplomática.
Como consecuencia del dictamen, se instaba tanto al Capitán General como al Intendente que se procediese de inmediato a expulsar de las islas a todo esclavo que pudiera proceder de colonias inglesas, puesto que habiéndoles, no habían de estar en ellas sino a causa de haber sido robados y llevado a vender las islas, quedado prohibido que se comprasen negros de estos orígenes.
El Gobierno, al mismo tiempo que instaba a aquellas mismas autoridades ultramarinas, que cesasen las prácticas que ellas mismas habían establecido, proponía que para paliar la falta de mano de obra en la agricultura se adoptasen otras medidas con visos de legalidad, por decirlo de alguna manera y les ofrecía una posibilidad, de ahí la ambigüedad con que se trataban estos asuntos en aquellos años, llevando a la práctica las llevadas a cabo por la autoridades inglesas.
El Gobierno de la Metrópoli, sabía que el 15 de febrero de 1841, Mr. Barclay, autorizado por el gobierno inglés, había salido del Támesis con tres buques para llevar de Sierra Leona a Jamaica tres cargamentos de negros, ajustados por 14 años, para cultivar las haciendas de aquella isla, y que estas expediciones habían sido repetidas, a pesar de las protestas al Ministro de las Colonias por parte de las Sociedades Abolicionistas.
El Gobierno autorizaba a los Capitanes Generales de las islas para que concedieran permisos a sus habitantes, para que pudieran dirigirse a la costa de África, como hacían los de Jamaica, a fin de contratar a negros y llevarlos a sus haciendas a trabajar por el tiempo que creyesen conveniente, observando en su conducción las mismas reglas con que los contrataban los ingleses, así como su estancia en las islas, y que al terminar las circunstancias de contratación fueran reembarcados, para su país de origen, a los que voluntariamente quisieran regresar.
El Gobierno aconsejaba que antes de iniciar estas prácticas, se informaran de cómo las llevaban a cabo los ingleses de Jamaica, e incluso recomendaba al Embajador Plenipotenciario en Londres recabar información sobre aspectos de la cuestión. Esta forma de proceder sería la única factible para de tener brazos para la agricultura, sin que Inglaterra pusiera impedimento alguno, por ser ella misma la impulsora de estas prácticas.
Nada de esto finalmente prosperó, puesto que se ordenaba por ley sancionada por S. M la reina Isabel II, en marzo de 1845, cerrar el expediente a que dieron lugar las autoridades de Puerto Rico. FIN

Fuente: Disposiciones para evitar la introducción ilegal de esclavos. Ultramar,1071,Exp.4 Archivo Histórico Nacional. Madrid