EL APOGÉO HITÓRICO DE LA VILLA DE ILLANA (Guadalajara)
La influencia de esta
pequeña localidad de Guadalajara, Illana, adquirió protagonismo en la Historia
de España en el siglo el XVIII, cuando reinaban en España Felipe V.
Llegó de la mano de Juan
de Goyeneche cuando iniciaba su andadura por esta localidad, comprando tierras
de su Concejo, pertenecientes al Marqués de Almonacid.
Había conseguido una
extensión de terreno considerable pues, según consta en el Catastro del Marqués
de la Ensenada, poseía 4.640 fanegas de tierra, de las cuales 3610, estaban
ocupadas por tres montes y dos dehesas. Contaba con explotación de leña de los
montes, y pastos para alimentar a sus ganados en sus dehesas que le rendían
estas propiedades rustica anualmente 41.315 reales y 15 maravedís. A todo ello
sumaba arrendamientos de varios inmuebles: casa, horno de cocer pan, molino
harinero y molino aceitero con una renta total anual de 45968 reales.
Con sus habitantes, tuvo
sin embargo algunos desavenencias pues, escribía Francisco Miguel de Goyeneche
años después, “habían manifestado alegres la posesión, gozar tranquilamente lo
quería haber adquirido, y llevándole su liberal genio a los actos que
continuamente discurría, por los que consideraba sus súbditos, empezó a
repartir entre ellos granos, y ganados, para promover la cultura, disponer
fábricas, y desvelarse en el aumento de aquel pueblo; pero a pocos lances
averiguó su cauteloso proceder, no solo en la resistencia de algunas órdenes,
que miraban su mismo provecho, sino ya descubiertamente el negarle el
respetuosos tratamiento, que aún sin la circunstancias de la venta, le era
debido a su carácter”
Algunas de las tierras en
la localidad habían pertenecido al señorío de Fernando Antonio de Loyola,
Marqués de Olmeda, Ministro que era de Consejo de Hacienda; tierras por las que
pagó 4.000 ducados.
Juan de Goyeneche,
aprovechando la calidad de los vinos que se elaboraban en el lugar, explotó la
comercialización de unos caldos que de
por sí, ya eran famosos en la Corte desde el siglo XVI. Respecto a este
aspecto, hemos de reseñar ciertos hechos históricos que nos llevan sobre
volando su Historia y como un castillo se convirtió en bodegas.
Antonio Pérez Henares en
su obra “La tierra de Alvar Fañez” nos dice que en el siglo XI Illana fue
asolada por completo. Una fortaleza andalusí, levantada a lo largo de este
siglo, cuando el poderío musulmán campaba por las tierras de España, vendría,
un siglo más tarde, a formar parte de la
Corona de Castilla, una vez desalojadas aquellas tierras del dominio sarraceno.
Tras la conquista de la
Extremadura castellana por el Reino de Castilla, pasan a formar parte de las
tierras del señorío de Anguix; en 1136 son donadas por Alfonso VII, a su
vasallo Martín Ordóñez. Después de las guerras contra los sarracenos la tierra
de Zorita, pasa a manos de Alvar Fañez
de Minaya.
Alfonso XII concederá al
caballero San Galindo, las tierras de Vállaga, junto a su fortaleza, con fecha
18 de octubre de 1152, como recompensa a los servicios prestados a la Corona de
Castilla, liberando la comarca de Zorita.
Entre 1158 y 1161, se crea
la encomienda de Calatrava de Vállaga, cuando la fortaleza entra a formar pasa
a la Orden de Calatrava, y va a servir de residencia, al Comendador Militar de
la Orden.
Como curiosidad hemos de
decir que Francisco de Quevedo fue miembro de la Orden de Calatrava. Su ingreso
se hizo oficial el 29 de diciembre de 1617 y a buen seguro, pasaría por Illana
a degustar sus tencas, que debían estar muy sabrosas a juzgar por la mención
que hace de ellas, en una de sus poesías, en 1611, publicada en Bruselas en la
obra “Poesías de Don Francisco de Quevedo”, pag.249.
“yo
soy pez de la bota
Yo
soy tenca de Illana
Y soy
el pege Osorio
Y el barbo de la barba”
Llegamos al siglo XVII cuando las Orden está
en franca debilidad económica, momentos en que se decide su venta y es así
como, en 1718 es comprado el Señorío de Illana,
por Juan de Goyeneche.
La fortaleza es
transformada y a partir de este instante, servirá como bodegas, donde elaborar
los vinos de la comarca. Bodegas que se mantendrían hasta el año 1870, cuando
la filoxera hace estragos en los viñedos de todo el país y como consecuencia la
perdida de todos los viñedos y
finalizando con la explotación vinícola.
Aquellos vinos que ya de
por sí tenían fama por su calidad y sabor exquisito, a tenor de la expresividad que mostraba Don
Antonio de Guevara Obispo que fuera de Mondoñedo un siglo antes. Podemos leer
en una de sus Epístolas Familiares “provéase cada uno de vinos de Illana, de
candiotas de Candia y de fundones de Rivadavia, que para mí consolación y
salvación, no pido a Dios más que todos los días que me quedan de vida, me dexe
beber si quiera una gota”
Preferidos en la
Corte, y suministrado para su
consagración y celebración de misa. A ellos se refiere en los Discursos
Predicables Fr. Diego de Vega, en
1611, “yo no nací fino para vino de
Illana.”
Era tal la actividad de
negocios que procedían de Illana, derivada de los vinos y de los paños que decidió Juan de Goyeneche,
en años posteriores a su llegada, instalarse en la villa, haciendo levantar una
casona de carácter palaciego, estilo barroco en su fachada, lo más probable
fuera Churriguera quien la diseñó,
presentando sus armas en piedra, encima del balcón de su portada. Se
sabe que incluso le retablo de su iglesia fue donado por Goyeneche.
En su libro Comercio de
Holanda o el Gran Thesoro Histórico y político del floreciente comercio que los
holandeses tienen en todos los estados del mundo” escrito por Francisco Xavier
de Goyeneche en 1717, nos dice que “Don Juan de Goyeneche procuró introducir en
el recinto de España diferentes manufacturas y fábricas que no avía en ella,
con mucho dispendio de sus propios caudales, prefiriendo la utilidad pública a
la particular como lo ha hecho en las villas de Illana y Olmeda, trayendo a
mucha costa maestros de fuera del Reyno que instruyen a los Naturales; donde
tiene ya establecida fábricas de paños de buena calidad; la de ricos sombreros
de castor, que compiten con los más finos de fuera: las de gamuzas y pieles de
todo género para caletos y vestidos, medias, guantes y otros usos que se tiñen
allí mismo de diversos colores; y l
Sería de todo modo
improcedente no nombrar, a un personaje ilustre de los tiempos que aquí se
trata, me refiero al beato D. Melchor Cano, cuyo nacimiento tuvo lugar en esta
villa, hacia el año 1541 y cuyos padres fueron Mateo de Prego y Ana Cano
Cordido. Aunque su nombre de pila era Baltasar, lo cambió por el de otro santo
Rey Mago, el de Melchor, cuando entró a formar parte de la iglesia, en la orden
de los Dominicos, por mediación del teólogo Melchor Cano, regente del Colegio
de San Gregorio, en 1557 primo de su
madre.
En Piedrahita, fundó en
1583, el beaterio para dominicas. Más tarde en Madridejos, en 1596 fundó el convento de la Orden de
Predicadores, bajo el título de San Jacinto. En este lugar fallecería el 30 de
marzo de 1607. Conoció a Santa Teresa de Jesús de que dijo de él: «Oh qué
piedad es la suya. Oh bella alma que Dios ha puesto en este religioso. Me ha
consolado grandemente».
A finales del siglo XVII
se trajeron a la parroquia de Illana algunas reliquias: unas cartas, unas
tablillas, unos eslabones que a buen seguro, tuvo ocasión de ver y dedicar
oraciones a este santo Juan de
Goyeneche, dada su fama de milagrero. Fue considerado en la época, patrono de
Illana, llamado El Extático, abogado
de tempestades y tormentas. En Madridejos se le tenía por especial benefactor y
abogado de los partos difíciles.
“En la villa de Illana, calle del Puntio, num
8 existe la casa paterna en que nació y en el cuarto bajo, con puerta de
regillas a la calle de las Parras, hay un retrato al óleo del beato a medio
cuerpo y de pintor Orbaneja, frente al cual cuelga una lámpara que suelen
encender en días señalados y durante las tempestades, rezándole y dándole
también especie de culto público. Este cuarto fue propiedad del convento de
Madridejos, por donación que le hizo, para el destino y fin expresados, su
dueña, María Barranquero, en escritura pública de 26 de abril de 1727.” Cita
que hace en una de las Epístolas
Familiares, pág. 213 de Don Antonio de Guevara, publicadas en 1633.
El retrato al óleo, al
igual que otro que se hallaba en la sacristía de la iglesia, así como todas las
reliquias citadas han desaparecido. Hoy
sus restos se encuentran en el monasterio de Caleruega. FIN
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