Wednesday, August 15, 2018


EL APOGÉO HITÓRICO DE LA VILLA DE ILLANA (Guadalajara)
La influencia de esta pequeña localidad de Guadalajara, Illana, adquirió protagonismo en la Historia de España en el siglo el XVIII, cuando reinaban en España Felipe V.
Llegó de la mano de Juan de Goyeneche cuando iniciaba su andadura por esta localidad, comprando tierras de su Concejo, pertenecientes al Marqués de Almonacid.
Había conseguido una extensión de terreno considerable pues, según consta en el Catastro del Marqués de la Ensenada, poseía 4.640 fanegas de tierra, de las cuales 3610, estaban ocupadas por tres montes y dos dehesas. Contaba con explotación de leña de los montes, y pastos para alimentar a sus ganados en sus dehesas que le rendían estas propiedades rustica anualmente 41.315 reales y 15 maravedís. A todo ello sumaba arrendamientos de varios inmuebles: casa, horno de cocer pan, molino harinero y molino aceitero con una renta total anual de 45968 reales.
Con sus habitantes, tuvo sin embargo algunos desavenencias pues, escribía Francisco Miguel de Goyeneche años después, “habían manifestado alegres la posesión, gozar tranquilamente lo quería haber adquirido, y llevándole su liberal genio a los actos que continuamente discurría, por los que consideraba sus súbditos, empezó a repartir entre ellos granos, y ganados, para promover la cultura, disponer fábricas, y desvelarse en el aumento de aquel pueblo; pero a pocos lances averiguó su cauteloso proceder, no solo en la resistencia de algunas órdenes, que miraban su mismo provecho, sino ya descubiertamente el negarle el respetuosos tratamiento, que aún sin la circunstancias de la venta, le era debido a su carácter”  
Algunas de las tierras en la localidad habían pertenecido al señorío de Fernando Antonio de Loyola, Marqués de Olmeda, Ministro que era de Consejo de Hacienda; tierras por las que pagó 4.000 ducados.
Juan de Goyeneche, aprovechando la calidad de los vinos que se elaboraban en el lugar, explotó la comercialización  de unos caldos que de por sí, ya eran famosos en la Corte desde el siglo XVI. Respecto a este aspecto, hemos de reseñar ciertos hechos históricos que nos llevan sobre volando su Historia y como un castillo se convirtió en bodegas.
Antonio Pérez Henares en su obra “La tierra de Alvar Fañez” nos dice que en el siglo XI Illana fue asolada por completo. Una fortaleza andalusí, levantada a lo largo de este siglo, cuando el poderío musulmán campaba por las tierras de España, vendría, un siglo más tarde, a formar parte  de la Corona de Castilla, una vez desalojadas aquellas tierras del dominio sarraceno.
Tras la conquista de la Extremadura castellana por el Reino de Castilla, pasan a formar parte de las tierras del señorío de Anguix; en 1136 son donadas por Alfonso VII, a su vasallo Martín Ordóñez. Después de las guerras contra los sarracenos la tierra de Zorita,  pasa a manos de Alvar Fañez de Minaya.
Alfonso XII concederá al caballero San Galindo, las tierras de Vállaga, junto a su fortaleza, con fecha 18 de octubre de 1152, como recompensa a los servicios prestados a la Corona de Castilla, liberando la comarca de Zorita.
Entre 1158 y 1161, se crea la encomienda de Calatrava de Vállaga, cuando la fortaleza entra a formar pasa a la Orden de Calatrava, y va a servir de residencia, al Comendador Militar de la Orden.  
Como curiosidad hemos de decir que Francisco de Quevedo fue miembro de la Orden de Calatrava. Su ingreso se hizo oficial el 29 de diciembre de 1617 y a buen seguro, pasaría por Illana a degustar sus tencas, que debían estar muy sabrosas a juzgar por la mención que hace de ellas, en una de sus poesías, en 1611, publicada en Bruselas en la obra “Poesías de Don Francisco de Quevedo”, pag.249.
“yo soy pez de la bota
Yo soy tenca de Illana
Y soy el pege Osorio
    Y el barbo de la barba”
 Llegamos al siglo XVII cuando las Orden está en franca debilidad económica, momentos en que se decide su venta y es así como, en 1718 es comprado el Señorío de Illana,  por Juan de Goyeneche.
La fortaleza es transformada y a partir de este instante, servirá como bodegas, donde elaborar los vinos de la comarca. Bodegas que se mantendrían hasta el año 1870, cuando la filoxera hace estragos en los viñedos de todo el país y como consecuencia la perdida de todos los viñedos  y finalizando con la explotación vinícola.
Aquellos vinos que ya de por sí tenían fama por su calidad y sabor exquisito,  a tenor de la expresividad que mostraba Don Antonio de Guevara Obispo que fuera de Mondoñedo un siglo antes. Podemos leer en una de sus Epístolas Familiares “provéase cada uno de vinos de Illana, de candiotas de Candia y de fundones de Rivadavia, que para mí consolación y salvación, no pido a Dios más que todos los días que me quedan de vida, me dexe beber si quiera una gota”
Preferidos en la Corte,  y suministrado para su consagración y celebración de misa. A ellos se refiere en los Discursos Predicables Fr. Diego de Vega,  en 1611,  “yo no nací fino para vino de Illana.”
 Sus ruinas del castillo de Vállaga, son conocidas en la actualidad como las bodegas del Marqués en referencia a los vinos que en tiempos de Juan de Gyenehe allí se elaboraban.
Era tal la actividad de negocios que procedían de Illana, derivada de los vinos  y de los paños que decidió Juan de Goyeneche, en años posteriores a su llegada, instalarse en la villa, haciendo levantar una casona de carácter palaciego, estilo barroco en su fachada, lo más probable fuera Churriguera quien la diseñó,  presentando sus armas en piedra, encima del balcón de su portada. Se sabe que incluso le retablo de su iglesia fue donado por Goyeneche.
En su libro Comercio de Holanda o el Gran Thesoro Histórico y político del floreciente comercio que los holandeses tienen en todos los estados del mundo” escrito por Francisco Xavier de Goyeneche en 1717, nos dice que “Don Juan de Goyeneche procuró introducir en el recinto de España diferentes manufacturas y fábricas que no avía en ella, con mucho dispendio de sus propios caudales, prefiriendo la utilidad pública a la particular como lo ha hecho en las villas de Illana y Olmeda, trayendo a mucha costa maestros de fuera del Reyno que instruyen a los Naturales; donde tiene ya establecida fábricas de paños de buena calidad; la de ricos sombreros de castor, que compiten con los más finos de fuera: las de gamuzas y pieles de todo género para caletos y vestidos, medias, guantes y otros usos que se tiñen allí mismo de diversos colores; y l
Sería de todo modo improcedente no nombrar, a un personaje ilustre de los tiempos que aquí se trata, me refiero al beato D. Melchor Cano, cuyo nacimiento tuvo lugar en esta villa, hacia el año 1541 y cuyos padres fueron Mateo de Prego y Ana Cano Cordido. Aunque su nombre de pila era Baltasar, lo cambió por el de otro santo Rey Mago, el de Melchor, cuando entró a formar parte de la iglesia, en la orden de los Dominicos, por mediación del teólogo Melchor Cano, regente del Colegio de San Gregorio, en 1557  primo de su madre.
En Piedrahita, fundó en 1583, el beaterio para dominicas. Más tarde en Madridejos, en 1596  fundó el convento de la Orden de Predicadores, bajo el título de San Jacinto. En este lugar fallecería el 30 de marzo de 1607. Conoció a Santa Teresa de Jesús de que dijo de él: «Oh qué piedad es la suya. Oh bella alma que Dios ha puesto en este religioso. Me ha consolado grandemente».
A finales del siglo XVII se trajeron a la parroquia de Illana algunas reliquias: unas cartas, unas tablillas, unos eslabones que a buen seguro, tuvo ocasión de ver y dedicar oraciones a este santo Juan  de Goyeneche, dada su fama de milagrero. Fue considerado en la época, patrono de Illana, llamado El Extático, abogado de tempestades y tormentas. En Madridejos se le tenía por especial benefactor y abogado de los partos difíciles.
 “En la villa de Illana, calle del Puntio, num 8 existe la casa paterna en que nació y en el cuarto bajo, con puerta de regillas a la calle de las Parras, hay un retrato al óleo del beato a medio cuerpo y de pintor Orbaneja, frente al cual cuelga una lámpara que suelen encender en días señalados y durante las tempestades, rezándole y dándole también especie de culto público. Este cuarto fue propiedad del convento de Madridejos, por donación que le hizo, para el destino y fin expresados, su dueña, María Barranquero, en escritura pública de 26 de abril de 1727.” Cita que hace  en una de las Epístolas Familiares, pág. 213 de Don Antonio de Guevara, publicadas en 1633.
El retrato al óleo, al igual que otro que se hallaba en la sacristía de la iglesia, así como todas las reliquias citadas han desaparecido.  Hoy sus restos se encuentran en el monasterio de Caleruega. FIN

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