Thursday, March 20, 2008

LA VIDA DEL DUQUE DE RIÁNSARES


La expedición al Ecuador del General Flores



Asturquin.


Esta rocambolesca historia esta íntimamente unida a una etapa de la vida del Duque de Riánsares y la relación que tuvo con el general D. Juan José Flores, primer presidente que fue de la República del Ecuador.
Nació el Duque en Tarancón, España, en mayo de 1.808 y fue bautizado con los nombres de Agustín Fernando. Ingresó en la Guardia de Corps formando parte de la escolta asignada a la Reina María Cristina de Borbón, con la que contrajo matrimonio y con la que tuvo ocho hijos, constituyente el rey consorte.
D. Juan José Flores, nació en Puerto Cabello, Venezuela, el 19 de julio de 1800, murió frente a Puná a los 63 años el 1 de octubre de 1864, su infancia fue pobre y desvalida; era hijo de un comerciante vizcaíno D. Juan José Aramburu y una criolla venezolana llamada Rita Flores de la que tomó su apellido al nacer. Llegó en su carrera militar al generalato en 1826, siendo de la mayor confianza de Simón Bolivar, llegando a ser Gobernador de la Provincia de Pasto y Comandante general del departamento del Sur, nombre que se dio al Ecuador dentro de la Gran Colombia. Casó en Ecuador en 1824, con una joven mujer aristocrática, apenas tenía trece años, natural de Quito. Mercedes Jijón y Vivanco, convirtiéndose en un acaudalado terrateniente. Cuando Ecuador obtuvo la independencia fue nombrado el 14 de agosto de 1830, Presidente, primero de la recién creada república, siendo sustituido por Vicente Rocafuerte, volviendo a la presidencia después de cuatro años pero tuvo que afrontar una revolución nacional que estalló en Guayaquíl, en marzo de 1845..
No pudiendo hacerse cargo de la situación tuvo que marchar al exilio, trasladándose a Europa, visitando Gran Bretaña y Francia, con el objeto de regresar al Ecuador y recuperar el poder que había perdido, proponiendo una expedición e implantar una monarquía, ofreciendo la Corona a un príncipe. Ni una ni otra nación, a pesar de los honores que le dispensaron, le dieron crédito para la realización de tales ideas.
En París donde le recibió en Audiencia Especial el Rey Luis Felipe de Orleans, le aconsejó que partiera a la corte de Nápoles, donde gobernaban los Reyes Francisco I y María Isabel de España, hermana de María Cristina. En esta ciudad italiana conoció al embajador español, Angel de Saavedra, Duque de Rivas, quien le dio varias Cartas de presentación para la Corte de Madrid y después de ser recibido en Roma por el Papa Gregorio XVI, en Audiencia Especial, tomó el camino de Génova y Barcelona, pasando a Madrid a principios de 1.846, logrando que el diplomático Luis de Potestad gestionara ante el General Ramón Narváez la posibilidad de llevar a cabo una expedición armada al Ecuador, y ofrecer la corona de Ecuador a un hijo de la Reina Regente o bien del Infante Carlos María Isidro de Borbón, pretendiente incómodo a la de España. Sin embargo no tuvo éxito con Narváez.
Sucedió lo mismo en la entrevista que sostuvo con el general Saenz, a quien Isturiz había nombrado para la Secretaría de Guerra, en el momento de acceder a la Presidencia del Consejo de Ministros. En la entrevista posterior con el propio Istúriz, al ver Pedro Egaña que el Gobierno no demostraba interés alguno en el fantástico proyecto de invasión, intuyó que había de informar sobre el asunto a su amigo al Duque de Riánsares.
Le expuso la empresa que se disponía a iniciar, ante la posibilidad de recobrar el Imperio del Perú, ofreciendo al Duque la corona para su hijo mayor Juan Muñoz de Borbón y gobernara estos territorios con el nombre de Juan I, bajo la regencia de Flores hasta que cumpliera la mayoría de edad. Parecía que todo era sencillo, tal como se le explicaba contaba con el beneplácito de los ecuatorianos que deseaban su vuelta. Necesitaba para correr con los gastos de la expedición un préstamo de un millón y medio de duros que fueron facilitados por los amigos de Fernando Muñoz, los banqueros José de Salamanca, José Buchental, Jaime Ceriola y Nazario Carriquirí. En Septiembre, firmaban el préstamo Buchental y Salamanca de una parte y Flores de la otra, firmando como Presidente de la República del Ecuador. En aval del mismo se constituía el Duque.
Las cláusulas del contrato establecía que: el capital sería de un millón y medio de pesos fuertes y duros, los intereses el 25 % pagaderos de la siguiente forma: el 10 % en el momento de la formalización del contrato; el 5 % cuando se verificarse el embarque; 5 % a los cuatro meses de llegar al Ecuador y el otro 5 % dos años después. A esto había que añadir un 6 % de interés anual y un 1 % de comisión por semestre. Flores entregaba como garantía "la hipoteca de todas las rentas del Ecuador al seguro de otros intereses y del capital indicado "
A todo este asunto el Gobierno miraba hacia otro lado. Era un asunto delicado que podría generar reclamaciones internacionales, como efectivamente sucedió, con naciones que España consideraba desde hacía poco nuevamente sus amigas. La Reina Regente, llegó a conceder a Flores el Gran Collar de la Orden de Caballeros de Carlos III, que éste comenzó a lucir en su pecho como hombre de importancia que era.
A fines del 1846 el Coronel Señen de Buenaga comenzó a reclutar voluntarios haciéndoles firmar contratos donde constaban con la calidad de expedicionarios colonizadores, mientras Flores licitaba otros enganches a través de José Murcia y Martí y cuando todo parecía ir bien y el Coronel Ricardo Wright Montgomery había conseguido los buques El Monarca y El Neptuno de seiscientas toneladas cada uno y el transporte Glenelg a la empresa Baring Hnos., de Londres, que los puso bajo las órdenes del Capitán John Charretie, de la Compañía de las Indias Orientales, sonó el escándalo.
Cuando la prensa inglesa empezó a dar noticias de la expedición, muchos representantes latinoamericanos, se alarmaron ante los preparativos de guerra dirigidos por Flores, protestando ante la Cancillería británica, para pedir que se impidiera la salida de la expedición. Estas gestiones, que se llevaban en el más absoluto secreto, fueron descubiertas en agosto de 1846 por un diario madrileño, el Clamor Público, organizándose una sonada polémica a nivel internacional. Plenipotenciarios de Bolivia, Chile, El Ecuador, Nueva Granada y el Perú se reunieron para condenar la iniciativa, mientras se fortificaban las costas y se movilizaban los ejércitos.
En el Times, de la capital inglesa, se dijo que Wright había iniciado la recluta de 500 irlandeses y que los restantes 1.500 saldrían directamente de España. A más de ello, sonó por esos días otro escándalo relacionado con España, se trataba de la expedición armada del Conde de Montemolín, hijo del Infante Carlos María Isidro de Borbón, para iniciar la segunda Guerra Carlista con la ayuda económica de varios banqueros ingleses y la militar de sus fieles lugartenientes los Generales Cabrera y Zumalacárregui. Todo ello sirvió para mantener por algunas semanas el ambiente en zozobra y los ecos de tales escándalos llegaron al gobierno español que se asustó sobremanera; sin embargo de lo cual, la expedición siguió adelante merced al tesón de Flores con nuevos reclutamientos en los países vascos, Francia, Portugal y la preparación de los voluntarios para que se acostumbraran a las prácticas militares.
“En eso advino, - dice el historiador ecuatoriano Rodolfo Pérez Pimentel-, la protesta formal de los comerciantes ingleses del Comité de la Asociación Sudamericana y Mexicana presidido por J. D. Powles, quien se dirigió a Lord Palmerston indicándole que la recluta bajo el pretexto de inmigración así como la compra de equipo militar y embarque, encubría una intervención directa de la política inglesa con los países sudamericanos”. Ante lo cual Palmerston informó a la Cámara de los Lores del Tesoro, dictaminando el 19 de Noviembre que se pusiera final al reclutamiento de hombres en Irlanda y decretando el secuestro de los dos buques principales de la expedición, dándose por finalizado asunto.
El Gobierno español, tuvo que hacer un desmentido, aduciendo que no tenía ni arte ni parte en los planes del general, aunque Gran Bretaña se valió de la situación creada. Unos buques que se encontraban en el estuario del Támesis, en el que se tenía previsto embarcar los soldados de Flores con destino al Ecuador, fueron embargados por las autoridades británicas, abriendo proceso al mismo tiempo contra el Capitán Richard Wright, comisionado para organizar la escuadra.
Flores que tenía ya pocas posibilidades de realizar su empresa, viajó en Enero de 1.847 a Inglaterra siendo recibido por Lord Palmerston, consiguiendo una orden de devolución y que se dejara sin efecto el juicio militar –Corte Marcial- iniciado contra Wright y su Ayudante el Capitán Sleigh.
De regreso a España pidió en Bayona su pasaporte para ingresar por la frontera, pero el cónsul se lo negó cortésmente y tuvo que instalarse en Burdeos y luego en París, decepcionado por la pérdida de poder político en la Corte. A fines de año salió por Bruselas y el Havre a NewYork con Wright y un sirviente. En Washington quiso ser recibido por el Presidente James Knowk Polk pero éste ni siquiera le contestó su nota. Entonces partió a Caracas dando por terminados sus planes, que habían escandalizado a la América Hispana más de un año.
Los datos que se recogen en el dictamen de 1857, sobre la Comisión de las Cortes Constituyentes de 1854, son reveladores al respecto. Efectivamente existieron inteligencias entre el Excmo. Sr. Duque de Riánsares y el general Flores, relativas a esta expedición; en estas gestiones estaba auxiliado por el Sr. José Antonio Muñoz, hermano de Fernando que suministraba los fondos al efecto.
Si embargo es menester mencionar lo dicho públicamente, a través de los periódicos por D. José Agustín Argüelles, único y legítimo representante del general Flores, en virtud que éste le otorgó en Bayona el 9 de marzo de 1847, y con relación a la supuesta participación en estos sucesos de María Cristina, que dice: es uno de los cargos que se hacen a la Augusta Señora Doña María Cristina de Borbón, el de la supuesta participación en la expedición al Ecuador. Esto, al par que contra la Madre de nuestra reina, envuelve un ataque aún más fuerte contra el desgraciado Flores; y yo no debo callar ante acusaciones tan inmerecidas, máxime cuando a mi calidad de apoderado, reúno la de haber sido la persona que intervino a la par de Flores, en aquella mala dada expedición. Cumple, pues, a mi deber declarar, que ni aquel buscó a la reina Madre, ni menos esta señora le prestó apoyo de ningún género, y aún puedo asegurar que ni de tal asunto le habló jamás; patentizada esta verdad es lo que obligó a Lord Parlmerston a consentir en la devolución de los buques, (el Menorca y el Neptuno), embargados a la sazón en Londres, como resultado de las calumnias que los enemigos de aquel habían propalado.
El general Flores abandonó Europa, salió de París el 30 de Julio 1847, con destino al continente sudamericano.
María Cristina, de nuevo fue la más perjudicada. Es significativo el hecho de que el general Santa Cruz al defenderse, mediante su apoderado, el Dr. José María Fernández de la Hoz, con fecha de 17 de septiembre de 1846, demandando al editor de El Clamor Público, por haberle involucrado en la expedición para invadir Perú, el editor se retractase por no tener pruebas precisas, aceptándose las excusas.
El Duque de Riánsares, en cambio, tuvo que rescatar los buques a través del Embajador español Istúriz, quien logró tomarlos y venderlos a buen precio, recobrando en algo los valores invertidos. Después se entendería personalmente con Buchental y Salamanca, sus banqueros acreedores, a quienes tuvo que pagar una fuerte cantidad tomándola del capital de su Real consorte, que sufrió una fuerte menoscabo.



BIBLIOGRAFÍA

ESPASA CALPE.: Historia de Ecuador.
PÉREZ PIMENTEL, RODOLFO.: Diccionario biográfico de Ecuador.




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