Sé que nací en Ceuta, en playa Benítez, pero esto no
recuerdo. Otros avatares sí.
Otro patio delantero, donde un árbol ya bastante
crecido, sostenía un columpio de hierro que chirriaba cuando balanceaba y un
pequeño habitáculo en uno de los laterales, a cuya espalda discurría un
riachuelo, era el escenario cotidiano, una vez salvados desde la carretera, en descenso algunos escalones, del encuentro con mi madre y mis otros
dos hermanos menores, uno de tres años y el más chico de meses que
tenía el más pequeño y siempre en brazos.
Metida en el compartimento inferior con orificios, de
una tartera de cuatro o cinco platos de aluminio, traía mi padre una tórtola,
que la pobre tenía la parte superior de la cabeza sin pelo, no por ser la
desdichada calva, sino a causa de los golpes que se daba contra la base del
plato superior contiguo, en su desesperación por salir de aquel pequeño
habitáculo.
En aquella pequeña casa, apareció en una de las
habitaciones una culebra que horrorizada descubrió mi madre, antes de soltar un
chillido que me hizo salir corriendo, bajando del columpio, sin embargo no
recuerdo como terminó aquel suceso.
Tenía entonces cinco años, y un día que me llevó a un
pedrero, vi por primera vez un cangrejo, al que mi padre pichó con su navaja,
por temor a que le mordiera.
Y comprobé también el desagradable trance que se pasa
con los pinchos de las chumberas, en donde me metí sin pensarlo dos veces, para
alcanzar uno de aquellos higos chumbos que se me antojaba muy atractivos y que
no dude en afianzarlo con la mano, tratando de arrancarlo. Aquel día estuvo mi
madre sacando espinas de todo mi cuerpo.
Y ayudaba en aquella casa, en las labores de mi madre
una chiquilla, una morenita musulmana de nombre Fátima, y de la que tengo el recuerdo de verla llorando
en el puerto, implorándola que se la llevara a la Península, momentos antes de
subir al transbordador “Virgen de África” que nos alejaba definitivamente de
Ceuta.
Y en aquella casa baja, a pesar de mi llanto, tan solo
dejó mi padre, una guitarra… y me dio mucha pena.
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