Los atentados a la Reina Isabel II
El 4 de mayo de 1847 en Madrid, la reina Isabel II sufría un atentado. sobre las ocho y media de la tarde, ya anochecido, la reina regresaba de dar un paseo junto con los Infntes Francisco de Paula y María Josefa, en una carretela descubierta y sin escolta por la calle de Alcalá, dirección a la puerta del Sol; a la altura del número 13, cuando el carruaje real pasaba junto a una berlina de alquiler que ocupada por Ángel de la Riva y se encontraba parada entre la casa de las diligencias y la casa de la aduana, se escucharon dos detonaciones. En un primer momento, se oyeron las que se pensaba fueron realizadas por unos chiquillos que estaban jugando a explosionar petardos en plena vía pública. La misma reina declaraba al alférez de la guardia real que había sentido las balas cruzar frente a ella.
Sin embargo, fue un redactor del periódico El Clamor Público, Ángel de la Riva y Berroando nacido en Santiago de Compostela en 1819, periodista y abogado español, quien las había efectuado contra la persona real, siendo detenido. Era descendiente de una familia acomodada de la sociedad gallega. Había estudiado la carrera de abogacía en la Universidad de Santiago. En 1844 llega a Madrid en compañía de su hermano que preparaba su ingreso en el Colegio Militar, estableciéndose en la capital donde pasó a colaborar con el Clamor Popular, al mismo tiempo que trabajaba en el bufete de Félix Erenchun. En 1847, año del atentado se casa con Juana Berdeales, una sobrina de Ramón de la Sagra que a la sazón padecía tisis pulmonar, motivo por el que pensó en hacer un viaje con suegro y esposa a Galicia, previsto para el 8 de mayo. A juzgar por los que le conocían era un hombre bajito, delgado, con anteojos y la voz algo atiplada, que sufría crisis ocasionales de epilepsia, en que durante varios minutos permanecía aturdido e incapaz de hablar o moverse.
Esa misma noche las autoridades comenzaron la investigación sobre los hechos. Se interrogó al correo, cochero, palafreneros y lacayos de la reina, a los carabineros de la aduana, a los empleados de los comercios cercanos y al cochero y lacayo de la berlina de alquiler, sin embargo no pudo establecerse con certeza si las detonaciones habían sido producidas por disparos o por petardos, ni de dónde habían provenido exactamente; sólo dos ciudadanos ingleses que estaban de paso en Madrid aseguraron haber visto a un hombre disparar desde la berlina parada en la calle. En el lugar de los hechos se hallaron restos de un petardo quemado y dos desconchones en una fachada cercana, que fueron analizados por si hubieran sido producidos por impactos de bala. El encargado del alquiler de coches señaló que en el momento de regresar la berlina se encontró uno de sus cristales empañado con un polvo ceniciento, que los empleados habían limpiado esa misma noche.
Averiguado su domicilio por las señas que dio el cochero de la berlina, en la madrugada del 6 de mayo el jefe político de Madrid Patricio de Escosura, se personó en la vivienda de La Riva, en la calle Concepción Gerónima nº 13, procediendo a su detención y al registro de su casa, donde se encontraron los billetes a Galicia para el próximo día 8 y dos pistolas de cuatro pulgadas de largo con señales de haber sido disparadas recientemente. En su declaración ante el juez, De la Riva relató que ese día había alquilado la berlina desde el mediodía, y después de hacer algunas gestiones personales en la ciudad se había dirigido a una galería de tiro a la que solía concurrir habitualmente para ejercitarse con las armas; posteriormente, de regreso a su casa, había sufrido uno de sus accesos epilépticos, mandado al cochero detener el carruaje en el lugar de los hechos, sin poder precisar lo ocurrido.
Como resultado del proceso abierto, fue condenado a muerte, aunque posteriormente la pena le fue conmutada a prisión, para posteriormente reducir la pena al destierro y finalmente ser indultado en 1849. El indulto es concedido por la Reina Isabel II, con el beneplácito de su Madre María Cristina.
"Señora
Cuando al sublime rasgo de especial clemencia que la Reina, vuestra Augusta hija acaba de favorecerme, ha querido V.M. añadir nuevo mérito, aceptándolo como el mas grato obsequio en su solemne día; no extrañará V.M que me apresure a ofrecerle, de la única manera posible, el testimonio de mi mas vivo reconocimiento.
¡Plugue el Cielo colmar de bendiciones la interesante vida de V.M. cuyo augusto nombre jamás se borrará de mi memoria!
Presidio de Madrid 24 de julio de 1849
Señora
A. S.R.P. de V.M.
Angel de la Riva." (1)
No sería el único atentado, en 1852 el sacerdote Martín Merino y Gómez, la apuñaló en el interior del Palacio Real de Madrid. El 2 de febrero de 1852, la reina salía de palacio llevando en brazos a la princesa de Asturias, Isabel, con la intención de ofrecer su hija primogénita a la Virgen de Atocha. En el mismo palacio real, Merino se acercó a la reina e inesperadamente sacó un puñal de debajo de la sotana, que clavó en su pecho. Gracias al corsé no tuvo graves consecuencias. Merino, después de ser desposeído de los atributos eclesiásticos, fue conducido al "campo de guardias" donde fue ejecutado a garrote vil, siete días más tarde.
En 1856 hubo una conspiración para atentar contra Isabel II. Pedro Redondo y Marqués convenció a Ramón Fuentes, aunque también lo había intentado con otro personaje un tal Collado, para que dispararan contra la reina, durante su paseo por las calles de Madrid, por una cierta cantidad de dinero, sin embargo ninguno de los dos tenía la intención de cometer tal regicidio, por tal motivo el segundo previno con anterioridad la propuesta de Redondo y Fuentes se entregó a uno de los guardias de servicio en la vía pública. En el juicio que sobre este rocambolesco suceso, el único que fue encarcelado sería Pedro Redondo y Marqués, como autor principal. FIN
1 AHN. DIVERSOS-TITULOS_FAMILIAS,3415,LEG.152,EXP.1 Imagen 246
Sin embargo, fue un redactor del periódico El Clamor Público, Ángel de la Riva y Berroando nacido en Santiago de Compostela en 1819, periodista y abogado español, quien las había efectuado contra la persona real, siendo detenido. Era descendiente de una familia acomodada de la sociedad gallega. Había estudiado la carrera de abogacía en la Universidad de Santiago. En 1844 llega a Madrid en compañía de su hermano que preparaba su ingreso en el Colegio Militar, estableciéndose en la capital donde pasó a colaborar con el Clamor Popular, al mismo tiempo que trabajaba en el bufete de Félix Erenchun. En 1847, año del atentado se casa con Juana Berdeales, una sobrina de Ramón de la Sagra que a la sazón padecía tisis pulmonar, motivo por el que pensó en hacer un viaje con suegro y esposa a Galicia, previsto para el 8 de mayo. A juzgar por los que le conocían era un hombre bajito, delgado, con anteojos y la voz algo atiplada, que sufría crisis ocasionales de epilepsia, en que durante varios minutos permanecía aturdido e incapaz de hablar o moverse.
Esa misma noche las autoridades comenzaron la investigación sobre los hechos. Se interrogó al correo, cochero, palafreneros y lacayos de la reina, a los carabineros de la aduana, a los empleados de los comercios cercanos y al cochero y lacayo de la berlina de alquiler, sin embargo no pudo establecerse con certeza si las detonaciones habían sido producidas por disparos o por petardos, ni de dónde habían provenido exactamente; sólo dos ciudadanos ingleses que estaban de paso en Madrid aseguraron haber visto a un hombre disparar desde la berlina parada en la calle. En el lugar de los hechos se hallaron restos de un petardo quemado y dos desconchones en una fachada cercana, que fueron analizados por si hubieran sido producidos por impactos de bala. El encargado del alquiler de coches señaló que en el momento de regresar la berlina se encontró uno de sus cristales empañado con un polvo ceniciento, que los empleados habían limpiado esa misma noche.
Averiguado su domicilio por las señas que dio el cochero de la berlina, en la madrugada del 6 de mayo el jefe político de Madrid Patricio de Escosura, se personó en la vivienda de La Riva, en la calle Concepción Gerónima nº 13, procediendo a su detención y al registro de su casa, donde se encontraron los billetes a Galicia para el próximo día 8 y dos pistolas de cuatro pulgadas de largo con señales de haber sido disparadas recientemente. En su declaración ante el juez, De la Riva relató que ese día había alquilado la berlina desde el mediodía, y después de hacer algunas gestiones personales en la ciudad se había dirigido a una galería de tiro a la que solía concurrir habitualmente para ejercitarse con las armas; posteriormente, de regreso a su casa, había sufrido uno de sus accesos epilépticos, mandado al cochero detener el carruaje en el lugar de los hechos, sin poder precisar lo ocurrido.
Como resultado del proceso abierto, fue condenado a muerte, aunque posteriormente la pena le fue conmutada a prisión, para posteriormente reducir la pena al destierro y finalmente ser indultado en 1849. El indulto es concedido por la Reina Isabel II, con el beneplácito de su Madre María Cristina.
"Señora
Cuando al sublime rasgo de especial clemencia que la Reina, vuestra Augusta hija acaba de favorecerme, ha querido V.M. añadir nuevo mérito, aceptándolo como el mas grato obsequio en su solemne día; no extrañará V.M que me apresure a ofrecerle, de la única manera posible, el testimonio de mi mas vivo reconocimiento.
¡Plugue el Cielo colmar de bendiciones la interesante vida de V.M. cuyo augusto nombre jamás se borrará de mi memoria!
Presidio de Madrid 24 de julio de 1849
Señora
A. S.R.P. de V.M.
Angel de la Riva." (1)
No sería el único atentado, en 1852 el sacerdote Martín Merino y Gómez, la apuñaló en el interior del Palacio Real de Madrid. El 2 de febrero de 1852, la reina salía de palacio llevando en brazos a la princesa de Asturias, Isabel, con la intención de ofrecer su hija primogénita a la Virgen de Atocha. En el mismo palacio real, Merino se acercó a la reina e inesperadamente sacó un puñal de debajo de la sotana, que clavó en su pecho. Gracias al corsé no tuvo graves consecuencias. Merino, después de ser desposeído de los atributos eclesiásticos, fue conducido al "campo de guardias" donde fue ejecutado a garrote vil, siete días más tarde.
En 1856 hubo una conspiración para atentar contra Isabel II. Pedro Redondo y Marqués convenció a Ramón Fuentes, aunque también lo había intentado con otro personaje un tal Collado, para que dispararan contra la reina, durante su paseo por las calles de Madrid, por una cierta cantidad de dinero, sin embargo ninguno de los dos tenía la intención de cometer tal regicidio, por tal motivo el segundo previno con anterioridad la propuesta de Redondo y Fuentes se entregó a uno de los guardias de servicio en la vía pública. En el juicio que sobre este rocambolesco suceso, el único que fue encarcelado sería Pedro Redondo y Marqués, como autor principal. FIN
1 AHN. DIVERSOS-TITULOS_FAMILIAS,3415,LEG.152,EXP.1 Imagen 246
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