UNA JORNADA MANRIQUEÑA
Es
cuestión de suerte como todo en la vida y yo la tuve cuando un amigo
me invitó a participar en una jornada, cuyo fin era homenajear a tan
insigne poeta y guerrero D. Jorge Manrique. Y así fue como llegados
sus amigos al castillo de Garcimuñoz, nos sorprendieron con sus
dulzainas e instrumentos, cantos y paseíllos, un grupo con atuendos
singulares y a la usanza medieval.
Abandonamos
sin mas dilaciones este antiguo pueblo de renombrada historia, para
llegar a poco mas de tres kilómetros al lugar donde Manrique fue
herido mortalmente y donde se levantó antaño una cruz, recordando
su memoria, y mas tarde sobre el mismo lugar erigirse un monumento,
este que hoy presenciamos y en el que reza:
"AQUI
FUE HERIDO MORTALMENTE JORGE MANRIQUE POR LA UNIDAD DE ESPAÑA"
Traté
de disimular la emoción que sentía, leyendo las escasas once
palabras de grande y elevado pensamiento y presenciando aquel
homenaje hacia quien entregó su vida, por tan grande causa, quise
evocar allí mismo, en aquel instante, tan fatídico momento,
tratando sus leales de taponar sus heridas.
Y
traté de preguntarle por si acaso me oyera, si pensaba todavía que
bien valió la pena morir en aquella cruenta lucha para unir los
españoles. Al menos pensaba yo en este preciso instante que este
grupo de homenaje unido estaba, evocando su hazaña.
En
el monumento dejaron sus Coplas colocadas en urna, antaño cerrada
con una verja de hierro, hoy vacía la hornacina colocamos algunas
de ellas, pues a buen seguro los hombres y mujeres de espíritu
noble, hojearán a su paso el libreto.
Rememoramos
el calvario de su traslado en aquel día gris y nublado de fácil
caminar, en una marcha distendida y dialogante, de apenas una decena
de kilómetros, para tomar después la carretera y llegar de Santa
María de Campo Rus, donde finalizó D. Jorge Manrique su agonía.
No
hubo lugar de mejor nombre como el de “Posada Real”, donde se
celebró una comida de hermandad, amenizada por el grupo juglar fue
motivo de citas y recuerdos de los amantes de la figura del militar y
poeta
En
Santa María estuvo al mando de sus mesnadas donde levantó
campamento, recordando el lugar una gran piedra en la que se
inscriben unas letras alusivas. Allí un Museo al poeta, nos
impregnaba de su espíritu y en la plaza de la iglesia, dando frente
a la casa donde finó su vida, se levanta otro monumento en su
memoria.
Concluyó
ya entrada la tarde aquella inolvidable jornada.
Gracias
Felipe, amigo.
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