ASÍ CAYÓ EL QUINTO GOBIERNO
DE LA DÉCADA MODERADA EN ESPAÑA
Marcos Mayorga Noval
Corrían
tiempos en que Isabel II sentía algo más que admiración por el
progresista Serrano, el “general bonito”. La sociedad estaba
alarmada con los devaneos de la joven reina, casada con su marido el
rey consorte Francisco de Asís y el gobierno de turno, temiendo que
el moderantismo sufriera las consecuencias, no sabía como alejar al
amante, el cual se negaba sistemáticamente a apartarse de la corte.
La
narración histórica trata de los episodios cortesanos en aquellos
momentos, vividos intensamente por Donoso Cortés defensor, como
siempre, de los intereses de la reina madre María Cristina, cuyos
detalles los ponía en conocimiento de su principal valedor Fernando
Muñoz, el Duque de Riánsares1.
Se desarrollaron durante el mes de marzo de 1847, cuando la reina
Isabel II estaba empeñada en formar un nuevo gobierno, a suya cabeza
estuviese Serrano y Salamanca, del que Luzuriaga pretendía también
formar parte.
El
Gobierno presidido por el Duque de Sotomayor, Marqués de Casa Irujo,
preocupado, tuvo que tomar medidas en extremis, de ahí que se
acordara presentar urgentemente a la reina, un decreto nombrando a
Serrano Capitán General de Navarra. No dio resultado puesto que aún
argumentado su conveniencia, Isabel II se negó a firmarlo,
devolviéndolo a los moderados Carlos Martínez II marqués de Casa
Irujo y Marcelino Oráa.
Se
decide entonces hablar con el rey consorte sobre el asunto. En el
palacio real, Francisco de Asís recibía en su despacho a Donoso
Cortés.
- Pasa, pasa Donoso
- Buenos días Majestad.
- Vera Señor, con el debido respeto, creemos que sería conveniente obrar en consecuencia. Es necesario que VV.MM., se acuesten los dos a la misma hora, o temprano ambos si S.M la reina accede a ello, o en todo caso sea V.M el que se acueste más tarde si ella no acudiese.
- Bueno Donoso, así trataré de hacerlo a ver si obtenemos algún resultado, aunque me temo que las cosa seguirán igual.Así trató de hacerlo el rey consorte aquella misma noche, pero la reina quiso cansar a su marido, aunque no pudo; ambos se acostaron a las siete de la mañana y la entrevista que iba a realizarse aquella misma mañana, con Claudio Antón de Luzuriaga no pudo realizarse.Al día siguiente, Donoso es recibido de nuevo en palacio por Francisco de Asís.
- Majestad, es conveniente que hable S.M a la Reina sobre los rumores que corren de boca en boca por todo Madrid, pero no haga alusión del Decreto sobre el destino que se ha de dar a Serrano, debe aparentar que lo ignora. Sobre todo ha de decirla que tiene que tomar una determinación definitiva con este general.Al día siguiente, sábado llegó muy temprano un emisario a casa de Donoso con la misiva de que el rey quería verle, otra vez más en palacio.
- Donoso he seguido tus consejos y le he dicho a la reina que las voces que circulaban de boca en boca, perjudicaban mi honra; que no podía consentirlo que creía en su inocencia y que si no lo fuera estaría dispuesto a perdonarla. Le dije que reflexionara que yo en nada la había faltado y que de cualquier manera era necesario desmentir tales voces. Que tenía que tomar medidas contra el hombre que estaba provocando aquel estado de cosas, que de continuar podía perder el empleo.
_
Sabes que te digo Paquito, me dijo la reina, todo lo que se dice es
falso.
N
quiero tomar medidas de ninguna clase y además, nada me importa de
mi empleo.
La
contesté que si creía que perder el empleo era poder ir a
divertirse a París, era engañarse a si misma, que si perdía la
corona traería consigo la miseria, el encierro y hasta la misma
muerte. Me volvió a prometer fidelidad, aunque volvió a negarse a
tomar medidas mientras me hacía cariñitos. En estas conversaciones
estuvimos, acabamos cerca de la una y media, anoche.
_Muy
bien Majestad, pero ahora le toca el turno a los consejeros, no diga
de esto a nadie. Siga S.M acostándose a la misma hora, es lo más
aconsejable. Entretanto ya le comunicaré si hay alguna novedad.
Donoso
después de despedirse se dirigió al lugar donde se encontraban los
consejeros, a los que les propuso el plan a seguir.
_ Me
propongo ir a ver a la reina después de su paseo. Vds., lo harán
después de su salida del teatro y la insistirán para que firme el
decreto. Mientras, den las órdenes oportunas para que se reúna
Serrano: Propónganle confidencialmente la recomendación de aceptar
el destino que se ha decidido.
Así
se hizo, Serrano acudió a la llamada de los consejeros,
presentándose a ellos con un semblante desencajado, que se
intensificó cuando le comunicaron la decisión adoptada por el
Gobierno.
_
Srs, me niego absolutamente a aceptar esta decisión, dijo Serrano,
despidiéndose malhumorado.
_ No
importa Srs., se dijeron los consejeros, hay que seguir insistiendo.
Donoso
en palacio, en un nuevo encuentro con la reina.
_
Hola Donoso ¿ Que quieres saber ?
_Yo
se mas que V., y por eso no estoy hoy para juegos; y si V., supiera
lo que yo no estaría ni para juegos ni para chanzas tampoco.
_
Pues ¿Que Hay? ¿Que hay?
_Lo
que hay es que hasta por los barrios bajos, se dice lo que se dice, y
no es eso lo peor sino que hoy en las Cortes, andaban arremolinados
los diputados hablando sobre el mismo asunto.
_¿Y
que decían?
_
Pues que en tiempos del Gobierno absoluto, España no había
consentido un Godoy y que sería una vergüenza que ahora las Cortes
se convirtieran en un Gobierno representativo.
_¿Y
quien decía eso?
_Lo
decían todos.
La
reina quedó profundamente pensativa.
¿Y
que cree Vd., que se debe hacer?
Creo
Majestad que debe llamar a sus consejeros y decirles que su honor
anda en lenguas, que tienen que salvarla pues, para ello son los
responsables de su honra. Que se reúnan cuanto antes en consejo
y
deliberen y que le propongan el resultado de la solución que S.M
aprobará.
_ ¡Eso quieren ellos!
_ ¿Como, eso quisieran ellos? V.M., es la que debe querer eso.
_
Digo esto porque el Ministerio no puede durar.
_ Y
yo digo Señora que no puede, que no debe caer en estas
circunstancias.
¿Y
si yo estuviera empeñada mi palabra?
Si
V., tuviera empeñada su palabra, la tendrá que desempeñar, ya que
su honra y la salvación del Estado es lo primero.
_¡Pues,
has de ver a Salamanca Ministro!
_No
lo crea V.
¿Como
no lo crea V?
_Como
que no ¿Como si no hubiera mas que hacer Ministro al primer tunante
que se encuentre por la calle? V., tiene talento y tiene sagacidad,
pero no tiene experiencia; esa experiencia será muy costosa; el
porvenir de V., será tremendo y ahora se lo anuncio y sobre todo no
se hará porque no quieren las Cortes, porque la nación no quiere,
porque no se hará.
_Escucha
Donoso, todo puede componerse sin escándalo y sin violencias.
_Veamos
como ¿Tengo curiosidad por ver lo que V., propone.
_Mira,
todo el mal viene de que se dice que yo le miro en el paseo y en el
teatro, pues no le volveré a mirar, así todo queda concluido.
_Señora
Vd quiere curar pulmonías con cataplasmas. Lo que sucederá con esta
proposición es que todo el mundo dirá que se están viendo en
secreto y que entre los dos han acordado no verse en público, de ahí
que ese no sea el remedio.
_Pues
yo no adoptaré otro mas estrepitoso.
_Señora
V., se pierde y al final tendrá que adaptarse.
Quedó
zanjada aquella conversación por la reina
_¡Vete!
¡Vete! Tengo que ir a comer.
_A
los pies de V., se despidió Donoso para bajar de inmediato al
Consejo y ponerles al corriente de como estaban las cosas; les dijo.
De
todas formas deben subir a proponer a la reina que firme el decreto y
aunque no consienta en ello, no pronuncien la palabra dimisión, tan
solo han de decir que en vista de su negativa, acordarán lo que daba
hacerse.
Así
lo hicieron y de nuevo la reina se negó a firmar, pasando de
inmediato a deliberar lo que debía hacerse, acordando que Serrano ya
no fuera destinado a Pamplona como capitán general ya que para ello
se necesitaba un Decreto. Debería ir en Comisión del Gobierno, para
lo cual solo sería necesario la firma del Ministro; que si acaso al
comunicarle el asunto adujese encontrarse enfermo no se le admitiese
tal excusa y si acaso con tal de no acatar la orden renunciase a sus
honores y grados, se le considerase como un insubordinado carente de
disciplina y se le enviase no ya de comisión a Pamplona, sino como
un reo de la Ciudadela. Todo ello se había de ejecutar al día
siguiente que era domingo.
Este
día, de mañana Donoso se entrevistaba con Francisco de Asís, con
el fin de informarle de los acuerdos de los consejeros el día
anterior. Una vez oídos se puso muy alegre.
_Majestad
este prevenido que Serrano es muy osado y puede que se presente en
palacio, para verle o ver a la reina. Si sucede no le reciba y no
consienta que le reciba la reina tampoco, para lo cual de las órdenes
oportunas para que antes de pasar recado a la reina de todas las
personas que intenten presentarse, le pasen el recado a V.
_
Estoy de acuerdo Donoso, seguiré tus directrices.
_ Se
dice que Serrano se corresponde con la Señora a todas horas a
través de la Santiesteban, una tía suya y la Catalina
guarnicionera, por eso es preciso que insista a su esposa que las
aleje de la corte lo antes posible y si no, como marido y dueño de
la casa prohíba V., mismo que entren en palacio. Si no quiere
nombrar otras tiene que decirla que se quedará sin servicio.
Ínterin,
Serrano a la vista de los acontecimientos, pidió la revocación y
que se dilatara su cumplimiento, hasta pedir autorización al Senado,
después de descubrir ante los senadores las verdaderas causas de
todo el asunto, a lo que los consejeros le contestaron diciéndole
que se había dado orden al capitán a general a través de una silla
de postas que se hiciese cumplir la orden.
Serrano,
había ido a palacio a ver a la reina pero no fue recibido, al menos
en esta ocasión Donoso se había salido con la suya. Sin embargo el
capitán general Manso, en vez de ejecutar la orden de capturar a
Serrano lo que hizo fue avisarle, llamando a su casa a D. Antonio
Gallego que era su íntimo amigo
_
Diga a Serrano que se vea conmigo.
Fue
tanto como decirle que se escapara, pues efectivamente se escapó y
la reina no tardó en saberlo aquella misma tarde, llamando
inmediatamente a uno de sus consejeros, Oráa. Enfurecida le dijo:
_¡Da
la orden inmediatamente para que se revoque la orden de salida de
Serrano, todo esto se ha hecho sin contar conmigo. Todo se tiene que
deshacer en el acto!
_Majestad
enviar a un militar en comisión a una provincia, es cosa que el
Gobierno puede hacer sin la reina. En cuanto a la revocación de la
orden, lo consultaré con mis compañeros.
La
reina encabritada manoteaba, al mismo tiempo que llorando pisoteaba
el suelo con fuerza.
_¡En
España todos son reyes menos yo!
Dirigiéndose
con cajas destempladas al anciano Oráa que no salía de su asombro,
ante tal espectáculo
¡Mira!
¡Me las pagarás! ¡Me las pagareis todos!¡Me vengaré, revoca la
orden en el acto o teme mi cólera!
_Señora,
soy un anciano militar, envejecido en el combate. Me he hallado en
130 combates, tengo 23 heridas y no temo a la muerte, si la recibo en
cumplimiento de mi deber.
¡Vete!
¡Vete! Reúne a tus compañeros. ¡Dentro de dos horas quiero ver
revocada la orden!
Salió
Oráa del despacho, mientras los que estaban en la ante cámara
habían oído los gritos y el estrépito de aquella escena tan
turbulenta. De inmediato se reúne el Consejo, al que asiste Donoso
Cortés, decidiéndose que Oráa diga a la reina que no ha podido
reunir a sus compañeros y que no se presentarán ante S.M hasta el
día siguiente.
Dijo
Donoso
_ Yo
iré a ver al rey esta misma noche para decirle que mañana, cuando
se presenten los Ministros a la reina, se presente él al mismo
tiempo con ellos, para decirla que él nunca quiso intervenir en las
cosas del Gobierno y que nunca ha asistido a los consejos y que esta
vez lo hacía porque se trataba de su honra. A ver si de esta forma
se decide a firmar.
Donoso
subió al cuarto del rey. Un criado se dirigió por el pasillo a dar
conocimiento a Francisco de Asís de la visita., cuando le paró la
reina Isabel.
_¿Donde
vas?
Aturdido.
_ A
decir a S.M., que un caballero le espera en su cuarto.
_¿Quien
es ese caballero?
_No
le conozco Señora. La reina insiste y finalmente.
_Señora
es Donoso Cortés.
Ah
en ese caso. ¡Paquito! Levantando la voz. Ve ha recibir a Donoso que
te espera en tu cuarto.
La
reina le sigue pero se queda en la puerta que permanecía medio
abierta. Disimuladamente Francisco de Asís le hace una señal a
Donoso, para advertir de la presencia de la reina, entonces Donoso
comenzó a hablar en voz baja al rey, momento en que irrumpió en la
estancia Isabel, airada.
_¡Hola
Señora! ¿V.M., por aquí? Dijo Donoso, con una mal disimulada
intención.
_ Si
amigo. Nos vamos al teatro.
_Sea
enhorabuena.
_¿De
quien vienes aquí de embajador?
_Señora
de quien soy embajador siempre, de mi propia persona.
El
rey permanecía en silencio, mas muerto que vivo, mientras la reina
demudaba colérica con los ojos hinchados y con una especie de
temblor nervioso. Donoso con el fin de que la cosa no fuese a
mayores, optó por despedirse en aquel momento, sin haber podido
decir cosa alguna al rey.
El
Consejo se encontraba reunido en Gobernación, así se lo había
dicho Alejandro Oliván; estaba deliberando después de tener
conocimiento de que Manso, a la sazón Capitán general de Castilla
la Nueva, había advertido indirectamente a Serrano. Allí se dirigió
Donoso que les aconsejó que lo mejor era que se avisara al general
Fulgosio, casado con una hermana del duque de Riánsares, por si
hubiera tiempo aún. Pensaron que esto podía molestar al capitán
general, acordando finalmente llamar a los dos juntos, para
advertirles que tal vez Serano pretendiese presentarse al día
siguiente en el Senado, por lo que había que rodear el edificio muy
temprano de agentes.
Era
demasiado tarde y todos los esfuerzos por encontrar a Serrano por
parte de Fulgosio fueron inútiles, por lo que Donoso se dirigió al
palacio para dar cuenta al Consejo de la situación. Se había
acordado reunir el lunes una junta de personas notables que
dictaminaran sobre la conducta que el Ministerio debía tomar. La
Junta se compuso del Presidente de las Cortes, del Tribunal Supremo,
del Consejo Real, Narváez, González Bravo, Mon, Pidal, Calderón
Collantes, Martínez de la Rosa, Collantes y Donoso Cortés,
reuniéndose en el Ministerio de Estado el lunes 19 de marzo.
Pacheco
no se presentó, pues a decir de Casa Irujo, el domingo por la noche
había sido llamado por S.M la reina a palacio, para encargarle de la
formación de un Ministerio, encargo que había aceptado, para
cuando este Ministerio hubiera dejado de existir.
La
junta acordó que de ningún modo se tomase la determinación que el
gobierno dimitiera, sino que se aguardase a que fuera exonerado por
la reina. Es decir seguiría cumpliendo sus funciones, que se pidiera
al Senado abrir expediente a Serrano; que se pidiera al Congreso un
voto de confianza y que se siguiera con la busca y captura de
Serrano.
El
Jefe de Gobierno, Casa Irujo, se presentó a la reina para informarla
de las decisiones tomadas, se encontraba de mejor humor, le dijo no
obstante
_¡Carlos,
revoca esa orden!
_Señora
lo harán nuestros sucesores, porque parece que los tendremos pronto.
_Es
verdad, pero esos harán otras cosas, dijo la reina.
¡Revocad
vosotros la orden!
_Señora.
No puede ser. Y si se le pilla le costará caro.
_No
se le pillará, no, de esto estoy segura.
_¿Segura?
_Si,
muy segura.
En
la sesión del Congreso, se da a la junta formada el voto de
confianza que había solicitado, no sin ver como Salamanca se
enfurecía, hablando de intrigas y amenaza, hasta al punto que
alguien llegó a decir que si la reina se mantenía en sus trece
rodarían cabezas.
Durante
el desarrollo de la sesión, la reina había llamado a Casa Irujo,
para decirle que se presentase en el Congreso, diciendo que si
Serrano había desobedecido al Gobierno era porque ella se lo había
mandado, a lo que se negó, montando la reina en cólera de nuevo.
_¡Si
no me obedeces, yo misma se los diré a todo el mundo!
Así
lo hizo, comenzando por decírselo a los gentilhombres de palacio, a
todo los que se encontraba a su paso e incluso al rey, Alguno que se
atrevió a desaconsejarla aquella postura y advertirla que era
publicar su deshonor, ella contestaba airada
_
!No me importa nada¡
Parece
ser que Isabel quería mandar sola, pues había comentado “ya que
he tenido la suerte de salir de mi madre que en todo se metía” y
no quería tampoco que “Paquito” se metiera ahora en nada, además
no quería ni siquiera verle.
Isabel
parecía estar desquiciada, al menos su manifiesta alteración llegó
a extremos insospechados cuando Donoso Cortés llamado ante ella,
tuvo la ocasión de comprobarlo.
Le
recibió con una alegría exagerada.
_Señora,
a los pies de V.M.
_¡Hola
Donosoooooooooooooo!
_Señora
,muy alegre está,me felicito por ello. Solo quiero saber la causa
de esta alegría.
_Esta
noche. Esta noche caerá el Ministerio.
_Señora,
no es solo el Ministerio el que cae es la Monarquía la que se hunde.
_No
me importa. No me importa.
_Señora,
por Dios. Tratemos con gravedad estas materias, hable V.M., y no
cante.
¡Espera,
espera quiero romper aquel cristaaaal!
Cogiendo
un hermoso florero de vidrio que estaba en la chimenea, lo arrojó al
suelo haciéndose mil añicos.
Siguió
la reina hablando en recitado y cantando, diciendo que pensaba llamar
por la noche a Pacheco, para decirle que si tenía ya organizado el
nuevo Ministerio, exoneraría a los Ministros actuales, que pondría
la mando de la capitanía General de Madrid a Córdova, como
Gobernador de Madrid a Prim y como Jefe del Estado mayor de la Plaza
a La Gándara.
Donoso
no pudo por menos que echarse las manos a la cabeza, para despedirse
acto seguido e ir al Ministerio de Estado, donde estaban todos
reunidos y donde contó aquella aventura.
Salamanca
y Pacheco no pudieron entenderse, este no estaba de acuerdo con los
ministros que aquel le proponía, ni viceversa. Los moderados,
participes del ministerio saliente pensaban en Narváez, aunque
Donoso le tenía por enemigo personal y le creía peligroso, sin
embargo parecía que como mal menor era la opción necesaria tal como
se habían puesto las cosas, aunque si esto sucediese debía antes
antes contraer ciertos compromisos respecto a María Cristina. Pero
esta opción que pretendían los moderados no contó que Narváez
decidiera entrar la servicio del gabinete de Salamanca, siempre y
cuando entrasen en el ministerio dos de sus amigos Mazarredo y
Benavides y fuese nombrado el mismo embajador en París o Capitán
General de la isla de Cuba, ofreciendo a cambio su espadón y su
nombre.
La
noche del 26 de marzo, a las cuatro de la mañana, recibía Isabel a
Serrano después de que su marido se había acostado. Fue aquella
conferencia la clave, en la decisión de la caída del Ministerio que
le propuso su amante.
La
reina se había mostrado recalcitrante e indecisa, por lo que Serrano
se despidió, temeroso de sus dudas, de ahí que a la mañana
siguiente, sábado, por medio de Vega de la Secretaría de Estado,
aprovechando la ocasión de entregar a los reyes una invitación,
para asistir a una función en el Liceo, hizo llegar a la reina una
carta de Serrano, en la que decía cual era el modo de proceder para
la destitución de los Ministros.
La
prevenía a tal fin que llamase a uno de ellos, para que autorizase
la destitución del presidente Casa Irujo y el nombramiento de
Pacheco y que en caso de que ese uno se negase a obedecer, llamase a
los gentil hombres de guardia y diera la orden en su presencia, para
hacer constar su desobediencia.
De
nuevo, a la lectura de la carta, la reina se mostró indecisa. Vega,
a quien Serrano había aleccionado, la dijo que si no se hacía de
aquella manera, Serrano caería en desesperación y en despecho, que
en un momento de locura podía entregarse al Gobierno y al mismo
tiempo entregar las cartas que tenía en su poder.
El
miedo de Isabel II prevaleció y aquella misma noche fueron
destituidos los ministros.
Ellos
pudieron más que la defensa a ultranza de parte de los moderados,
pues el Partido Moderado que aún no estaba unificado ni concentrado
como tal, por mantenerse en el Gobierno,
y de la que hizo gala Donoso Cortés, tal como se había manifestado
cuando le decía a Fernando Muñoz “aquí el pandero está en mis
manos y yo le aseguro que conmigo no se juega, tengo recursos para
todo y con escándalos o sin escándalos, con sangra o sin sangre,
triunfaremos. Todo lo tengo previsto y si el marido y los consejos se
ponen en mis manos, como hasta ahora se han puesto, saldremos
adelante aunque salga el sol por Antequera”
Amanecía
España, el domingo 28 de marzo de 1847, con un nuevo Gobierno, el
sexto de la Década Moderada cuya presidencia recayó en Francisco
Pacheco y como Ministros: en Mazarredo de Guerra, en Juan de Dios
Sotelo de Marina y Gobernación de Ultramar, en Antonio Benavides de
Gobernación del reino e interino de Gracia y Justicia, en el marqués
de Salamanca de Hacienda, y en Nicomedes Pastor Diez de Comercio,
Interior y Obras Públicas, sin embargo el que fuera su principal
promotor, no fue uno de sus componentes.
FIN
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Histórico Nacional, DIVERSOS-TITULOS_FAMILIAS,3539,LEG.3,EXP.17.
Correspondencia de Juan Donoso Cortés, Marqués de Valdegamas,
sobre asuntos políticos.
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