Friday, May 11, 2012

EL REINADO DE ISABEL II





ASÍ CAYÓ EL QUINTO GOBIERNO DE LA DÉCADA MODERADA EN ESPAÑA
Marcos Mayorga Noval
Corrían tiempos en que Isabel II sentía algo más que admiración por el progresista Serrano, el “general bonito”. La sociedad estaba alarmada con los devaneos de la joven reina, casada con su marido el rey consorte Francisco de Asís y el gobierno de turno, temiendo que el moderantismo sufriera las consecuencias, no sabía como alejar al amante, el cual se negaba sistemáticamente a apartarse de la corte.
La narración histórica trata de los episodios cortesanos en aquellos momentos, vividos intensamente por Donoso Cortés defensor, como siempre, de los intereses de la reina madre María Cristina, cuyos detalles los ponía en conocimiento de su principal valedor Fernando Muñoz, el Duque de Riánsares1. Se desarrollaron durante el mes de marzo de 1847, cuando la reina Isabel II estaba empeñada en formar un nuevo gobierno, a suya cabeza estuviese Serrano y Salamanca, del que Luzuriaga pretendía también formar parte.
El Gobierno presidido por el Duque de Sotomayor, Marqués de Casa Irujo, preocupado, tuvo que tomar medidas en extremis, de ahí que se acordara presentar urgentemente a la reina, un decreto nombrando a Serrano Capitán General de Navarra. No dio resultado puesto que aún argumentado su conveniencia, Isabel II se negó a firmarlo, devolviéndolo a los moderados Carlos Martínez II marqués de Casa Irujo y Marcelino Oráa.
Se decide entonces hablar con el rey consorte sobre el asunto. En el palacio real, Francisco de Asís recibía en su despacho a Donoso Cortés.
  • Pasa, pasa Donoso
  • Buenos días Majestad.
  • Vera Señor, con el debido respeto, creemos que sería conveniente obrar en consecuencia. Es necesario que VV.MM., se acuesten los dos a la misma hora, o temprano ambos si S.M la reina accede a ello, o en todo caso sea V.M el que se acueste más tarde si ella no acudiese.
  • Bueno Donoso, así trataré de hacerlo a ver si obtenemos algún resultado, aunque me temo que las cosa seguirán igual.
    Así trató de hacerlo el rey consorte aquella misma noche, pero la reina quiso cansar a su marido, aunque no pudo; ambos se acostaron a las siete de la mañana y la entrevista que iba a realizarse aquella misma mañana, con Claudio Antón de Luzuriaga no pudo realizarse.
    Al día siguiente, Donoso es recibido de nuevo en palacio por Francisco de Asís.
  • Majestad, es conveniente que hable S.M a la Reina sobre los rumores que corren de boca en boca por todo Madrid, pero no haga alusión del Decreto sobre el destino que se ha de dar a Serrano, debe aparentar que lo ignora. Sobre todo ha de decirla que tiene que tomar una determinación definitiva con este general.
    Al día siguiente, sábado llegó muy temprano un emisario a casa de Donoso con la misiva de que el rey quería verle, otra vez más en palacio.
  • Donoso he seguido tus consejos y le he dicho a la reina que las voces que circulaban de boca en boca, perjudicaban mi honra; que no podía consentirlo que creía en su inocencia y que si no lo fuera estaría dispuesto a perdonarla. Le dije que reflexionara que yo en nada la había faltado y que de cualquier manera era necesario desmentir tales voces. Que tenía que tomar medidas contra el hombre que estaba provocando aquel estado de cosas, que de continuar podía perder el empleo.
_ Sabes que te digo Paquito, me dijo la reina, todo lo que se dice es falso.
N quiero tomar medidas de ninguna clase y además, nada me importa de mi empleo.
La contesté que si creía que perder el empleo era poder ir a divertirse a París, era engañarse a si misma, que si perdía la corona traería consigo la miseria, el encierro y hasta la misma muerte. Me volvió a prometer fidelidad, aunque volvió a negarse a tomar medidas mientras me hacía cariñitos. En estas conversaciones estuvimos, acabamos cerca de la una y media, anoche.
_Muy bien Majestad, pero ahora le toca el turno a los consejeros, no diga de esto a nadie. Siga S.M acostándose a la misma hora, es lo más aconsejable. Entretanto ya le comunicaré si hay alguna novedad.
Donoso después de despedirse se dirigió al lugar donde se encontraban los consejeros, a los que les propuso el plan a seguir.
_ Me propongo ir a ver a la reina después de su paseo. Vds., lo harán después de su salida del teatro y la insistirán para que firme el decreto. Mientras, den las órdenes oportunas para que se reúna Serrano: Propónganle confidencialmente la recomendación de aceptar el destino que se ha decidido.
Así se hizo, Serrano acudió a la llamada de los consejeros, presentándose a ellos con un semblante desencajado, que se intensificó cuando le comunicaron la decisión adoptada por el Gobierno.
_ Srs, me niego absolutamente a aceptar esta decisión, dijo Serrano, despidiéndose malhumorado.
_ No importa Srs., se dijeron los consejeros, hay que seguir insistiendo.
Donoso en palacio, en un nuevo encuentro con la reina.
_ Hola Donoso ¿ Que quieres saber ?
_Yo se mas que V., y por eso no estoy hoy para juegos; y si V., supiera lo que yo no estaría ni para juegos ni para chanzas tampoco.
_ Pues ¿Que Hay? ¿Que hay?
_Lo que hay es que hasta por los barrios bajos, se dice lo que se dice, y no es eso lo peor sino que hoy en las Cortes, andaban arremolinados los diputados hablando sobre el mismo asunto.
_¿Y que decían?
_ Pues que en tiempos del Gobierno absoluto, España no había consentido un Godoy y que sería una vergüenza que ahora las Cortes se convirtieran en un Gobierno representativo.
_¿Y quien decía eso?
_Lo decían todos.
La reina quedó profundamente pensativa.
¿Y que cree Vd., que se debe hacer?
Creo Majestad que debe llamar a sus consejeros y decirles que su honor anda en lenguas, que tienen que salvarla pues, para ello son los responsables de su honra. Que se reúnan cuanto antes en consejo y deliberen y que le propongan el resultado de la solución que S.M aprobará.
_ ¡Eso quieren ellos!
_ ¿Como, eso quisieran ellos? V.M., es la que debe querer eso.
_ Digo esto porque el Ministerio no puede durar.
_ Y yo digo Señora que no puede, que no debe caer en estas circunstancias.
¿Y si yo estuviera empeñada mi palabra?
Si V., tuviera empeñada su palabra, la tendrá que desempeñar, ya que su honra y la salvación del Estado es lo primero.
_¡Pues, has de ver a Salamanca Ministro!
_No lo crea V.
¿Como no lo crea V?
_Como que no ¿Como si no hubiera mas que hacer Ministro al primer tunante que se encuentre por la calle? V., tiene talento y tiene sagacidad, pero no tiene experiencia; esa experiencia será muy costosa; el porvenir de V., será tremendo y ahora se lo anuncio y sobre todo no se hará porque no quieren las Cortes, porque la nación no quiere, porque no se hará.
_Escucha Donoso, todo puede componerse sin escándalo y sin violencias.
_Veamos como ¿Tengo curiosidad por ver lo que V., propone.
_Mira, todo el mal viene de que se dice que yo le miro en el paseo y en el teatro, pues no le volveré a mirar, así todo queda concluido.
_Señora Vd quiere curar pulmonías con cataplasmas. Lo que sucederá con esta proposición es que todo el mundo dirá que se están viendo en secreto y que entre los dos han acordado no verse en público, de ahí que ese no sea el remedio.
_Pues yo no adoptaré otro mas estrepitoso.
_Señora V., se pierde y al final tendrá que adaptarse.
Quedó zanjada aquella conversación por la reina
_¡Vete! ¡Vete! Tengo que ir a comer.
_A los pies de V., se despidió Donoso para bajar de inmediato al Consejo y ponerles al corriente de como estaban las cosas; les dijo.
De todas formas deben subir a proponer a la reina que firme el decreto y aunque no consienta en ello, no pronuncien la palabra dimisión, tan solo han de decir que en vista de su negativa, acordarán lo que daba hacerse.
Así lo hicieron y de nuevo la reina se negó a firmar, pasando de inmediato a deliberar lo que debía hacerse, acordando que Serrano ya no fuera destinado a Pamplona como capitán general ya que para ello se necesitaba un Decreto. Debería ir en Comisión del Gobierno, para lo cual solo sería necesario la firma del Ministro; que si acaso al comunicarle el asunto adujese encontrarse enfermo no se le admitiese tal excusa y si acaso con tal de no acatar la orden renunciase a sus honores y grados, se le considerase como un insubordinado carente de disciplina y se le enviase no ya de comisión a Pamplona, sino como un reo de la Ciudadela. Todo ello se había de ejecutar al día siguiente que era domingo.
Este día, de mañana Donoso se entrevistaba con Francisco de Asís, con el fin de informarle de los acuerdos de los consejeros el día anterior. Una vez oídos se puso muy alegre.
_Majestad este prevenido que Serrano es muy osado y puede que se presente en palacio, para verle o ver a la reina. Si sucede no le reciba y no consienta que le reciba la reina tampoco, para lo cual de las órdenes oportunas para que antes de pasar recado a la reina de todas las personas que intenten presentarse, le pasen el recado a V.
_ Estoy de acuerdo Donoso, seguiré tus directrices.
_ Se dice que Serrano se corresponde con la Señora a todas horas a través de la Santiesteban, una tía suya y la Catalina guarnicionera, por eso es preciso que insista a su esposa que las aleje de la corte lo antes posible y si no, como marido y dueño de la casa prohíba V., mismo que entren en palacio. Si no quiere nombrar otras tiene que decirla que se quedará sin servicio.
Ínterin, Serrano a la vista de los acontecimientos, pidió la revocación y que se dilatara su cumplimiento, hasta pedir autorización al Senado, después de descubrir ante los senadores las verdaderas causas de todo el asunto, a lo que los consejeros le contestaron diciéndole que se había dado orden al capitán a general a través de una silla de postas que se hiciese cumplir la orden.
Serrano, había ido a palacio a ver a la reina pero no fue recibido, al menos en esta ocasión Donoso se había salido con la suya. Sin embargo el capitán general Manso, en vez de ejecutar la orden de capturar a Serrano lo que hizo fue avisarle, llamando a su casa a D. Antonio Gallego que era su íntimo amigo
_ Diga a Serrano que se vea conmigo.
Fue tanto como decirle que se escapara, pues efectivamente se escapó y la reina no tardó en saberlo aquella misma tarde, llamando inmediatamente a uno de sus consejeros, Oráa. Enfurecida le dijo:
_¡Da la orden inmediatamente para que se revoque la orden de salida de Serrano, todo esto se ha hecho sin contar conmigo. Todo se tiene que deshacer en el acto!
_Majestad enviar a un militar en comisión a una provincia, es cosa que el Gobierno puede hacer sin la reina. En cuanto a la revocación de la orden, lo consultaré con mis compañeros.
La reina encabritada manoteaba, al mismo tiempo que llorando pisoteaba el suelo con fuerza.
_¡En España todos son reyes menos yo!
Dirigiéndose con cajas destempladas al anciano Oráa que no salía de su asombro, ante tal espectáculo
¡Mira! ¡Me las pagarás! ¡Me las pagareis todos!¡Me vengaré, revoca la orden en el acto o teme mi cólera!
_Señora, soy un anciano militar, envejecido en el combate. Me he hallado en 130 combates, tengo 23 heridas y no temo a la muerte, si la recibo en cumplimiento de mi deber.
¡Vete! ¡Vete! Reúne a tus compañeros. ¡Dentro de dos horas quiero ver revocada la orden!
Salió Oráa del despacho, mientras los que estaban en la ante cámara habían oído los gritos y el estrépito de aquella escena tan turbulenta. De inmediato se reúne el Consejo, al que asiste Donoso Cortés, decidiéndose que Oráa diga a la reina que no ha podido reunir a sus compañeros y que no se presentarán ante S.M hasta el día siguiente.
Dijo Donoso
_ Yo iré a ver al rey esta misma noche para decirle que mañana, cuando se presenten los Ministros a la reina, se presente él al mismo tiempo con ellos, para decirla que él nunca quiso intervenir en las cosas del Gobierno y que nunca ha asistido a los consejos y que esta vez lo hacía porque se trataba de su honra. A ver si de esta forma se decide a firmar.
Donoso subió al cuarto del rey. Un criado se dirigió por el pasillo a dar conocimiento a Francisco de Asís de la visita., cuando le paró la reina Isabel.
_¿Donde vas?
Aturdido.
_ A decir a S.M., que un caballero le espera en su cuarto.
_¿Quien es ese caballero?
_No le conozco Señora. La reina insiste y finalmente.
_Señora es Donoso Cortés.
Ah en ese caso. ¡Paquito! Levantando la voz. Ve ha recibir a Donoso que te espera en tu cuarto.
La reina le sigue pero se queda en la puerta que permanecía medio abierta. Disimuladamente Francisco de Asís le hace una señal a Donoso, para advertir de la presencia de la reina, entonces Donoso comenzó a hablar en voz baja al rey, momento en que irrumpió en la estancia Isabel, airada.
_¡Hola Señora! ¿V.M., por aquí? Dijo Donoso, con una mal disimulada intención.
_ Si amigo. Nos vamos al teatro.
_Sea enhorabuena.
_¿De quien vienes aquí de embajador?
_Señora de quien soy embajador siempre, de mi propia persona.
El rey permanecía en silencio, mas muerto que vivo, mientras la reina demudaba colérica con los ojos hinchados y con una especie de temblor nervioso. Donoso con el fin de que la cosa no fuese a mayores, optó por despedirse en aquel momento, sin haber podido decir cosa alguna al rey.
El Consejo se encontraba reunido en Gobernación, así se lo había dicho Alejandro Oliván; estaba deliberando después de tener conocimiento de que Manso, a la sazón Capitán general de Castilla la Nueva, había advertido indirectamente a Serrano. Allí se dirigió Donoso que les aconsejó que lo mejor era que se avisara al general Fulgosio, casado con una hermana del duque de Riánsares, por si hubiera tiempo aún. Pensaron que esto podía molestar al capitán general, acordando finalmente llamar a los dos juntos, para advertirles que tal vez Serano pretendiese presentarse al día siguiente en el Senado, por lo que había que rodear el edificio muy temprano de agentes.
Era demasiado tarde y todos los esfuerzos por encontrar a Serrano por parte de Fulgosio fueron inútiles, por lo que Donoso se dirigió al palacio para dar cuenta al Consejo de la situación. Se había acordado reunir el lunes una junta de personas notables que dictaminaran sobre la conducta que el Ministerio debía tomar. La Junta se compuso del Presidente de las Cortes, del Tribunal Supremo, del Consejo Real, Narváez, González Bravo, Mon, Pidal, Calderón Collantes, Martínez de la Rosa, Collantes y Donoso Cortés, reuniéndose en el Ministerio de Estado el lunes 19 de marzo.
Pacheco no se presentó, pues a decir de Casa Irujo, el domingo por la noche había sido llamado por S.M la reina a palacio, para encargarle de la formación de un Ministerio, encargo que había aceptado, para cuando este Ministerio hubiera dejado de existir.
La junta acordó que de ningún modo se tomase la determinación que el gobierno dimitiera, sino que se aguardase a que fuera exonerado por la reina. Es decir seguiría cumpliendo sus funciones, que se pidiera al Senado abrir expediente a Serrano; que se pidiera al Congreso un voto de confianza y que se siguiera con la busca y captura de Serrano.
El Jefe de Gobierno, Casa Irujo, se presentó a la reina para informarla de las decisiones tomadas, se encontraba de mejor humor, le dijo no obstante
_¡Carlos, revoca esa orden!
_Señora lo harán nuestros sucesores, porque parece que los tendremos pronto.
_Es verdad, pero esos harán otras cosas, dijo la reina.
¡Revocad vosotros la orden!
_Señora. No puede ser. Y si se le pilla le costará caro.
_No se le pillará, no, de esto estoy segura.
_¿Segura?
_Si, muy segura.
En la sesión del Congreso, se da a la junta formada el voto de confianza que había solicitado, no sin ver como Salamanca se enfurecía, hablando de intrigas y amenaza, hasta al punto que alguien llegó a decir que si la reina se mantenía en sus trece rodarían cabezas.
Durante el desarrollo de la sesión, la reina había llamado a Casa Irujo, para decirle que se presentase en el Congreso, diciendo que si Serrano había desobedecido al Gobierno era porque ella se lo había mandado, a lo que se negó, montando la reina en cólera de nuevo.
_¡Si no me obedeces, yo misma se los diré a todo el mundo!
Así lo hizo, comenzando por decírselo a los gentilhombres de palacio, a todo los que se encontraba a su paso e incluso al rey, Alguno que se atrevió a desaconsejarla aquella postura y advertirla que era publicar su deshonor, ella contestaba airada
_ !No me importa nada¡
Parece ser que Isabel quería mandar sola, pues había comentado “ya que he tenido la suerte de salir de mi madre que en todo se metía” y no quería tampoco que “Paquito” se metiera ahora en nada, además no quería ni siquiera verle.
Isabel parecía estar desquiciada, al menos su manifiesta alteración llegó a extremos insospechados cuando Donoso Cortés llamado ante ella, tuvo la ocasión de comprobarlo.
Le recibió con una alegría exagerada.
_Señora, a los pies de V.M.
_¡Hola Donosoooooooooooooo!
_Señora ,muy alegre está,me felicito por ello. Solo quiero saber la causa de esta alegría.
_Esta noche. Esta noche caerá el Ministerio.
_Señora, no es solo el Ministerio el que cae es la Monarquía la que se hunde.
_No me importa. No me importa.
_Señora, por Dios. Tratemos con gravedad estas materias, hable V.M., y no cante.
¡Espera, espera quiero romper aquel cristaaaal!
Cogiendo un hermoso florero de vidrio que estaba en la chimenea, lo arrojó al suelo haciéndose mil añicos.
Siguió la reina hablando en recitado y cantando, diciendo que pensaba llamar por la noche a Pacheco, para decirle que si tenía ya organizado el nuevo Ministerio, exoneraría a los Ministros actuales, que pondría la mando de la capitanía General de Madrid a Córdova, como Gobernador de Madrid a Prim y como Jefe del Estado mayor de la Plaza a La Gándara.
Donoso no pudo por menos que echarse las manos a la cabeza, para despedirse acto seguido e ir al Ministerio de Estado, donde estaban todos reunidos y donde contó aquella aventura.
Salamanca y Pacheco no pudieron entenderse, este no estaba de acuerdo con los ministros que aquel le proponía, ni viceversa. Los moderados, participes del ministerio saliente pensaban en Narváez, aunque Donoso le tenía por enemigo personal y le creía peligroso, sin embargo parecía que como mal menor era la opción necesaria tal como se habían puesto las cosas, aunque si esto sucediese debía antes antes contraer ciertos compromisos respecto a María Cristina. Pero esta opción que pretendían los moderados no contó que Narváez decidiera entrar la servicio del gabinete de Salamanca, siempre y cuando entrasen en el ministerio dos de sus amigos Mazarredo y Benavides y fuese nombrado el mismo embajador en París o Capitán General de la isla de Cuba, ofreciendo a cambio su espadón y su nombre.
La noche del 26 de marzo, a las cuatro de la mañana, recibía Isabel a Serrano después de que su marido se había acostado. Fue aquella conferencia la clave, en la decisión de la caída del Ministerio que le propuso su amante.
La reina se había mostrado recalcitrante e indecisa, por lo que Serrano se despidió, temeroso de sus dudas, de ahí que a la mañana siguiente, sábado, por medio de Vega de la Secretaría de Estado, aprovechando la ocasión de entregar a los reyes una invitación, para asistir a una función en el Liceo, hizo llegar a la reina una carta de Serrano, en la que decía cual era el modo de proceder para la destitución de los Ministros.
La prevenía a tal fin que llamase a uno de ellos, para que autorizase la destitución del presidente Casa Irujo y el nombramiento de Pacheco y que en caso de que ese uno se negase a obedecer, llamase a los gentil hombres de guardia y diera la orden en su presencia, para hacer constar su desobediencia.
De nuevo, a la lectura de la carta, la reina se mostró indecisa. Vega, a quien Serrano había aleccionado, la dijo que si no se hacía de aquella manera, Serrano caería en desesperación y en despecho, que en un momento de locura podía entregarse al Gobierno y al mismo tiempo entregar las cartas que tenía en su poder.
El miedo de Isabel II prevaleció y aquella misma noche fueron destituidos los ministros.
Ellos pudieron más que la defensa a ultranza de parte de los moderados, pues el Partido Moderado que aún no estaba unificado ni concentrado como tal, por mantenerse en el Gobierno, y de la que hizo gala Donoso Cortés, tal como se había manifestado cuando le decía a Fernando Muñoz “aquí el pandero está en mis manos y yo le aseguro que conmigo no se juega, tengo recursos para todo y con escándalos o sin escándalos, con sangra o sin sangre, triunfaremos. Todo lo tengo previsto y si el marido y los consejos se ponen en mis manos, como hasta ahora se han puesto, saldremos adelante aunque salga el sol por Antequera”
Amanecía España, el domingo 28 de marzo de 1847, con un nuevo Gobierno, el sexto de la Década Moderada cuya presidencia recayó en Francisco Pacheco y como Ministros: en Mazarredo de Guerra, en Juan de Dios Sotelo de Marina y Gobernación de Ultramar, en Antonio Benavides de Gobernación del reino e interino de Gracia y Justicia, en el marqués de Salamanca de Hacienda, y en Nicomedes Pastor Diez de Comercio, Interior y Obras Públicas, sin embargo el que fuera su principal promotor, no fue uno de sus componentes.
FIN
1Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-TITULOS_FAMILIAS,3539,LEG.3,EXP.17. Correspondencia de Juan Donoso Cortés, Marqués de Valdegamas, sobre asuntos políticos.

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