Friday, April 25, 2014

EL CABO NOVAL
                                  EN EL CENTENARIO DE LA CAMPAÑA DE 1909
                                                                                                                                                           De mi libro
                     PRÓLOGO
                   MI RECUERDO
 Cuando ya recorro, a pasos agigantados, la rama descendiente de la vida, me invaden los recuerdos pasados y felices del contacto con mis compañeros, aquellas eternas noches de insomnio, dentro del saco de dormir mojado, echado sobre el suelo de la tienda,  las largas marchas de montaña con la mochila repleta de equipaje, los grandes recorridos nocturnos, la nieve de los Picos de Europa, las aldeas asturianas con sus gentes, los saltos paracaidistas, mis oraciones en el avión antes del salto, mi agradecimiento a  Dios después del mismo, a mis compañeros muertos, soldados, educandos y educadores, luchando por sus ideales, a José Daniel García Uría, Emilio Ruiz Pérez,  Samuel Pellicer Bergos cumpliendo mi promesa, Jesús Centeno Marquez, Luis Córdoba Gigante, queridos amigos, Felipe Mayorga Sáez, mi padre ... Aunque al amanecer no vea vuestras estrellas, veo vuestra luz, esa luz que no se apaga, como no se apaga la de Luis Noval, nuestro compañero de Armas.
            
Mi agradecimiento al Subteniente Francisco Javier Fernández Cid Castaño y a los coroneles Miguel Alcañíz Comas y Rafael Ezquerro Solana, Jefes que fueron del Regimiento de Infantería Principe 3 que hicieron posible mi  trabajo.                                                                                           
                                                                                                
                                                      INTRODUCCIÓN

Los españoles, ayer como hoy, pasamos muy deprisa cerca de nuestros monumentos, apenas paramos a contemplarlos, fruto de las prisas por llegar y solamente, cuando surgen noticias puntuales que llamen nuestra atención, somos ávidos en lecturas y noticias, para conocerlos mejor. En 1909, la intervención de España en el norte de África trajo consigo una corriente de información inusitada, cuando comenzaron a morir españoles en la región del Rif.
 Desde la pérdida de su poderío colonial, la sociedad estaba invadida del pesimismo. En todas las esferas de la sociedad se advertía descorazonamiento. Su complacencia estribaba en reconocer una impotencia para todo; sentía cierta voluptuosidad morbosa al declararse débil y decaída, respecto á la preparación de nuestro ejército para empresas de cierta envergadura, se consideraba un tanto cursi, recordar las hazañas de nuestros antepasados. En 1909, cuando estalló el conflicto de Melilla hubo en toda la nación un alarido de dolor ¿Adonde íbamos? ¿Qué pretendíamos otra vez? ¿Qué abismo se abría a nuestros pies?
Por fortuna, el país supo reaccionar pronto. Los hombres fuertes y los pueblos como el español, en el peligro se crecen; de nuevo se hablaba de la bizarría de nuestros soldados y de su valor, testificado con el sacrificio de la vida, tonificando el alma española, haciendo recobrar sus antiguos alientos y su perdida confianza, en un enorme despertar  del amor patrio de la que España estaba muy necesitada.
Es cierto que aquella campaña fue dura, murieron muchos hombres de uno y otro bando, los musulmanes lucharon contra nuestros soldados, valiéndose de cuantas ventajas disponían, ni más ni menos que nosotros; se parapetaban detrás de las piedras, como los nuestros tras de los blocaos, si  ellos tirotean nuestros convoyes, nosotros lo hacíamos sobre  sus  zocos.
La historia de nuestros soldados, los hechos de armas que se desarrollaron en el Rif, con la entrega desinteresada de sus vidas en las trincheras, sus hazañas, su heroísmo, hicieron que hasta las personas de más duro corazón se conmovieran Fue un año de laureados y también de muchos soldados que se batieron heroicamente, a ellos el homenaje cuando se cumple el centenario de aquellos sucesos. Del Regimiento de Infantería del Príncipe nº 3, dieron su vida por la patria el comandante Álvaro González Martínez; sargento Pedro Villa Viesca; cabo Luis Noval Ferrao; tambor Hermógenes Ríos Martínez, soldados: José Fidalgo Vega, Cándido Castro, Ramón Parga Varela, Francisco Díaz Pérez, José García Montes y Salustiano Fernández.
La muerte del cabo Noval, de apellido tan carvayón y tan asturiano, en defensa del reducto de El Zoco el Had de Beni Sicar, la noche del 27 al 28 de septiembre de 1909, fue tal que no hay ovetense que no haya paseado evocando la hazaña de su paisano por su calle -  homenaje, en las proximidades del parque de San Francisco. Aquellas glorias que ostentó uno de sus paisanos más celebrados, protagonizando una proeza que archivada en la memoria del pueblo por un efecto natural del tiempo y del rodar de los sucesos que todo lo borra, necesita su heroísmo entrar por los sentidos y a través de esas puertas llegar a la conciencia. Su hazaña “no fue realizada entre el fragor de la lucha, en que el valor de todos estimula el de cada uno, en que se enciende la sangre por la pelea, en que retroceder es deshonrarse públicamente, en que casi por un efecto mecánico el cuerpo sigue a los demás cuerpos y en que no defenderse es medio seguro de morir, fue algo mucho más sublime. Los minutos que Luis Noval anduvo rodeado de enemigos y resuelto a dar el grito admirable, esos minutos caminando hacia el ara, víctima voluntaria, sin temblor y sin vacilación, son los momentos en que una vida humana adquiere significación, da su esencia, supera a la materia y al barro que nos forma...”
Noval escribió una página en la Historia de España, con letras de sangre y oro, alcanzando con su hazaña su libertad, inmolándose voluntaria e instintivamente, en ayuda de sus conciudadanos, en un lugar muy lejano de su tierra natal, a donde le llevó la implacable e inexorable fuerza del destino. Cuando así lo quiso, dio rienda suelta a su corazón, sin adivinar en aquel instante, que su acción imprimiría carácter el alma de las viejas calles de Vetusta.
“Nos dijeron, hablamos en clave de referencia infantil que el cabo había saltado las alambradas de la posición, para algo que no nos fue dicho pero que imaginamos y así la condición del espíritu va con la materia y el hombre y sus servidumbres entran en las zonas ideales por que es hombre, y tiene un alma en el cuerpo triste y sujeto a cuanto es.  Se vio rodeado de enemigos que al precio de la vida, le exigieron que se diera a conocer a los centinelas. El cabo, con gumías y fusiles a la espalda, avanzó hasta las alambradas, y en ellas gritó la orden de fuego contra él, porque estaba rodeado de enemigos. Así murió, entre las primeras luces del día y cuando el sol de África alumbró el campo, el cadáver del soldado estaba trabado al fusil, y varios cadáveres hacían guardia al suyo”.
De esta manera se reflejaba fielmente el espíritu pero no los hechos, tal y como sucedieron en realidad. Armiñán que de él he recogido parte de uno de sus artículos, no conocía al detalle los últimos momentos de su vida, tampoco los tenía, incluso, la familia más allegada al cabo Noval. Como veremos a lo largo de esta exposición, fue frecuente interpretar el episodio de manera distinta a la realidad y plasmar ésta, es el objetivo a alcanzar al pulsar las teclas de mi ordenador; Noval, ni salió fuera de las alambradas a cumplir con sus necesidades fisiológicas, ni cayó prisionero, ni murió abrazado al fusil de un musulmán, etc., todas ellas, hipótesis  nacidas de la fantasía popular. El rigor nos sacará de aquellas vagas referencias infantiles que decía Armiñán. Por otra parte, frecuente ha sido caer en el error de dar por hecho, en más de una ocasión que el apellido de la madre era toda una serie de vocablos, (Terros, Ferrán, Serrano, etc.), incluso en la orden de concesión de la medalla de la Real Orden de San Fernando se comete el mismo error,  con respecto al apellido de la madre, siendo como es, el de: “Ferrao”. 
    La procedencia de aquella bravura, nació de su genealogía astur y bravos guerreros, habitantes de aquellos antiguos castros, como el de El Cuito, restos en un lugar de Valdesoto en el Concejo de Siero, de los que, pasado el tiempo, llevaron a cabo otra gesta colectiva,  guerreando contra el invasor llegado del otro lado del Estrecho, a fin de reconquistar el territorio usurpado.
Juanes, se llamaron sus ascendientes: Juan Noval Fernández, hijo de Juan Noval, nació en Valdesoto el 23 de mayo de 1786, casándose en la parroquia de Turriellos, del Concejo de  Langreo, con Sinforosa Camino García, que había nacido en 1785. De este matrimonio
Nació José, en Valdesoto, el 22 de marzo de 1817, que casaría con Josefa Suárez Moral. Se trasladaron a Castiello donde nació Ramón Noval Suárez, en 1860.
Ramón, en 1884, marchó a Oviedo en busca de trabajo, encontrando empleo y conociendo a la que sería su mujer Perfecta Ferrao, de dieciocho años, natural de la Goleta, parroquia de Sorribas del Concejo de Infiesto. Vivirían en la calle Santa Susana. Trabajó Ramón como carretero al servicio del Ayuntamiento, y posteriormente, como Conserje de la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad, estableciéndose en la plazuela de San Miguel núm. 1 y 3. Allí nacieron sus hijos María del Olvido, la mayor en 1887, Luis Noval, y Julio Noval este último en 1892, estudiando todos los hermanos, las primeras letras, en el colegio de El Fontán.
 “Por su puntual y asidua asistencia, su buen comportamiento y excelente aplicación,  mereció un premio por cada año hasta que salió de las clases diurnas, para pasar a los diecisiete años a la Escuela Ovetense  de Artes y Oficios e ingresó después en la de Bellas Artes. En todos estos centros de enseñanza demostró una excelente aplicación y comportamiento, como lo comprueban los premios y diplomas que todos podemos ver. En los talleres como aprendiz y ebanista se distinguió por su humilde y complaciente carácter. A Luisín Noval le querían sus compañeros como a su hermano más cariñoso y sus maestros, como predilecto discípulo y aunque por su dulce humildad parecía pusilánime, era todo voluntad en el cumplimiento del deber. Supo vivir como  bueno, morir como héroe y pasar a la historia como mártir de la Patria y de la fe cristiana…” 
Luis Noval, protagonista de esta historia, es un vivo ejemplo de los valores de espíritu, muchas veces aparentemente dormidos. La falta del pensamiento puesto en los demás, del sacrificio al servicio a una causa elevada y común como es la Patria; la falta de preocupación por los progenitores desechando engañosos egoísmos; la falsa alegría de vivir con recursos malignos que dañan el alma y el cuerpo; la lengua viperina que sorprende de forma sutil la intimidad de los hogares, pregonando el culto al cuerpo y al dinero por encima de otros valores, no encontraría eco en aquella vida joven y odisea final de nuestro personaje impregnada con la grandeza y generosidad de su alma.
Los actos como los protagonizados por Noval, ya sean en época de guerra como de paz, nos hacen recordar la calidad humana. La solidaridad es un bien a cultivar y necesario. Su figura es una memoria que permanece presente entre nosotros, memoria que nos debe llevar a cumplir en la vida con la mayor dignidad, desinterés y honor. Para esta sociedad, donde la prioridad de la escala de valores parecen ser los derechos, sin pararnos en deberes inherentes a todo ciudadano y a cumplir fielmente con la profesión que a cada uno se nos ha asignado, Noval significa un claro ejemplo para todos los españoles de bien, ya que cultivó hasta el límite el cumplimiento de su obligación, y lo hizo con lealtad, generosidad sin límites y acendrado compañerismo.
                                 ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Los problemas del Rif arrancan de tiempos muy antiguos; de aquellos en que pasaron á la Historia Roma y Cartago. Ya entonces, fue preciso tener en jaque las indómitas gentes que se refugiaban en las tortuosas montañas del Rif y de las que salían constantemente, para practicar la piratería en las naves que entraban ó salían del Estrecho. Roma pudo domeñarlos tomando posiciones en la costa y en las serranías rifeñas, pero al desaparecer del mapa político el pueblo romano, de nuevo los piratas fueron dueños de las aguas herculinas, hasta el punto que durante la baja Edad Media los mismos árabes que poblaban la Andalucía oriental, se vieron obligados á perseguir y castigar á los corsarios rífenos.
Efectuada la expulsión de los moriscos, para contener la piratería que en constantes excursiones amenazaba con el saqueo de los pueblos del litoral español, fue preciso ocupar algunos puntos estratégicos en la costa opuesta. Melilla, Comunidad Autónoma perteneciente al reino de España, hunde sus raíces en la colonización fenicia, y en manos de los púnicos desde el siglo VI a. C., para formar parte, posteriormente, del Imperio romano. El emperador romano Otón había agregado la Mauritania a la jurisdicción de Gades (Cádiz), y en tiempos de los últimos monarcas godos, seguía bajo su dominio gran parte de la denominada Mauritania Tingitana, conocida también como la España Transfetana. Posteriormente durante los reinados de  Fernando III, El Santo y de Alfonso X, El Sabio se pensó en conquistar el Norte de África, con el objeto de librar a nuestros bajeles de la pertinaz piratería.
Destruida por los vándalos, fue reconstruida por los bizantinos y a finales del siglo VI, es ocupada, como consecuencia de la expansión musulmana, para ser saqueada por los vikingos en 859. Abd Al Rahman  en 927 la incorpora al emirato de Córdoba, siendo motivo de disputas entre el sultán del reino de Fez y el de Tremecén; consecuentemente quedó deshabitada.
La Campaña del Rif de 1909, en el marco del conflicto bélico con Marruecos, fue un movimiento sísmico más de la larga sucesión de convulsiones bélicas que la historia de las relaciones de aquellos pueblos del norte de África y España, nos ha legado. De aquellos avatares extraigamos unas consideraciones generales que nos van a servir de prolegómeno, pinceladas suficientes que nos lleven al estado de la cuestión. En toda España, al originarse los sucesos del Rif, se produjo un movimiento de estupor basado, sin duda alguna, en las recientes desgracias coloniales y en el pesimismo natural de los que opinaban que todavía no se hallaban bastante restañadas las heridas de la Patria, para realizar nuevas empresas.
 Portugueses y castellanos fijaron, durante sus respectivas conquistas en el norte de África, sus áreas de influencia con los tratados de Alcaçovas de 1479 y Tordesillas en 1497. Pedro de Estopiñán, lugarteniente del Duque de Medina Sidonia, partió de España con una expedición de 4000 hombres, con la misión de apoderarse de la antigua Melita romana, hecho que llevó a cabo el 17 de septiembre de 1496, a pesar de ello continuaron las incursiones piratas, por lo que España, en 1508, se apodera de Gelves, Casaza y Mazalquivir, en 1508. Años más tarde, tomaría el Peñón de Vélez, Orán, La Goleta, Túnez, Tlemecén, Bizerta, Larache, Mehedia, y Alhucemas en 1673.
Aseguradas las defensas de la plaza de Melilla, comienzan a efectuarse incursiones hacia el interior, llegando en una de ellas hasta Zeluán, cuya primera alcazaba fundó Don Juan de Guzmán, Duque de Medina Sidonia. Mar Chica estuvo también bajo dominio español.
En 1533 Melilla fue saqueada, y a partir de entonces la ciudad estuvo siempre bajo el hostigamiento de los rifeños. El 4 de noviembre de 1631, con gran esfuerzo fueron los rifeños arrojados de la Plaza. El 9 de enero de 1636 pidieron a Málaga,  bastimentos de los que carecían para resistir dentro de la plaza á una nueva agresión. En 1646 y en 1649 tuvieron que salir del recinto para hacer frente a los musulmanes, perecieron allí, respectivamente, sus gobernadores: Carlos Ramírez de Arellano y Luis de Sotomayor.
Desde 1661 á 1669, menudearon los ataques de los musulmanes, especialmente contra el fuerte avanzado de Santo Tomás de la Cantera, así como en los años siguientes de 1678 y 1679 contra los fuertes de San Lorenzo y San Francisco, en éste último fue heroica la defensa que hicieron, durante un  mes, los 17 soldados españoles que lo guarnecían. En 31 de agosto del mismo año 1678 atacaron el fuerte exterior de Santiago, defendido por 25 soldados y cuando, el 14 de septiembre no pudieron resistir más, decidieron volarlo y perecer en él antes que entregarlo. En 1673, el general de la Armada Española Andrés Dávalos, Príncipe de Monte Sancho, clavaba el Pendón de Castilla sobre las murallas de las isletas Hayrat el Neckor, que pasaron a denominarse de San Agustín y de San Carlos, y que antes se denominaban, respectivamente, de Mar y de Tierra de Alhucemas.
 Melilla desde 1680 a 1694, constantemente fue motivo de ataques que la guarnición pudo abortar. El 3 de septiembre de 1694, Muley Ismail, rey de Fez, con numerosas fuerzas, la puso sitio, siendo rechazado valerosamente por nuestros soldados, pero estableció un riguroso bloqueo que duró hasta 1.727. Melilla necesitaba una zona de ensanche; dicha petición era denegada reiteradamente por los sultanes. Carlos III, solicitó una franja de tierra comprendida en un tiro de fusil, dado que se fueron abandonando los fuertes del campo interior de Marruecos; la respuesta negativa del Sultán se basó “en función del carácter sagrado de los límites”.
A pesar del tratado de paz entre España y Marruecos de 28 de mayo de 1767, las kábilas siguieron hostilizando la Plaza. En diciembre de 1774, el sultán Sidi - Mohamed ben - Abdalá, al frente de un numeroso ejército, estableció un nuevo cerco, emplazando para batir sus murallas15 cañones y 27 morteros, pero una vez más la actuación de nuestros soldados al mando del mariscal de campo Juan Shelock, pudo resistirse tenaz y valerosamente,  frustrando la tentativa de asalto.
Los convenios y tratados de paz celebrados desde 1730 a 1799, no lograron impedir las continuas hostilidades de los rífenos contra Melilla, y así continuaron las cosas;  con mayor empuje en 1848 y 1849.
En el campo de Ceuta, los musulmanes efectuaron graves desmanes, dando origen a la campaña  de 1859,  finalizando en 1860 con la firma del Tratado de Wad – Ras, entre España y Marruecos, fijándose las fronteras entre el territorio marroquí y las ciudades españolas.
A partir de este momento, los conflictos con los rifeños fueron constantes. Arrancaban los hitos de señalización de la nueva frontera, por lo que se solicitó al Sultán la garantía de una zona neutral. El artículo 4º del acuerdo decía: “para la seguridad del campo exterior de Melilla, se establecerá entre la jurisdicción española y la marroquí un campo neutral, cuyos límites serán: por la parte de Melilla, la línea de jurisdicción consignada en el acta de deslinde, y por la parte del Rif, la línea que se determine de común acuerdo, y como garantía de ello el Sultán prometió a España, como soberano que era del Rif, establecer de forma permanente, en las inmediaciones del campo de Melilla un caíd,  al mando de un destacamento de 400 moros de rey, para evitar las acometidas y ataques de la tribus rifeñas, y que respetasen lo tratado.
Parecía que el asunto quedaba así zanjado. No era tal, las kábilas del Rif que habían de ceder estas zonas, no estaban por la labor y acordaron oponerse resueltamente a lo pactado entre el Sultán de Marruecos y el Gobierno español. Se tuvo que reforzar la guarnición de Melilla y los altercados continuaron, llegando con las hostilidades, hasta julio de 1893.
Cuando los españoles construían el fuerte de Purísima Concepción dentro de los límites de Melilla, reconocidos por el sultán, cerca de la mezquita de Sidi Guariach, los rifeños mostraron su disgusto al ver pasar a nuestros soldados obreros por las lindes  de su cementerio y santuario e hicieron notar su descontento de forma hostil, tratando de impedir que continuasen las obras.
Como el general Morgallo no accediese a ellos, los musulmanes atacaron a las fuerzas que protegían los trabajos y a los obreros, causando dos muertos y gran número de heridos. La campaña  para castigar aquella acción nos costó 130 hombres, y a su termino, se firmó con el sultán el tratado de Marrakech por el cual se había de destruir, en la demarcación de la zona neutral, las casas y cultivos musulmanes, al mismo tiempo que se debía de mantener, de forma constante y por cuenta del sultán, un caid con 400 moros de rey, autoridad que debía estar a cargo al mismo tiempo de las fuerzas marroquíes destacadas  en las inmediaciones del Peñón e islas de Alhucemas y Chafarinas,  como estaba ya estipulado en anteriores tratados, pero de nuevo lo firmado cayo en saco roto.
El gobierno español, decidido a ejercer en Marruecos una influencia que devolviera a España el prestigio que había perdido, como consecuencia del desastre colonial del 98, entró en conversaciones con el gobierno francés, con el fin de facilitar la soberanía del sultán y la independencia de Marruecos, que necesitaba de profundas reformas militares, económicas y administrativas, iniciándose el siglo XX con esta política y firmándose el Convenio de 1902, por el que se establecían los límites y derechos de ambas. En él se fijaba el derecho de intervención de Europa, especialmente de Inglaterra, debido a su situación en Gibraltar, además España se obligaba a ceder, en arrendamiento a Alemania un puerto  en el Atlántico.
Este mismo año, hacía aparición en los alrededores de Melilla un agitador, el Roghy Bu Hamara que se hacía pasar por el Príncipe Muley Mohamed, hijo mayor del Sultán Muley Hasan, y el 13 de mayo de 1903 estalló una rebelión con el objetivo de destronar al sultán y expulsar al ministro de la guerra y a su entorno de consejeros europeos.
Como no disponía de tropas suficientes para sofocar la rebelión, el sultán se vio obligado a solicitar ayuda de Francia de la que obtuvo, con el apoyo de  Gran Bretaña, el compromiso de no intervenir en Egipto, establecer un protectorado sobre Marruecos y ceder a España la zona norte del país. Reparto que hizo que Alemania mostrará su desacuerdo e hiciera convocar al sultán la celebración de una conferencia internacional sobre Marruecos que habría de celebrarse en la ciudad de Algeciras.
Francia hizo un pacto con los ingleses, que culminaría con un tratado para España, el de 1904, donde se marcaron nuevas áreas de influencia en Marruecos y aunque en principio las relaciones con el sultán son inmejorables, pronto la intervención de Alemania que no reconocía los derechos sobre Marruecos de ninguna nación, debido a que no se le había dado parte en la negociación franco - inglesa, hace que cambie de postura el sultán, desdeñando incluso la ayuda francesa. Francia propuso entonces una Conferencia, de nivel europeo, en Tánger.
El 7 de abril de 1906 se firmó el Tratado de Algeciras, por el que Francia, Inglaterra, Alemania, Austria Hungría Bélgica, Estados Unidos, Italia, Países Bajos, Portugal, Rusia, Grecia, Marruecos y España, reconocían internacionalmente a Francia y a España una situación privilegiada que “convierte a estas naciones en tutores preferentes”. Al año siguiente se complementaría con el “entente cordiale”  entre los gobiernos de París, Londres y Madrid, con el fin de garantizar la paz en el norte de África.
La Conferencia Internacional de Algeciras supuso el reconocimiento nominal de la independencia del sultán y de Marruecos, se reconocía la presencia en su territorio de España y Francia y se abría el país a las empresas de todas las potencias europeas. La cuestión estribaba en que Europa quería penetrar pacíficamente en el Mogreb, respetando la integridad del territorio y la soberanía del sultán, en cuanto éste garantice el respeto de sus súbditos á los convenios aceptados por él en el Acta, pero el pueblo musulmán fanático é intransigente, juzgaba esa pacifica penetración atentatoria á su independencia y á los preceptos de su ley religiosa, y oponía resistencia más ó menos agresiva á las proposiciones europeas. El sultán podía ofrecer a Europa cuanto estimase justo y necesario, pero los súbditos no aceptaban el compromiso. La pacífica penetración y el respeto á la soberanía iban a ser difíciles, porque si Europa le reconocía la soberanía al sultán, se la iba a negar el pueblo y viceversa.
Sería en el año 1907 cuando se iba aplicar lo acordado en el Acta de Algeciras y precisamente, en el área del Rif, donde Muley Mohamed El Roghy ya campaba por sus respetos, aprovechando el vacío de poder imperial en la región, derrotaba una tras otra, a las sucesivas mehalas enviadas por el sultán y las luchas, entre los rifeños roghistas y soldados del maghzen, se sucedían en el campo exterior a Melilla
Con frecuencia los soldados de El Roghy se adentraban en la zona neutral para alcanzar Melilla, a pesar de ello España no intervenía en estas contiendas, en contra de lo acordado, aconsejando el Gobierno una actitud neutral ante los acontecimientos. Aún así las fuerzas del sultán derrotadas, son acogidas en Melilla.
Estando ya el Rif dominado por la autoridad del Pretendiente El Roghy, concede a Francia  autorización para que en la Restinga se establezca una compañía francesa. El 20 de enero de 1908, antes de que el país vecino las ocupe, el general Marina, al tiempo que con su guarnición salía de la Plaza, para proteger la mehala del sultán, toma la bocana de la Mar Chica y ocupa la Restinga. En marzo se ocupa la posición de Cabo de Agua, frente a las Chafarinas.
Ínterin se acuerda entre Francia y España cumplir de forma definitiva con el Acta de Algeciras, disponiéndose a enviar oficiales instructores al sultán. No sucede esto puesto que Abd el Aziz, no garantiza que alguno de sus soldados atentara contra sus vidas, haciendo saber a las naciones firmantes del Acta, la imposibilidad de llevar la paz a la región de acuerdo a los planes que en ella se estipulaban, por lo que estas dejaron vía libre, tanto Francia como España, que intervinieran según su criterio con el fin de conseguir la pacificación.
Acusado de haber vendido el país a los intereses de las potencias extranjeras, el hermano del sultán, Muley Hafid, encabezó una rebelión que destronaría a Abd el Aziz el 4 de enero de 1908.
El gobierno español se había comprometido á vigilar por la tranquilidad en los alrededores de Melilla, y no a imponer el orden caprichosamente, lo había hecho después de ver que un ejército del sultán, derrotado por los ingobernables rifeños, tenía que guarecerse en nuestra Plaza, diezmado y perseguido. La situación de Marruecos no dependía del gobierno de España, ni de ningún otro gobierno, sino de los sucesos interiores provocados por la aparición y las aspiraciones del Pretendiente. Las cercanías de Melilla eran un peligro para quien saliera de la Plaza, por lo que se consiguió evitar esta anómala situación mediante la ocupación de los dos puntos y mediante paseos militares.
El Roghy se había  erigido como amo y señor tomando el mando absoluto de las kábilas de la región, momentos en que el gobierno español se dedicó a captar voluntades entre los musulmanes, construyéndose para ellos en Melilla un hospital y un zoco en las inmediaciones de río de Oro. Una etapa de paz, a uno y otro lado de la frontera y de relaciones entre Zeluán y Melilla, en la que se tiene conocimiento de la existencia de mineral en el Rif.  
                                           LAS MINAS DEL RIF
En España corrían los vientos de la penetración pacifica en aquellas tierras del norte de África, con arreglo a lo que se había establecido en los últimos acuerdos internacionales. Muley Mahomed El Roghy se encontraba en su mejor momento de poder, había conseguido la sumisión de las kábilas del Rif tomando el mando de la región, en detrimento del sultán de Marruecos y estableciendo su cuartel general en la alcazaba de Zeluán. En contra de lo que era de desear por parte del gobierno español, quien ostentaba el mando en el Rif no era el sultán, sino Muley Mahomed El Roghy.
Las buenas relaciones que éste mantenía con España, es decir, con Melilla, ponía en contacto a los mercaderes y negociantes a uno y otro lado de la frontera, y fue de esta manera como David Charvy, vecino de la Plaza española llegó a ser el principal proveedor y hombre de confianza de El Roghy.
Hasta las manos de Muley Mahomed llegaron unas cuantas piedras pesadas y extrañas de un color negro, para él desconocidas, que habían sido llevadas hasta Zeluán por kabileños de los montes de Beni Bu Ifrur, que enseñó a su hombre de confianza David Chavry, reconociendo éste, en aquellas piedras mineral de hierro, iniciándose desde este preciso momento la historia de los negocios mineros del Rif.
      David Chavry consiguió hacerse con algunos trozos del mineral y con ellos, buscó en Melilla la opinión  de ingenieros y algunos capitalistas, para que estudiaran la posibilidades que tenía aquel hallazgo y aunque tuvo el cuidado de no propagar de donde procedían, no pudo evitar que llegara a conocimiento de un ingeniero francés que por aquellos días se encontraba en la Plaza, por asuntos de negocios para una casa extranjera. Llevaba una carta de presentación del conde de Romanones, para  ser recibido por el general Marina, carta que hizo valer de forma fraudulenta presentándose en sociedad  como un mensajero y hombre de negocios de aquel, que le abrieron muchas puertas, y por ende las inquietudes de David Chavry respecto al negocio minero. Cuando el conde de Romanones le desautorizaba era demasiado tarde. 
De la Memoria que los ingenieros llevaron a cabo, por mandato de la Casa Figueroa, se dedujo que el mineral que se encontraba en grandes yacimientos, canteras  y minas a cielo abierto, con facilidad para su arrastre y la cercanía a la costa, poseían un rendimiento del 75 por ciento del peso en bruto. Al mismo tiempo que las españolas, tanto representantes de casa francesas como alemanas y suizas, a las que había llegado el conocimiento de la existencia de las minas, se dispusieron a competir en tan suculento bocado, cuando las necesidades de este mineral producían pingües beneficios, como consecuencia de la expansión de la industria siderúrgica.
Franceses y españoles se destacaron en su carrera en ganarse la autorización de El Roghy, para iniciar los trabajos de explotación, ya que el nominal sultán de Marruecos, ni pinchaba ni cortaba en los territorios del Rif. Representantes de las dos sociedades formadas salieron de Melilla y se adentraron en el Rif, en busca de las minas, y las mismas condiciones estipuló el Señor del Rif, tanto a unos como a otros, así como el pago de las mismas cantidades por los derechos, siendo la compañía española la que se llevaría el gato al agua, al presentarse en Zeluán  con el pago del primer plazo en dinero, en la fecha estipulada.  El Roghy concedió un  “firman”,  por el que se autorizaba para “la explotación de todas las minas de hierro de la provincia de Guelaya al Sindicato Español de Minas del Rif.” fundado el 7 de junio de 1907, y del que fueron promotores: don Clemente Fernández y González, don Enrique Mac Pherson y Ramírez, don Alfonso del Valle de Lersundi y la firma "G. A. Figueroa".
Obreros españoles e indígenas trabajaban intensamente y se tendía la línea de ferrocarril que uniría las minas con el puerto de Melilla. La cantina de la mina pasó a ser centro de provisiones de las kábilas, por estar próxima a la Plaza y ser los precios baratos, controlados por la Compañía minera; la sensación de paz era tal que hasta el cantinero llevó a  su mujer y  sus hijas sin tener ningún altercado. El Roghy garantizaba aquella.  
Pero, unos meses más tarde de que la Compañía Española de las Minas del Rif se fundase en julio de 1908, las cosas iban a cambiar de forma radical, debido a la actitud de la autoridad militar del Ejército de Melilla, cuando se colocó en defensa de los intereses de las kábilas de Beni Urriaguel, a las que el Roghy atacaba por medio de su lugarteniente el Filali por haberse negado, aquellas, a pagarle los tributos.
Aunque las luchas entre roghistas y los de Beni Urriaguel, se decantaron a favor de los primeros, las noticias que se difundían en Melilla era lo contrario. Noticias que al llegar a oídos de las kábilas de Guelaya, donde estaban las minas, consideraron, bajo el liderazgo de El Chaldy, que El Roghy estaba perdiendo poder, decidiendo  hacerle frente, cansados después de siete años de sus exacciones.
La campaña de El Chaldy contra El Roghy, prometiendo a las kábilas que al levantarse contra el Pretendiente se verían enriquecidos, por el hecho de dejar de pagar tributos y cobrar  directamente el arrendamiento de las minas, tanto a franceses como a españoles, dieron sus frutos puesto que a ello se unió las promesas de neutralidad de España en  esas contiendas, “siempre y cuando no se permitiese que a su vista (de Melilla) se desarrollen escenas de incendio y pillaje, puesto que en ese caso se procedería contra agresores.”
Los obreros de Beni Bu Ifrur fueron atacados, más de cincuenta huyeron a Zeluán y unos pocos junto al cantinero y su familia decidieron refugiarse en el edificio construido al efecto, aunque no sufrieron daños. Los anti roghistas cometieron todo tipo de desmanes destruyendo todo cuando había, pensando quizás encontrar grandes cantidades de dinero, lejos de esto se encontraron con la feroz represión de El Roghy que envió a sus hombres a someter las kábilas, cosa que logró, regresando sus hombres a Zeluán con treinta cabezas cortadas de sus enemigos.
Finalmente, El Roghy para evitar el cerco de las kábilas levantadas en su contra, decide abandonar su alcazaba, entrando, el  6  de diciembre, los rebeldes en Zeluán. A mediados de mes se presentaron ante el general Marina los jefes de Guelaya, para hacer presente sus deseos de buena vecindad y amistad, aunque expresaron, en cuanto a la reanudación de los trabajos en las minas de Beni Bu Ifrur que se había de esperar  a la llegada de representantes del maghzen, para imponer la autoridad en la zona ya que ellos no garantizaban la seguridad de los obreros españoles.
La desaparición de El Roghy Bu Hamara, que con su presencia mantenía el orden en las kábilas próximas a Melilla, trajo consigo un periodo de anarquía. Se volvía, desaparecido el Pretendiente, a la misma situación, los rifeños incontrolados guerreaban entre ellos y la Plaza se encontraba otra vez expuesta, viendo como la falta de autoridad campaba en las tierras del Rif, desde luego en este estado de cosas la explotación de las minas era inviable.
A finales de 1908, las cartas cruzadas entre el general Marina, Gobernador de la Plaza, que veía como se deterioraba la situación de Melilla y su aislamiento, demandando mayor número de tropas y Maura que no optaba por una intervención militar en el campo exterior, tanto para salvaguardar nuestros intereses como para cumplir con el sultán lo acordado en el Tratado de Algeciras, anunciaban difíciles alternativas.
La imposibilidad de atender a la continuidad de los trabajos en las minas, con el peligro que los rifeños suponían para nuestros obreros, se reflejaba en la carta que el  Sr. Maura escribía al general Marina el 23 de diciembre, y que finalizaba: “de modo que la abstención que preferimos, mientras reclamamos del sultán lo que tenemos derecho a obtener de él, podría verse contrariada  por agresiones de tal carácter que no nos fuese lícito dejarlas impunes, o quizás omitir prevenciones que evitasen la reincidencia de los agresores envalentonados o de otras gentes que tradujesen nuestra pasividad, cómo bárbaros, por indiferencia o flaqueza”.
La política de España en Marruecos no había  variado ni en un ápice desde la firma del Acta de Algeciras, de ahí que tampoco se pretendiese  entrar en guerra con Marruecos, su única preocupación estaba en la obra de penetración pacífica en la zona del Rif. La explotación de las minas, con la consiguiente inexcusable construcción de vías de comunicación, no era más que una obra de penetración pacífica consensualmente recomendada, y que con la anuencia de todos se había acordado.  Sin embargo, la codicia y el fanatismo impedían que las obras se llevaran a cabo, debido a ello los altercados ocurrían a las puertas de Melilla, en la órbita donde España debía singularmente actuar, y donde el sultán de Marruecos no tenía medios de reprimirlos, ni tampoco ninguna otra acción indígena. En estas circunstancias, cabría hacernos algunas preguntas como si podría España cruzarse de brazos, dejar que prosperase o que quedara impune lo que se hiciera contra ella en particular, o contra Europa en general, en aquella obra de penetración pacífica o si, tal vez, podría España endosar sus obligaciones á cualquiera otra Nación.
                                            PRIMERA PARTE: 1909
ENERO
La situación al comenzar el año, en cuanto a los sucesos sobre venidos en Marruecos,  tienen mucho que ver con cuestiones de orden político, social y económico. El Gobierno no tenía ideas en cuanto a conquistas en el norte de África, como las tenían franceses, británicos o alemanes, sin embargo, sus propias contradicciones internas le impedían contar con una estrategia clara, navegando a la deriva y mostrándose incapaz de tomar cualquier decisión.
El ejército estaba muy sensibilizado tras las perdidas coloniales, además de desproporcionado, puesto que la relación de oficiales con respecto a los soldados era de uno a cuatro, estaba necesitado de una profunda reforma.  Recuperar el honor y la dignidad de España estaba por encima de los interese mineros en el Rif, sin embargo, los gastos de presupuesto que todo ello conllevaba en momentos de austeridad económica, caso de comprometerse España en una guerra de conquista, serían motivos suficientes para que la opinión pública se echara encima.
Hasta este momento, gracias á una política de conveniencia, fundada en la realidad de la situación, España había obtenido algunos resultados prácticos. Contábamos, además, en medio de aquel estado anormal, con la inmensa ventaja de tener á mano las autoridades de hecho en el Rif, con quien nos entendíamos directamente y con su apoyo material, por lo que todo marchaba fácilmente, pero la inesperada retirada del Roghy, y la proclamación de Muley Hafid, que no se esperaba en tan corto plazo, trastornaron aquel estado de cosas.
La desaparición de El Roghy no mejoró la situación en el Rif, las kábilas eran inconquistables por los procedimientos legales, y al iniciarse este año de 1909, se tenían pocas esperanzas de que los jefes reconocidos fueran capaces de imponerse.
Muley Hafid recibía en Fez, la siguiente nota diplomática: “Los gobiernos firmantes del Acta de Algeciras han recibido la carta que Muley Hafid les dirigió por conducto del decano del cuerpo diplomático en Tánger. Los gobiernos de los países representados en Marruecos han acogido con satisfacción esta respuesta. En ella han visto la prueba de que las explicaciones que formularon en la nota de 26 de noviembre y el interés de las mismas relaciones de amistad y confianza que desean mantener con la autoridad soberana del Imperio Sherifiano, responden exactamente al pensamiento de Muley Hafid.
Por lo tanto, las potencias firmantes del acta de Algeciras, han decidido reconocer á  S. M. Muley Hafid, como sultán legítimo de Marruecos y han encargado al decano del cuerpo diplomático en Tánger que notifique este reconocimiento al representante de Su Majestad el Sultán en esta ciudad.”
En la misma nota expresaban la esperanza de que cumpliera sus compromisos con Europa, a la vez que se le prometía la ayuda, hasta donde fuera compatible con sus intereses y con su prestigio, animados del deseo de que Marruecos se normalizase y entrara en una nueva era de prosperidad.
España esperaba el nombramiento, por parte del nuevo sultán, de un representante con alguna fuerza que respondiese del orden en las kábilas, a fin de que el comercio  entre la Plaza de Melilla y el campo se realizara de forma normalizada. Sin embargo, aunque así fuera, se tenían serias dudas respecto a la obediencia de las mismas, frente al puñado de askaris que enviase el maghzen.
Y estas dudas estaban más que justificadas, pronto los rebeldes que despojaron a El Roghy y que prometieron buenas relaciones de amistad con España, llegan  hasta las inmediaciones  del fortín de Santa Bárbara, situado dentro de los límites de Melilla y queman sus estacas y  algunos elementos levantiscos de la kábila de Quebdana trataron de sublevarse contra nuestros soldados que ocupaban Cabo de Agua.
La mayoría de los quebdaníes se habían negado a seguir los consejos de los perturbadores, pero en vista de la actitud de éstos, abiertamente hostiles al caid amigo de España, fue preciso destituir algunos miembros de la junta que bajo la vigilancia de los españoles administraban el poblado. La destitución se había llevado á cabo el mes pasado, sin embargo los perturbadores no habían cesado, y de su propaganda se pasó a la acción cuando un kabileño, amparándose en la obscuridad de la noche, hirió á uno de los centinelas del campamento español avanzado, disparándole un tiro á quema ropa. El centinela cayó sin sentido y no pudo declarar quien había sido el agresor.
FEBRERO
El día dos los rebeldes atacan al moro Checha, amigo de España, instigados por el afrancesado Bu Amama. Tan pronto tuvo conocimiento del hecho el general Marina, encargó al coronel Larrea que impusiera á los culpables un severo castigo. En su consecuencia se verificaron tres batidas, los días 7, 8 y 9, saliendo columnas españolas de Cabo de Agua para dirigirse al poblado de Quebdana y realizar la imposición del castigo en el domicilio de los moros desafectos á España, volando con dinamita sus casa y arrancando sus sembrados. Se supuso que el autor de la agresión al centinela español era un hijo del moro Cherlitó, muerto hace algún tiempo por querer proteger la fuga de unos penados.
Por otro lado, mientras las kábilas de Beni Urriaguel atacaban a las de Bocaia, amigas de España, en territorios próximos a Alhucemas, dejándolas arrasadas, el Gobierno publicaba una real orden por la que  se disponía que se incorporasen a sus respectivas cajas los reclutas correspondientes  al reemplazo de 1908. En Oviedo, tuvo lugar la incorporación el día cinco, entre los mozos figuraba el carvayón y ebanista, Luis Noval Ferrao.
Francia, que no veía con buenos ojos la escasa actuación de España en los conflictos entre las kábilas, inicia negociaciones directas con Alemania a espalda de nuestra nación que culminarían, días después, en la firma de un convenio franco - alemán cuyo texto decía: “El gobierno de la República francesa y el gobierno imperial de Alemania, animados por igual deseo de facilitar la ejecución del Acta de Algeciras, han convenido en precisar el alcance que conceden á sus cláusulas con el objeto de evitar todo motivo de mala inteligencia entre ellas en lo futuro; en consecuencia: El gobierno de la República francesa, enteramente dedicado al mantenimiento de la integridad y de la independencia del Imperio marroquí y dispuesto á salvaguardar en él la igualdad económica y por tanto á no poner trabas de ninguna clase á los intereses comerciales é industriales de Alemania; y el gobierno de Alemania, no persiguiendo en Marruecos más que intereses de orden económico, y reconociendo, por otra parte, que los intereses políticos y particulares de Francia están allí estrechamente unidos á la consolidación del orden y de la paz interiores y decidido á no poner trabas de ninguna clase á dichos intereses.
Declaran: que no perseguirán ni alentarán medida ninguna que pudiese crear en favor suyo, ó en favor de otra potencia cualquiera, privilegio alguno de orden económico, y que procurarán que sus respectivos naciones se reúnan y asocien en todas aquellas empresas cuya concesión se obtenga”.
La verdad era que el trato que el nuevo sultán dispensaba a Alemania, se venía reflejando con los respectivos intereses. Muley Hafid, a cambio de que la casa Krupp fabricase para su ejército seis baterías de campaña, había autorizado la explotación de  algunas minas.
Si bien es cierto que Rusia, Austria, Italia, España e Inglaterra, aceptaron con entusiasmo el  convenio al ser comunicado a sus respectivos Gobiernos, las dos últimas expresaron, por medio de la opinión pública, sus reservas. El embajador de España en París dijo del convenio: “La nación española, cuyos especiales intereses en Marruecos han sido reconocidos por Francia en varios tratados y por Europa en el acta de Algeciras, no puede sino felicitarse de que al fin se haya allanado el terreno donde está planteada la cuestión marroquí, pues no hay duda que las dificultades franco alemanas han complicado durante cinco años el conflicto llamado de Marruecos; de manera que nos hemos de alegrar de que al fin se hayan resuelto dichas dificultades por medio de una mutua explicación llena de buena fe.”
 Superados de este modo las divergencias entre Alemania y Francia, Europa conquistaba la más sólida garantía de paz, después de cinco años de dificultades en política africanista. Una paz gestada a costa de España que fue llamada á la Conferencia de Algeciras, invocando nuestros derechos históricos en África, desconocidos sino vulnerados en las sesiones, para ayudarles en su juego.
Francia,  a partir de este convenio, tuvo las manos libres para poner en práctica su política, que se dedicó a la reorganización de  las tropas de Muley Hafid, con acceso a la administración interior de ejército, el libre acceso a los almacenes y arsenales del Imperio, con objeto de comprobar el buen estado del armamento, e intervenía en la alimentación  e incluso en  la paga de los soldados; se entendía con Alemania sin contar con España que se limitó  a firmar un conforme.
Sin embargo la existencia de ese tratado marcaría una nueva é importante orientación en la política internacional europea, cuyos residuos o consecuencias habríamos de ver en breve. Parecía ser que en España, lo más sensato era callar todo lo posible e implorar al cielo que no sé presentase una nueva ocasión ó motivo para deplorar la comprensible y pequeña política de nuestros gobernantes, y la incomprensible y gigantesca desidia de los gobernados. Mientras, el Gobierno Maura se dedicaba a la política interior, en la reforma de la Administración local, aparcó a un lado la política relativa a Marruecos.
Las dos potencias tuvieron mucho cuidado en elegir quien había de ser el árbitro  de sus diferencias, por ello nombraron al rey de España como árbitro de la cuestión de límites de sus colonias en el África del sur, en parte por que el sultán no quería que sus relaciones con España se deterioraran. De ahí que una vez reconocido como nuevo sultán, se preocupó de dispensar a nuestra embajada el mismo trato que el efectuado con la francesa, a su llegada a Fez, ordenando á las tribus del trayecto que se la tributasen la misma consideración.
La idea del envío de esta embajada fue considerada oportuna y conveniente y, aunque de momento muy aplaudida, el gobierno no estaba muy entusiasmado acerca de sus resultados; se consideraba una falta imperdonable que no hubiese ido nuestro embajador Merry del Val al mismo tiempo que el francés Regnault, y no se veían beneficios para nuestra diplomacia, triunfos que tan solo consistían en ratificar el entente  a nuestras espaldas entre Francia y Alemania, sin habernos consultado de antemano y que nos hacían aparecer a los ojos de los musulmanes como servidores y no como iguales.
 A mediados de mes, se efectuaba el sorteo de los quintos, en unos momentos en los que se tenían noticias de conatos en Melilla y en Ceuta, donde el Valiente junto a unos cuantos rebeldes musulmanes de Benimesala había organizado disturbios. Los padres de los mozos que mostraban el entusiasmo propio de la juventud, clamaban por el servicio militar obligatorio, estaban en contra del sistema de cuotas que libraba del servicio militar a los más ricos mientras las madres, compungidas al ver la partida de sus hijos, derramaban lágrimas barruntando tiempos  de guerra.
El día 22, fuerzas de Melilla fueron enviadas para relevar el destacamento de la Restinga, y efectuaron un paseo militar en el territorio de Quebdana, pasando la noche en el  zoco El Arba. La columna, formada en dos compañías, fue muy bien recibida por los kabileños, actitud propia de una calma aparente. Finalizaba el mes en los alrededores de Melilla prosiguiendo,  con gran actividad, los trabajos del ferrocarril de la Compañía de las Minas del Rif.
MARZO
A principios del mes de marzo, se constituye un sindicato para la construcción de ferrocarriles y la explotación de hierro en Marruecos con capitales franceses, ingleses y alemanes, al mismo tiempo que en Tánger, se constituye la Factoría española en Marruecos, con un capital de seis millones de pesetas dedicada al intercambio de productos españoles y marroquíes, comercio de exportación é importación, compra - venta de inmuebles rústicos y urbanos, hipotecas, etc. sociedad constituida con capitales catalanes.
Nuestra embajada que se dirigía Fez, era esperada por el sultán Muley Hafid, mientras el Roghy conseguía levantar un ejército contra el sultán, acampando  a tan sólo tres jornadas de la capital del imperio cherifiano. Una parte del ejército del maghzen, asesorado por oficiales franceses que iban ganando peso e influencia en el ánimo del nuevo sultán, era enviada a combatir al Pretendiente, el Roghy. El ministro de Francia que se hallaba en Fez, impuso la cruz de la Legión de Honor á míster Harria, corresponsal del periódico The Times de Londres, por sus artículos desde hace tiempo a la campaña favorable á la política de Francia en el Imperio, pero la inestabilidad llegaba hasta el mismo corazón  de Fez, donde parte del pueblo amotinado producía importantes desordenes.
El día17 tuvo lugar la recepción de la Embajada española, a cuyo frente se encontraba Merry del Val, quien, en la entrevista del día siguiente con el sultán y sus consejeros, expuso la cuestión de los territorios vecinos á las posesiones españolas del Norte de África, tal como estipulaban el Acta de Algeciras, mostrándose el sultán muy propicio á acceder á las demandas del Gobierno de España, y prometiendo que enviaría fuertes contingentes de fuerzas regulares, para que mantuviesen el orden é impusieran su autoridad en las fronteras españolas, cuestiones que trataría también en la que tuvo lugar con el embajador francés, que a su vez, en el banquete que celebró en honor de la embajada española, manifestaría sus sentimientos de consideración y de sincero afecto á España, añadiendo que ambas embajadas tenían una misión común que cumplir favoreciendo el progreso europeo en Marruecos y finalizando Merry del Val, recordando la misión civilizadora y conjunta de España y Francia que habían de llevar a cabo en Marruecos, en cumplimiento de los  mandatos de las naciones europeas.
Ínterin, las colisiones entre los kabileños y los partidarios del Roghy se producían en el Rif y El Kattani que había sido el alma del destronamiento del anterior sultán,  Abd el Aziz, abandonaba la capital del imperio, lanzándose al campo, para unirse con las kábilas que se mostraban contrarias al nuevo sultán, al que acusaban de  seguir la misma política de benevolencia para con los europeos que su hermano, para unirse ahora con El Roghy. El Sultán Muley Hafid se vio obligado a enviar fuerzas numerosas en persecución del fugitivo, al mismo tiempo que daba órdenes para que fuesen presos en todas partes de su imperio aquellos que simpatizasen con el movimiento revolucionario iniciado por El Kattani.
Al finalizar este mes, tal era el estado de cosas en Marruecos. En el Parlamento, los diputados se enzarzaban en disputas sobre la política en el norte de África o la misión que nos había llevado a Fez, sobre todo después de los tratados entre Francia y Alemania, por un lado y de Francia con Inglaterra por otro, que aparentemente habían firmado de espaldas a España, o sobre la conveniencia de haber reconocido, o no, al nuevo sultán. Y digo de los tratados, aparente puesto que según se desprende, de la lectura en el diario de sesiones de las Cortes, el primero era una transacción entre ambos países y el segundo una consecuencia del Acta de Algeciras.
La sublevación del caudillo El Kattani contra Muley Hafid, el mismo que inició la insurrección contra Abd el Asiz, terminó con su prisión y su castigo, actos de energía que dio gran autoridad al sultán. El Kattani era un  hombre de treinta y tantos años, alto, de complexión robusta, rayana en la obesidad. Su barba rala; grandes ojos negros y mirar penetrante, daban a su figura un aspecto simpático; era el prototipo del jefe religioso, pulcro, atildado, de porte distinguido, orgulloso de su linaje, hasta el punto de considerar á los demás mortales como seres inferiores. Pertenecía á la familia de Muley Idris, y todos sus ascendientes fueron ulemas de las mezquitas de Fez. Su padre, Abd el  Kebir, tuvo gran influencia, tanto con Muley Hasen como con su hijo Abd el Aziz. Con el destronado sultán ejerció cargos retribuidos, hasta que cayó en desgracia, como su hijo. Fundó una taifa (cofradía religiosa) que llevaba su nombre, con adeptos en varias regiones del imperio, y sobre todo, en la vecindad de Mekinez.
Aspiraba á ser oído en el Consejo privado de Azis y como no lo consiguiera, ni tampoco cargo religioso de importancia, provocó la revolución que dio al traste con su trono. Astuto é inteligente, muy conocedor de sus coterráneos, sabía excitar su fanatismo y sabía sacar partido de la ignorancia en que vivían. Al proclamar a Muley Hafid, creyó haber conseguido sus aspiraciones, más, como el maghzen del nuevo sultán era el maghzen de su hermano, vio fracasados los planes que concibiera. De ahí su enojo y su actitud.
 Los de Beni Mter, en cuyo territorio se refugió EI Kattani, le cogieron prisionero y enviaron aviso á Fez para que se hicieran cargo las autoridades. El 23 de marzo, escoltado por Abd el Tebib hizo su entrada en la capital, por el Mechuar siendo presenciada por numerosos curiosos, entre ellos los miembros de la embajada española.
Enseguida fue llevado á Fez Yebid, con la barba rapada, cabeza, pies desnudos y una cadena pendiente del cuello, de igual forma, fueron tratados su padre y hermano que le habían ayudado en la fuga y  habían conspirado contra Hafid. De no haber sido preso hubiera provocado una nueva revuelta, incluso aliándose a ser preciso, con el Roghy, á quien ya había enviado emisarios para obrar conjuntamente.
Éste, otra vez poderoso escribía desde Haina ordenando al antiguo amín de sus aduares, Ad el Krim, para que recorriera las kábilas predicando a los indígenas a que dejasen trabajar a las Compañías mineras, al mismo tiempo que amenazaba con severos castigos a quien se opusiese, anunciando que muy pronto estaría en Zeluán El Filali, con dos mil de sus soldados y con los que se establecería su dominación en Guelaya.
ABRIL
Comienza el mes de abril con la partida de Fez de la embajada francesa, después de dejar solucionado con el sultán las cuestiones que tenían pendientes ambos países.
El sultán, al negarse a poner en libertad a El Kattani, a pesar de que los notables de Fez le aconsejaran tomar esta medida por entender que su prisión ponía en grave peligro la estabilidad en el país, tuvo graves consecuencias como autoridad sobre algunas de las kábilas  bereberes de la región de Mequinez, dispuestas a sublevarse contra él, por lo que se vio en la necesidad de enviar a aquella región fuerzas numerosas.
La aceptación, por parte del sultán de lo tratado con el embajador francés, no era muy segura puesto que se tenía noticias de que nada se resolvería mientras los franceses no abandonasen por completo la región de Chauia. Por otra parte, también se rumoreaba que en breve plazo de tiempo, enviaría una embajada especial á París y á Madrid con el objeto de tratar directamente, con las naciones mandatarias de Europa, todo lo referente al cumplimiento del Acta de Algeciras.
En la Plaza de Melilla se gozaba de cierta tranquilidad, alterada únicamente por algún suceso aislado como fue el de unos moros que se amotinaron á bordo del vapor Esperanza, detenidos en Alhucemas. El día seis juraban bandera los nuevos reclutas de la guarnición, ante el general Marina; presenciando el acto, además de casi toda la población, gran número de musulmanes y hebreos, tomando parte en él, cerca de 4.000 hombres. Se respiraba una cierta calma que aprovechaba el general Marina para tomar las aguas en el balneario de Fortuna, embarcando para la Península en el vapor Mahón y dejando el mando militar de la Plaza al general Real.
En Oviedo,  en el acuartelamiento de Pelayo, el día once, tenía lugar el acto de juramento a la Bandera de los recientemente incorporados a filas, soldados que pertenecían al Regimiento de Infantería Príncipe nº. 3 y entre ellos Luis Noval Ferrao. 
Las noticias que llegaban a la Península, respecto a la situación de las minas, eran que El Roghy estaba influyendo en las kábilas  para que no se opusieran a la explotación de las mismas y también que al obrar de este modo, lo hacía de acuerdo con Muley Hafid con objeto de sacar ambos el mejor partido posible, opinión extendida en los círculos españoles.
Al tiempo que llegaba a Fez la embajada inglesa, salía la de España que había recogido del sultán la disposición de permitir la explotación de cuantas minas de todas clases existían en el Imperio.
Ocho kábilas bereberes que habían desertado del ejército imperial, derrotaron á las tropas del sultán, sufriendo gran número de bajas y teniendo que emprender una retirada que se convirtió en una verdadera fuga. A Muley Hafid la noticia le encolerizó de tal modo, que hizo víctima de su coraje al sheriff, ordenando que le fuesen aplicados mil palos. La noticia de esa derrota imperial causó una gran sensación de desánimo entre la población de Fez.
   Se acaba el mes con la noticia de que las tribus de Mazagán, Saín y Mogador, aportaban contingentes armados contra el sultán y  que en Mequinez los partidarios de El Kattani estaban en tratos con El Roghy; de hecho, gran número las kábilas ya se habían adherido a él con el propósito  de volver a entronizar al depuesto Abd el Aziz.
La situación era cada día peor, se creía incluso que el sultán Muley Hafid podía ser destituido pues el estado de cosas perjudica mucho al comercio en general, hasta tal punto que la colonia francesa llegó a proponer una reunión, para protestar de la situación y elevar al gobierno de París una solicitud, pidiendo que Francia y las demás potencias europeas interesadas en la cuestión marroquí, procurasen dar a tan complicado problema una solución inmediata.
MAYO
El día primero de mayo, alrededor de sesenta jinetes capitaneados por el hijo de Bu- Amama, a su vez, dirigidos por tres franceses que se habían vestido con ropajes musulmanes, quizás alguno de los ingenieros de la compañía minera Norte Africana, atravesaron el río Muluya, llegando hasta unos cinco kilómetros de la alcazaba de Zeluán, llevando consigo, en una caravana de treinta camellos y algunas mulas, víveres y municiones.   
Descubiertos por kabileños, pusieron sobre aviso  a los de Beni Bu Ifrur que salieron a su encuentro y les obligaron a volver sobre sus grupas. Sin embargo, a pesar de las noticias que daban los periódicos que desmentían este intento de los franceses de penetrar en territorios del Rif, pusieron en guardia a las autoridades de Melilla y al mismo Gobierno de Madrid, dada la inestabilidad política que reinaba en el imperio marroquí, incapaz de imponer el orden entre las kábilas.
Los rumores de que rebeldes, conjuntamente con los partidarios del Roghy, habían proclamado sultán al depuesto Abd el Aziz, y que desde Fez habían salido tres mehalas de 8.500 hombres y 12 cañones para batir al Roghy, hacían temer que muy pronto tuviese lugar un encuentro. El movimiento de rebelión contra Muley Hafid, aparentemente con pocas energías y sin dinero, se extendía. Partidarios de El Kattani, en Marrakes, Saffi, Mequinez y otras provincias, reunieron contingentes armados para enviarlos contra Fez.
Hasta Alhucemas, donde fueron recibidos en la jefatura militar, llegaron los jefes de algunas kábilas de Bemurriaga  y Bocoya, acompañados de  muchos rifeños para demostrar su afecto a España, ofreciendo regalos y productos del país, mientras en Marruecos reinaba no ya la anarquía, sino, la poliarquía: Se contaban, a la vez,  cuatro ó cinco jerifes a los que los musulmanes proclamaban como sultanes.
Muley Hafid, que se había negado á seguir con las entrevistas con nuestro embajador Merry del Val, dando claras muestras de ruptura de negociaciones, alegando que no estaba claro cuanto afectaba á la ocupación de determinados puntos del territorio marroquí, fuera de las posesiones españolas, había reconocido, sin embargo, que España no podía consentir una anarquía peligrosa al lado de sus plazas fuertes. Después de despedir a nuestro embajador creyó oportuno enviar una embajada extraordinaria, para corresponder á la que había  ido á verle á Fez, á fin de continuar con el gobierno en Madrid, las negociaciones que había zanjado con Merry del Val en Fez, pero, sobre todo, para reclamar la evacuación de los puntos ocupados, es decir La Restinga y Cabo de Agua. Esto sembró la alarma entre nuestras autoridades, pues se pretendía, cuando no se había restablecido el orden y la seguridad que los jefes y fuerzas necesarias que Muley Hafid debiera haber enviado, para imponer la autoridad jerifiana en la región del Rif, según lo acordado en el acta de Algeciras y tratados hispano marroquíes, no se habían impuesto.
Francia, tampoco consiguió los acuerdos del sultán con la embajada  que había enviado, y es natural que esto sucediera, porque los musulmanes veían con bastante recelo cuanto llegaba de Europa. La penetración pacífica, el avance comercial, el llevar allí nuestra civilización y cultura, no estaba en sintonía en el pensamiento de los marroquíes cuando tan sólo conocían, hasta aquellos momentos, la violencia y el estampido del cañón.
Con ambas embajadas, Muley Hafid y su maghzen no habían hecho más que seguir la política tradicional marroquí. Su diplomacia aceptaba todas las reclamaciones pequeñas, y cuando se presentaba alguna de importancia, sin rechazarla de plano, oponían resistencia y dificultades para que no se pudiese llegar  á una solución.
A la ocupación de la Restinga y Cabo de Agua por parte de España y de Casablanca y Ujda por la de Francia, se le daba un tratamiento diferente, por parte de Muley Hafid. A ésta no exigía el abandono de sus tropas del poblado de Ujda, ni el aligeramiento de sus fuerzas militares en Casablanca, enormemente superiores al contingente exigido por la función meramente policiaca que determinó el acta de Algeciras, si embargo, España debía de abandonar Cabo de Agua y la Restinga, puntos que se vio obligado el gobierno español á ocupar militarmente, con objeto de asegurar las comunicaciones con Melilla y Chafarinas y con el fin de evitar el contrabando de armas y municiones, e impedir que pudieran proveerse de estos elementos, precisamente, los musulmanas que no estaban dispuestos a reconocer la autoridad del sultán.
La política de Muley Hafid, que no parecía estar muy acorde con su situación entre sus propios súbditos y falto de recursos y de un ejército capaz de someter a las kábilas rebeldes, pues hasta su hermano Muley el Kebir se le opondría, solamente el apoyo solapado de Francia, para la que España era la única nación que después del tratado de Berlín significaba un obstáculo para dominar Marruecos, parecía tener sentido.
 En España teníamos nuestros derechos adquiridos mucho antes que la nación vecina. Con la proximidad de las costas marroquíes a las nuestras, de ninguna manera se podía permitir que otra nación europea ocupase territorios donde tenemos posesiones y que se debieran de preservar, pues el definitivo establecimiento de otra potencia, en aquellas costas, sería un peligro para nuestra misma futura independencia.
Además, en el pensamiento de muchos de los parlamentarios españoles, estaba el que Alemania é Inglaterra no tenían para qué preocuparse y sabían hacerse oír en el momento oportuno. España no podía resignarse á que por una parte se la llamara á una obra común, con sacrificios y responsabilidades, y por otra el que se la amenazase cuando ponía el pie fuera de los límites que los demás no respetaban, aunque estuviesen dentro de la zona de influencia que nos fue acordada en la Conferencia de Algeciras.
Por su parte, Francia estaba favoreciendo solapadamente al Roghy, al que auxiliaba con armas y dinero para mantener en Marruecos un estado de rebelión permanente que justificase la necesidad de la ocupación y el cumplimiento de una de las cláusulas del convenio de Algeciras.
La realidad de la situación era que ni Francia ni España, estaban dispuestas á consentir en evacuar los territorios que ocupaban, para garantir la seguridad de sus respectivas fronteras, y que Muley Hafid no daba ninguna clase de seguridades para que fuesen respetadas, ya que al Pretendiente, El Roghy, por el que había puesto el precio de 100.000 duros por su cabeza, se aliaban cada día mayor número de partidarios.
La situación para el Gobierno de España, no era fácil, al punto que ciertos sectores de la política eran remisos a recibir a la embajada del sultán,  teniendo el señor Moret que salir al paso cuando dijo que, “esto habría de mirarse mucho, porque no recibirla indicaría desde luego el principio de otras resoluciones”. A su vez, en el Congreso, el Presidente del Consejo de Ministros Sr. Maura se apresuraba en acallar alarmas: “… bueno es que la opinión pública conozca la situación; pero repito que no hay motivo de alarma porque la situación no ha variado.”
En círculos militares no se descartaba la intervención armada del ejército, el teniente coronel Ricardo Burguete, afirmaba con cierta insistencia en la ventaja y la posibilidad de una política ofensiva. Escribía por estas fechas:
“No es hora de Embajadas á Fez ni de Embajadas á Madrid. El decoro y la dignidad nacional apremian, conminados por Marruecos en forma tan insolente y por Sultán que aún tan insegura tiene la cabeza sobre sus hombros. El egoísmo no tiene que salir de su indecisión, de su casi cobardía política que nos ha llevado á este trance funesto, y antes de prepararse ha arrostrado todo al del terreno de las armas, preparando su acción en el terreno político. No es con el Sultán con quien debemos entendemos; es con el Roghy, y conocido nuestro yerro de ayer, enmendarle, arrepentidos, con el acierto de hoy.
Una Embajada subrepticia, una acción disimulada, como la que ejercen particularmente todas las naciones signatarias de Algeciras, es lo que nos hace falta en Marruecos para amenazar al Sultán, que se insolenta con nosotros por crearnos los más débiles, y para sostenerse en el trono que el Roghy amenaza desde los territorios más potentes del Imperio. Decir que hemos de proceder con cautela, como acaba de decir uno de nuestros prohombres políticos, es no decir nada. Hemos de proceder con decisión política para tener derecho á emplear la energía de las armas. No vamos á mentirnos ni vamos á mentir al país una vez más. Con el mote de cautela viene aquí, desde hace siglos, disfrazada la indecisión política que nos obliga al cabo á emplear repentina é inmoderadamente las armas.
Al pacto de Algeciras entre las naciones interesadas sólo hemos sido fieles nosotros. El pacto nos liga, el pacto nos coloca en trances de ahogar nuestra dignidad y nuestra justa ira; esperemos la decisión de Europa y si ella no nos apoya, rompamos el pacto con todo el disimulo que lo rompieron las naciones, cuando en trances de pura vanidad y codicia y menos apretados les vino en gana romperle.
No es el protocolo ni la Embajada, ni suerte alguna de cancillerías ni andanzas diplomáticas quien debe resolver esto. En Europa no se juega claro, y en sus turbias y arremolinadas aguas hemos caído torpemente con nuestra indecisión.
Hora es aún de enmendar nuestro yerro. El Roghy, cercano al triunfo, sería agradecido al menor apoyo. Oficiales y jefes de espíritu aventurero que á su lado practiquen la misión que corresponde á España, sobran en el ejército; general que por sus prestigios pueda acometerla, hay en tierras de Marruecos. Sólo hace falta que el gobierno se decida; que deje hacer; que prepare políticamente de antemano el terreno de las armas, y que acuda presuroso á afilar éstas. Porque de seguir en esta indecisión, de esperar que los acontecimientos que se precipitan nos cojan ayunos de plan y de preparación política rápida v decisiva, es preparar la mayor de las responsabilidades, la responsabilidad de un fracaso, que no tendrá precedentes.”
 Oficiosamente, se venía negando los rumores de movilización de tropas con destino al Norte dé África. Se aseguraba que debido a la escasez de presupuesto, las maniobras militares serán parciales, realizándolas las guarniciones de diferentes plazas, entre ellas las de Ceuta y Melilla.
Estabamos en Marruecos en virtud del acta de Algeciras y ese documento, nos imponía la obligación, conjuntamente con Francia de actuar como una especie de centinelas avanzados, expuestos en todo momento a cualquier enfrentamiento con los musulmanes y a las consecuencias que un suceso sangriento en el Norte de África, pudiera traer para nuestra patria.
A mediados de mes, una nueva expedición francesa se proponía vadear el Muluya,  según fuentes de la compañía minera  del Norte  Africano, causando de nuevo un hondo malestar entre las gentes de las kábilas de Guelaya que de reunieron en el zoco Ulad con el fin de oponerse a tal expedición y en el caso de que se llevase a cabo, solicitar la ayuda de España. Al mismo tiempo los jefes árabes de la región de Quebdana y la Restinga estuvieron en Melilla, ofreciendo afecto y amor á España, y pidiendo que destacamentos españoles entrasen en sus territorios para, si fuese preciso, defenderles de la expedición francesa.
En Melilla  las autoridades militares preparaban las Unidades, ante  la posibilidad de desagradables incidentes. Dispuesta a salir, en cualquier momento de la Plaza, se encontraban una columna formada por un batallón del regimiento de Melilla, dos compañías de la brigada disciplinaria, una sección de artillería de montaña, dos de caballería y otra de administración militar. A estas fuerzas acompañará un pelotón de ingenieros y de Sanidad militar, con raciones para cuatro días Corrían rumores de que las kábilas se encontraban muy revolucionadas y aunque la expedición francesa de agentes mineras se hallaba detenida en el Muluya, se tenían sospechas de que algunos agentes franceses las excitaban, á fin de justificar la intervención extranjera.
JUNIO
En Marruecos, a decir de Maura, había  dos cosas distintas, “una, los sucesos generales del imperio marroquí y otra lo que puede pasar en los territorios que á nosotros interesan ó sea, allí donde están nuestras posesiones”. En los círculos militares, se hablaba de unas maniobras que de carácter general se iban a realizar en Ceuta y Melilla, y comenzaba a extenderse la opinión de una acción militar en Marruecos. El ministro Merry del Val había llegado ya a Madrid y se había entrevistado con el Ministro de Estado Allendesalazar, al que había expuesto los pormenores de su entrevista con el sultán Muley Hafid.
Estaban en juego los acontecimientos que podrían sobrevenir. La deriva, que se produjo respecto de la embajada del Sr. Merry del Val con el sultán, pues hasta la llegada de éste a Madrid, las noticias que corrían en boca de todos era que aquella había resultado un fracaso y se habían roto las negociaciones, incluso se llegaba a pensar que el embajador había solicitado del gobierno su dimisión; todo ello se traducía en inquietud para las autoridades sobre la actitud que debería adoptarse.
Hasta el mismo momento de la llegada a Madrid, las noticias que se tenían respecto al desarrollo de la conversación entre Mery del Val y el sultán, eran contradictorias, o al menos, suscitaban serias dudas,
El Guebbas, representante del sultán en Tánger, presentaba a Merry del Val utilizando con el sultán un tono tan inusitado y altanero que le había dejado perplejo y asombrado, y no el asunto concreto sobre las posiciones ocupadas  por las tropas españolas. Sin embargo, esto contradecía las declaraciones del propio embajador marroquí Ben Mukaz , que alegaba ante preguntas que se le hacían en Tánger que el incidente no paso de ser una pequeña mala inteligencia y que la embajada mora que iba á Madrid disiparía los males entendidos; que lo que quería Muley Hafid era saber si Quebdana v otros puntos del Rif continuarían ocupándose por parte española,  aunque las fuerzas marroquíes se hallasen en disposición de mantener el orden, y como Merry del Val le contestase que no llevaba sobre ese punto instrucciones precisas, quería el sultán tratar directamente la cuestión con el gobierno de Madrid.
Es posible que alguien pudiera pensar que el señor Merry del Val, había hablado al sultán por vez primera con la energía que manifestaba El Guebbas, difícilmente creíble de un diplomático que estaba en representación del rey. Lo cierto era que los musulmanes justificaron el rompimiento de las conversaciones por la forma en que el ministro de España, con asombro y estupefacción de los circunstantes, se dirigió al soberano de Marruecos.
De las opiniones interesadas, en contra de nuestro embajador, tuvieron mucho que ver las noticias aparecidas, sobre el tema, en los periódicos franceses, pero también el eco de aquellas difundido por la prensa española, al fin ya al cabo se trataba de nuestro representante, en las gestiones que realizaba cerca de Muley Hafid, y al que se le había que escuchar en primer lugar, haciendo bueno el principio de presunción de inocencia y no buscando pretextos con la finalidad de hacer una campaña de desprestigio para España que podía acarrear graves peligros. Claro que también la indiscreción del ministro Allendesalazar en esta cuestión, no estuvo muy acertada, dando tres cuartos al pregonero, pues ante la pregunta de un periodista sobre los rumores de la dimisión de Merry del Val, no tuvo otra ocurrencia que contestar: “suponiendo que el señor Merry del Val no hubiese desempeñado acertadamente su misión cerca del sultán de Marruecos, no procede de ningún modo aceptar la dimisión de nuestro representante en Tánger, porque esto sería tanto como dar la razón á los moros”.
.Merry del Val, negó categóricamente ante Allendesalazar, haber pronunciado las palabras fuera de tono que se le atribuyeron y la polvareda, que se había levantado alrededor de tan enojoso asunto, quedaba reducido al anuncio del nombramiento, por parte del sultán, de una embajada extraordinaria que enviaba al rey de España, con el fin de continuar las conversaciones interrumpidas, designando para ello como embajador a Sidi Ahmet el Moad, gran visir, de 45 años, al que se consideraba la persona más inteligente é ilustrada del imperio, a  Sidi Mahonet Traibet, ministro del sultán y al secretario de la embajada extraordinaria, Sidi Mohánet el Carduli.
Las aguas parecían calmarse, hasta tal punto que El duque de Tovar se proponía ir á Fez, invitado por el Sultán Muley Hafid, para pasar allí algunos días, mientras, las noticias de los periódicos insistían acerca de preparativos de movilización militar en el Norte de África, denunciaban a su vez la poca transparencia del Gobierno, pues se sabía positivamente que el gabinete Maura tenía el pensamiento de emprender en e] Rif una política más activa, y de la que no se sabían sus detalles. Oficiosamente trascendía  que el único deseo era el de fortalecer la organización en Ceuta y en Melilla.
 El sultán atravesaba por graves problemas, la resistencia a lo acordado con las naciones europeas, no eran más que fruto de las exigencias de los elementos fanáticos de su pueblo, y buena prueba de ellos era que el embajador inglés no había obtenido mejor éxito que España y Francia, en sus peticiones.
Los trabajos de reparación de la línea del ferrocarril que habían de unir la Plaza de Melilla a las minas de Beni Bu Ifrur, continuaban sin el menor incidente, desde que las compañías mineras recibieron las órdenes de reanudar los trabajos el día 7,  desapareciendo los temores de hostilidad que se habían producido meses atrás por un ataque de perturbadores y que había producido desperfectos en la tercera caseta, situada en el kilómetro cinco, iguales a los producidos en las otras dos anteriores, de las que faltaban las puertas y ventanas. Las viguetas y techumbres que fueron robadas las devolvieron y se estaba llegando con el tendido hasta la altura del Atalayón. El sultán Muley Hafid había dado órdenes escritas, para que se atuviesen de estas actitudes hostiles, agregando que los españoles tenían perfecto derecho para explotar las minas que estaban enclavadas en territorios dependientes de la jurisdicción de España.
A pesar de esta tranquilidad y de que el general Marina, Gobernador Militar de la Plaza, había prometido a los kabileños que de seguir en esta actitud pacífica no tendría lugar movilización alguna, la actitud de otras kábilas del interior no estaba en la misma sintonía, lideradas de nuevo por el Roghy. Realmente tanto en las proximidades de Ceuta como en Melilla, cada kábila procedía á su arbitrio sin que existiera orden legítimo, ó simplemente efectivo, á quien reclamar con esperanzas de éxito, y que impusiera á todas una regla de conducta idéntica y asegurase una relativa tranquilidad para vivir en armonía, sostenida gracias á la entereza y tacto de las autoridades españolas, en seguimiento de la política de paz sobre Marruecos.
Las carreteras y los ferrocarriles mineros que se estaban construyendo, no tenían ningún afán militar, como sectores malintencionados y espurios caprichosamente propagaban, sino consecuencia de la misión pacificadora y tutelar que se había impuesto el gobierno y al haberse encontrado mineral en nuestra zona de influencia; como cualquier otro negocio, se aprovechaba la coyuntura para hacer las gestiones necesarias para su explotación con los salvoconductos de la autoridad que imponía sus reales en aquellos momentos en el Rif que no era otro que El Roghy.
El Gobierno de España albergaba serias dudas sobre las propuestas con las que la embajada extraordinaria del sultán llevaba a Madrid, en lo concerniente al cumplimiento de las obligaciones que imponían á Marruecos los tratados, y en especial las consignadas en los artículos 4.a y 5.° del tratado de 5 de marzo de 1894, y 3.° del 24 de febrero de 1895, respecto á situar destacamentos suficientes para mantener la tranquilidad en los alrededores de Ceuta y Melilla y frente á Chafarinas, Alhucemas y Peñón de Vélez y la designación de bajás y caídes que se responsabilizasen del orden, pues caso de cumplirse en condiciones adecuadas y con garantías bastantes, permitiría a España retirar sus fuerzas del territorio marroquí, evitando con ello, gastos y contrariedades que representaban el mantenerlas allí.
La pregunta del millón era, si una comunicación de los propósitos del maghzen de enviar fuerzas á restablecer la autoridad de Muley Hafid en el Rif, sería garantía  suficiente, pues aún, admitiendo que el nuevo sultán dispusiera de mayores medios y más efectiva soberanía en la comarca, no se podía olvidar lo que había ocurrido con la mehala acampada meses y meses en los alrededores de Mar Chica, mermada cada día por las deserciones, abandonada del maghzen, mientras el tráfico con Melilla quedaba interrumpido, la guarnición constantemente sobre alarma, los incidentes enojosos que se repetían á diario, y en fin, los jefes y soldados marroquíes apelando á los sentimientos humanitarios de las autoridades españolas para entrar como fugitivos en nuestra Plaza.
Lo que estaba ocurriendo era que la autoridad del sultán infringía, como norma, los tratados. Con esta postura a los musulmanes les alcanzaban los daños y se experimentaban en nuestras posesiones, donde acudían en solicitud de nuestro apoyo contra los perturbadores que les obligaban a abandonar los trabajos, con las consecuencias añadidas de la paralización de obras beneficiosas para todos. El Gobierno de España, que había de defender derechos é intereses legítimos y estaba sufriendo tal estado de cosas, por aquella deficiente autoridad del Sultán en el Rif, tomaba prevenciones para cumplir sus elementales obligaciones sin alimentar otros propósitos. No se aspiraba á ganar nada en el Mogreb, como no fuese influencia comercial, aunque claro está, estaba el juego el que en el futuro se nos tachase y con justicia de negligentes y de imprevisores, por no haber sabido guardar intereses que teníamos á la misma puerta de casa.
La publicación en la Gaceta de un real decreto de Hacienda, referente a un crédito extraordinario para gastos militares en Melilla y que en su Artículo 1.° decía: “Se concede un crédito extraordinario de 3.281.408,38 pesetas á un capítulo adicional del presupuesto del corriente año económico, sección IV, ministerio de la Guerra, destinado á reforzar los cuerpos que guarnecen la plaza de Melilla, así como para adquirir desde luego ganado, material y vestuario que es preciso en dicha plaza y para tener preparadas tres brigadas mixtas”, daba a entender que a este crédito debían de sucederle otros, puesto que tal y como se estaba desarrollando la situación en el norte de África, habría que completar la preparación de las Unidades y además sufragar los gastos de transporte. Todo ello para que quedasen completadas, al finalizar el verano, y que las operaciones al avance que se había de realizar en campo moro quedasen concluidas antes del primero de septiembre, fecha en que empezaban volver á sus casas los rífenos, después de la recolección.
Parecía que era el momento oportuno para iniciar la obra pacífica del refuerzo de nuestros destacamentos africanos. No lo hubiera sido aquel en que Francia se tomaba por su mano la justicia en Uxda ó en Casablanca, porque, existiendo entonces las mismas causas para prevenirse contra posibles eventualidades, nuestros actos de acumulación de medios de defensa se hubieran podido interpretar como episodios de la política de Francia. Después de haberse avenido Muley  Hafid al cumplimiento del Acta de Algeciras y de los demás contratos que ligaban á España, á quien quiera que encarnase la representación del Estado magrebí, había que requerirle que tradujese en obras los compromisos pactados. Como el sultán no estaba por la labor, había que proveer á nuestras plazas de medios de defensa adecuados, para lo que se requerían inversiones, dada la situación de alerta en la que se vivía y la situación de constante recelo y vigilancia con el fin de evitar sorpresas. Era preferible dotar de bagajes y armamentos á nuestros soldados, al mal mayor á que nos podía conducir una excesiva confianza, máxime cuando habíamos perdido fuerza moral ante el maghzen y que era necesario restaurar para evitar males mayores.
En este contexto, los rífenos, llegaban  de diferentes puntos, al objeto de formar una harka contra nuestros intereses,  después de celebrar reuniones con  el santón de Beni fu  Ifrur, principal caudillo del movimiento rebelde que preconizaba, desestimaron formarla, regresando a sus aduares mientras los jefes de dicha kábila visitaban al general Marina, ofreciéndole cooperar á la acción de España, de igual modo se comportaron otras kábilas. Eran fechas en las que comenzaban ya a regresar los rifeños que se desplazaban para realizar faenas agrícolas en Argelia.
En un artículo de la Correspondencia Militar se leía:
«El Ejército, y de modo especial las guarniciones del Norte de África, rechazan con tanta energía como el más pacifista, la política de aventuras; pero ese Ejército y esas guarniciones, con perfecto conocimiento de causa y en beneficio de los futuros intereses del país, desea que se haga efectivo el «hinterland económico» en las regiones del Rif y de Yebala, utilizando el ofrecimiento de las tribus limítrofes. Sólo caso de exigirlo las circunstancias, entraría en acción la fuerza armada, limitándose á la ocupación de dos ó tres puntos próximos á esas plazas. No se piensa ni por un momento conquistar las abruptas montañas rifeñas: se trata sólo de operaciones de la índole de las realizadas en Restinga, Cabo de Agua y Beni Mésala, cuyos beneficios ha demostrado el tiempo. ¡Y sin embargo, qué de recelos despertaron! A ello se reducen los aprestos bélicos. Esto es lo que hay que decir al país; esto es lo que precisa poner de relieve para no desorientar la opinión, ni sembrar alarmas y desconfianzas. Eso es lo razonable y lo patriótico”
Las discrepancias entre las distintas kábilas eran constantes. Las tribus de Anghera,  fieles hasta ahora al gobierno imperial, ante el temor de que El Raisuli ocupase su territorio, escribieron á El Guebbas manifestándole que, aunque siempre fueron adictos al maghzen, no querían admitir la injerencia de aquél, advirtiéndole que estaban dispuestos á hacer demostraciones en los alrededores del territorio de Ceuta y á promover perturbaciones para provocar la intervención española, pues preferían la ocupación española á verse gobernados por El Raisuli. El Guebbas expuso la situación al sultán pidiéndole instrucciones para resolver el problema planteado por aquellos kabileños.
Con el fin de liberar a Muley Mohamed, hermano mayor del sultán, á quien se consideraba su más probable sucesor, hace tiempo hecho prisionero al haber protagonizado un golpe de Estado, los visires y los grandes caídes del sultán, entre los que se encontraban los caídes, Sidi Aisa, Sidi ben Omar y El Matugni se confabularon para poner en libertad y hacerle reconocer califa en Fez, propósito fallido, consecuencia de ello fue que apareciese muerto por envenenamiento en el propio palacio imperial de un modo misterioso y enterrado secretamente.
El Roghy continuaba cometiendo toda clase de tropelías en los mismos alrededores de la ciudad imperial, incendiando los campos, principalmente aquellos que pertenecen á altos funcionarios del gobierno marroquí, a la par que Muley el Kebir había ocupado ya una buena parte del territorio de los “ismurs” declarándose en rebeldía ante sus partidarios, defensor de que Abd el Aziz era el único sultán legítimo, como expresamente designado por su padre Muley Hassán. Gran número de kábilas habían proclamado á El Roghy como sultán de Marruecos, otros habían proclamado a Muley  el Kebir y todos se levantaban contra Muley Hafid, lo que hacía creer que se aproximaban muy graves acontecimientos.
Los desacuerdos entre el sultán Muley Hafid y El Glani se acentuaban y fuerzas imperiales habían partido hacia Mequinez, al objeto de obligar a la tribus de los zamur; que hicieran entrega de Muley el Kebir, a la que se negaban.
El hermano del sultán cada día contaba con más adictos á su causa. Las tribus que permanecían afectas al maghzen, en los alrededores de Fez, fueron atacadas el día 27 por Aid Yurí y  Aid Chagron. El Roghy, aprovechando los ofrecimientos  de adhesión de los de Yara, les envió refuerzos, armas y municiones, resultando una derrota completa para los adictos del maghzen que huyeron á la desbandada, abandonando en el campo cañones y material de guerra en abundancia, causando el pánico en Fez que cerró sus puertas haciendo sus habitantes provisión de víveres, encerrándose en sus casas.
Zefra fue sitiada por el caid Aid Yurí el día 28 y el caid Aid Yufra trababa combate con las tropas imperiales por tres diferentes puntos. Las fuerzas de El Roghy eran de infantería y caballería, en su mayoría berberiscos del Rif, apoyados por jinetes de Hiaina. El combate duró hasta media noche. El jefe Abd el Kerim y sus caídes se  refugiaron a bordo de un buque,  muriendo varios caídes de los más importantes, entre ellos pereció El Uayani. Las tropas de El Roghy se apoderaron de la artillería, fusiles, municiones, tiendas y monturas, arrasando al día siguiente el territorio de Mladjame.
En consecuencia el sultán envió sus tropas para reforzar la mehala, en la orilla izquierda del Sebú y detener el avance de aquel, como así fue, emprendiendo la persecución de los rebeldes. Esta demostración, al mando de un hermano de Bufta Bagdadi y Mohamed Chergui dio por resultado que El Roghy y sus tropas se replegasen á alguna distancia de la ciudad,  sirviendo, para tranquilizar á la población, que veía alejado, por el momento, el peligro de un ataque y la invasión de los roghistas, celebrando Muley Hafid festejos oficiales por la victoria.
En España, se tenían fuerzas importantes dispuestas á embarcar para el norte de África, al mismo tiempo, en Madrid se disponía á recibir y agasajar a la embajada extraordinaria enviada por Muley Hafid,  precisamente, cuando pretendíamos, por medio de una negociación, entendernos con dicho soberano, sin saber a ciencia cierta el cariz de su delicada situación como sultán soberano de Marruecos, al que parecía no preocuparle en demasía los éxitos recientes de El Roghy, al menos lo hacían bastante menos  que los manejos de Muley el Kebir.
En el Rif, tanto El Chaldy como Mizzián que vieron truncadas sus esperanzas de explotar las Compañías mineras, no cejaban en avivar la rebelión contra los españoles y el día 30 un capataz  fue amenazado de muerte por un rifeño que empuñaba un revolver, al mismo tiempo que los indígenas ponían piedras en los raíles del tren francés y apedreaban a los rifeños contratados por aquellas.
Los rifeños se reunían a diario para conspirar contra los trabajos. Se había implantado en la Restinga una policía indígena, análoga á la que ya funcionaba con éxito en Cabo de Agua y a semejanza de la de Melilla. Uno de ellos que había ido á hacer compras al zoco que los jueves se celebraba en Quebdana, fue interceptado por dos kabileños, lo maltrataron bárbaramente, quitándole el fusil y las municiones y  le dejaron malherido.
En la tarde del día 31, en las proximidades del Atalayón, se hallaban midiendo el terreno para la vía férrea, el maestro de obras de la Compañía de Minas Españolas, don Anastasio Sabas, cuatro peones y un guarda musulmán. Varios indígenas que volvían de Melilla á su kábila, con mercancías,  intentaron llevarse el caballo del señor Sabas, a los obreros les insultaron y trataron de hacer fuego sobre ellos. El guarda lo evitó, amenazando con su fusil. Entonces ellos la emprendieron á pedradas con el señor Sabas y le produjeron heridas e consideración.
Así estaban las cosas finalizando el mes, el temor de que estallase una revolución en el palacio del sultán y el hecho de que muchas tribus habían proclamado á Muley el Kebir, dispuesto para dirigirse á Mequinez, agravado por los sucesos en el Rif, donde seguían las divisiones entre las kábilas y los ataques al ferrocarril de las minas no cesaban, creaba una gran expectación entre los españoles, entre los que crecía la impaciencia ante una más que posible ocupación  española que se juzgaba inevitable. Todo estaba listo, solamente se esperaban las últimas  órdenes.
JULIO
Las fuerzas de El Roghy habían llegado al territorio de Beniaden, reinando nuevamente seria inquietud en los aduares de Zefra. Los desordenes  se sucedían a todo lo largo y ancho del imperio cherifiano, a pesar de ello, el pueblo se dedicaba a sus labores agrícolas, El director del periódico El Imparcial que se encontraba, a la sazón, en aquellos territorios, telegrafiaba a su periódico: «Llevamos algunos días en el corazón del país marroquí. Anoche pernoctamos en el territorio de una de las kábilas más importantes del Garb. Observo tranquilidad aparente, y que el pueblo se dedica á la recolección de cereales, pero al mismo tiempo nótase agitación evidente, precursora de sucesos desagradables para el actual sultán, cuya autoridad comprometen los últimos combates librados con El Roghy en las cercanías de Fez, y la proclamación de Muley el Kebir en Zaer. La inmensa mayoría de los de Zemur y Benihasen le eran fieles.”
En esa misma nota decía que no había campesino á quien no se hubiese visto impresionado por los éxitos de Bu Hamara. Los últimos trastornos interiores del imperio predisponían más que nunca á que el pueblo se decantara por la anarquía, reducido como estaba el problema de su vida, á defender su hacienda contra los tributos y arbitrios extraordinarios á que el nuevo sultán se veía con frecuencia obligado á apelar. Fez no quería á su nuevo emperador Muley Hafid. Las constantes vejaciones impuestas por éste al comercio local, sus exacciones en el campo y la política de ingratitud que seguía con Asisa Ben Omar y el Glaul, sus visires, principales promovedores de su elevación al trono, le han enajenado las simpatías de su país. Hafid, no sólo no había conseguido reorganizar medianamente el ejército, sino que apenas contaba con soldados en Fez.
Para rechazar al Roghy, había tenido que enviar hasta su guardia de honor de palacio. Podía afirmarse, por lo tanto, que si en el corazón del imperio, no tenía el sultán fuerza, era ilusorio cuanto podían ofrecer los embajadores que enviaba á Madrid, acerca del cumplimiento de los tratados, en las fronteras españolas del Rif. Esta opinión procedía más que del elemento europeo, de los mismos súbditos del sultán.
El escaso poder que tenía Muley Hafid para garantizar debidamente el cumplimiento de los tratados, en las inmediaciones de nuestras plazas africanas, cuando apenas tenía fuerzas para sostener su trono en la misma capital del imperio, era evidente. Anteriores sultanes se vieron en la necesidad de reconocer su impotencia en el Rif, por lo que dieron su consentimiento al gobierno de España para emplear los medios con los que pudiera contar, en defensa de nuestros derechos y de nuestra seguridad, sin que al hacerlo se entendiera que rompíamos con el imperio, tal como estaba estipulado en los tratados.
Pero, para aquellos musulmanes del Rif, no era comprensible la presencia de soldados europeos en sus territorios. El hecho de ver atravesados sus territorios, y no estar al tanto de lo tratado hispano marroquí, ni conocían las cláusulas del Acta de Algeciras, les llevaba a estar en un continuo estado de agitación. Por otra parte, según aquellos acuerdos, la penetración pacífica había de hacerse con el incremento del comercio; de esta manera se pensó, como ya hemos apuntado, en cuanto se refiere a las explotaciones de las minas del Rif, donde el quid de la cuestión estaba en la forma en la que se gestionaron su derechos de apertura y explotación, de mano del rebelde El Roghy, al que tanto el nuevo sultán Muley Hafid como su antecesor, no dieron consentimiento ni ratificaron sus respectivos maghzen.
El sultán, intentando que la subordinación de las kábilas no se le fuera de las manos, hubiera nombrado muchos de los kaídes, con lo que en apariencia estaban sometidos a su autoridad, mientras en el Rif, los incidentes se sucedían. A los jefes que habían sido elegidos para dirigir la campaña contra El Roghy, el maghzen les facilitó cuantos caballos había podido obtener en diferentes requisas, además de una leva entre los negros para sus mehalas.
Ínterin, una locomotora de la Compañía minera francesa Norte Africano que iba a recoger á los obreros, tuvo que detenerse ante una barricada de piedras que habían levantado los rifeños en la vía, desde la que dos kabileños amenazaron al maquinista y le obligaron á retroceder. El jefe de las fuerzas destacadas en el campamento del Hipódromo ordenó que la locomotora volviera á emprender la marcha, con dos secciones de infantería. Fue suficiente para poner en fuga a los rebeldes. Por otro lado en las puertas de las oficinas de la Compañía minera española, un moro, antiguo empleado, insultaba al ingeniero señor Becerra v le amenazaba de muerte.
 A la Restinga llegaba el caid y muchos notables de la tribu de Quebdana, para entrevistarse con el general Real, a la sazón al mando de las fuerzas españolas allí destacadas, para censurar el atentado contra el policía indígena, pero que no había sido posible capturar a los agresores. El general les manifestó la necesidad de castigarlos, al igual que se había hecho con los moros de Guelaya, para lo cual salió una columna en dirección a los poblados de Quebdana y Heranif, donde residían los agresores. Fueron apresados siete indígenas que trasladados a Melilla, quedaron a disposición de gobernador militar. Estas acciones por parte de las tropas españolas llenaron de indignación a los indígenas.
El Roghy y Muley el Kebir preparaban todas sus fuerzas para sitiar á Fez y la situación de Muley Hafid empeoraba estrepitosamente. Era completa la anarquía, en todo el Mogreb, solamente la victoria de Muley Hafid sobre los rebeldes podría servirle para reconquistar su autoridad.
Con esta situación en Marruecos,  en donde con frecuencia las discordias y rivalidades entre las kábilas tomaban muchas veces por pretexto la amistad que algunas sostenían con España para provocar incidentes,  se presentaba en Madrid su embajada extraordinaria, e insistimos en esta cuestión, sembrando un mar de dudas. Quienes pudiesen  garantizar a Muley Hafid en concepto de sultán de Marruecos, quienes pudieran garantizar los compromisos que contrajera con el rey de España Alfonso XIII, estaba por ver, tanto en cuanto que la anarquía cada día era mayor en el Norte de África y no siendo posible precisar cuanto pudieran durar allí las autoridades constituidas.
Abd el Aziz había sido sustituido de la noche á la mañana por su hermano, y éste sentía tambalear su trono, ante las embestidas del fanatismo. A las puertas de Fez se hallaba El Roghy dispuesto á apoderarse de la ciudad, y del mando; por todas partes surgían ambiciosos ó desleales y en aduares y montañas se proclamaba la guerra santa, manifestación externa de su inveterado odio á cuanto representaba Europa. Llegaban los negociadores oficiales hasta nosotros como representantes de un príncipe que apenas reinaba y se tenía el convencimiento que jamás lo hiciese en un futuro inmediato.
 Muley Hafid se hallaba en esta difícil situación también por la falta de dinero. Ya el Banco de Marruecos había tenido que acordar un dividendo pasivo entre sus accionistas, por no haber satisfecho el maghzen las cantidades que se le habían prestado, de ahí las exacciones de que habían sido víctimas las kábilas inmediatas a Fez, para atender á los gastos del imperio y la insurrección y descontento. El Mokri, embajador del sultán en París, no pudo conseguir la contratación de un empréstito.
Los partidarios de El Roghy, llegaban a los barrios extramuros de la ciudad y los últimos habitantes se vieron precisados á recoger apresuradamente sus ganados y cuantos objetos de valor tenían en sus viviendas, abandonando éstas, para refugiarse en el recinto amurallado, después de derrotar á las mehalas que defendían la entrada de Fez, mientras que Muley  el Kebir, se preparaba para entrar en Mequinez.
Se planteaba en Europa, si aquella anarquía se extendía sin que el sultán lograse imponer su autoridad, tratar por sus mandatarios, es decir, Francia y España, la adopción  de resoluciones de verdadera trascendencia, para lo cual había de contarse con el beneplácito de las demás potencias concurrentes á Algeciras.
La situación en la proximidad de Melilla, era poco satisfactoria, siendo causa de una preocupación sensiblemente en aumento. Los informes que se recibían en el Gobierno de España, tanto por correo como por telégrafo, señalaban un recrudecimiento de esa situación insostenible, y venían a demostrar la conveniencia de los preparativos ya realizados, como medidas de previsión.
Las kábilas de Mazuza y Beni Sicar celebraban el día 8 juntas, cuando se vieron amenazadas  por otras rebeldes lideradas por El Chaldy que habitaba en el poblado  de Mezquita. La mayoría de los kaídes, reunidos, abogaban por continuar al lado de España, solicitando el concurso de los españoles en caso de que no pudieran resistir la agresión. El otro agitador, el santón Mizzián, que había conseguido reunir una harka, que contaba ya con 500 ó 600 hombres mal armados. El santón de la Puntilla, partidario de la paz, abogaba que no debían atacar a los españoles hasta pasados treinta días, cuando hubiesen terminado las faenas de la recolección y regresarán los kabíleños que se encontraban en Argelia, tal vez para contener de momento a los kabileños.
En la Restinga, las kábilas de Cheranit y Seetara, que habían recibido la visita de la columna del general Real, temían represalias de las kábilas de Uladretud y Bení-Bullallón, ante las cuales se verían obligadas a rendirse, por no haberse opuesto á la operación de las tropas españolas, y a las que solicitaban ahora su apoyo ante sus amenazas, como compensación las pruebas de lealtad que dieron días anteriores con respecto al ataque al policía indígena.
El documento  núm. 637 del Libro Rojo que lleva la firma del general Marina, con fecha del día 4 decía:
 “Las noticias del campo de las últimas horas acusan que sigue la campaña en contra de los trabajos de los ferrocarriles y de los Beni Emzar, que los consienten, en todas las juntas que los fanáticos reúnen, aún sin ser día de zoco, predican la guerra contra nosotros y contra nuestros amigos. Mañana tienen una junta cerca del Atalayón, y los jefes de Beni Emzar vienen a decirme que todo va  contra nosotros y ellos, y me piden que, llegado el caso, les ayude. No veo otro modo de ayudarles que ocupando las alturas del Atalayón, interponiéndonos entre ellos y sus contrarios, pues de no hacerlo, siendo estos más fuertes que nuestros amigos, se verían arrollados  seguramente y obligados a refugiarse en la Plaza.”
 Los trabajos, de los ferrocarriles de ambas Compañías mineras, se habían reanudado con el concurso de los obreros indígenas que habían vuelto al trabajo, aunque, en las reuniones de los rifeños se dudaba de la actitud que deberían de tomar, en relación a aquellos. Esta indecisión desencadenaba una intranquilidad entre los vecinos del campo que se veía traducida en la entrada en la Plaza de objetos de valor que algunos moros llevaban… La realidad era que aquella anarquía general, era el preludio del estallido que se esperaba.
A bordo del Numancia llegaba al puerto de Cádiz la Embajada marroquí, formada por Sidi Hamas, Muhaz Sidí, Mohamed Ziber, el consejero Sidi Razar Gannau, el consejero Sidi Mohamed Kerdduch, el secretario Sidi Mohamed Benzelum, el tesorero y otros sirvientes, siendo recibida por Merry del Val, e inmediatamente hicieron el viaje a Madrid
En la Compañía española había incertidumbre de los derroteros que iba tomando la situación, máxime cuando a las siete de la mañana del día 9, al ingeniero del ferrocarril en construcción, señor Becerra, sé le presentó un trabajador diciéndole que llevaba encargo del capataz de los trabajos de la vía férrea, señor Otero,  de advertirle que se habían recibido confidencias de que muchos moros del poblado de Quebdana, se proponían dar un golpe sobre los trabajadores de la vía férrea, con objeto de hacerlos prisioneros y ofrecerlos en canje de los indígenas apresados por las tropas españolas en Quebdana. A pesar del aviso y de que no se divisase moro alguno en el campo exterior, el ingeniero dispuso que sé comunicara al capataz la orden la suspensión de los trabajos, como medida dé precaución, y que se retiraran los obreros al campo español. Poco después el ingeniero montaba en un coche, dirigiéndose á los límites del campo, pero antes de llegar tuvo noticia de que sé había consumado el atentado.
Un grupo de moros disparaba, desde el arroyo de Sidi Musa,  contra trece obreros españoles que, se supo después, habían sido instigados por el santón de Beni Bu Ifrur, haciéndoles creer que serian apoyados por las kábilas vecinas  matando a cuatro, a  los que luego pasó a cuchillo, e hiriendo a tres; los nueve que se salvaron, tuvieron la suerte que a la altura del kilómetro cinco, en su huida, fueran recogidas por una locomotora de la Compañía francesa que estaba maniobrando, y a toda marcha le llevó a Melilla. Con la salida de las tropas al mando del general Marina de la Plaza dio comienzo la guerra.
Inmediatamente, se produjo el enfrentamiento entre las fuerzas españolas y los rifeños rebeldes, a la altura de Sidi Musa donde estaban apostados, y hacia los que dirigieron los tiros nuestros soldados desde la vía férrea y desde la Segunda Caseta. Poco después, los refuerzos que habían llegado al mando del coronel Axó, desalojaran  a los rifeños de las laderas del Gurugú, a la bayoneta calada, para desaparecer a la desesperada por los barrancos de Sidi Musa, Lobo y Alfer, mientras, el general Marina con el grueso de las tropas avanzaba en dirección a Nador, sensiblemente siguiendo la huella  de las explanaciones del ferrocarril.
Se había puesto fin al cerco  de Melilla, con el precio de un teniente y tres soldados muertos, y dos oficiales junto a veinte y tantos soldados, heridos, desconociéndose el número de bajas por parte de los musulmanes. Se fijaron las  posiciones conquistadas del Atalayón, al igual que se había hecho  con las de la Restinga y Cabo de Agua, pasando la noche en las posiciones que habían ocupado y situadas cerca de Nador, en el valle que se extiende en las inmediaciones del poblado del mismo nombre; la noche transcurrió tranquila  para las unidades que se habían internado en el campo moro. 
Esa misma noche se presentaron al general Marina los kaídes de Nador y Barraca, lamentando los sucesos y diciendo que ellos deseaban ser amigos de España, con cuya amistad contaban. Al mismo tiempo mostraron sus sentimientos de paz, contestando el general Marina que obraría según aconsejasen los sucesos. Le hicieron saber también que en varios zocos, los moros influyentes de varias kábilas que rodean la plaza, se estaban reuniendo con el fin de acordar visitarle en masa, para protestar de la agresión de que fueron víctimas los obreros y tropas españolas, y para pedir al mismo tiempo que demostraban su adhesión á España, un puesto en las filas españolas para combatir á los agresores, caso de que decidiese continuar las operaciones.
Las fuerzas españolas siguieron avanzando al sur de Nador, ocupando sin resistencia las alturas que dominaban el camino de Zeluán al zoco de Sálate, donde se reunían los partidarios de El Chaldy y del santón de Beni Bu Ifrur, y desde donde detectaron, en las cercanías del zoco, un movimiento de gente armada que avanzaba hacia nuestras posiciones, entre ellos varios jinetes moros, que hicieron fuego desde larga distancia, siendo dispersados por nuestras baterías al bombardear sus aduares.
El general Marina continuo en las posiciones conquistadas varios días sin ser hostilizado, sin embargo todas las noches aparecían hogueras en las alturas del Gurugú, señal con las que los rifeños convocaban al combate a las kábilas lejanas. Una fracción de la kábila de Beni Sicar sé declaró hostil,  enviando sus hombres á engrosar la harka rifeña y uniéndose a los predicadores de la guerra santa de las tribus interiores.
Se calculaba sobre los dos millares los moros que seguían á El Mizzián y  El Chaldy en aquella actitud de intransigencia.  Los trabajos del ferrocarril se reanudaron  en ambas compañías mineras, con la seguridad de que ahora tenían la protección de las tropas y a los obreros se les proveyó de una autorización para penetrar en territorio moro.
Desde el Gobierno de España se dieron las órdenes para que saliese inmediatamente y con toda urgencia para Barcelona, la batería del primer regimiento de Montaña, para formar parte de las tropas afectas á la tercera Brigada mixta que se estaba  formando para su embarque en Barcelona, con destino a Melilla. En tanto, el partido socialista convocaba mítines, como el del teatro Variedades de Madrid, con objeto de protestar contra la guerra, acto que presidió Largo Caballero y al que concurrió mucho público, contando entre sus disertadores con Pablo Iglesias. A la salida de las primeras fuerzas de Madrid tuvieron lugar manifestaciones, por gentes que gritaban que los soldados “no fueran a defender los intereses de Romanones y Comillas”, y alimentados por las opiniones vertidas en los periódicos de distinto significado.
  En el último Consejo de Ministros presididos por el rey, puntualmente informado de los sucesos en el Rif, se decretó seguir poniendo a disposición del general Marina cuantos elementos necesitase, para evitar desmanes como los últimamente producidos, y hacer efectivo el amparo que á España pedían, con reiteradas muestra de adhesión, muchos pobladores de la comarca. Política que venía practicando encaminada á mantener la amistad, no sólo del sultán de Marruecos, sino también de las kábilas fronterizas y los aduares de la zona á que alcanzaba la natural influencia de nuestras posesiones norte africanas.
 El día 12, La Gaceta publica el siguiente real decreto del ministerio de la Guerra:
“Con arreglo a lo prevenido en el artículo 171 de la vigente ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército, á propuesta del ministro de la. Guerra y de acuerdo con mi Consejo de ministros, vengo en decretar lo siguiente: Artículo único. Se autoriza al ministro de la Guerra para llamar á filas los soldados de la reserva activa que considere precisos, á fin de reforzar debidamente los cuerpos y unidades del ejército que estime necesarios. Dado en Palacio á 10 de julio de Í909.”
En Ceuta, doscientos moros de la tribu de Anghera que venían trabajando en la construcción de carreteras por cuenta de España, se habían despedido, diciendo que no podían seguir prestando servicios á los españoles, porque sus compañeros se oponían á ello y porque las kábilas cercanas les amenazaban, si seguían trabajando en dichas obras. Esta actitud de los moros produjo inquietud, dando lugar á que se suspendan las obras de los caminos que se construían, uno por el Tarajal y Castillejos á Tetuán, y otro á Tánger por Sierra Bullones. Por igual motivo dejaron también de trabajar dos compañías de la guarnición que se hallaban ocupadas en dichos caminos. 
 En Madrid, se recibía a última hora de la tarde del día 13, el siguiente telegrama del general Marina:
“Gobernador militar a ministro de la Guerra. Hoy ha sido ocupado el Atalayen por un destacamento de infantería y pronto se instalarán algunas piezas que batirán desde él algunos poblados, mejor que desde la posición principal en Sidi - Ahuet. Sigue atrincherándose ésta, sin que hoy haya ocurrido en ella suceso digno de mención, en Frajana ni en Benisicar. A pesar de la actitud pacífica mostrada en  el zoco de ayer, parece que á última hora se impuso un grupo del interior y fue proclamada la guerra, por lo que se observa cierta vacilación entre los habitantes, aunque los más inmediatos parecen persistir en su amistad. Hoy han entrado en la plaza en el número normal. Como consecuencia del auxilio prestado á nuestros enemigos por la kábila de Bení  - Said, salió esta tarde el cañonero María de Molina para batir los poblados próximos á la costa, efectuándolo durante dos horas, á distancia de unos 800 metros, y siendo su fuego contestado por la fusilería de los moros, que atravesaron algunos mamparos y tubos do desagüe, y causaron, de rebote, la contusión de un marinero. El sheriff Sídi Mohamed Messian continúa dirigiendo excitaciones á  todas las kábilas del Rif. La de Beni - Uriaghat nada ha decidido hasta ahora, y las próximas al peñón parece que no están dispuestas a prestarles auxilio. En los campamentos avanzados de nuestras fuerzas siguen presentándose moros como auxiliares, además de algunos de los que ya combatieron á nuestro lado el día 9.e En los demás puntos no ocurre novedad.”
El cañonero Doña María Molina  bombardeó los aduares próximos al mar de Beni  Said, en la desembocadura del Kert y otros de Bugafaser, después de que musulmanes amigos de Beni Sicar habían avisado al general Marina, que los de Beni Sanian les amenazaban con atacarlos si no hostilizaban la plaza, obligando a los moros fugitivos a retirarse hacia Beni Said para refugiarse tras unas colinas.
En Madrid, la embajada marroquí había presentado una nota al ministro de estado Allendesalazar, con  la petición del  sultán de que las tropas españolas debían de abandonar Cabo de Agua y la Restinga, petición que no estaba en los planes del Gobierno y que en el último consejo de Ministros rechazó, dado el estado anárquico en que se encontraban aquellos lugares y a la absoluta imposibilidad de Muley Hafid de garantizar la seguridad personal, cuando apenas podía contar con la de su persona. Pero, también pedían que se diesen por nulas las concesiones mineras y un empréstito para mejorar la situación económica del imperio.
El sultán era jurídicamente responsable de las violencias de las tribus que rechazaban su soberanía, aunque no fuera el que provocara esas violencias. España no iba a ceder, no porque tuviera segundos pensamientos de conquistas; pero sí porque, al igual que Francia, aunque en forma un poco diferente, estaba obligada a tener una policía marroquí. Tanto el país galo, como el nuestro, deseaban ver en Marruecos una provincia marroquí de una civilización superior á la del resto del imperio que constituyera entre el Marruecos anárquico y la frontera una especie de Estado - tapón, puesto que Muley Hafld en el Rif, como en las regiones vecinas á Argelia, tenía la responsabilidad de la soberanía sin gozar de sus beneficios, por lo que perseguían el éxito de la acción pacificadora.
  El día 16 ya estaban perfectamente montadas las posiciones conquistadas, con trincheras y alambradas e incluso comunicadas por línea telefónica, cuyas redes habían extendido los ingenieros en tiempo récor, siendo el campamento de Sidi - Hamed -  El - Hach, el más avanzado de las posiciones, mientras al puerto de Melilla seguían llegando contingentes de tropas de la Península. La situación parecía dominada.
No era así, el día 18 se había reunido una gran masa de moros, en número de unos cuatro mil, con fuertes núcleos de caballería. El ataque musulmán fue muy rudo, acercándose los moros con gran denuedo a nuestras posiciones, á pesar de las bajas que les causaba el fuego de nuestros soldados, a los que se unió el de una batería de artillería. Se inicio el ataque cuando varios indígenas, apostados en las piedras de las estribaciones del Gurugú, comenzaron  a hostilizar la avanzadilla de la posición de Sidi  Hamet; el enfrentamiento fue creciendo, aún después de la llegada de refuerzos de Melilla. Se extendió  por Sidi – Ali, Atalayón y Segunda Caseta, viéndose obligados las posiciones más avanzadas, Sidi – Hamet y Sidi – Ali, a replegarse. Llegada la noche los rifeños lograron atrapar uno de los cañones, aunque fue recuperada la pieza de inmediato, gracias al arrojo del capitán Giloche y el comandante Royo, que les costó la muerte. También perdieron la vida aquella noche el teniente coronel Cevallos, el capitán  Arroyo y ocho soldados, así como cerca de una treintena sufrieron heridas de distinta consideración.
Al día siguiente, los musulmanes continuaron hostilizando las posiciones y convoyes, consecuentemente, sus disparos produjeron un muerto y seis heridos entre las tropas españolas, se estimaba que ya el harka había alcanzado la cifra  de 7000 individuos, constituyendo, entre otros menos importantes, los contingentes siguientes: Fracciones de Beniasel y Hatch  correspondientes á las de Beni Uurriaguel y Alhucemas, que manda un santón. kábila de Benimeji, que tiene por jefe a Had Mela, y de Mestanza, capitaneada por Had Amed, y kábila de Inkam Lusin, fuerzas que obedecen las órdenes de Sidi Mohamed el Mizzián, por otro lado, El Roghy estaba ya muy cerca de la capital imperial, Fez, y en sus alrededores le aguardaban las tropas de Muley  Hafid para presentarle batalla.
El día 20 volvieron a recrudecerse los ataques y el fuego se generalizó a todos los frentes de las posiciones que estaban a los pies del Gurugú y en las últimas horas de la tarde, especialmente en la segunda caseta donde llegó incluso a defenderse cuerpo a cuerpo; los moros hicieron prisioneros llevándose consigo víveres y municiones, produciendo entre nuestras filas 36 muertos y cerca de 70 heridos. En el ataque murió el capitán Roger.
Ínterin, las unidades de refuerzo seguían llegando a los puertos de Ceuta  Melilla, mientras, en la Península, algunos sectores de la opinión pública empezaban a dar signos de intranquilidad, era imposible ocultar que, sino se lograba  inspirar en ella una verdadera confianza, cualquier chispazo, el más pequeño incidente, podía venir á agravar la situación, que por sí no tenía nada de lisonjera. Muchos elementos había propicios al desorden, el continuo trasiego de tropas y la llamada de los reservistas creaba un estado de malestar general.
En Madrid se celebraba un Consejo de Ministros para tratar de estos graves sucesos y de la movilización de las tropas, que ya habían iniciado el movimiento, los primeros trenes para embarcar en el puerto de Málaga salían de la estación de Mediodía con la Brigada del general Pintos, y destino Melilla, para cumplir con la solicitud que el general Marina había pedido al Gobierno. Los refuerzos estaban encaminados a poner punto final, de una manera enérgica, al estado de cosas, con el apaciguamiento de aquellas gentes desconocedoras de toda autoridad, sin ánimo de formar un gran ejército de conquista,  y sí  para mantener el campo de nuestra acción en Melilla, y el servicio de policía juntamente con  el respeto debido a  nuestros derechos.
Un artículo de prensa aparecía estos días en la que se decía “que los sucesos de Melilla han producido gran cólera á Muley Hafid, y que se le atribuye el propósito de enviar al Rif una fuerte mehala con orden de interponerse entre las tribus rifeñas y las tropas españolas. Asegúrase asimismo que Muley Hafid ha enviado emisarios á las tribus rifeñas, ordenándoles que no ataquen á los españoles, pero que defiendan enérgicamente los territorios que sean invadidos” denotaba la ambigüedad que demostraba el sultán respecto a su actuación como autoridad dentro de un Imperio, sobre el que no tenía autoridad, como demostrarían los hechos posteriores, y que hacían pensar a la comunidad internacional y por ende a las autoridades españolas que iba a seguir con la misma política, que no era que la de hacer caso omiso a los tratados. 
 La realidad es que no estabamos involucrados en una guerra, en toda el sentido de la palabra, no estabamos ante una contienda armada entre dos estados distintos, estados reconocidos y organizados; aquí faltaba esa condición esencial; no estabamos en guerra con Marruecos, como lo demostraba la presencia en Madrid de la embajada extraordinaria; no estabamos en guerra con ningún estado; estabamos rechazando la agresión de unas kábilas fronterizas que habían asesinado á obreros españoles por su origen y por su concepto. Se trataba de un incidente de fronteras, que nos veíamos en la triste precisión de rechazar y castigar, y que por el número y acometida enemiga, exija un formidable esfuerzo nacional.
 El general Marina, gobernador de la Plaza enviaba el día 23 al Ministro de la Guerra, el siguiente telegrama:
“Esta madrugada se ha generalizado el ataque á nuestras posiciones, principalmente á Sidi - Muza y posada del Cabo Moreno. A media noche salió la columna del coronel Alvarez Cabrera para Sidi - Muza, llegando oportunamente coa seis compañías y una sección de artillería de montaña y al hacer la salida para rechazar al enemigo, objeto que logró, persiguiéndole hasta dos kilómetros, murió el coronel al frente de sus tropas con un capitán del regimiento de África y dos oficiales, teniendo también trece heridos. El combate siguió encarnizado hasta bien entrado el día en que el enemigo se alejó por la parte de la posada del Cabo Moreno, continuando el fuego aunque débilmente por parte de] enemigo y ocupando nuestras tropas al avanzar posiciones que abandonaron al anochecer por falta de tiempo para atrincherarlas. Los cazadores de Figueras y Barbastro, acto seguido de desembarcar se han empleado en línea de fuego. Cuando sepa exactamente el número de bajas daré cuenta.»
Las  bajas en aquella madrugada del día 23 fueron muchas, en aquellos barrancos de Sidi Musa murieron el coronel, el capitán Fernández Cuevas, los tenientes Isaac Labrador, Rafael Reyes, José Ochoa y Antonio Pérez. Fueron heridos un comandante y dos tenientes y hubo más de medio centenar de bajas en la clase de tropas, muertos y heridos. Ese mismo día la magnitud de aquellos combates, donde perdería la vida el teniente coronel Ibáñez Marín, y los capitanes Fernández Martínez y Borrero, fue tal que se había llegado al cuerpo a cuerpo y hasta se vieron implicados los paisanos de la Plaza. El ir y venir de vehículos particulares hacia nuestras posiciones, para recoger a los muertos y heridos, eran constante y  por todas las calles de Melilla se veían camillas transportando militares que habían sido baja, en aquellos terribles enfrentamientos disputándose la primacía de poner al servicio, de tan noble empresa, sus coches y caballos;  no había duda de que eran conscientes del peligro en que se encontraba la Plaza ante el ataque perpetrado por cerca de 16000 rifeños, cuyo objetivo era entrar en ella, y que tuvo el saldo final de 56 muertos y 230 heridos, más 8 oficiales y 9 soldados desaparecidos entre nuestras filas. Ese día Melilla se hubiera perdido, si no llega a ser por el desembarco, en el momento más crítico, de la Brigada de Cazadores procedentes de Madrid.
El día 26 el Gobierno, decide premiar los méritos del general Marina siendo ascendido a teniente general, comandante en jefe de las tropas de operaciones  en Melilla, contando ahora con un cuerpo de ejército de 17000 hombres y quedando como gobernador de la plaza el general Arizón.
Las bajas eran constantes, los llamados “pacos” eran los causantes de ellas, indígenas apostados en las laderas del Gurugú y de los aduares de Mezquita, que con sus disparos sueltos a intervalos  producían cierto ruido “pak...ko”. De ahí este calificativo.
En la mañana del 27, los rebeldes habían levantado la vía del ferrocarril, en más de 300 metros, impidiendo el paso de víveres a las posiciones avanzadas, por lo que se organizó un convoy con fuerte protección al mando del coronel Fernández Cuerda, mientras el general Pintos al mando de su brigada, tenía órdenes de vigilar la salida del barranco del Lobo y Alfer, por ser lugares estos donde presumiblemente se encontraban los que habían producido aquellos deterioros en las vías. Convoy que fue hostigado  desde las laderas del Gurugú pero obligados a huir, los raíles  fueron de nuevo repuestos pudiendo llegar los víveres  al reducto de la Segunda Caseta.
La gravedad de aquellos enfrentamientos tuvo aparición en el Barranco del Lobo, donde los rifeños protagonizaron  una encerrona contra los hombres del general Pinto, produciendo un gran desastre entre nuestros soldados. No es este el momento de relatar aquella triste jornada, la del Barranco del Lobo,  por ser suficientemente conocida, pero sí dejar constancia de las bajas: un general, cinco jefes y doce oficiales muertos, más cuatro como consecuencia de las heridas y cerca de 1000 entre muertos y heridos en la clase de tropa que nos da la magnitud de la trampa en que cayeron, ya que como consecuencia de ella se va a producir los sucesos de la llamada “semana trágica” de Barcelona,
En ella, desde primeras horas de la mañana piquetes informativos invitaban en los talleres, fábricas y núcleos de obreros, a que se unieran a la manifestación pacifista que se había anunciado en contra del envío de soldados a la guerra, dejando los trabajos. Los manifestantes fueron en aumento, produciéndose algunos incidentes, entre estos y la policía y guardia civil, cuando hacían parar a los tranvías, produciéndose muertos y heridos de diversa consideración.
En Tarrasa se incendió el puente del ferrocarril y hubo también enfrentamientos con la fuerza de orden público, así como en Badalona donde interceptaron las vías, por lo que se suspendió la circulación de los trenes.
Aunque la noche fue relativamente tranquila,  el hecho de haberse cortado la línea férrea en Villanueva, así como la telegráfica y telefónica sembró la confusión entre los pueblos limítrofes a Barcelona, mientras que en Pueblo Nuevo se incendiaba el edificio de los Padres Maristas. En las Ramblas, el Paralelo y calles adyacentes, se organizaron barricadas y se produjeron enfrentamientos, entre las fuerzas del ejército y los huelguistas, advirtiendo la Autoridad, mediante bando, que se dispararía sobre ellos  si se persistiese en aquella actitud.
En Gracia, a la entrada de la calle Mayor grupos parapetados dispararon a la caballería y comenzaron a producirse incendios de iglesias, y edificios religiosos por doquier, hechos que continuaron durante toda esa noche verdaderamente trágica. Cuando parecía que  a primeras horas de la mañana se calmaban los ánimos, surgieron de nuevo las llamas en los edificios incendiados, por lo que se produjeron nuevos enfrentamientos, entre las fuerzas que se dirigían a trata de extinguirlos y grupos de manifestantes y la alarme se mantiene durante todo el día, debido a los disparos que de forma alternativa, se hacían desde algunos lugares.
La mañana del día 29, la tranquilidad es casi completa. El vecindario se dedica á aprovisionarse, realizándolo sin grandes dificultades, aunque se aseguraba haber caído en poder de los manifestantes las armas del batallón de los Veteranos de la Libertad. Desde media mañana el tiroteo es bastante vivo, en la parte izquierda del casco viejo de Barcelona, en el Clot y en San Martín y se incendia nuevamente el convento de las Concepcionistas.
Amaneció el día 30, con tranquilidad, sin embargo a medida que avanzaba la jornada se producían tiroteos e incendios de nuevos incendios, aunque las gentes salían ya a hacer sus compras con las precauciones que requerían las circunstancias y la noche transcurrió sin incidentes.
 A los once de la mañana los grupos rebeldes intentaron el asalto de un convento situado en la calle de Roger de Flor, y en el enfrentamiento contra las fuerzas del orden, perecieron seis, mientras que hubo un buen número de heridos y detenidos. Después de ello, la calma llegaba a Barcelona, hecho corroborado  con el bando del capitán general:
  «Don Luis de Santiago Manescau, teniente general de los Ejércitos nacionales y capitán general de la 4.a región, hago saber: que en vista de iniciarse la tranquilidad, invito á todos los vecinos para que contribuyan á lograrla por completo, procediendo á la apertura de establecimientos de todas clases, teniendo presente también que está permitida la circulación por las calles á todas horas, bien entendido que subsiste en absoluto la prohibición de formar grupos, los cuales, con arreglo á mi bando anterior, seguirán disolviéndose y castigándose como en aquél se determina. Luis de Santiago Manescau... Barcelona 31 julio 1909.»
 Dominada la situación en Cataluña, en la opinión publica nacional hubo un cambio de postura viendo que no había más remedio que el de dar un alto ejemplo de valor y serenidad ante aquel temible enemigo, demostrándolo, a partir de entonces, en las aclamaciones que se hacían a los soldados que se enviaban a Melilla.
Aquella triste jornada quedó impresa en las mentes de aquella generación, como muestra de ello baste decir que las niñas la recordaban en sus juegos, cuando cantaban:
 “En el barranco del lobo / hay una fuente que mana / sangre de los españoles / que murieron por España.
Pobrecitas madres /  cuanto llorarán / al ver que sus hijos / a la guerra van.  Ni se lavan ni se peinan / ni se ponen la mantilla / hasta que vuelvan sus novios / de la guerra de Melilla.   
Pobrecitas madres, / cuanto llorarán / al ver que sus hijos / a la guerra van. Melilla ya no es Melilla / Melilla es un matadero / donde van los españoles / a morir como toreros.             Pobrecitas madre /  cuanto llorarán / al ver que sus hijos / a la guerra van”.
AGOSTO
La campaña que Francia sostuvo en Casablanca que tuvo su origen en la debilidad de los medios coercitivos del maghzen, cuando los chauias se rebelaron contra el gobernador de Casablanca y asesinaron á varios franceses. Fue preciso que las armas de la República intervinieran, trasladando á Casablanca muchos millares de soldados y algunos acorazados y cruceros, originando  al país vecino cuantiosos gastos, que fueron reclamados ante el sultán.
Como los ataque de los rifeños continuaban contra nuestros soldados en los alrededores de Melilla, el gobierno de España, siguiendo el ejemplo francés, estaba considerando, reclamar al sultán Muley Hafid los gastos derivados de nuestra acción en Marruecos como policía, misión que le estaba encomendada como ya hemos repetido en más de una ocasión, y aunque una vez más aquél se había comprometido, después de los últimos ataques, a enviar una mehala, la promesa suscitaba muchas dudad. 
Barcelona, a principios de este mes, había recobrado la calma, aunque algunos pocos protagonizaron algunos actos violentos, hasta que fueron obligados a huir a Francia, atravesando la frontera. En el casco antiguo de la ciudad se habían levantado más de cien barricadas, gran cantidad de mobiliario público fue destrozada. Iglesias y conventos destruidos por el fuego, profanándose sepulturas e incluso, uno de los féretros había sido expuesto en la vía pública.
En Madrid, los sectores más radicales anunciaron una huelga general, secundando las revueltas de aquella, pero la convocatoria no obtuvo los resultados apetecidos y la mayoría de las tiendas y fábricas abrieron sus puertas al incorporarse a sus trabajos gran parte de los obreros. El despertar de los sentimientos patrióticos, fue la causa evidente del fracaso de aquellos movimientos.
En la Liga, se reunieron los diputados á Cortes y senadores que militaban en el grupo regionalista, junto con otras significadas personalidades del mismo, para acordar la forma en que podrían manifestar sus sentimientos y exteriorizar su criterio ante tan tremendos sucesos, redactando un manifiesto dirigido al pueblo catalán, en los siguientes términos:
1. ° La afirmación de su fe en la virtualidad del sufragio popular como fecundo medio de obtener el triunfo de los ideales sustentados.
 2. ° La protesta condenatoria de los atentados contra la libertad religiosa, contra las personas, contra la propiedad; de las violaciones de sepulturas y domicilios; en una palabra: de los procedimientos de violencia ejecutados precisamente en días de tribulación colectiva, cuando el país está ocupado con una guerra exterior.
En Marruecos, fuertes contingentes de musulmanes se concentraban en las laderas del Gurugú que fueron cañoneadas por las baterías de nuestras posiciones, a la vez que las trincheras que las rodeaban quedaban completamente instaladas, y vigiladas  por policías kabileños pertenecientes a la kábila de Mezquita, adicta a España.
En el blokaus que enfilaba una de las cañadas, donde acostumbraban á apostarse los rífenos con objeto de hostilizar los convoyes a la altura próxima á la posición de Sidi Musa, entre la primera y la segunda caseta del ferrocarril de la Compañía de las Minas del Rif, había quedado el día 2 una guarnición al mando de un oficial, y sesenta hombres del batallón de Alfonso XII. Los moros que habían hostilizado á los españoles durante la construcción del blokaus, avanzaron ahora, tratando de aislar el fortín.
El teniente, que salió con soldados del pequeño reducto, para hacer frente al enemigo, cuando el ataque era más intenso, fue alcanzado por una bala, quedando muerto en el acto. El sargento más caracterizado, una vez hubo avisado a la Plaza por medio del heliógrafo, para pedir refuerzos, tomó el mando y alentando á la tropa á proseguir la defensa que les estaba encomendada, consiguió resistir con energía, causando grandes bajas al enemigo. Los alaridos de muchas mujeres, que esgrimían con destreza sendas hondas, lanzaban nubes de piedras, mientras los rifeños rebeldes disparaban sus fusiles; la llegada de refuerzos obligaron, a los rifeños a retirarse y a dispersarse en dirección a las lomas del Gurugú, Parte de ellos atacarían  a las posiciones avanzadas de Sidi Musa, donde fueron rechazados igualmente.
 Desde el globo, estratégicamente situado a modo de observatorio del campo enemigo, podía verse perfectamente los movimientos de los rebeldes, localizando un gran campamento cerca de la Alcazaba de Frajana. Se sospechaba que los rifeños intentaban el asalto por el sector de la derecha, entre Sidi y Rostrogordo. Al Peñón de Alhucemas, se enviaba un grupo de ametralladoras, del regimiento de Melilla, en previsión que atacasen la plaza.
En los planes del Gobierno de España, para acabar con aquella situación necesariamente pasaba por el control sobre el Gurugú, para lo que el general Marina había de contar con los refuerzos necesarios para iniciar el despliegue definitivo, a lo largo y ancho del Rif, sobre la zona de influencia que tenía España encomendada; en su pensamiento estaba el economizar tiempo y ahorrar más derramamientos de sangre.
Al puerto de Melilla llegaban, con este motivo, las embarcaciones de forma continuada transportando las distintas unidades militares que llegaban de la Península. En Alhucemas, al efectuar las operaciones de desembarco el vapor Sevilla, fue tiroteado, y  el Almirante Lobo era  hostilizado durante el desembarco. Ambas acciones fueron contestadas desde la Plaza.
Los musulmanes continuaban encendiendo hogueras en las cumbres del Gurugú, llamando gente para la lucha que se aproximaba, pues se tenía noticia de que  la harka se encontraba medio disuelta; muchos de las kábilas próximas á Alhucemas habían desistido de ir á engrosarla. También se pensaba, según informes de nuestros confidentes musulmanes, que aquella tenía el propósito de atacar á los kabileños de Frajana, por haberse mostrado, hasta estos momentos, neutrales en la contienda. El crucero Extremadura salió de su fondeadero y, enfilando la garganta central del Gurugú, la bombardeó; poco después las piezas Krupp, de la batería del fuerte de Camellos, disparaban contra un grupo que llevaban víveres con destino a la harka, deshaciendo la columna. El confidente, El Gato, confirmaba que los habitantes de Mezquita, amigos de España, iban a desalojar sus aduares si la plaza les protegía, al igual que la de Frajana y otras de la derecha del Muluya, mientras, el santón Mizzián trasladaba su campamento al río de Buraca, concentrándose en torno a él la harka moruna.
 Antes de continuar con la marcha de los acontecimientos, nos vamos a detener unos momentos para dar unas cuantas pinceladas que nos ayuden a conocer un poco las características de esta agrupación de rifeños, empeñada en combatir a nuestras tropas.
Las cinco tribus de Guelaya, Mazuza, Beni – Sicar, Beni – Bu - Ifrur, Beni - Sidel y Beni - Bu - Gafar, proporcionan el pan. Las municiones nuevas escaseaban y hacían uso de aparatos de recarga. La pólvora procedía de Alhucemas, de fabricación indígena, pólvora parda, de escasa potencia, á distancias superiores á 800 metros. La tribu árabe de Beni - Buyagi y la sedentaria de Beni - Urriaguel, eran las dos que mayor número de hombres suministraban á la harka, y como consecuencia, las que mayores bajas habían sufrido. Los de Beni - Tuzin habían  experimentado muchas pérdidas, eran a la sazón, los más belicosos del Rif, siendo los primeros en asaltar las posiciones y los que con más arrojo luchaban en los combates. Quebdana era en su mayoría, afecta a España, como se demostraba por el estado de tranquilidad que reinaba en Cabo de Agua y en la Restinga, pero temiendo represalias contribuyó enviado un pequeño contingente de diez hombres por fracción.
La harka había sufrido enormes pérdidas, ascendiendo los muertos á 1.200 y siendo los heridos en número incalculable. Muchos de estos murieron por falta de asistencia y de medios de curación. Nuestra artillería la había hecho verdaderos estragos, sin embargo, seguían con amenazas, predicando en los zocos la guerra santa.
Los primeros contingentes disponían  de abundantes municiones y dinero, pero a estas fechas, los que se incorporaban, apenas disponían de recursos para mantenerse dos ó tres días. Las tribus de Guelaya proporcionaban una guardia permanente de 500 hombres, diseminados por el Gurugú, que eran los que causaban las bajas que se estaban produciendo diariamente entre nuestros soldados...
.El fusil que preferían era el “remington” (keliata), el “máuser” (khanmasys) estaba menos solicitado, porque costaba caro. También tenían rifles de seis y de doce tiros, pero pocos. Había bastantes “buhoíra”, fusil de la infantería del maghzen. Los revólveres eran poco apreciados, y sólo los pudientes solían poseerlos como lujo. El arma blanca por excelencia era la gumía, de fabricación argelina. Poseían algunos sables, que  transformaban en cuchillos - bayoneta. La pólvora que utilizaban era inglesa, y una pequeña parte española.
En Beni Urriaguel, algunos indígenas fabricaban pólvora por procedimientos primitivos, que alcanzaban más bajos precios y en las casas de los principales jefes solían existir depósitos de armas, que repartían entre los pobres. Esta kábila poseía también aparatos para recargar cartuchos, con lo que muchas familias obtenían pingües rendimientos. El contrabando de armas era  realizado por  las tribus costeras desde Tetuán á Alhucemas. Los hermanos Tossos, súbditos ingleses, fueron  sus mayores proveedores.
Algunos indígenas de las kábilas de Frajana y Benisicar, se aventuraban á llegar hasta el territorio español, entrando en Melilla con pimientos, tomates, y otros productos de sus huertas, para su venta, en las jornadas de aparente calma.
El Chaldy, uno de los jefes de la harka en kábila de Beni - Buyagi, excitaba á sus habitantes, para que fuesen á engrosar el contingente rifeño, mientras en la explanada del fuerte de Camellos, se montaba una batería de cañones de quince centímetros. Desde este fuerte, merced a las indicaciones dadas desde el globo cautivo “Urano”, se dirigieron los tiros contra un campamento moro, levantado en la hondonada del barranco del Lobo, deshaciendo fuerzas de la harka, preparadas para atacar el convoy que se había formado, destinado al aprovisionamiento de nuestras posiciones.
Algunas kábilas vecinas de Alhucemas se apostaban en las alturas de la costa, hostilizando á la Plaza con descargas de fusilería, y aunque no llegaban las balas ó si llegaban habían perdido su fuerza, algunos proyectiles cayeron en el sitio de la costa denominado “La Cortina”, habilitado para fondeo de las embarcaciones.
El general Marina, contaba a estas alturas con todos los refuerzos que había solicitado,  y estaba todo dispuesto para iniciar las operaciones de gran avance sobre aquel territorio de nuestra influencia, en donde las kábilas se mostraban muy belicosas, que junto a un terreno muy desfavorable las hacían especialmente peligrosas, en aquel Marruecos donde no se sabía con quién había de negociarse, quién tenía el derecho y poder de mando, dado que los partidarios del antiguo Sultán Abd – el - Aziz eran aún muchos y poderosos: Muley  Hafid reinaba  en Fez y sus hermanos en otras ciudades, y donde en esta parte, en el Rif, El Roghy era el rey y señor.
Hacia la Restinga salía una fuerte columna de Administración militar, al objeto de establecer allí grandes depósitos de aprovisionamiento, en tanto que el tendido de vías seguía su curso sin grandes altercados, presumiéndose que la vía llegase hasta Nador, en el plazo de un mes, y en dos podría llegar a Zeluán.  En Alhucemas el crucero Extremadura fue tiroteado, desde unas alturas donde estaban apostados, con un cañón  de pequeño calibre, que al estar mal cargado no produjo daño alguno en la cubierta del buque, que contestó haciendo fuego con sus ametralladoras y cañones, haciendo que los rebeldes se dispersaran. Los cañones Schneider  efectuaban disparos sobre los aduares y chumberas donde se escondían los rebeldes, causando grandes estragos, huyendo hacia los barrancos; entre las casas destruidas estaba la de El Chaldy, aunque los aduares tenían grandes subterráneos, en los cuales se ocultan de los fuegos, saliendo cuando terminaban.
Cinco musulmanes influyentes de la kábila de Quebdana y cuatro de Mazuza, fueron a la Plaza a fin, según algunos, de entablar negociaciones para la paz, para otros no era más que una treta para averiguar el estado y número de nuestras tropas, para, en vista de sus conclusiones decidir la continuidad o no de la guerra. Tanto en un caso como en otro, el general tenía claro que solamente accedería a ella, si se sometieran incondicionalmente, Algunos jefes moros partieron de Nemours á bordo del vapor Eniers que hizo escala en Melilla, para dirigirse  á Tánger, a fin de entrevistarse con el maghzen, mientras en las inmediaciones de Sidi Musa se entablaba un ligero tiroteo entre individuos pertenecientes á kábilas desafectas á España, por pretender robar los aduares de los contendientes; nuestras tropas intervinieron e hicieron huir al enemigo, a la vez que le causaba algunas bajas.
En el Peñón  sufrieron el fuego de los rifeños, la guarnición contestó al ataque con artillería y fusilería, infringiendo al enemigo numerosas bajas,  viéndose obligados a esconderse entre las chumberas y matorrales. La plaza seguía esporádicamente recibiendo cañonazos, aunque por fortuna, causaban escasos desperfectos.
El cañonero Alvaro de Bazán, cuando navegaba por las inmediaciones de Alhucemas, al observar que los moros hostilizaban la plaza, entraba en zafarrancho de combate, comenzando á disparar sus piezas Nordenfelt de 42'57 milímetros sobre las alturas, a distancias entre 400 y 4000 metros, donde los moros tenían emplazados dos cañones. Finalizado el fuego, después de disparar  180 proyectiles, la mayoría de las casas quedaban incendiadas, barridos los barrancos y destruidos los matorrales que podían servir de refugio á los kabileños.
Esta serie de ataques estaba en contradicción con la actitud la pasividad de la harka, cuyo cuartel general se encontraba en el Gurugú y con las idas y venidas de comisionados moros con proposiciones de paz, con sus cuitas al Guebbas, ó con la pretensión de que se les permitiera el comercio de víveres con Melilla y el Ejército en operaciones, como los kabileños de Quebdana y Mazuza, que como ya se ha dicho, enviaron  emisarios al general Marina. La respuesta a la pregunta de a que obedecía esta conducta diferenciada de unos y otros de los rifeños, conociendo la doblez y astucia de aquellos mahometanos, estaba a buen seguro, el inducir por un lado á una falsa confianza á los españoles, y por otro, dar un golpe de mano que reanimase los espíritus de sus parciales, decaídos por las bajas que habían experimentado desde que comenzara la campaña. No era la primera ni la última vez que las trapacerías de los kabileños habían quedado al descubierto cuando al disponer que los confidentes moros, de que se veía obligado á servirse el general Marina, iban á dar sus noticias al fuerte de Sidi - Guariach, se volvían á su campo sin comunicarse con las posiciones que ocupaba el Ejército, ni con los moros que se decían amigos de España, refugiados dentro de nuestras líneas.
Básicamente, los planes que estaban encima de la mesa del despacho del general Marina consistían en  avanzar con sus tropas hasta tomar Zeluán y Nador, cerrando sus caminos por ser las vías de provisión de víveres más importantes de los rebeldes. Ocupar varias posiciones inmediatas al Gurugú con el fin de impedir que los rifeños se aprovisionen con facilidad provocando rivalidades entre ellos, su desunión y finalmente aprovechar esta coyuntura para atacar las kábilas. El día 15 publicaba en la Orden General de la Plaza una proclama, que levantó el ánimo de nuestros soldados, preludio del gran avance.
 “Concentradas ya en esta Plaza y sus alrededores todas las tropas que el gobierno de S.M. ha puesto bajo mi mando, para vengar los agravios que algunas kábilas del Rif han inferido a la nación española, cumplen saludarlas en el orden de hoy, expresándoles la satisfacción y el entusiasmo de que me siento poseído al frente de ellas. La imaginación impresionable de nuestras clases populares ha forjado fantásticas leyendas acerca de las condiciones que reúne el enemigo a quien hemos de combatir. Tenéis sobre él innumerables ventaja: el armamento, la táctica, la instrucción y la disciplina, que es el arma más poderosa de los ejércitos.
Seguid el camino que os indiquen vuestros jefes y oficiales, obedecer sus órdenes ciegamente, pensad en los momentos de peligro  en que, aprovechando los accidentes del terreno y conservando serenidad para esgrimir vuestras armas y hacer fuego en la forma que se os ordene, sois invencibles. Yo os prometo conduciros a la victoria y facilitaros medios para que escribáis una página gloriosa en la Historia de nuestra Patria.
Europa nos ha confiado la misión honrosa de abrir paso a la civilización, en este país salvaje; y henos de cumplirla. España tiene la vista fija en vosotros, y con los aplausos que os tributa a diario y con los dignos dones que os otorga pródiga y generosamente, os alienta a que probéis que sois dignos descendientes e aquellos héroes que hace medio siglo clavaron nuestra bandera en los minaretes de Tetuán, paseándola victoriosa por el valle de Los Castillejos, por la cuenca del río Martín y por las ásperas montañas de Wad Ras. Pensad que cuanto mayor sea vuestro esfuerzo, antes volveréis a vuestros hogares, cubierto s de gloria. Rendid culto fervoroso a la disciplina y al honor. No olvidéis que hasta vuestras madres despreciarían si desmayaseis en el cumplimiento del deber. Y cuando en el fragor del combate escuchéis el aullido estridente de nuestros enemigos, con el que tratarán de intimidaros, avanzad con mayor decisión ya arrojo.
 Permaneced serenos en vuestras posiciones, si así se os ordena, limitaos a contestar a la algarada con los gritos patrióticos de ¡Viva el Rey! ¡Viva España!
Vuestro general y Comandante en Jefe. Marina”
 El  Chaldy, recorría la harka y al frente de un nutrido grupo de caballería, se dirigía a Zeluán. Era indudable que estaba personalmente preparando la resistencia, para impedir el avance de nuestras tropas. Otros realizaban trabajos de abrigo en el collado de Nador, y construían parapetos de piedra, pozos y para los tiradores zanjas cubiertas con rendijas. Algunas de las fracciones de Quebdana, especialmente las de Lebiana y Chevanit, que habían engrosado la harka en los primeros combates, engañadas por los promesas de los santones que les aseguraban que era empresa fácil derrotar á los españoles y entrar á saco en Melilla, cuando se iban convenciendo de lo contrario y experimentando la pérdida de sensibles bajas, abandonaban la empresa para regresar a sus aduares, de ahí la actividad de El Chaldy, secundado por su segundo, el kaid Abd  el  Kader en hacer activa propaganda, cerca de los contingentes de las kábilas neutrales, amenazándoles con medidas rigurosas si no engrosaban el harka. El propio Mizzián se había retirado á su casa de Beni Bu Ifrur, a la espera del desarrollo de los acontecimientos, en momentos en que el sultán Muley Hafid, que habían logrado una importante victoria sobre El Roghy, enviaba al general Marina una misión especial, para solicitar que se suspendiese la marcha que tenía prevista el ejército español, en la promesa, una vez más, de mandar al Rif la mehala necesaria, para restablecer el orden.
Al respecto ponía camino de Tánger una comisión especial para llegar hasta el Rif compuesta de uno de sus  tíos, dos gobernadores y seis santones escogidos que llevaban cartas con plenos poderes, para los notables de las harka y de las kábilas  rifeñas, a fin de conseguir que depusieran sus armas, cosa harto dudoso puesto que era evidente, a estas alturas de curso que para pacificar la región estaban de sobra las cartas, más bien eran soldados y armas los que necesitaba el maghzen para imponer su autoridad.
Maura así lo expresaba: “si debemos ser nosotros, quienes les traslademos al Rif, permanecerán en Tánger hasta que el Sultán les ordene regresar á Fez, el gobierno puede pedir al Sultán que imponga su autoridad en las kábilas cercanas á Melilla, pero el plan del Gobierno, no dependerá en modo alguno de la llegada o de las gestiones de estos emisarios”
Las hogueras en el Gurugú, llamaban á las kábilas del interior. La guarnición de Melilla seguía en su labor de atrincheramiento de posiciones, y unidades salían en escolta de convoyes, que diariamente abastecían a las posiciones avanzadas, sufriendo el fuego enemigo. En apoyo de nuestros soldados, el crucero Extremadura rompía el fuego. Un numeroso grupo del harka atacó el aduar de los moros de Frajana, adictos á España, siendo rechazado con el apoyo  de las baterías del fuerte de Camellos y por la fuerza que se encontraba en posición  en Sidi Musa. Durante estos ataques pereció  el caid del poblado de Ajdir, que se dedicaba al contrabando y encarnizado enemigo de España.
El rey Alfonso XIII, permanentemente informado de cuanto acontecía en el norte de África, fijaba especialmente su atención en estos días en los preparativos del gran avance que estaba previsto, llegaba a Madrid por ferrocarril desde San Sebastián En el Palacio, Maura puso en manos del monarca los últimos telegramas recibidos de Melilla con los últimos preparativos. En la rada de La Plaza fondeaba  una flota con los buques de guerra Carlos V, Numancia, Princesa de Asturias, Osado y Vicente Yañez Pinzón, a cuyo mando se encontraba el almirante Morgado, que juntamente al Extremadura,  al cañonero Pinzón y el transporte Almirante Lobo, completaba la armada a las órdenes de Marina, Comandante en Jefe de Operaciones del Ejército de Melilla.
En Ceuta el general Aldave publicaba un bando concediendo un término de cuarenta y ocho horas á los vecinos del campo exterior, para que entreguen cuantas armas y municiones de guerra que tuvieran en su poder, al mismo tiempo que advertía que serían declarados traidores y sediciosos los que introdujeran pertrechos de guerra. Sus tropas estaban preparadas para tomar Sierra Bullones.
Por otro lado, la lucha continuaba entre las fuerzas del Raisuli y la kábila de Benídez, que había conseguido  que se unieran otras kábilas, sufriendo muchas bajas, en el último encuentro. No obstante El Raisuli pudo erigirse bajá de la región, entregando 10.000 duros á Muley Hafid y apoderándose de mucho ganado en los terrenos de Frinet.
Noticias oficiales que se habían recibido de Tánger, confirmaban la derrota del Roghy, siendo él mismo, capturado en un santuario  y a Fez llegaban prisioneros hechos a sus fuerzas, en las puertas de la ciudad se colgaban cabezas por más de un centenar. Muley Hafid que aparecía totalmente falto de recursos, condenado á vivir bajo la amenaza constante de sus súbditos en rebeldía, aparecía de pronto con medios bastantes para imponerse á ellos, derrotándolas definitivamente e imponiéndoles crueles castigos. Encerrados en una gran jaula El  Roghy y su hijo, y la captura y muerte de El – Kattani, quedaba libre Muley Hafid de sus mayores enemigos.
Ínterin el ministro de la Guerra dictaba las órdenes para organizar una nueva División que iría a reforzar el ejército de Marina, compuesta de dos brigadas, una de ellas integrada por los regimientos de Cuenca y Guipúzcoa de base en Vitoria, y la segunda constituida por los regimientos del Príncipe Nº. 3 de base en el cuartel de Pelayo, en Oviedo y el  regimiento  de Burgos con base en León.
Los ataques a las posiciones españolas eran constantes, mientras, los kabileños se iban concentrando aumentando los efectivos de la harka, limitándose nuestros soldados a responder al fuego, mientras nuestros buques de guerra y la artillería, efectuaban disparos contra los aduares, barrancos, chumberas  y lugares desde donde procedían los fuegos enemigos. Algunos kabileños que no eran partidarios de los rebeldes, se refugiaban en las plazas españolas, así, en Alhucemas con la familia de Bel Cristo, se refugiaba otro moro, personaje importante entre los kabileños, a causa de que sus mismos correligionarios les habían destruido sus casas, sus cereales y ganados. También aparentemente, en Frajana estaban los que deseaban amistad que solicitaban no se disparasen los cañones sobre su territorio, pero el trasiego de los de Beni Sicar para incorporarse a la harka, hacía inviable esta solicitud.
Este era el estado de cosas, cuando se adivinaba en el horizonte el gran avance, sin tener seguridad sobre los efectivos con los que disponía la harka, aunque datos oficiosos al analizar los componentes de las diferentes tribus daba un total de 25 a 30.000 hombres. Naturalmente junto a estos hombres se unirían los de otras tribus, como muchos individuos de la kábila de Beni Urriaguel.
La inseguridad era permanente en las inmediaciones de las plazas y posiciones, como muestra de ello  sirva el hecho de que un grupo de mujeres moras, pertenecientes á familias afectas a España, que se hallaban refugiadas en el fuerte de Camellos, salieron con objeto de coger higos en las numerosas chumberas que existían en las inmediaciones, fueron tiroteadas por los kabileños, huyendo despavoridas a refugiarse en el fuerte. El Gato confidente español que se encontraba allí, una vez hubo pedido permiso y fueses concedido, con unos cuantos hombres de confianza, pertenecientes a la policía indígena, salió a repeler la agresión entablándose un combate que duro más de dos horas y en el que tomaron parte las baterías del fuerte  y de la posición de Sidi – Amet – el – Hach.
Los ataques al convoy ya hemos dicho que eran diarios, más o menos virulentos. El día 26 los soldados de escolta de los batallones de cazadores de Talavera y Chiclana, los de la batería de artillería de montaña y la de un escuadrón de cazadores de Alfonso XII, a cuyo mando se encontraba el coronel jefe de la segunda media brigada del campo de Gibraltar, José Gomes del Rosal, sufrieron el fuego a primera horas de la mañana, al  pasar bajo unas lomas situadas entre el campamento del Lavadero y la primera caseta. Un numeroso grupo de moros apostados, hizo fuego sobre la columna que fue contestado al instante, desplegándose en guerrillas, apoyados por la sección de ametralladoras y los cañones Krupp de montaña. Los moros se retiraron, y el convoy la columna siguió su marcha, pero al llegar a las proximidades del blocao, se repitió la agresión, muriendo en estas acciones dos de nuestros soldados.
Como fase preparatoria del gran avance, el día 24 el general Aguilera, al mando de sus tropas salió hacia la Restinga, apoderándose, a primeras horas de la mañana, del zoco El Arba distante siete kilómetros al este, por ser lugar estratégico para el abastecimiento  de agua. Desde el se dominaba la gran llanura de Arkeman y podría contribuir á que las kábilas de Ulat, Seiut y Beni Beilage, que se hallaban indecisas, acabaran por someterse á España. Hacia la posición de la Restinga se dirigió el Pinzón remolcando barcazas con víveres, así como  el Carlos V y Osado para la punta de la Restinga y Chafarinas. A bordo del vapor Sevilla, embarcaba una compañía del regimiento de África, una sección de ametralladoras y otra de Sanidad, con destino á Cabo de Agua. Seguía estando al mando de la Restinga el coronel Larrea.
El Chaldy, al enterarse de la ocupación por nuestras tropas dei zoco de El Arba, se dirigió á Uleststud con el propósito do soliviantar esta kábila, que hasta aquellos momentos había permanecido en actitud dudosa, para que se opusiese al avance de los españoles.
En el barranco de El Lobo, leída una de las cartas enviadas por el sultán Muley Hafid, en la que aconsejaba  que depusieran su actitud de hostilidad hacia los españoles, produjo entre los kabileños rebeldes efectos diferentes, unos se mostraron partidarios de acceder á la petición del sultán y concertar la paz con los españoles, otros defendían la continuación de la guerra hasta que nuestras tropas desalojen todas las posiciones que ocupaban, incluso la de La Restinga. No habiendo acuerdo, los partidarios de la paz y los de la guerra defendían obstinadamente sus respectivas opiniones, acordaron hacer consultas á las tribus del interior, aquellas que habían proporcionado contingentes á la harka. En la misiva se proponía el envío de emisarios con plenos poderes y convocar una junta magna, en la que se decidiera en definitiva que postura tomar: pedir la paz ó proseguir la guerra á todo trance. Cuando estaban enfrascados en aquellos menesteres, recibieron el fuego de nuestras baterías. Evidentemente aquellas deliberaciones llegaban demasiado tarde.
Los movimientos que habían realizado tanto el general Aguilera, con la consiguiente  en la ocupación del zoco El Arba, y por lo tanto, ya con toda su brigada delante de La Restinga, como los del coronel Larrea, partiendo de la posición de Cabo de Agua, habían  de llamar la atención del enemigo, que habían  colocado defensas con la finalidad de impedir el paso de nuestras tropas hacia Nador, pues con estas maniobras había muchas posibilidades de ser batidas con facilidad. Las posiciones tomadas iban a servir de base para el ulterior movimiento del Ejército de Marina, consiguiendo que muchos de los quebdaníes se pasaran a nuestras filas, para combatir a nuestro lado.
SEPTIEMBRE
Comenzaba el mes en la misma situación que el anterior, los moros atacaban convoyes, disparaba a distancia, intentaban esporádicos asaltos nocturnos y seguían apelando á la astucia para engañar á las tropas que ocupaban los puestos avanzados, con objeto de que nuestros soldados gastasen inútilmente municiones, colocaban en lugares visibles maniquíes vestidos con chilabas pardas, mientras kabileños del interior seguían llegando para reforzar la harka. En la segunda caseta llegaron a hostilizar intensamente los reductos que protegían los pozos de agua, matando a un soldado. Los cañones instalados en el Hipódromo mantenían el fuego, en la garganta central del Gurugú, al igual que se hacían algunos disparos contra grupos de moros.
Lo cierto que a estas alturas teníamos en el Rif algunas kábilas que, o eran amigas nuestras, con las reservas oportunas, o  por lo menos, y por la cuenta que les tenía, querían mantenerse neutrales en la lucha, mientras los santones hacían enormes esfuerzos para atraerlos a su causa y fueran a engrosar los efectivos de la harka, incluso recurriendo a las amenazas para lograrlo. La caballería de la harka se reconcentraba entre el zoco de El  Arba y Zeluán y la Infantería en la Alcazaba.
AI amanecer del día 3, salió de Cabo de Agua la columna del coronel Larrea, ocupando Sidi - Brahin, distante a 20 kilómetros, acampando en el lugar, después de efectuar los trabajos de fortificación necesarios, al tiempo que eran suprimidos los convoyes por tierra para verificarlos por la Mar Chica, para lo cual se habían tendido cinco kilómetros de vías con traviesas dobles, con el fin de que no pudiera ser destruida por los rebeldes y por los que discurrirían los convoyes que ahora incorporarían cuatro vagones blindados con ametralladoras. Hasta la posición había llegado el general Marina, en visita de inspección, donde fue a su vez cumplimentado por algunos caídes de las kábilas de Quebdana.
Esto mismo hizo con las fuerzas destacadas en la posición que mandaba el general Aguilera, en el zoco El Arba, a donde habían llegado cien tiendas de campaña y desde el cual se realizaban descubiertas con el fin de reconocer el terreno. Hasta Punta Quiviana, se adelantaría el mismo general Aguilera al mando de sus tropas, donde se pensaba construir un blocao como defensa avanzada del zoco y habilitar algunos pozos de agua que estaban cegados, al mismo tiempo que los rebeldes quemaban las mieses de los moros adictos.
Estas operaciones que habían llevado a la ocupación de estas dos posiciones, Punta Quiviana por la columna del coronel Larrea y del zoco El Arba por la del general Aguilera, eran de una gran importancia. Poco á poco se iba realizando la ocupación de la zona costera y se iban estableciendo en ella nuestras fuerzas, poniendo en nuestras manos las llaves del interior, siempre evitando graves enfrentamientos, que nos iba a permitir penetrar en el interior sin inútiles derramamientos de sangre. A Melilla llegaban víveres y bagajes y fueron desembarcados 45 camellos que junto a la gran actividad preludiaban que el gran avance estaba cerca.
El coronel Larrea pasaba la noche en Taifrian y destacaba  alguna fuerza en los alrededores, al mismo tiempo que se dedicaban sus soldados á trabajos de defensa en Bufadi.
Los moros acudían al zoco El Had, que se celebraba cerca de Benisicar, donde la gran concurrencia mostraba la gran agitación que se venía observando con anterioridad, originada por los pregoneros que excitaban á los kabileños á reconcentrarse, conminándoles con terribles penas. En el mismo zoco de Benisicar se habían visto unos dos mil moros, entre jinetes ó infantes.
El regimiento de Wad Ras partió desde Melilla al campamento del Hipódromo para formar parte de las fuerzas expedicionarias que comprendían también la primera batería del segundo montado, con 24 carros del parque móvil y muchos mulos, una compañía de ingenieros telegrafistas, una sección de caballería de María Cristina y una sección de ambulancia sanitaria de montaña. Con las tropas iban 45 camellos cargados, con municiones de boca y guerra, con una carga por camello de 500 Kg., conducidos cada uno de ellos por dos guías un moro argelino y un soldado de cazadores, en tanto estos aprendiesen el manejo de estos cuadrúpedos. La marcha de este convoy se efectuó por la lengua de tierra que separa e1 Mediterráneo de la Mar Chica, llegando por ella hasta la Restinga, de donde, después de un breve descanso, llegar al zoco de El Arba. Mandaba la columna el general Orozco.
Atendiendo a la petición del general Marina, el Gobierno de España acordaba que de manera inmediata que saliera para Melilla la división que en previsión, ya se había organizado en Vitoria, al mando del general Álvarez de Sotomayor .
Con la finalidad de conocer de primera mano si los moradores de Iberkanen y Lahadara continuaban siendo nuestros aliados el general Aguilera salió con parte de sus fuerzas de El Arba, para apoyar en la descubierta que hacía el coronel Larrea, llegando hasta Muley Alí Xerif, siendo allí bien acogido por los kaídes de las kábilas. De regreso al zoco el regreso hacia el zoco, estando aún á unos siete kilómetros de él, los moros de Cherauit rompieron repentinamente un fuego nutrido contra la retaguardia. Enseguida, los kabileños de Addara y de Berkaim, en la creencia de que la columna se dirigía a Zeluán la esperaron atrincherados. Algunos notables moros que acompañaban á nuestras fuerzas desde Alí - Xerif, apenas empezó el fuego, se escabulleron disculpándose. Fueron emplazados los cañones Shneider y comenzó el combate, mientras la infantería en guerrillas hacía fuego constante de fusil, se realizaba el movimiento de retirada hacia el zoco, á pesar del continuo fuego de los Shneider los rifeños  no cejaban con el fuego de fusilería. En este punto de la lucha, á unos dos kilómetros del Zoco El Arba, salió de este campamento el coronel Fernández Blanco con un batallón del regimiento del Rey, una sección de húsares y. una batería de artillería de montaña atacando al enemigo por el flanco derecho y cortándole la retirada. Finalmente el enemigo empezó á retirarse desordenadamente, pudiendo continuar nuestras tropas sin obstáculo á El Arba. Sufrimos la muerte de un sargento y un cabo y varios heridos graves.
El coronel Larrea había salido con su columna de Sidi Brahim siguiendo una marcha muy penosa, y con pasos peligrosos, que obligaron en algunos trayectos á llevarlo todo á brazo, llegando hasta el Valle Tifrán, donde permaneció todo una jornada. El Peñón de Vélez fue hostigado mediante un ligero tiroteo, desde la Puntilla, mientras nuestra artillería seguía arrasando sistemáticamente las trincheras y reductos enemigos.
Las baterías de Sidi - Musa cañonearon algunos grupos apostados en las alturas vecinas y también se cañonearon desde Sidi – Hamet y la segunda caseta. Además las baterías del Atalayen rompieron el fuego contra el poblado de Nador, desde donde marcharon, internándose en el interior, las mujeres y niños indígenas. La nueva posición de Lehedara iba a facilitar mucho el avance de nuestras tropas en dirección á Zeluán. Los moros derrotados se refugiaron en la Alcazaba de Zeluán, reforzando rápidamente sus fortificaciones.
Ínterin El Roghy  había sido capturado por el sultán y le había sometido a una serie de vejaciones, contra las cuales, las potencias europeas habían reclamado el cese de las mismas. En Taza, que había estado bajo el dominio de aquél, Muley Hafid es proclamado como sultán de Marruecos. Sin embargo, las protestas contra los malos tratos del sultán debieron hacer efecto puesto que suavizó el tratamiento dado al El Roghy e incluso, llegaron noticias a Madrid, en el sentido que el mismo sultán había llegado a acuerdos con él y decidido enviarle al Rif, como su bajá, con el fin de castigar  a los rebeldes.
En el Peñón de Vélez los musulmanes se habían acercado peligrosamente a la playa y se había apostado en las alturas próximas, haciendo fuego, siendo rechazados por nuestros soldados. Dos se internaron en el territorio enemigo, rompiéndose pronto el fuego, que se generalizó, continuando el avance, destruyendo casas y propiedades de los moros enemigos, con fuego y con explosivos, por necesitar imponer un duro castigo á la conducta anterior.
Desde el fuerte de la Restinga donde observaba el general Marina el movimiento de su ejército pudo apreciar que procedentes de Zeluán y Nador acudían algunos refuerzos al enemigo, por lo que dispuso que las dos lanchas cañoneras, con un teniente de navío y tripulación de cuarenta hombres de marinería cada una, salieran de ésta para la orilla opuesta, consiguiendo con el fuego de los cañones Wickers, y después de fusilería, contener en parte el movimiento. Al propio tiempo coronel Primo de Rivera marchaba al campamento del zoco de El  Arba, para con un batallón de Saboya reforzar el flanco derecho del general Aguilera, conteniendo el avance de del enemigo.
Reunidas las columnas, lograron conquistar la posición de Mayen Moha Brahim en el centro de Lehadara, Concentrados los húsares en la Restinga, y el general Sanmartín con el resto de la brigada en el zoco El Arba, quedaba reunida en este campamento la división de Orozco.
Con  una nueva operación del coronel Larrea hacia  La Garma en  Quebdana todas las fracciones kabileñas de esta zona quedaban sometidas, con lo que podíamos comunicar en cualquier momento con la ribera del Muluya; los kaídes de Beni - Katen y Ulad - Dand, no tuvieron más opción que la entrega de todas las armas de que disponían, además de pagar una fuerte multa como castigo por las primeras agresiones.
Las unidades de la División Sotomayor comenzaban el movimiento desde sus cuarteles. La compañía de ferrocarriles del Mediodía, había pedido á la Dirección de Obras públicas, autorización para suspender trenes especiales que se habían organizado para las corridas que se debían de celebrar en  Albacete y Murcia, y transportar las tropas hasta Málaga, donde ya estaban amarrados los vapores para su embarque.
En Oviedo, acuartelamiento de Pelayo, el soldado Luis Noval Ferrao, es ascendido a cabo por elección, pasando destinado a la cuarta compañía del primer Batallón del Regimiento del Príncipe núm. 3. El coronel Molo, jefe del Regimiento, daba las órdenes de partida de su Unidad. El lugar elegido, como base de concentración y partida, fue la antigua fábrica de Mauri, de la capital del Principado, convirtiéndose en lugar de encuentro con familiares, que se acercaban a despedir a sus allegados, antes de su marcha a pie hasta la estación de ferrocarril. Reinaba, entre unos y otros, una mezcla de preocupación y satisfacción, unos por ver partir a sus hijos hacia lo desconocido, y otros por desear entrar en acción. El espectáculo, a juzgar por las crónicas de la época, era conmovedor, se escuchaban sin cesar cánticos asturianos, el sonido de las gaitas y otros instrumentos. Se ofrecían toda clase de regalos, comidas, pitillos y el Ayuntamiento repartía a los sargentos una peseta, a los cabos 0.50 céntimos y a los soldados 0.25.
La moral que tenían aquellos soldados no podía ser más alta, como prueba de ellos el testimonio de uno de ellos que habla por sí solo. Se trata de una carta que enviaba al periódico y en la que así se expresaba:
“La alegría del regimiento. Con éste título, querido lector, encabezo estas cuartillas á ruego de varios soldados, del regimiento del Príncipe que se encuentran de guarnición en Oviedo y al que me honró en pertenecer cómo soldado, para que por medio de este popular periódico que con tanto interés se está leyendo entre nosotros, por las buenas informaciones que publica, sobre los actuales sucesos de Melilla y sobre el regimiento, llegue a  oídos de nuestras familias de que entre nosotros reina el mayor entusiasmo. En pocos regimientos, querido lector, reinará tanta cordialidad y  tanta alegría, como en este del  Príncipe que está próximo para partir a la guerra. En cuanto tuvimos noticia de que formaríamos en la nueva división nombrada para Marruecos, todos nos hemos mostrado sumamente alegres y contentos. Yo, querido lector, tuve ocasión de leer una carta que demuestra lo que digo y que un amigo mío envió a sus ancianos padres. Empieza de este modo:
“Querido padre: Me apresuro a mandarte estas cuatro letras, para decirle que como V. habré leído en EL NOROESTE que nuestro regimiento marchará muy pronto a Melilla, noticia que me alegró macho, porque es un sagrado deber defender a la patria. Yo, querido padre, tengo muchas ganas de verme frente a frente de esos moros, para demostrarles que con España no se puede jugar  y que tiene soldados que saben pelear  hasta la muerte. Además esto no puede durar macho, querido padre, pues muy pronto se tomará el Gurugú. En él próximo avance, dejaremos el pabellón de España muy bien puesto.
No tengáis pena, padre, y dígale a mi madre que acordándome de ella, de sus caricias, de lo buena que siempre fue para mí, tendré en ella puesto el pensamiento cuando dispare contra los rifeños. Y Vd., padre, mucho corazón. Fíjese que nada puede temer el soldado que va a defender a su patria y a vengar la muerte de sus compañeros de armas y de aquellos, obreros indefensos que para ganarse un pedazo de pan se fueron a tierras lejanas donde encontraron la muerta, España debe demostrarles que ya que empezaron por las malas, por las malas han de terminar y han de respetar a los españoles. Y que España pondrá de su parte la civilización en los terrenos marroquíes, no le quepa dada, querido padre. Yo lo que siento, querido padre, es que en el tiempo que yo esté en Melilla no pruebe la sidra que t a n t o abunda en nuestra casa. Estoy seguro que si en lo más alto del Gurugú pusieran una pipa de sidra buena, los asturianos seríamos loa primeros en subir y el Gurugú sería nuestro. Conque, mucho ánimo. Yo estoy muy contento. Por mí no tenga, ni usted ni mi madre, pena ninguna. No le digo más por hoy, pues tengo que formar para ir al campo de maniobras. Muchos besos a mi madre y se despide de usted su hijo que verle desea, J. B. Adiós.
Esta es la carta que yo tuve ocasión de leer y copiar por ser u n amigo de confianza y como éstas, son todas las que mandan a casa los soldados. Respecto al entusiasmo entre nosotros, es muy grande. No hay  día que no vayamos a Posada, regresamos cantando y dando vivas a España. El otro día regresábamos de Posada y como dije anteriormente, todos veníamos muy contentos. Nuestro querido  y respetable teniente coronel, D. Ramón Díaz Gómez, se acercó a la primera sección, que los que la formamos somos todos gijoneses, y con la mayor amabilidad, nos dijo: Muchachos. Me gusta veros siempre tan alegres. Sois todos asturianos y yo, a los asturianos, los quiero mucho. Me muero por oírlos cantar asturianadas, pero lo que más me gusta es la gaita, ¿Alguno de vosotros es gaitero?
 Un soldado de nuestro grupo se cuadró delante del jefe y después de hacerle el saludo, le contestó: Mi teniente coronel, en la segunda sección viene un muchacho de Avilés que sabe tocar la gaita. Pues llámale enseguida, replicó. Al momento se presentó el gaitero delante del jefe y le dijo:
— ¿Me llamaba mi teniente coronel?
—Sí, hombre, sí; vamos a ver muchacho
¿Tú tienes gaita?
—Sí, señor, sí—se apresuró a contestar el soldado.
— ¿Y en dónde la tienes?
—En Avilés.
— ¿Cuánto te ha costado?
—22 duros.
—Bueno; pues el domingo se te concederá permiso y vas por la gaita, a tu pueblo: te abonaremos el importe de la misma, y tú serás quien la toque en el campamento. Quiero veros siempre así, tan contento y satisfechos. Nuestro teniente coronel picó espuela a su caballo y se fue a ocupar su puesto en la vanguardia. Y mientras tanto todos nosotros, entusiasmados, empezamos a dar vivas al Ejército, a España y al Rey, y  uno con voz más poderosa, gritó: ¡Viva el gaiteru del regimiento!
En todo el camino no cesamos de cantar «La Portillera», «Santa María» y otras canciones. Nuestros jefes se muestran muy satisfechos de nuestro excelente buen humor. Estos días se vienen haciendo ejercicios de tiro en Posada, que son presenciados por nuestro bizarro coronel, el cual obsequió, el otro día, a un soldado con tres pesetas por haber hecho con cinco cartuchos otros tantos blancos. El lunes, día 23, fuimos de paseo militar a las Caldas, regresando al cuartel a las siete y media. Reinó el mayor entusiasmo entre los soldados. Nuestro teniente Sr, Caballero, que quiere mucho a los asturianos, nos mandaba cantar cantarinos y uno que tiene muy buena voz cantó la «soberana» tan requetebién que si sale igual en el campamento y la oyen los del Rif, quedan pasmaos y no sueltan un tiro. Por ahora, compone el regimiento mil plazas, presentando las calles de Oviedo muy animado aspecto con tanta tropa.
El domingo 22, por la mañana, bajamos todos los soldados al patio y acompañados de la banda, cantamos el himno del regimiento, siendo aquel un momento de verdadero entusiasmo. Nuestros jefes y oficiales nos mandaron repetir el himno varias veces. Después ordenaron se tocase marcha, como así se hizo, y todos salimos de paseo. Aquí no tenemos más afán que esperar a  que pasen los vendedores de periódicos cantando EL NOROESTE que se los arrebatamos de las manos. Ayer se quedaron sin EL NOROESTE  dos compañías, y yo entonces salí a la calle y pude encontrar uno, que fue leído en alta voz por un cabo, al que rodeaban más de 80 soldados. De modo qua ya puede comprender el lector porque aquí estamos bien; nada nos falta, nos sobra alegría. Lo que faltaba era la gaita  y como la tendremos dentro de unos días no hay corazón de hombre que se entristezca, máxime cuando ha de tocarla  un real mozo de Avilés que la hace hablar. De lo único que me acuerdo aquí es de los buenos culines de sidra que tomaba en La Parra, en ca Namasio y en donde el Plácído.
En mi saco morral, llevaré una manzana que tal vez me sirva de talismán para hacer algunos milagros. Todos dicen que embarcaremos en El Musél, el día 5 del próximo septiembre, pero de fijo no se sabe nada. Y concluyo estas cuartillas diciéndoles a las madres: ¡Fuera penas queridas madres que vuestros hijos van a defender a España ultrajada! Para vosotras serán nuestros recuerdos y á vosotras, brindaremos todas nuestras alegrías. Sabed que nosotros con nuestros jefes y oficiales, estamos dispuestos a defender con valentía a nuestra España, como es nuestro sagrado deber y a colocar la bandera en lo más alto del Gurugú. Me despido del lector afectuosamente, gritando: ¡Viva España! ¡Viva el regimiento del Príncipe! CESAR PINEDA (soldado) Oviedo, 25 de agosto de 1909”.
El Regimiento no podía embarcar en el mismo convoy; la subida al puerto de Pajares obligaba a utilizar trenes cortos, quedando el programa dividido en tres expediciones. El día 9, poco antes de las dos de la tarde, salieron camino de la estación las tres compañías del primer Batallón, al mando del teniente coronel Díaz Gómez y el comandante González Martínez; el primer tren esperaba en la estación. En cabeza la plana mayor, 29 mulos cargados con munición y material de campaña. Las gentes se agolpaban, dificultando la marcha, en su afán por seguir a aquellos dieciocho oficiales y quinientos cincuenta y siete de tropa. La llegada a la estación fue apoteósica, repleta de familiares y asturianos en general, entre vítores, los soldados iban ocupando los soldados los diferentes vagones; la banda del Regimiento entonaba alegres canciones cuyos acordes se ahogaban con los sucesivos ¡Viva España! La cantinera del Regimiento, una mujer llena de ánimo y valor, Emilia Pérez, con guerrera de ralladillo, y al moño, ondeando varias cintas con los colores de la bandera de España, daba más emoción al momento. Eran las tres y seis minutos de la tarde, cuando el pitido estridente de la máquina de carbón y vapor, anunciaba la partida del tren. Desde las ventanillas, las miradas de los soldados, alegres y joviales, se cruzan con la de los húmedos y orgullosos ojos de los que se quedan; Asturias se va alejando....
La segunda expedición salía nueve horas y veinticuatro minutos después, y la última al día siguiente, sobre las tres de la tarde. En esta última viajaba el héroe de nuestra historia. En la estación, chicas de la Cruz Roja repartían meriendas envueltas en pañuelos con inscripciones patrióticas. Una conversación de última hora se adivinaba entre aquel maremagno:
– ¡Vaya! Mamá,  salístete con la tuya.
No pudiste evitar venir a la estación.
Adiós papá.
– Pórtate bien rapaz, le contestaba su padre.
Cumple con tu deber.
Sin decir más, toda la familia se fundió en un apretado abrazo alrededor de Luis Noval. Inmediatamente subió al tren con sus compañeros de cuyo mando estaba el teniente Antonio del Castillo Tejado, correspondiente a la cuarta Compañía de primer Batallón que mandaba el capitán don José Ricardo Jiménez. El coronel del Regimiento don Julio Molo, viajaba también.
Bajo un clima de lluvia, en Ujo, Pola de Gordón y León, lugares de parada de los trenes, recibían las expediciones con alboroto  y calurosos saludos. Cuando aquella se prolongaba, como en Palencia, en las cantinas no se cobraba la bebida a los soldados.  En Valladolid, las autoridades les esperaban en la estación, acompañadas de música marcial  y bonitos pasacalles, como era el caso de la música militar del Regimiento de Isabel II.
A la primera expedición le cupo el honor de desfilar ante S. M el rey Alfonso XIII, puesto que, cuando llegaron a la estación del Norte, el día 10, a las siete menos cinco de la tarde, ya estaba todo dispuesto para, que una vez desembarcados,  se organizara el desfile; su frente lo abría  una banda de cornetas y tambores y la música militar, que por la cuesta de San Vicente y la calle Bailén, se dirigió hacia el palacio real. El Rey, desde el balcón, presenció el paso de la expedición que continuó hasta el cuartel de María Cristina, pasando por las calles de Arenal, Puerta del Sol, Carrera de San Jerónimo, Prado y Paseo de Atocha.
En la estación del Norte, cuando el rey se disponía a partir, coincidía con la llegada de la segunda expedición del Príncipe 3, dando lugar a una curiosa anécdota: Cuando el monarca conversaba, con el señor de La Cierva, y los generales Linares y Brualla, notó que alguien quería aproximarse; se trataba del corneta dei regimiento del Príncipe.
— Acércate - dijo el Rey.
— ¿Qué deseas?
—Saludaros antes de marchar á Melilla.
— ¿De dónde eres? Añadió Don Alfonso.
— De Avilés.
El Rey se mostró muy afable, conversando con el corneta durante algunos minutos.
Las otras dos expediciones, tomarían la vía de circunvalación que les llevaría directamente hasta la estación de Mediodía. El tren de Luis Noval, como integrante de la última expedición, llegaría a las siete menos cinco de la tarde del día 11.
A las cuatro cuarenta y cinco de la madrugada del día siguiente, salió el tren militar conduciendo esta última expedición del regimiento del hacia Málaga. Los soldados hacían el viaje entretenidos con sus cánticos, asomados a las ventanillas observaban el paisaje, aunque el tema de conversación, a partir de Alcázar de San Juan, fue un entretenido lance protagonizado por la novia de uno de los que ya se encontraba en el campo de operaciones de Melilla. Y es, que al llegar el tren a esta estación, fue conocida por toda esta expedición la anécdota protagonizada por una mujer, con uniforme militar: Se trataba de un soldado con unas características especiales, con el que se metían entre chanza y chanza, descubriéndose que era una linda chavala, vestida de soldado de Infantería; tenía grandes deseos de ver a su novio, pero los jefes, aunque enternecidos  por las súplicas y lágrimas de enamorada, no tuvieron otro remedio que hacer desembarcar en Alcázar a novia tan intrépida.
Los rífenos por el Mulaya que tenían rápidas comunicaciones con su jefe El  Chaldy, le informaron muy pronto de la llegada de la División Sotomayor al teatro de operaciones y este creyendo, según citaba algún periódico que parte de ella iría á Alhucemas, hizo que la harka se desplazara hacia esta zona, mientras la población musulmana huía hacia el interior.
El día 12 los malagueños esperaban en la estación para depararles un gran recibimiento, con banda de música, la del Regimiento de Extremadura y vivas a España, al Ejército, a Asturias y al Regimiento del Príncipe. En el puerto, preparado para zarpar, se encontraba  el vapor Alfonso XII, de la Cía. Trasatlántica, en él embarcaron las tres primeras compañías del primer batallón del regimiento estaban al mando del teniente coronel Ramón Díaz y Gómez. Las  tres compañías del segundo batallón al mando del teniente coronel Ramón Pablo y Fernández, embarcaba en el vapor Manuel Villaverde, de la misma compañía naviera.
El cabo Noval, cabo de una de las cuartas compañías de estos batallones tenía prevista la llegada a Málaga al día siguiente. El día trece de septiembre, de mañana, son recibidos con igual entusiasmo por parte de los malagueños las dos cuartas partes de los batallones del regimiento del Príncipe, con su plana mayor y una sección de ametralladoras, así como banda de música. Sumaban 427 hombres, dos carros, 19 mulos y cuatro caballos. Llegaban también el coronel Julio Molo Sanz, el general de la segunda brigada Enrique Brualla Gil, su ayudante al teniente coronel Aniceto González y el jefe de Estado Mayor Joaquín Nieves, embarcando en el vapor Ciudad de Cádiz.
Antes de zarpar, las chicas de la Cruz Roja les repartieron postales para, que desde Málaga, escribieran a sus familiares; ellas mismas se encargarían de franquearlas, y enviarlas por su cuenta. El mar era una balsa que brindaba a los soldados deseos de seguir adelante, más allá, y ahora es Málaga la que se distanciaba en la lejanía. Durante la travesía, los cantos no se interrumpían y la gaita del cabo Iglesias, gaiteru de Avilés  no dejaban de sonar, levantando los corazones de aquellos jóvenes asturianos. En la mente, el recuerdo de las romerías, la del Carmen, Santiago en Ceares, Sacramental en Jove....
Amanece y aparece la silueta del Gurugú. Se corre la voz. Ya no se oye otra cosa que el deseo de escalar el Gurugú. A las seis de la mañana del día 15, fondeaba el trasatlántico Ciudad de Cádiz. La calma del mar facilitó el desembarco en el muelle provisional y las operaciones se hicieron por turnos sobre lanchones, y cada lanchón que partía de la borda del vapor, era despedido con vivas a España, Asturias y al Ejército; el ardor guerrero estaba en todos aquellos valientes. Desde el puerto a Rostrogordo, donde de nuevo se encontraba reunido el Regimiento del Príncipe 3 al mando de su coronel. La división Sotomayor ocupó  los campamentos desalojados por la división Orozco, situados entre Cabrerizas y Rostrogordo.
Ese mismo día desde su tienda, Luis Noval escribía a su hermana, Olvido:
“Querida hermana
Me alegro que al recibo de estas cuatro letras te halles disfrutando de la mas completa salud como yo para mi deseo la mía gracias a Dios es vuena.
Olvido esta tiene el objeto de manifestarte que llegué a esta sin novedad despues de haber hecho un viaje muy feliz y muy divertido.
Olvido estamos en el campamento muy divertidos solo nos faltava que se marcharan una plaga de mosquitos que nos estan abrasando y no nos dejan comer y nos dieron agua pues ya llevamos treinta horas y nada mas emos venido un vaso de agua y sin mas por hoy no te digo mas y se despide de ti este tu hermano que te quiere. Luis Noval
Señas. Melilla campo de operaciones Regimiento del Principe nº 3, 4ª Compañía 1 Batallon.”
Desde el mismo día de la salida del Príncipe de Oviedo, hasta su llegada en Melilla, continuaban los avatares de nuestras tropas. La artillería disparaba contra grupos de moros que avanzaban por el camino de Beniraeh. La columna Larrea salía de reconocimiento en dirección de Ulad Danelen Taffran, para efectuar un reconocimiento hacia el Muluya, enterado del enfrentamiento entre los kabileños de Ulad - Muza y Ulad – Ahumund – Abar, y aunque no encontró revoltosos que habían huido, las operaciones servían para hacer efectiva la zona de influencia, al pactar con los jefes principales, en Mula Dalut, la entrega de parte de la multa impuesta y las armas de los agitadores.
A su vez, todas las fuerzas del general Aguilera que ocuparon á Bu-Dick levantaron el campo, dirigiéndose al Este, á fin de castigar el poblado de Choa, fracción de Bu-Alten,  vivaqueaban en Manu Brahin después de limpiar el campo de enemigos; más tarde se dirigía con su columna al este de Ras – Quiviana, donde un numeroso grupo de musulmanes emprendieron la huida. La columna cambió después la dirección de la marcha, hacia Muley Alí Xerif, saliendo a su encuentro el pueblo con bandera blanca, solicitaban la paz y protección, entregando el armamento que decían pertenecer a los agitadores que habían sido desarmados y expulsados de sus territorios. Por otra parte, el kaid Bus - Fia, en nombre de la fracciones Addara y Lehedara, ofrecía al general Marina la sumisión completa.
Desde posiciones enemigas de las inmediaciones del peñón de Vélez, cuando un grupo de moros, parapetados detrás de una gran chumbera, hostilizaba al Numancia, fueron neutralizados por lo que la artillería del peñón, causando algunas bajas entre los musulmanes. Las baterías de Sidi - Musa y el Hipódromo cañoneaban el barranco del Lobo, causado un número considerable de bajas. Las baterías emplazadas en las posiciones de Sidi - Amed y el Atalayón, bombardeaban el poblado de Nador.
El Chaldy los contratiempos de Quebdana, no parecían hacerle mella y seguía convocando a la harka en pos de la guerra santa, entre las kábilas de Guelaya, la de Benisicar era la que más se distinguía por su actitud intransigente, excitando a las demás á resistir hasta morir, mientras los disparos de los fusiles y de las ametralladoras rifeñas se sucedían  de manera alternativa sobre nuestras posiciones. La harka se proponía hostilizar con frecuencia las posiciones próximas á Melilla, para entorpecer el plan de avance.
Delante del zoco del campamento de El Arba, un contingente kabileño de á pie y da á caballo, efectuó un ataque que obligó al general Sanmartín a hacer una salida con dos escuadrones y los cañones Schneider, haciendo que estos rebeldes de las kábilas de Mazuza se retiraran a posiciones más alejadas. La columna Aguilera acampaba en el zoco del Yemis, distante veinte kilómetros del zoco de El  Arba. Grandes hogueras se atizaban, en Ulad - Settud y Bu-Erg y la harka se organizaba en tres grupos el primero para ocupar el campo vecino hasta Sidi – Harned, el segundo desde éste hasta Nador y el tercero, el más importante y la manda el Ghaldy, ocupando la llanura de Zeluán.
El coronel Larrea regresaba con su columna a Cabo de Agua, después de realizar las operaciones que se la habían encomendado en su labor en toda la comarca que había recorrido, pacificando toda la parte oeste de Quebdana, evitando que sus habitantes se unieran á la harka y provocasen nuevos disturbios que distrajesen a  nuestras tropas. El kaid Mahomed – Beu - Checa, desde su salida de la Restinga, se había  unido a la columna del coronel Larrea llevando 200 moros que se batieron con denuedo por España, formando parte de 1a columna durante todo el tiempo. Las operaciones de Larrea habían  privado á la harka, no solo de los contingentes quebdaníes que se hubiera podido atraer, sino que la impidió aprovisionarse de víveres por el camino de Quebdana,
El general Aguilera seguía recorriendo con su columna la suya de Quebdana, vivaqueando en el zoco El Genil, a donde se le seguían presentando numerosas comisiones de musulmanes en señal de sumisión.
Cuando nuestros soldados llegaron a El Arba, encontraron a los kabileños divididos. Unos ofrecían amistad, y otros se declaraban enemigos, prometiendo  estos, castigar á los primeros y así lo intentaron, aunque nuestras tropas se interpusieron, con lo que afirmaban y extendían nuestra influencia, frustrando los planes que en los confines de Ulad – eI – Hach venían predicando la guerra á España.
Nuestras tropas arrasaron la casa de El Cheij – Bu - Tekul, uno de los caides que no se habían sometido produciendo gran efecto en los kabileños decidiendo á someterse á los jefes de algunas fracciones que permanecían indecisas, neutralizando al mismo tiempo las predicaciones de algunos santones que recorrían las kábilas excitando el fanatismo contra los españoles.
En la mayoría de las casas de los poblados recorridos ondeaban banderas blancas. Los moradores, incluso las mujeres y los niños, salían a la puerta de sus viviendas. Los kabileños obsequiaban á las tropas,  y con frases expresivas manifestaban el propósito de mantenerse adictos á España...
Se presentaron al general Aguilera una comisión de kabileños principales, que fueron á confirmar el acto de sumisión á España degollando vacas y entregando cien reses de multa. Componían la comisión tres de Lehedara, uno de Iberkenen y tres de Zecanin, todos de categoría de kaid o de sheriff. Entre los comisionados fue un hijo de Buz - Fiat manifestando que representantes de las kábilas de Ulad - Sheriff y Ulad - Bezair acordaron pedir perdón y paz; otras kábilas más al Oeste é inmediatas á Zeluán esperaban el resultado de las otras para seguir igual conducta, y los Bahi - Tutzen, de la orilla izquierda del Muluya, también querían someterse á España, como los de la orilla derecha se habían sometido a Francia. La harka, quebrantada á consecuencia de la acción librada en Lehedara el día 6, se hallaba concentrada detrás de Zeluán, habían muerto cinco jefes de ella y desertado alguno de sus contingentes que marcharon á sus respectivas kábilas.
Como consecuencia  de las operaciones,  pudo darse por sometida  la región de Quebdana y parte de la de Ulad - Setut, hasta las inmediaciones de Zeluán. Él santón de la Puntilla, partidario de la acción de España en el Rif, convocaba a una junta a los jefes de la kábila de Benisicar para aconsejarles que se retiren de la harka y se sometieran  á España.
La primera descubierta que llevaron tropas del regimiento del Príncipe 3, acampadas en Cabrerizas,  fue en la madrugada del día 15 y curiosamente el único herido no sería por los disparos enemigos, sino a causa de la caía desafortunada de un primer  teniente por uno de aquellos barrancos, llamado de la Muerte, siendo recogido del fondo del mismo por sus soldados con heridas de consideración, por lo que fue trasladado al hospital de Melilla.
Los actos que salen de lo común dicen mucho de la parte positiva de la condición humana, sea cualquiera la situación en que se encuentra el individuo y uno de aquellos fue el patrocinado por el moro Maimón Mohatar, cuando se encontraba en la puerta de un café y vio paseando, apoyado en una muleta, al soldado Emilio González que había resultado herido en una pierna el 27 de junio. Maimón, creyendo que nadie le observaba, se acercó al soldado español y le hizo entrega de 100 pesetas. Los oficiales de nuestras tropas que presenciaron aquel acto abrazaron á Maimón Mohatar, mientras éste trataba da ocultarlo. Aquel hecho fue muy elogiado  por aquellos días en Melilla.
El general Marina manifestaba una gran actividad: celebraba una conferencia con sus generales, se desplazaba a la Restinga a bordo del Pinzón con el general Tovar, para desde aquí, dirigirse a zoco El Arbá, a bordo del cañonero General Concha, síntoma de hallarse en marcha una próxima movilización, para la cual habían empezado los preparativos. En Madrid celebraba conferencia Maura con los ministros de la Guerra, Marina y Gobernación.
Los kabileños de Frajana, como los de la kábila de Beni – Nassen, pedían benevolencia á nuestras tropas mostrándose leales al gobierno de España y la kábila de Beni bu Ifru no se opondrá tampoco al avance de nuestras fuerzas, por haber muerto en el combate que  habían sostenido frente al zoco El Arba, su jefe Mustafá el Tuerto. Optaron también por la sumisión las de Lehedara, Bualaten y Berkanan. Los de Benisicar, aunque en principio se mostraban pacíficos su actitud decía lo contrario. Por otro lado los tiroteos contra nuestras posiciones y convoyes, no cesaban por parte de las que estaban a favor de continuar la lucha... En Alhucemas el fuego de los llamados “champons”, como en esta zona se llamaba a los tiradores rifeños, por la semejanza desde el punto de vista onomatopéyico, con los “pacos”, era contestado desde la plaza con disparos de fusilería y cañonazos que les causaron muchas bajas, a la vez que seguían con mayor intensidad el encendido de hogueras que junto a algunos santones, como Mohamed el Mizzián, acompañado de El Chaldy, predicaba  la guerra santa y conseguía que se le juntaran algunos simpatizantes.
Al amanecer del día 19 se reanudaba el fuego, suspendiéndose de nuevo a las 4 de la tarde, por haber pedido los moros parlamento, colocando una bandera en lo alto del castillo de la playa, en Alhucemas. Momentos después de izada la bandera blanca, se destacó de la costa un bote tripulado por unos cuantos rifeños con dirección á la plaza, que tuvieron que ser auxiliados, porque el bote, que estaba acribillado á balazos, estuvo á punto de irse á pique. Los comisionados moros que pertenecen a las fracciones amigas de España, estuvieron conferenciando con el comandante Cumplido hasta las siete de la tarde, en que regresaron a la costa. Estos emisarios promovían entre las kábilas que hostilizaban hasta la fecha, vivos deseos de paz, tentó más cuanto que se hallaban imposibilitadas para continuar operando, por carecer de medios de combate.
Los actos de valor de nuestros soldados eran continuos, como muestra el protagonizado por el soldado de la tercera compañía del tercer regimiento de Melilla, José Estela que habiendo sido herido al hacerse una descubierta en Sidi - Amet El Hach, comprendiendo la gravedad de la herida, quiso despedirse de los mandos y compañeros de su compañía. Así lo hizo. Al ser trasladado al hospital del campamento, cantaba el himno del regimiento. La cura la sufrió con valerosa entereza. Cuando se le trasladaba á la plaza de Melilla, en el camino vio á las fuerzas protectoras del convoy, que regresaban á Melilla, y se incorporó para saludarlas. Después el herido entonó nuevamente el himno del regimiento, hasta llegar á la plaza, donde murió.
Por fin llegaron las esperadas operaciones iniciales al Gran Avance, el día 20 a las seis de la mañana salía de sus campamentos la división Tovar, reforzada por la brigada Ayala, de la División Sotomayor, formaba parte de ella el cabo Noval, para dirigirse al cabo Tres Forcas y flanquear el Gurugú. Las baterías de Melilla, las de Camellos, Cabrerizas Altas y Sidi - Guariach, abrieron fuego sobre Benisicar, en cuyas alturas se divisaban muchos kabileños observando el movimiento de las tropas. Los habitantes de los poblados de Frajana y Benisicar se refugiaron en nuestro campo. El general Arizón dispuso que se admitiera en el campamento de Camellos á todas las mujeres y niños que pidiesen refugio. A los hombres se les exigió la entrega inmediata de las armas.
La columna avanzó pasando entre los fuertes Rostrogordo y Cabrerizas Altas. La vanguardia la formaban cuatro batallones de cazadores al mando del general Alfau y la retaguardia una columna constituida por tropas de la guarnición de Melilla, al mando del general Real. A las diez y media el fuego se hizo general,  muy nutrido, sin cesar ya hasta las dos de la tarde. Las baterías del fuerte de Camellos no dejaron de disparar. Eran las cuatro de la tarde cuando logró cortar el paso, con sus disparos, á un grupo do jinetes moros de la harka, que se dirigían hacia el lugar del combate. La división continuó el avance, batiendo al enemigo en la primera y segunda loma izquierda del barranco de Adelfas, en dirección al zoco de El Had de Benisicar. Al llegar á la tercera loma del cerro los kabileños de Benisicar, apoyados por los de Benifugar, opusieron gran resistencia, atacando furiosamente á los cazadores de Tarifa, que iban apoyados por el batallón do Chiclana. Ante la violencia de la acometida mora, el general Tovar ordenó que los escuadrones de Alfonso XIII dieran una carga sobre las trincheras enemigas. La acometida de la caballería hizo desistir de su empeño de copar á los cazadores de  Tarifa, retirándose desordenadamente. En medio del entusiasmo general y entre vivas a España y al. Rey, el resto de la fuerza ocupó la trinchera enemiga, vivaqueando en ella durante el resto de la noche.  El general Marina con su Estado Mayor pudo avanzar hasta la playa de los Pájaros, al Oeste de Tres Forcas, estableciendo allí su cuartel general.
 La escuadra  cooperó á la acción de las tropas, disparando el Carlos V sobre la alcazaba de Frajana que quedó destruida. Los cañoneros Pinzón y Concha vigilaron la ensenada de los Charranes, facilitando á la vez las comunicaciones, entre el  cuartel general y la división Tovar en las posiciones conquistadas, ocupando un amplio frente.
Del zoco El Arba salía una brigada de la división Orozco, dirigiéndose hacia el monte Paniuna, situado al Sur de Mar Chica,  frente á Nador, ocupando los pozos de Ahobra situados en la llanura de Bu Arg sin que los kabileños opusieran gran resistencia, puesto que la mayoría de los kabileños se habían corrido hacia Benisicar. Se había conseguido con esta maniobra de distracción la consecución de ambos objetivos.
En definitiva, los puntos ocupados por nuestras tropas fueron durante esta jornada: Taxdirt, después de un duro combate en el que intervino el cabo Luis Noval, del 20 de septiembre, donde hubo por parte de nuestras tropas casi 200 heridos y contusos que no pudieron ser evacuados en el mismo día y hubo que esperar al siguiente, en el lugar acamparon las fuerzas de la división Tovar. Jatol, donde vivaqueó el general Morales. Taurit, donde acamparon los de Madrid. Lejade, donde lo hizo Barbastro. El general Marina pernoctó cerca de Ed - Dar. Aquella noche fueron innumerables hogueras que se podían ver en las alturas, se tenía noticia de que la harka la mandaba  Abd El Kader, caid de Benisicar.
Desde Taxdirt Luis Noval escribía a su hermana Olvido:
“Melilla, 22 de septiembre de 1909.
Queridísima hermana.
He recibido tu cariñosa carta, la cual me produció mucha alegría al saber que estas vuena en lo que me alegro mucho pues yo a Dios gracias estoy vueno.
Olvido de lo que me dices de que en casa estan intranquilos pues no tienen porque estar pues les escribí un día antes que ati  asi que con esta fecha les vuelvo a escribir otra vez.
Olvido te escrivo. Tu carta en el momento de salir del convate que tuvimos el dia de san mateo del cual sali sin novedad pero si con un poco de hambre y sed, solo te digo que salimos del campamento con dos chorizos y unas galletas mas duras que las piedras asi que en estos tres dias que hace que salimos del campamento solo nos han dado dos ranchos y tres vasos de agua y ademas nos hacen trabajar todo el dia como si fueramos de hierro y no solo eso sino que ademas tenemos que hacer guardia de noche asi que las pocas horas que tengo libres no tengo gracia escribir a nadie asi que el primer dia que tengo libre lo dedico para escribir a todos los amigos y a Felipe. No te escribo mas por no tener tiempo, en este momento tengo que formar.
Olvido muchas gracias, recuerdos a Gerardo cuando le escribas. Te abraza tu hermano que te quiere mucho.
Luis”
Los regimientos de Burgos y del Príncipe, junto a los demás cuerpos que integraban las fuerzas del general Brualla, recibieron órdenes de prepararse y unirse a la brigada Ayala, para completar la División del general Sotomayor.
El Coronel Molo pasó revista. Después lo haría Brualla y por último el mando de la División Sotomayor, este dirigiéndose a las tropas, arengó: “Valientes soldados de Burgos y del Príncipe, la Patria reclama vuestra presencia y vosotros sabréis atender al sagrado cumplimiento de vuestro deber. Allí esta, dijo señalando la dirección de sus objetivos,  el lugar donde hoy acamparemos, porque así nos lo exige nuestra amada España. Vosotros los del Príncipe, tendréis la ocasión de demostrar que con razón ostentáis orgullosos el título de asturianos, y que en vuestra provincia dio comienzo la gloriosa conquista del solar patrio, allá en aquel rincón de Covadonga que tanto destaca en la historia de nuestra Patria. Cumplid como españoles y esto bastará para que el enemigo huya aterrado. Soldados de mi mando ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva el Ejército! ¡Viva la cuna de la Reconquista!”. La contestación fue entusiasta y al grito: ¡Viva Asturias! Se iniciaba la marcha de guerra.
A las diez de la mañana la división Sotomayor desciende de Rostrogordo tomando el camino dei valle del río del Oro, A la vanguardia marcha la caballería, después la infantería, artillería de montaña Sehneider y por último la impedimenta. Verifican la exploración parejas de cazadores de caballería de Alfonso XII y las tropas comienzan la ascensión hacia el cerro que conduce al zoco de Benisicar, desde donde una vez coronado inspeccionarían el valle de Frajana y la kábila de Benisicar. Al mismo tiempo las fuerzas del general Tovar, en su movimiento desde Taxdirt toman otro cerro elevado Sidi Musa que dominaba perfectamente el valle de Benisicar. EI cañonero Pinzón regresaba el día 23 de la costa Oeste da Tres Forcas, relevándole el Extremadura para continuar  bombardeando las posiciones enemigas.
La posición del zoco El Had, en el valle de Benisicar, recortado entre una infinidad de parcelas en las que se sembraban frutales y huertas de pimientos y tomates, donde surgían por doquiera abundantes manantiales con agua muy ricas, punto de reunión y mercado á que estaban acostumbrados los rifeños, era de gran valor estratégico por lo que penetra en el territorio, así que cuando el batallón del Príncipe entró victorioso a las seis de la tarde, aparte de significar la separación de las fracciones importantes de la kábila supuso una desmoralización para sus integrantes. El Had era un punto de paso muy importante hacia el  Gurugú y reunía excelentes condiciones de defensa.
Una vez ocupado, se procedió á fortificarlo y á instalar en una casa inmediata una ambulancia sanitaria, donde se efectuaron las primeras curas, entre ellos, las de los dos primeros herido de guerra del Príncipe 3.
En el campamento del general Orozco reinaba  completa tranquilidad; estaba situado a algunos kilómetros al norte de los pozos de Aograz, muy próximo al cauce del río Zeluán, y en él continuaban activamente los trabajos de fortificación y de exploración. El “Urano”, elevado en la Restinga, descubría desde el aire un campamento rebelde situado á unos nueve kilómetros de distancia, en las cercanías de la Alcazaba de Zeluán, donde, según algunos mercaderes moros aseguraban estaban rifeños de Beni  Ifrur y Benisidi, así como un contingente de Eulad – Setut, y a cuyo frente se encontraba el Chaldy y Mizzián, intentando hacer oposición a la brigada San Martín, en su marcha hacia la llanura de Bu Arg.
A las siete de la mañana del día 24 la brigada del general Aguilera abandonaba, el zoco de El Arba, quedando en él dos compañías. La marcha se efectuó sin incidentes, y á las once de la mañana llegaban á Anglat. Los grupos de enemigos que les vieron aparecer en las lejanías, huyeron al advertir el avance de la columna. En tanto que continuaba el éxodo de los kabileños de Benisicar, refugiándose en el territorio de Beni  Bu Ifrur.
Desde las avanzadas del campamento de El Had, se ha divisaban estos días como grupos de diez ó quince rifeños marchaban fuera del alcance de la artillería, hacia Sidi - Mesauns, Beni Bu Ifrur y Beni - Bugafar. La posición no era hostilizada y continuaban los trabajos de atrincherando y arreglando el camino de á Melilla. También llegaban hasta las posiciones de la División Sotomayor centenares de musulmanes para someterse a los españoles. En las restantes posiciones de Benisicar quedaban el día 26: el general Alfau en Taurit, próximo a la costa occidental de la península de Tres Forcas, y el general del Real en casa de Buisaíl, á cuatro kilómetros de Rostrogordo. Entre ambas fuerzas y ocupando una posición dominante, acampa la brigada del disciplinario. El general Marina enviaba al ministro de la Guerra un telegrama consultando las condiciones que han de imponerse á la kábila de Benisicar para la sumisión. Entre ellas figura la entrega de las armas por los kabileños y el pago de una fuerte contribución.
La división Orozco, que se hallaba en Aograz, se movilizó en la mañana del día 25, obedeciendo las órdenes del general Marina que le había comunicado el coronel Jordana. Formada en dos columnas avanzó paralelamente a la Mar Chica rodeando el río Zeluán, su artillería cañoneaba al enemigo, que tiroteaba a nuestras fuerzas, en combinación con los disparos de cañón que se hacía desde Mar Chica y Atalayón. Los rifeños se desplazaron hacia el interior, momento en que el regimiento del Rey al mando del coronel Agular atacó el monte Tanima donde se hizo la bandera de España.
Poco después de ocupado el monte de Tanima, el general Orozco dio orden de quedar allí el regimiento del Rey y una batería de montaña, con objeto de conservar la nueva posición y de guardar la retaguardia, al resto de la división que iba á marchar á Nador. Descendieron las tropas á la llanura, y después de aprovisionarse, emprendieron la marcha hacia este poblado. Marchaban formadas en dos columnas: una mandada por el general Aguilera y otra por el general Orozco. Con el primero iba el regimiento de León. Al ver avanzar á nuestras tropas, los moros, comprendiendo que iban á sufrir un nuevo ataque, encendieron en las cercanías de Nador grandes hogueras, reclamando refuerzos de las fracciones vecinas. Nuestras tropas, después de hecho un amplio reconocimiento en el llano y montes para preparar el avance, rompiendo el fuego fueron apoderándose de las huertas que cercan el poblado. Todo lo que nuestras tropas encontraban á su paso era por ellas arrasado y las huertas convertidas en eriales. La casa del Chaldy fue incendiada y su huerta destruida por completo. En vano el enemigo intentó hacer frente á nuestras tropas; los disparos de la artillería barrieron los grupos enemigos, y desde los campamentos de la plaza, las baterías cooperaban con su fuego certero á la derrota de los rifeños. Ocupados los terrenos cercanos y el mismo Nador, se procedió á atacar las alturas. La columna del general Aguilera atacó por el flanco derecho, y la del general Orozco por la izquierda. Al mismo tiempo, las baterías de ambas columnas y las de Atalayen y Sidi – Amed – el - Hach, cañonearon furiosamente. El enemigo se fue desplazando hacia las lomas más altas pertenecientes ya al Gurugú. Entonces, las columnas fueron avanzando, sosteniendo nutrido fuego, y arrasando é incendiando cuanto encontraban á su paso, el caserío y el arbolado. Eran las cinco y veinte minutos cuando las dos columnas coronaban las llamadas Tetas de Nador. Ocupado Nador, el general Marina regresó a  La Restinga, donde pernoctó. Al poco de haber abandonado el monte Tanima las columnas Aguilera y Orozco, un nutrido grupo de rifeños atacó la nueva posición, trabándose un duro combate siendo al fin rechazado el enemigo.
El general Marina desde la Restinga tomaba el mando de las dos divisiones: Orozco y Tovar. Esta siguiendo el camino del Atalayón llegaba esa noche a Nador. En estos últimos combates mandaba la caballería rifeña El Chaldy  mientras Mizzián desde los montes de Beni bu Ifrur observaba con sus prismáticos la actuación de sus correligionarios.
Observando que en la playa de Alhucemas varios grupos de rifeños se concentraban de manera peligrosa, los fusileros de la plaza abrieron fuego, obligando a replegarse al enemigo hacia los barrancos, momento en que intervino el fuego de la artillería.
A las cinco de la mañana del día 27 se tocó diana en el campamento, inmediatamente formaban las tropas divisiones de los generales Tovar y Orozco, y  poco después de las seis, emprendían la marcha en dos columnas. La del Tovar emprendió la marcha por el camino que directamente conduce desde Nador a Zeluán, avanzando sin dificultad  hasta las primeras alturas que dominan la alcazaba. La segunda columna, pasó por las alturas de Beni – Bu - Mohamed y El - Axara, dejando á la derecha el zoco El - Hach, y entre éste y la columna del general Tovar, el monte Axara. Nuestra artillería abrió  fuego contra las alturas de Naua y Anara, donde se había reconcentrado el mayor número de rífenos que contestaron con fuego de fusilería bastante nutrido. Finalmente en la alcazaba que había quedado bastante dañada por efecto de los cañonazos, se izaba la bandera de España. Marina dispuso que se respetaran la Mezquita y el Santuario.
Parecía que todo había acabado, se creía que la guerra había terminado. En los campamentos todo eran felicitaciones y pronto se regresaría a casa. El comandante Álvaro bromeaba diciendo: Comeré las fabes de Grao muy pronto.
Se había sometido a las kábilas; la única condición impuesta fue que las familias kabileñas habían de pagar ocho duros que el general Marina, Comandante en jefe del Ejército de Operaciones había ordenado. En Melilla se presentaron los principales jefes rifeños, en sumisión y cabizbajos, aduciendo que El Chaldy les había engañado y que convencidos que no podían defender sus territorios, se entregaban, al mismo tiempo que habían ordenado la recogida de todos los fusiles, y que iban a volver con el armamento para demostrar que estaban diciendo la verdad.
Las cosas no iban a resultar tan fáciles. Los rifeños habían encajado mal la toma de Zeluán y  El Mizzián, en vista de no estimar conveniente el atacar a las tropas unidas de los generales Tovar y Orozco, protagonistas de la toma de la Alcazaba, decide atacar por sorpresa a tropas de las posiciones desprotegidas de Beni Sicar. El jefe rifeño había logrado reunir unos 1500 hombres, con ellos, amparados en la noche, dispuso el ataque siendo la posición elegida la de Benalter, guarnecida por unidades del Regimiento del Príncipe 3 y por el primer batallón de Burgos.
A pesar de los acontecimientos, los soldados españoles permanecían alerta, sus jefes no se fiaban, lo más mínimo, de las promesas hechas por los rifeños y que tantas veces habían incumplido.
El día 27 de septiembre transcurría sin sucesos fuera de los normales pero, la noche sería otra cosa, una noche de héroes y traidores. Noche estrellada, en la que mientras la mayoría de los soldados tratando de conciliar el sueño, en el zoco El Had de Beni Sicar, pensaban en el retorno, en sus novias, en las fiestas de San Mateo o en las numerosas que se daban por estas fechas en tierras asturianas, los otros, encargados de velar su sueño, centinelas, escuchas y vigilancia, permanecían alerta.
No se equivocaban los españoles, la traición estaba servida. La posición de zoco El Had  tenía, en su flanco derecho dos atrincheramientos, uno de ellos, estaba guarnecido con tres compañías, las tres primeras del primer batallón del Regimiento del Príncipe, en dos de ellas estaba encuadrado el destacamento de Gijón. El otro atrincheramiento estaba en el extremo derecho, a unos doscientos metros y algo retrasado, lo ocupaba una compañía. Ante ella perdería la vida el cabo Noval.
A las diez de la noche, el capitán ayudante del coronel Molo había hecho la ronda reglamentaria, aparentemente todo estaba en calma, nadie se esperaba un ataque salvaje y los soldados tenían orden de no hacer fuego sobre los moros de los aduares próximos, puesto que se habían sometido, y se les había concedido autorización de pasar con sus familias aquella noche, pero había algo especial, los perros ladraban más de lo debido.....
Pronto empezaron a desaparecer las estrellas del cielo, la luna se ocultaba y amenazaban densos nubarrones; una neblina espesa, húmeda y fría, se extendía por el zoco y calaba los huesos, los soldados se cubrían con mantas y llegó a ser tal la cerrazón que no se veía a más de veinticinco metros. Después de las dos de la madrugada, quedó el campamento sumido en una gran oscuridad.
Aprovechando aquella negrura, desde el fondo del barranco, una gran partida de rifeños que se habían escondido en las casas, en las lomas y detrás de las chumberas, se encaramaban poco a poco, calladamente, desde sus escondrijos, llegando a cercar el campamento, ocupando posiciones en los barrancos que se encontraban al frente y a la derecha. Después, arrastrándose cual reptiles sigilosos, cubiertos por sus chilabas pardas, llegan hasta las proximidades de las alambradas.
Aún no se habían acabado de instalar la totalidad de las defensas de los atrincheramientos y reductos, y tan sólo en algunos tramos estaban extendidas las alambradas, por lo que, para paliar las carencias se optó, para evitar infiltraciones enemigas, montar una serie de patrullas fijas. El teniente Castillo, con efectivos de su sección, estableció el servicio de seguridad en el espacio que separaba el reducto en donde se encontraba el coronel Molo con tres compañías, y el de la tercera del primer batallón, que estaba un poco retrasada y a una distancia de doscientos metros. Para ello, en pozos de tirador, estableció seis puestos dobles separados uno veinticinco metros,  designando una patrulla con la misión de recorrer dichos puestos; el resto de la sección permanecería de retén. Esta patrulla la componían, alternándose en el recorrido, el cabo Luis Noval y el soldado de primera José Gómez.
¿Quien va? En voz baja susurró un soldado de puesto. Soy Noval, contestó el cabo de la patrulla, continuando, ten cuidado, la noche está como la boca del lobo. ¡Me cagüen... malditas piedras! Masculló, malhumorado, tropezando de nuevo. ¡Y, estos palmitos! Faltaba más que tropezando, te mandaran al hospital, por una caída tonta estando en estas circunstancias. Queda alerta, añadió el cabo al tiempo de continuar sigiloso la marcha hasta el siguiente puesto, encontrando al escucha muy atento, con la mirada fija en el agujero impenetrable del fondo del barranco. No pasa nada, le dijo el cabo, no se atreverán a venir hasta aquí, pero sigue vigilando, ¡Eh! No sea que te pillen descuidado.
Había llegado Luis Noval, al último puesto de la derecha, eran las dos y media de la madrugada. Lo ocupaban los soldados Patiño y Fandiño. En ese preciso instante, al frente, apareció un grupo de moros que subían por le barranco, límite de la posición, haciendo desde el borde una descarga de fusilería contra el reducto de la derecha, respondiendo los de la posición al fuego enemigo. Mandaron tocar a filas y como un resorte, todo el destacamento se lanzó a las trincheras cuyos frentes tenían dispuestos parapetos de tierra, coronadas con sacos terreros, formando una especie de troneras cada veinte centímetros.
Patiño dijo:
- Nos vamos de aquí, Noval que nos fríen los fuegos cruzados.
- Nada de eso,  dijo el cabo, no hay por que preocuparse pero, acto seguido, en vista del cariz que tomaba la refriega, añadió: seguidme.
Fandiño hizo caso omiso de la orden, abandonando y refugiándose en una pequeña trinchera que se encontraba a escasos veinticinco metros a retaguardia, siguiendo a Noval únicamente Patiño,  dirigiéndose ambos a la alambrada del reducto del extremo derecho, donde el cabo creía se encontraba la entrada, que había observado de día. ¡Fatalidad! Las habían cambiado aquella misma tarde. Aún más, estuvieron a punto de ser acribillados por sus propios compañeros del reducto que estaba situados en el ángulo izquierdo, por lo que tuvo que darse a conocer dando gritos, refiriéndose a él y a los dos del puesto que aún suponía le seguían: ¡Viva España! ¡Alto el fuego! ¡No tiréis que somos españoles!
Detrás de ellos avanzaban un grupo de moros, al darse cuenta el soldado Patiño, abandona también a Luis Noval, arrojándose al suelo se metió entre las alambradas, al mismo tiempo que gritaba:
¬ ¡No tiréis, soy de la cuarta del primero! Logrando salvar su vida a pesar del fuego que le estaban haciendo desde las trincheras. Luis quedándose sólo ante el peligro, siguió recorriendo la alambrada, de cerca le seguían los moros, pero la fatalidad hizo que delante de él apareciera otro grupo de ellos, más numeroso, avanzando sobre el ángulo de la derecha y engañando:
¬ ¡No tiréis que somos españoles! Estas mismas voces las dan los moros que venían detrás de Noval, tratando de sembrar el desconcierto entre los defensores de las trincheras.
Les dio momentáneamente resultado puesto que el teniente Almendariz, al ver el uniforme de Noval e inmediatamente al grupo que por la derecha asomaba, le hizo pensar, por un instante, que se trataba de alguna patrulla de reconocimiento y grito: - ¡Alto el fuego! Cesando el tiroteo.
Luis Noval, dándose cuenta de la añagaza de los moros, aprovechando el momento de silencio, gritó con rabia dirigiéndose hacia sus compañeros de trinchera:
- ¡Tirad que son los moros!
¡Fuego aquí que son ellos!
¡Fuego contra ellos que son los moros!
¡Viva España!
Simultáneamente apuntaba su fusil hacia el enemigo que le venía de frente haciendo fuego sobre ellos, viéndosele caer instantes después, herido de muerte exclamando:
- ¡Ay mi madre! Y después, gritar varias veces: ¡Viva España!
El fuego seguía arreciando con gran ferocidad por espacio de media hora, era un cambio de disparos que se hacían sin apuntar ni saber exactamente de donde partían las balas, la noche se había vuelto infernal, hasta que se consiguió dominar la situación y rechazar al enemigo. El teniente Castillo se retiró hacia su reducto, para llevar desde él una mejor defensa; enseguida echó en falta la presencia del cabo Noval.
Una avanzadilla al mando del sargento Viosca había quedado fuera, en zona desde donde los moros hacían fuego hacia el campamento y, desde donde lanzaban todo tipo de amenazas e improperios en castellano. Como había temor a herir a sus componentes, dada la oscuridad reinante, se ordenó el alto el fuego durante tres horas. Parecía que el enemigo se iba a echar encima y se calaron las bayonetas por si el cuerpo a cuerpo se hacía inevitable, ya que algunos de los moros  habían intentado saltar las alambradas.
 Dios sabe como pudo mantenerse hasta la llegada del nuevo día, lo cierto es que únicamente cuatro de ellos regresó al campamento, el resto habían sucumbido acribillados a balazos.
 Al fin amanece, parecía que no iba a llegar nunca. A las cinco y media de la mañana, la artillería comenzó a derribar, con sus certeros disparos, todos los aduares próximos, guarida de enemigos, subiendo los moros despavoridos a las lomas que estaban frente al campamento.
Acto seguido, se ordena hacer una descubierta con el objeto de recoger los muertos y heridos habidos en la retirada y defensa de las trincheras, al no haberse podido hacer  durante el repliegue. Una sección al mando del teniente Fructuoso Prendes, a la que acompaña el capitán Fariñas y el comandante González, se prepara. El teniente coronel Díaz Gómez, dirigiéndose al comandante le dijo: ¡Bravo don Álvaro! Se ha portado usted esta noche como un héroe, ocupando los sitios de más peligro. Díaz Gómez le contestó: mi teniente coronel, lo que todos cumplir con mi deber. Una descarga cerrada en aquel amanecer de emboscados rifeños, segó su vitalidad heroica no sin antes, sintiendo los aguijones penetrar en su cuerpo, gritar a los soldados: ¡No importa, seguid adelante y matar esos granujas! ¡Viva España! ¡Viva el Rey! El teniente Fariñas, al tratar de socorrer a su jefe, fue igualmente herido, negándose  a ser retirado por sus soldados.
El enemigo continuaba emboscado, disparando, esto no fue óbice para que saliese una segunda descubierta al mando del teniente Mateos, manteniendo las dos secciones un duro fuego con el enemigo durante más de dos horas, al cabo de las cuales, logran recoger los cadáveres del sargento Viesca y de los cuatro soldados, ayudando a los heridos a regresar al campamento.
El sargento Joaquín Álvarez Lorenzo sale en descubierta con ocho soldados, a recoger al Cabo Noval que estaba con la cabeza boca abajo, hacía el barranco, inclinada en la dirección de Melilla, abrazado tan fuertemente a su fusil que fue difícil desprenderlo de sus manos; el arma aún contenía tres cartuchos sin disparar, uno estaba disparado y a pocos metros de él se encontraba un rifeño muerto con su armamento y una herida en el pecho de un bayonetazo; la bayoneta calada de Noval se encontraba ensangrentada. Fueron los camilleros Ortíz y Rico los que levantaron por los hombros el cadáver de Luis Noval, posándolo suavemente en la camilla, al mismo tiempo que examinaban superficialmente sus heridas y que más tarde, el médico de la unidad reconocería, al menos una de ellas, mortal de necesidad; las tres habían sido efectuadas por disparos de fusil.
Todos en el campamento miraban el cadáver del Cabo Noval con respeto, en silencio, ya había corrido la voz de las circunstancias de su muerte, aún resonaban en sus oídos sus gritos desesperados. Ocurrió tan deprisa... Concluía la jornada del 28 de septiembre.
El parte oficial dado por el capitán Don Manuel Ruiz Iraola decía así:
 “Al Sr. Coronel del mismo da parte el capitán que manda la expresada (3ª Compañía) de que durante el fuego, sostenido con el enemigo en la noche anterior, fue muerto en nuestra alambrada un Cabo del Regimiento, cuyo nombre y Compañía se ignora, en la forma siguiente: Parece ser que dicho Cabo prestaba servicio de avanzada y que el enemigo lo cogió prisionero trayéndolo delante de él, sin duda con el fin de que les enseñase la entrada del reducto. En esta forma debieron llegar hasta nuestra alambrada, abrazándose a ellas y gritando los moros o un moro: ¡Alto el fuego que soy español! Al Oír estas voces el 2º Teniente D. Isidoro Almendariz, mandó cesar el fuego; pero al comprender esta orden, el Cabo que debía estar con ellos o cerca, gritó: ¡Siga el fuego que son ellos!
Entonces el citado oficial y el primer teniente D. Evaristo Álvarez ordenaron descargas a las fuerzas de su mando, matando al infortunado Cabo, haciendo huir con muertos y heridos, al enemigo y evitando también que pidieran llevarse el cadáver de la clase de referencia.
Al amanecer, el Teniente Álvarez, salió con parte de su sección a recoger los muertos, encontrando al cabo con su fusil, con tres cartuchos y armado y ensangrentado el cuchillo bayoneta. También se encontraron los cadáveres de dos moros y regueros de sangre, señales evidentes de las bajas que tuvieron y lograron llevarse.
Fueron testigos de estos hechos los sargentos Joaquín Álvarez y Natalio Acosta; cabos Saturnino camarero y Juan Felgueroso; Soldados Honorato Martínez, Jesús Viñas, Fernando Díaz, José Álvarez, Manuel Pita, Juan Martín y el Corneta amado González, y en general, la fuerza que estaba en el frente donde ocurrió lo que relato. Campamento del Zoco, 28 Septiembre 1909. Manuel Ruiz Iraola”.
Al amanecer del día 29, salió la guarnición de Melilla reforzada con dos batallones de cazadores, al mando de los generales Arizón y del Real, para ocupar el Gurugú. Todo quedó preparado para repeler cualquier ataque caso de la harka hubiese recibido refuerzos o  lo intentara. Las tropas se reunieron en el Hipódromo y antes de emprender la marcha quedaron preparadas todas las baterías de los fuertes, con los artilleros al pie de las piezas. La fuerza se dividió en dos columnas; una subió a las lomas de Mezquita, de fácil acceso hasta el último tercio, por un camino de herradura. La otra por Sidi Muza se desplazaba  á un picacho próximo, subiendo por la montaña. En vanguardia iba una pequeña harka de kabileños refugiados que trepaban como gamos.
A las ocho de la mañana las tropas coronaban las crestas que dominan toda la kábila de Guelaya y la llanura de Zeluán. Con las formalidades de ordenanza se izó la enseria nacional, disparándose salvas  en medio de “vivas á España” dados por las tropas que realizaron la ocupación. Al mismo tiempo, la batería del fuerte de Camellos disparaba una salva de 21 cañonazos que repitieron igualmente todos los buques de la escuadra. Éstos además empavesaron sus mástiles. En todos los fuertes ondeaba la bandera nacional. La ocupación del Gurugú causó en la ciudad un  júbilo desbordante. Se engalanaron  los balcones, se echaron é vuelo las campanas y las músicas tocaron la marcha real. Militares y paisanos, se entregaron á demostraciones de entusiasmo, con vivas á España, al Rey y al Ejército. Los momentos que siguieron al que pareció nuestra  enseña en la cumbre del Gurugú, fueron emocionantes. El acto resultó insuperable.
España entera se sintió orgullosa de sus hijos. Su Bandera ondeaba en el Gurugú, postrer homenaje a aquellos que la defendieron y que, esa misma mañana, recibían cristiana sepultura en el cementerio de la Purísima Concepción de Melilla. Eran los héroes del zoco El Had de Beni Sicar.
En el asiento del libro del cementerio se registraba: “En el día de hoy, se dio sepultura a cuatro soldados, un sargento y un cabo del regimiento del Príncipe 3, muertos ayer en el campo de batalla, en fosa común”.
A los pocos días, sobre su tumba, fue colocada una lápida que rezaba: “Diste tu vida por la Patria, escribiendo hermosa página en la Historia del invicto Ejército Español, como buen hijo y mejor patricio, Cabo Noval, en África”.
                                           SEGUNDA PARTE
El coronel Molo, jefe del Regimiento del Príncipe 3, escribe una carta  a Don Fermín, de Oviedo, en los siguientes términos:
“Se encontraba el cabo Luis Noval, a las dos y media de la mañana, del mencionado día, 28 de septiembre, recorriendo la línea de escuchas, y sin duda, debido a la oscuridad de la noche, se alejó más de lo conveniente en el momento en el que fue atacado el campamento por nuestros enemigos, un grupo numeroso, de los cuales condujo a dicha clase hasta cerca de las alambradas del reducto ocupado por la tercera compañía, gritando: !alto el fuego que somos españoles!, a cuyas voces el teniente Evaristo Álvarez, al distinguir al cabo Noval, que llegó hasta las alambradas, mando hacer fuego, lo que oído por el cabo, gritó seguidamente: ¡tirad. Que vengo entre los moros! ¡Fuego! ¡Viva España! Roto el fuego, se rechazó al enemigo con grandes pérdidas, y hechas las descubiertas al amanecer, se encontró el cadáver  del heroico Noval, abrazado a su fusil, con la bayoneta calada teñida de sangre y próximo al mismo, un moro muerto que entre otras heridas de arma de fuego tenía atravesado el pecho de un bayonetazo. A corta distancia había otro cadáver de un moro y que el enemigo no había podido retirar en su precipitada huida.
Otros hechos distinguidos tuvieron lugar en esta jornada, en el brusco ataque al campamento ocupado por las tres compañías del primer batallón, y no alcanzando la importancia del relato, merecen solamente los honores de figurar en la historia del Cuerpo, por cuya razón lo omito.
Al mismo tiempo, tengo el gusto de participarle que en el regimiento se ha abierto una suscripción con objeto de perpetuar la memoria de este heroico soldado, y si esa querida provincia estima que debe hacerse algo en honor del mismo, cuenten siempre con el que suscribe y todos los jefes oficiales y tropa a sus órdenes.
Con este motivo se despide de Ud. con la mayor consideración, afectísimo y seguro servidor q. b. s .m. Julio Molo.”
Indudablemente, no se podían saber los pormenores, por los que pasó ante el enemigo el cabo Noval, de ahí las diferencias con respecto a lo que verdaderamente sucedió, extraído del juicio contradictorio. Desde luego nunca cayó prisionero como parece interpretarse de la carta del coronel, tampoco se alejó indebidamente.
El 9 de octubre de este mismo año, se publica en el Ayuntamiento de Oviedo:
“El Ayuntamiento de Oviedo, que siempre ha sentido como propios las glorias patrias, no puede mantenerse mudo cuando hechos realizados por un hijo de esta ciudad traen los nombres de Asturias y Oviedo, envueltos en oleadas de gloria y heroísmo.
Luis Noval hijo del pueblo asturiano, humilde, que en nuestra querida ciudad fue nacido y educado, ha logrado en Melilla, sacrificando en condiciones excepcionales la vida por la Patria, emular, ya que no rebasar, las hazañas que en la antigüedad sirvieron de fundamento a linajes ilustres y nombres inmortales.
El Ayuntamiento de Oviedo, para conmemorar y premiar dignamente hecho tan heroico, debe acordar: 1º.- Pensionar con carácter vitalicio a los padres del cabo Luis, con una cantidad que figure en los presupuestos municipales. 2º.- Perpetuar la memoria de tan ilustre ovetense, colocando solemnemente una lápida conmemorativa en la casa donde nació y dando su nombre a una calle  nueva. 3º.- Tomar o unir su iniciativa a todo lo que tienda a honrar su memoria, con homenajes de orden moral, artístico o económico. 4º.- Celebrar honras fúnebres en la parroquia de San Isidoro.
Estos acuerdos deberán ser comunicados a la familia del Cabo Noval, al general Brualla y al coronel del Regimiento del Príncipe, para conocimiento. Oviedo 6 de octubre de 1909”.
El señor Castañón, propuso que se nombrara una comisión de señores concejales, para que fuesen a la casa de los padres de Noval, siendo nombrados los señores Uría, Braga, Cuesta y Cano, los mismos que el día anterior habían ido a darles el pésame.
Distintos Ayuntamiento se unieron a estos homenajes, levantaron monumentos o pusieron su nombre en alguna de sus calles: Avilés, Infiesto, etc. El compositor don Salutor Buey y Álvarez, director de la banda municipal de Noreña publicó, bajo el título “Amor Patrio”, un pasodoble para banda de cornetas,  dedicado al héroe Noval. Los homenajes se extendieron a lo largo y ancho de España, y la gesta cobró una dimensión nacional que traspasó el límite de nuestras fronteras. Cantos, poemas, himnos, obras, surgieron aquí y allá. Artistas, poetas, imitaban en escena su valor y cantaban su grandeza, idealizándolo. El sábado, 22 de enero de 1910, con asistencia de la familia real y en su homenaje, se celebró una gran función en el Teatro Real de Madrid, siendo el valor recaudado, 20.000 pesetas, que con otras tantas que donó el marqués de Esquilache, más otras cinco mil que aportó el Ayuntamiento de Madrid, fueron donadas a los padres de Luis Noval, de condición humilde.
Ese mismo día se estrenó, con gran éxito, en el salón Victoria la obra teatral, drama histórico bajo el título de “El Cabo Noval”, cuyo autor era don Julio Sánchez Godinez, interpretando el papel de Noval el actor Felipe Calleja.
En las exequias celebradas en la catedral de Oviedo, completamente abarrotada,  el 19 de abril de 1910, en homenaje al Regimiento del Príncipe 3 por su retorno a la capital del Principado, se escucharon estas palabras:
“No son las exequias  de un  monarca augusto, ni de un sabio genial y portentoso, ni de un ilustre caudillo, ni de un opulento prócer, ni de un bienhechor insigne, las que estamos celebrando es el tributo que el amor y la piedad, la admiración y el entusiasmo dedican a un joven hijo del pueblo, a un modesto soldado, al cabo del Regimiento del Príncipe, Luis Noval, que supo morir valerosa, serena, heroicamente en defensa de sus hermanos y de su Patria, sin mancillar su nombre, antes bien enalteciéndolo y glorificándolo con el holocausto sangriento de su vida por sus compañeros y por España.
Al caer tan gloriosamente, obró como español y cristiano, heredero de los valientes y abnegados que en Covadonga opusieron infranqueable dique a la invasión musulmana; cumplió, en fin, con su deber heroicamente, esculpiendo su nombre con imborrables caracteres en el libro de oro, donde se guardan las proezas legendarias de los hijos fieles y grandes servidores de la Patria; que servirla hasta morir, es un deber que lleva aparejada la palma victoriosa del martirio.
He ahí pues, el alcance inmenso y trascendentalmente educativo que reviste el sacrificio heroico que por la Patria realizó el Cabo Luis Noval. Era sencillo, trabajador, cristiano, nació en el solar de la Nación Española, donde hasta el ambiente parece recordar los altos ejemplos de valor y abnegación que los astures han dado en los trances más críticos de la historia de la Patria; creció y se educó bajo la protección de la Virgen de las Batallas que alzó su trono en Covadonga, y la fe que arraigó en su pecho, fue el sostén en la corta pero recia batalla que sostuvo para honrar a España”.
El pintor Degrain, maestro del paisaje español, quedó impresionado por su hazaña, por lo que una vez tomadas noticias y datos del hecho heroico, removido su rico arsenal de telas árabes, y antiguos estudios del natural, hechos en tierras de África, idealizó en un lienzo el “grito del cabo” lanzando a los suyos en señal de aviso, luchando a su vez contra los moros que le asedian y le hieren mortalmente, En la expresión de las figuras, la composición del momento pictórico transcribe y representa fielmente, la inolvidable hazaña. Se le concedió la medalla de Honor de pintura en la exposición de 1910 en Valencia; hoy se encuentra en el Museo de Bellas Artes San Pío de Valencia, y es propiedad del Museo del Prado.
Las Damas españolas, como portavoces de los sentimientos populares, se reunirían en junta extraordinaria, con el fin de honrar al héroe, en forma de brillante homenaje y bajo el patrocinio de S.M. la Reina Doña Victoria Eugenia, acordándose levantar un monumento en Madrid por suscripción entre todas las madres españolas, al mismo tiempo que fuese un homenaje plebiscitario hacia su madre, en representación de todas las demás, cuyos hijos servían al Rey y a España en las filas del Ejército. Entre las más distinguidas se encontraban las duquesas de Bailén y de Zaragoza, la marquesa de Esquilache, las condesas de Peñalver y de Pardo Bazán y la esposa del general Marina.
La plaza de Oriente fue el lugar elegido para su erección, cargada de tradición, no podía ser mejor escenario histórico del perenne centinela de los valores patrios. Para conseguir recursos, la marquesa de Esquilache organizó una fiesta espléndida en su palacio y en la que tomaron parte ilustres escritores e insignes artistas, consiguiendo recaudar lo suficiente para pagar la escultura en bronce que hoy se levanta en los jardines y llevan el nombre del héroe, cerca del convento de la Encarnación
La obra fue encargada a Don Mariano Benlliure que trabajó en la escultura con el gran amor que su patriotismo supo inspirarle, realizando una de las más bellas creaciones que surgieron de su cincel. Quiso simbolizar el espíritu del pueblo español siempre bravo y alegre. La Patria, personificada en una hermosa mujer del pueblo, sube atraída por su admiración al bravo guerrero, y sostiene con ambas manos la Bandera española desplegada. La figura marcial de un soldado español, la figura del cabo Noval en traje de campaña, vaciada en bronce, aparece entre las mieses y los abrojos del campo, entre los que se aprecia un azadón y varios útiles de labranza  olvidados en el suelo, esperando, el momento de la victoria, para proseguir la labor fecunda, destaca sobre el blanco fondo de la bandera con el escudo de España en el centro, labrada en piedra, produciendo, en su  rostro enérgico, tranquilo, andar seguro, y mirada fría, la sensación de querer abandonar el pedestal para marchar ansioso, fusil al hombro a dar cima a una de esas proezas que en la campaña de Melilla realizaron anónimos combatientes.
En el frente del pedestal aparece grabada la siguiente inscripción: “Iniciado por mujeres españolas, se eleva este monumento a la gloria del soldado Luis Noval. Patria, no olvides nunca por los que por ti murieron”.
Debajo, puede admirarse un bajo relieve representando la trágica escena. Los soldados españoles, modelados en ambos lados del pedestal, disparan sus fusiles. En el centro el humo de los disparos se cierne sobre las cabezas del grupo enemigo. El cabo Noval, dando frente a nuestros soldados, cae hacia atrás, mortalmente herido; numerosos moros mueren acribillados, mientras que otros, presa del terror, huyen a campo traviesa, abandonando sus gumías y fusiles.
En la parte posterior del pedestal, aparecen grabados los nombres de la Reina Victoria, presidenta honorífica de la Junta y los de las señoras que componían esta. Debajo se puede leer: “gratitud a la corporación de los españoles de ambos continentes”, y la fecha de inauguración VII junio MCMXII. Tal es la realidad que el genial artista supo imprimir. Todo el monumento descansa sobre una plataforma cuadrada de piedra, con tres escalones.
En Valencia se comenzó a levantar un monumento , colocando la primera piedra S. M Alfonso XIII y en su universidad, en el Paraninfo, pronunció doña Natividad Rodríguez, un discurso en su honor poniendo en relevancia las virtudes que adornan los gestos ejemplares, orgullo de futuras generaciones. También a Cuba llegaron los “Ecos de Noval”, nombre que se dio a una publicación de la época en España. Y en Sevilla con el fondo de aromas, revoloteo de pájaros y el continuo soniquete de cascos de caballos, en la calle Batahoja, hoy del Cabo Noval, se colocó una placa en 1911.
Un recuerdo entrañable nos acompaña: su fusil, último refugio de su vida, con el que murió aferrado, exhalando el último suspiro. Custodiada, la reliquia sagrada del héroe estuvo en su regimiento hasta 1910, fecha en que fue reclamada para ocupar un lugar de honor en el Museo del Ejército, entre recuerdos de personas y hechos relevantes de la Infantería Española. Su entrega fue solemne, no podía ser de otra manera, los presentes en el Alcázar de Toledo, cuna de la Infantería vivieron una jornada gloriosa. Sucedieron así los actos:
El veinte de junio de 1910 se llevó a cabo la solemne entrega, al Museo de la Infantería, del fusil número 1115, serie A, que usó en su vida el heroico Cabo del Regimiento de Infantería del Príncipe 3, Don Luis Noval Ferrao, que de modo glorioso, sucumbió en los campos de batalla del Rif,  el 28 de septiembre de 1909, y por cuya valerosa acción fue recompensado con la Cruz de segunda clase de la Orden Militar de San Fernando, según orden de diecinueve de febrero del corriente año, Diario Oficial  núm. 39.
Ante la Academia de Infantería, formada con Bandera, en el patio del Alcázar, recibió el Señor Coronel Director don José Villalva el referido trofeo, de manos de la comisión especial del Regimiento del Príncipe, compuesta por el capitán don Nicolás Cáceres Suárez, el segundo teniente don Alfredo Jiménez Ajiller, el sargento Luis García Marchante y los cabos Doroteo Vidal y Pedro Reduello.
Al discurso de entrega del capitán Cáceres, respondió con otro no menos vibrante el coronel Villalva, y con armas presentadas, fue donada al Museo de la Infantería tan preciada reliquia, como testimonio del heroísmo de la raza y gloria del Arma.
A las seis de la tarde de aquel día, una honda emoción embargaba a todos, un hálito de grandeza flotaba en el ambiente del cuadro sencillo y majestuoso del patio del Alcázar. Cada cual en su puesto, persuadidos de la solemnidad que les congregaba, tenían toda la atención puesta en la ceremonia.
Allí estaban todos los jefes y oficiales residentes en la capital, vestidos de uniforme de media gala y el Regimiento de Alumnos, en el mismo traje y correaje, ocupando totalmente el recinto. La comisión de entrega del Regimiento del Príncipe ocupaba la entrada al patio del Alcázar.
A la orden del cornetín, rasgaron el aire los acordes de las cornetas y los de la marcha Real, multiplicándose las notas en aquella solemne caja de resonancia de sólidas arcadas y elevadas galerías, mientras, la Enseña Patria y la del Regimiento de Alumnos desfilaban a ocupar su puesto en la formación, entre el silencio emocionado, silencio que sin duda, contenida hasta la respiración de los que allí tuvieron el inmenso placer de encontrarse, vino a hacer latir los corazones con más violencia, cuando penetró en sus pulmones aquel áurea de gloria y de grandeza.
El capitán Cáceres, recogiendo el fusil de manos de uno de los cabos del Regimiento del Príncipe, en medio de aquel silencio sepulcral, se dirigió al Regimiento de la Academia y a todos los jefes y oficiales allí congregados, brotando de sus labios en  forma pausada y elocuente un canto de amor al Arma, de entusiasmo por su honrosa profesión, de enaltecimiento hacia las virtudes militares que impasiblemente hacen realizar los más grandes sacrificios puesta la fe en Dios, el pensamiento en la Patria y los ojos en la Bandera, una sentimental y patriótica alocución: “rasgando el ambiente de tristeza que nos rodeaba, el huracán abrasador que vino de las costas rifeñas, nos trajo un efluvio divino y el alma nacional, al respirarlo, se sintió fortalecida. Sí, los días fueron lúgubres, el dolor nos invadió, la muerte nos cercó, pero ahí estuvo la raza, con su férrea dureza, insensible a la desgracia, vencedora, más que de sus enemigos, de su propia mala venturada suerte.
A través de los errores ajenos y de las vacilaciones de la angustia, por fin la hemos encontrado tal y como fue siempre: el rostro adusto, inalterable, la mano recia, sin temblores nerviosos; el corazón firme, con su latir isocrono que no conoce las agitaciones de la emoción... es la vieja España, la eterna, la augusta, con la grandeza del risco pirenaico, con la majestad de la llanura bética. Sobre los campos asolados, entre los diluvios de lágrimas, entre los más terribles estertores de la agonía, permanece tranquila...
No es un pueblo, es un destino histórico; no es un dogma, es una esencia...
La prueba fue terrible.... Allá en la tierra norteafricana, aquel enemigo nos hirió, y cuando todo era confusión en el ánimo de la ciudadanía, detrás de la Bandera de España reaparecieron los que estábamos esperando, los que estábamos seguros que habían de venir... los de siempre, los que en el momento oportuno han roto, con los filos de sus espadas, las nieblas ahogadizas en que el espíritu patrio se asfixiaba. Es la legión de los héroes: Pintos, Giloche, Ripoll, Vicario y los demás cuyos nombres, sublimes y gloriosos, formaran larga columna en el áureo libro de la gratitud nacional.
¡Gloria a los valerosos campeones! A los que conservan en las generaciones sucesivas de soldados, que la Patria les entrega, el depósito de su fe en la región inmortal del patriotismo y ungen con el óleo sus frentes y elevan con el sublime sacrificio sus almas. Algo representa en el caudal de España ese heroísmo prodigado, esa resolución de morir con gloria, ese desprecio de la vida, porque al penetrar en la región de la inmortalidad, esos héroes hacen algo más que defender a sus conciudadanos, les dan un ejemplo terrible que debiera llenar de espanto a los egoístas, a los miserables teorizadores del oro y de la dicha, a los que pasan la existencia entre la fortuna que imbécilmente les sonríe y la indiferencia les insensibiliza.
Y, por si esto fuera poco, aún su ejemplo sublime dio preciados frutos en la cruenta lucha sostenida, porque ellos son semillero de hazañas y epopeyas que, abrillantando la Historia de la Patria, nuestros héroes vinieron a echar por tierra la falsa leyenda propagada por los enemigos del orden.
Y de estos héroes, ninguno, sin que en mi ánimo influya apasionadamente ni espíritu de cuerpo, ninguno repito, como el que motiva este solemne acto, cuyo recuerdo guardaré siempre en mi alma.
¡El Cabo Noval! ¿Quién desconoce su hazaña? ¿Quien aquel sublime grito, digno de esculpirse en mármoles? ¡Tirad, que son los moros! Con que finó su vida elevando su nombre en aras de la fama a la región de los inmortales.
Yo no puedo ahora repetirla, porque si bien lleno de voluntad me presento entre vosotros huérfano de las restantes potencias del alma, y porque carezco de todas esas galas con quien la naturaleza tan pródiga en ella cincela el oro de nuestro rico lenguaje, y para cantarla en toda su excelsa magnitud, harían falta las dotes de ese mago de la lírica que se llama Rueda o de ese orfebre del habla que se llama Melquiades Álvarez.
Me limito, pues, a hacer entrega en nombre de mi Regimiento, mejor dicho, del Arma entera, que las glorias no pueden ser privativas de un solo Cuerpo, sino que a todos por igual los alcanza, de ese fusil que desde el 28 de septiembre, y gracias al esfuerzo de un pobre soldado, se convirtió en reliquia y en mudo testigo de nuestra grandeza.
Cuando en la vitrinas de nuestro Museo este colocado, nosotros, educadores de los que mañana han de continuar las gloriosas epopeyas de la “Invencible”, mostrándoles este arma, para que a su vista se templen sus almas y salgan de nuestra solariega casa dispuestos al sacrificio, sepan dignificar sus nombres  y , engrandecer a la Patria”. 
 A esta elocuentes y elevadas palabras contestó el coronel Villalva, director de la Academia, entusiasmado y conmovido, con una salutación al Regimiento del Príncipe y a los jefes y oficiales que lo mandaban, recomendando a sus alumnos que imitaran la conducta observada por quienes, antes que ellos, desfilaron por el regio caserón y que seguramente abrían abrazado los fusiles que ahora tenían entre sus manos, presentándolos ante las enseñas de la Patria y de la gloria, representada ésta por un fusil que perteneció a un hombre que supo sacrificarse heroicamente por su Patria, y que si hasta aquel día permaneció oscurecido, vino a romper los terribles y negros celajes de aquella noche, para que por entre ellos apareciera indeleble, con letras de luz y de fuego, el nombre de Cabo Noval honra del Ejército Español y gloria inmortal de la Infantería Española. Finalizó su alocución con vivas a España, al Rey y al Ejército que fueron calurosamente contestadas.
Terminadas estas palabras, la comisión del Regimiento del Príncipe, pasó entre el Regimiento de Alumnos, acompañada por el coronel director y de otros oficiales, a depositar el fusil en una de las vitrinas del Museo del Alcázar.  Allí se mostró con orgullo a las nuevas generaciones que al conocer la hazaña del insigne soldado que lo poseyó, supieron conservar su altivez y orgullo el innato sentimiento del deber y el culto a la Patria, preciados dones de nuestros mayores, alma y nervio de la raza.
Aquel acto resultó grandioso, solemne, como es norma acostumbrada de la Academia de Infantería; pero a esa grandiosidad contribuyó, amén del ambiente de grandeza del heroísmo, la pujanza del alma española y la valentía del soldado, la muda elocuencia de un objeto, compañero de fatigas inseparable del Cabo Noval en aquella terrible Campaña del Rif, compañero con el cual dormía y al cual se abrazaba el bienaventurado Noval cuando el cansancio le rendía, cuando el insomnio constante venía a cerrar sus párpados, y en el cual veía el defensor seguro e incansable de su vida y del honor de su madre Patria.
Es indudable que aquella reliquia, con su silencio, superaba la elocuencia del capitán Cáceres y del coronel Villalva, y como único testigo presencial y como compañero inseparable de Noval, contaba a los espíritus reflexivos los sufrimientos de aquel que le acarició siempre, que le llevó siempre consigo y que, en aquel amanecer terrible del 28 de septiembre, se vio despiadadamente separado de las manos de su querido compañero, para ver, poco después, caer a su derecha, exánimes, a su querido amigo y a aquellos que de él le separaron.
Antonio García Pérez, durante la reunión de hermandad celebrada por la Academia de Infantería y en obsequio de la comisión del cuerpo de Estado Mayor y del Regimiento del Príncipe 3, leyó:
 ”Esperanzas que se advierten y recuerdos que embelesan, ideales que florecen por causa de la disciplina y anhelos que alborozan nuestro ser, arrogancias que cautivan y leyendas que perfuman, os evoco, con vehemencia en el sentir, llevando una cuidada plegaria de mi férvido corazón a los arcanos de mi cerebro.
Soldados los de América que habéis dado gloria a España, con las encías desdentadas, rotos los huesos y desfigurados los rostros. Luchadores los de África que con un arcabuz al hombro y una oración en el alma, cosechasteis épicas hazañas que todavía viven  entre dos auroras nacarinas.  Campeones los de Europa que a fuer de hidalgos soñadores o de quijotescos peregrinos, tuvisteis glorioso bautismo en Mulberg y homérica derrota en Rocroy. Paladines, los de Oceanía que proclamasteis la andante españolería entre turbonadas de humo y celajes sanguíneos, os evoco con fe en el alma y orgullo en el rostro.
Por aquellas demencias patrióticas, por aquellos martirios contagiosos, por aquellas neuróticas exaltaciones, por aquella ardorosa fantasía, vive el nombre inmaculado de España y el verbo indomable de la raza en la que jamás anidaron provocaciones ni rencores, desmayos ni villanías; por esos raudales de energía fecundante, por ese hábito encendedor, por ese consorcio misterioso de la cruz y de la espada, pudo España llevar sus indómitas legiones a lugares donde termina el arranque volcánico de la tierra, para empezar la sombra vaporosa del cielo.
El espíritu de aquellos tiempos, que aún ciega con el esplendor de su belleza, no ha traspasado los dulces tintes de la aurora para caer avergonzado en las tinieblas de la degradación; los laureles de ese ayer, perfumados por el sacrificio más estoico no se ha marchitado en España; al recuerdo de triunfos que engendraron leyendas ostentosas, al llamamiento de la Patria esplendente y arrogante del ayer, se aprestaron gozosos y altivos los soldados de hoy, los continuadores de marciales arrestos que hablan a nuestros sentidos con sonoridades victoriosas.
Sobre los campos del Rif, han revivido nuestras áureas leyendas, aquellas leyendas que se labraron por la Patria y por el Rey; sobre los campos melillenses han resurgido, envueltas en limbos de luz, aquellas excelsas grandezas que solo cupieron cuando el mando era fulgente, sublime la obediencia y pregonada la fe; en suelo africano han resucitado la bizarría de aquellos denodados luchadores que inmortalizaron a España con el aroma de sus virtudes y con la disciplina de sus actos.
Reflejo puro de ese ayer, en el hoy venturoso es el Cabo Noval; enlace poético entre el pasado y el hoy triunfal, ese cabo del Regimiento del Príncipe que simboliza en la española Infantería lo sublime, la obediencia nacida al calor del mando inteligente; en Noval se reproducen, pues, las gigantes aventuras de antaño, que asombran por su gentileza y maravillan por su abnegación.
Alabanza a ese insigne astur, viador de grandes épocas que aún alumbran los pasos de nuestra Patria en el camino de la vida. Alabanza al Cabo Noval, que ha puesto lúcidos los blasones de la Patria y hazañosos los triunfos de la Infantería. Loor a tan esclarecido patriota, por cuya muerte vive España como homenaje al pasado y como aliento al porvenir.”
Don Ángel Regueras López, Canónigo Magistral, en las Exequias del Cabo Noval celebradas el 1 de Abril de 1910, a las que asistieron todas las autoridades asturianas y donde Ramón Noval, su padre, junto a su familia ocupaba un lugar preferente, en la Catedral Basílica de Oviedo se expresaba:
“Abro los ojos, miro en derredor y me pregunto: ¿qué es esto, qué significa esta pompa fúnebre, qué motivo llama a tan selecto y numeroso concurso a reunirse en este augusto templo? Veo a la Santa Iglesia que presidida por su Pontífice y su Cabildo Catedral despliega toda la triste majestad de sus cantos y ritos funerales para asociarse a este homenaje de la piedad y de la gloria; veo la ciudad y pueblo de Oviedo, presente en su representación más alta y en la numerosa asistencia de todas sus clases sociales; veo la expresión general de todo el Principado en la Diputación provincial y en los delegados que tienen aquí Municipios y Arciprestazgos; veo la Milicia en todos sus grados y armas; la Ciencia en los claustros oficiales y en los jóvenes alumnos de todas las enseñanzas e intereses materiales en sus Cámaras; la Justicia y la Hacienda; todos los organismos públicos y todas las representaciones populares, desde quien ostenta la delegación del Gobierno supremo hasta el humilde artesano que enlutado y severo asiste a este grandioso espectáculo con dolorosa complacencia.
Todo eso veo; y cuanto más lo miro, más irresistible impulso me fuerza a preguntar ¿qué es esto? ¡Ah! No son las exequias de un monarca augusto ni de un sabio genial y portentoso, ni de un ilustre caudillo ni de opulento prócer ni de bienhechor insigne, las que estamos celebrando: son el tributo que el amor y la piedad, la admiración y el entusiasmo dedican a un joven hijo del pueblo, a un modesto soldado, al cabo del regimiento del Príncipe, Luis Noval, que supo morir valerosa, serena, heroicamente en defensa de sus hermanos y de su Patria, sin mancillar su nombre, antes bien enalteciéndolo y glorificándolo con el holocausto sangriento de su vida por sus compañeros y por España.
Un soldado, héroe; un obrero, patriota hasta la muerte; un cristiano, mártir de su amor al prójimo y a España, bien merece los sufragios solemnes de la Iglesia, las oraciones fervorosas de los creyentes y los homenajes más espléndidos de los españoles.
Y pues vosotros, señores y hermanos míos, venís a orar como cristianos, y como patriotas a orar el nombre de Luis Noval, dejadme que os felicite cordialmente por la alteza y generosidad de vuestros pensamientos que han comprendido la importancia social y la trascendencia educativa que reviste: de una parte, vuestro homenaje; de otra sobre todo, el acto heroico del cabo Noval, que acertó a tomar y realizar maravillosamente el partido que expresara Judas, el capitán esforzado de los macabeos, en las hermosas palabras que parecen escritas de propósito para nuestro héroe y constituyen su mejor elogio, pues dicen: Absit istam rem facere....et si a appropiavit tempus nostrum, moriamur in virtute propter fratres nostros, et non inferamus crimengloriae nostrae.
Líbreme Dios de tal mengua......y si llegó nuestra hora, muramos valerosamente en defensa de nuestros hermanos antes que echar un borrón sobre nuestra gloria.
Libr. I Machab.IX,10.
Referir tan estupenda hazaña, describirla con débiles y pálidos colores, procurando ahondar en el alma sencilla, española y cristiana del valeroso y abnegado hijo de esta noble ciudad, para gloria suya y para amaestramiento, ejemplo y estímulo de todos: he ahí lo que me propongo y lo que espero de oír con la benevolencia que de antemano me aseguran vuestra religiosidad y vuestro patriotismo.
I.- Destino providencial, a que sirven de base razones geográficas; misión secular a través de cambios de razas, de tiempos y de instituciones políticas; é ahí lo que se vislumbra al contemplar el flujo y reflujo de España sobre el norte de África. Dominada por los romanos, asiento de godos y demás pueblos septentrionales, invadida por los sarracenos y libertada al fin de su ominoso yugo; la península ibérica ha experimentado siempre la atracción irresistible que sobre ella ejercía a despecho de todo linaje de mudanzas la costa africana, a la que está, más que separada, unida por el mar estrecho.
Y para no hablar sino de España una y verdadera como nación constituida bajo un solo cetro, por una misma raza y sobre una misma fe religiosa; en el momento solemne de nuestra historia en que se juntan por el matrimonio de dos príncipes excelsos los más poderosos estados peninsulares, y se corona gloriosamente la reconquista del patrio suelo, y, como regalo de boda, reciben aquellos del Cielo un nuevo continente descubierto y ganado a la Religión, a la Patria y al concierto de los pueblos civilizados por el insigne genovés injerto en Castilla: en tan histórico trance, que encauzó toda la actividad y esfuerzo de los españoles hacia el Atlántico y América; todavía la reina más grande que han visto los siglos, ni ofuscada ni desvanecida por los reflejos del oro ni por el brillo de la conquista de las Indias, señaló a su posteridad, recomendándolo a su inolvidable testamento, el objetivo de África como campo de noble y aún obligada expansión para la fe y la grandeza de España. Y Cisneros y el cesar Carlos V  emprendieron el derrotero que Isabel marcara, seguido más tarde a intervalos con varia fortuna y, lo que es peor, cada vez con menos ahínco, como si España hubiera olvidado o ya no creyera en la gran misión que la geografía, la historia, los tratados y los intereses de ambos pueblos daban a la nación católica sobre el África.
Pero la cadena secular que parecía a punto de quebrarse sin ulterior soldadura posible, ha sido reanudada en nuestros días con el eslabón que pasará a la Historia bajo el nombre de campaña de Melilla, aureolada por nimbo de gloria militar, y fecunda en nacional provecho, obtenido por fin después de cuatro siglos de ocupación de la plaza africana; que si Estopiñán la conquistó en 1497, Marina la dio su expansión natural, levantando su bloqueo terrestre, largo de cuatrocientos dos.
Así eslabonada la reciente expedición guerrera con toda nuestra historia; vista a la luz de los tratados, concluidos tantas veces con Marruecos y de los intereses más vitales de España, amenazados para un porvenir no lejano por el establecimiento de nuevos y poderosos vecinos al otro lado del Estrecho; secuela forzosa de compromisos internacionales contraídos ante Europa que nos daba ocasión, quizás la última, para acreditar el derecho de seguir figurando entre las potencias civilizadas y normalmente constituidas; vindicta y castigo inexcusables del vil y cobarde asesinato de los obreros españoles que el nueve de julio último cayeron como mártires del trabajo, avanzadas del progreso y víctimas del fanatismo musulmán y de la inculta barbarie: de ese modo considerada la guerra, y no ha sido otra cosa la de Melilla, deprime y aterroriza el ánimo pensar y reverdecer con la memoria cómo hubo en aquellos tristes días voces y plumas, brazos y ¡armas! En España, que se alzaron para contener su acción y retraerla de su obra en África, donde se jugaban su dignidad y porvenir nacionales, el honor de su Bandera y la defensa de sus hijos, su representación en el mundo civilizado y su poderío sobre el audaz y envalentonado rifeño, a toda autoridad rebelde.
España debía marchar sobre el Rif y, a pesar de interiores dificultades que pusieron en riesgo algo más trascendental, necesario y grande todavía que su dignidad y poder allí ultrajados, marchó, desplegando sus banderas, juradas y defendidas por la flor de sus cuarteles y de sus campos, de su Ejército y de sus pueblos. Todas las clases sociales tomaron parte en la campaña, conquistando gloria; todas las provincias formaron en la expedición, que a todos a cubierto de laureles; pero...Yo me atrevo a decir que Oviedo entre todas las comarcas, la clase obrera entre todas las jerarquías sociales ha conseguido la palma que ostenta en el nombre ya imperecedero de su hijo esclarecido Luis Noval.
II.-  Era el nueve de Septiembre, y la ciudad entera, desde el Obispo de la Diócesis hasta el menestral más humilde, despedían cariñosos y entusiastas al Regimiento del Príncipe, que por hallarse compuesto en su mayoría de asturianos y estar aquí de guarnición hace muchos años, había llegado a formar con nosotros como una sola familia. A los acordes de la música, entre el clamoreo halagador de cientos de amigas voces partió el convoy que se llevaba a nuestro regimiento y a nuestros hermanos a tierra de moros, a pelear por España, bajo la égida protectora de la Virgen de Covadonga, cuya medalla y escapulario pusieron delicadas y afectuosas manos sobre el pecho valeroso del soldado, que confiado y agradecido los recibía.
Entre los expedicionarios iba un joven ebanista, nacido en la calle Santa Susana, bautizado en la parroquial de San Isidoro, educado en la piedad por el Catecismo de Santo Domingo, donde hizo solemnemente su comunión primera; religioso y modesto, trabajador y compasivo, que en el Campo de san Francisco jugó de niño a los soldados y en el mismo frondoso parque juró de recluta la enseña patria; un joven tan de Oviedo que en su carta última de veinticinco de Septiembre, después de referir el fuego incesante que sostuvieron el día de San Mateo, así lo designa el mismo, para desalojar de unas trincheras al enemigo, y del que, añade, salí ileso gracias a Dios, pide a su padre que le cuente cómo estuvieron de animadas las tradicionales fiestas del santo patrono de la ciudad. Ese, era el cabo del Príncipe Luis Noval Ferrao que desde el campamento de Zoco del Had en la Kábila de Benisicar transmitía sus esperanzas de pronto y feliz regreso, al ver cómo se presentaban a pedir perdón los moros, falsos y traicioneros; ni dejaban de participar de ese optimismo los directores de la campaña que sacaron de aquel punto media división Sotomayor, a la que pertenecía el Regimiento del Príncipe.
Así estaba la situación y los ánimos; fortificado y alambrado el campamento desde que el veintiuno fuera tomado el zoco merced a habilísima táctica sabiamente ejecutada; confiados los nuestros en las embajadas de amistad que moros de Benisicar y Beni-si-del enviaban, ejercíase la vigilancia indispensable. Aun cuando no con la atención refinada que demandaban la astucia y doblez rifeñas.
Quedaba durante la noche una avanzadilla fuera de las alambradas y cubría ese servicio penoso y arriesgado, el día veintisiete de Septiembre último, el cabo Noval con cuatro números, en punto donde el altozano comienza a declinar sobre un barranco que casi totalmente circunda la posición española. En el fondo de la hondonada, mil quinientos rifeños aguardan la ocasión y el instante de lanzarse a tomar el campamento; pero no conociendo su entrada, se exponen a ser ametrallados a mansalva al chocar contra las alambradas; y para evitarlo, deciden que algunos de los más esforzados sujetos con cuerdas para arrastrar sus cadáveres si no lograran su intento, trepan sigilosamente por la pendiente, sorprendan la avanzada y maten a los vigilantes, reservando a uno que les sirva de guía para penetrar en el recinto fortificado.
Arriba, mientras tanto, Noval y sus cuatro compañeros soportan el frío de aquella noche y cuentan sus horas largas, pensando acaso en los cariños que dejaron en tierras asturianas, Nada ven, ni escuchan el leve murmullo cuando de pronto, hacia la madrugada del veintiocho, siéntense de improviso atacados a golpes de gumía que a tres de los nuestros derriban exánimes en tierra, quedando mal herido otro soldado, y el cabo Noval sujeto fuertemente por los brazos y amenazado de muerte, si grita.
Mas todo eso no fue más que una escaramuza; la verdadera batalla comienza entonces entre los rifeños y Noval que estando a merced de su furor oye asombrado palabras de ánimo y esperanza con que en tono amistoso le proponen salvarle la vida, a condición de que les conduzca al campamento, y a los centinelas que den el ¡alto!, responde él quien es y viene de la avanzada.
Momento crítico, para que el valor brille; trance supremo, para que la lealtad resplandezca; ocasión y coyuntura extraordinarias y decisivas que lo mismo pueden hacer un criminal, que un héroe. La oscuridad y lobreguez de la noche; la soledad e indefensión en que se halla; el ansia de vivir tan pujante en los pocos años, y junto con ella el espectro de una muerte silenciosa, cruel y sin fruto apreciable, a manos de los feroces cabileños; la esperanza optimista de que aún guiando a los moros al campamento, sus compañeros se defenderían y él , salvo, hasta podría unirse a ellos y ayudarlos....., quien , sino Dios , sabe cuantos y qué apremiantes pensamientos se agolparían a la mente del cabito por ver de rendir su fortaleza, aceptando los planes del enemigo?
Mas por otra parte la Bandera que había jurado defender hasta derramar la última gota de su sangre; el recuerdo de los vítores entusiastas que en esta ciudad escuchara; y la visión rápida, esplendente y fulgida de sus camaradas y amigos a quienes traicionaba, de sus padres que le rechazarían por menguado, de la misma Virgen ante quien había orado y a cuyo semblante puro y sereno no se atrevería a levantar los ojos, manchado el corazón con la felonía, y el recuerdo de esa madre común, altiva y gloriosa que es la Patria, de la que dijo el poeta de los sencillos Gabriel y Galán: 
                         Si hacen falta una mano y una vida,
                             dad a aquella una espada,
                             y toma tú mi sangre, ¡oh dolorida!
                             Patria desventurada;
el amor patrio en fin, resurgiendo en su corazón de español y cristiano con arranque sublime, enardecedor de su asturiana sangre, que corriendo tumultuosa por sus venas afluyó en torrente a su cabeza y a su rostro ardientes ya con la fiebre de las grandes crisis.....venció a la postre toda vacilación e incertidumbre; y con ademan resuelto, tomado ya su partido en el fondo del pecho: sí, acepto, vamos al campamento, dijo; y rompió la marcha con los rifeños que sin soltarlo, ,lo escoltaban, saboreando por adelantado el placer de la trágica sorpresa que urdiera su odio a los cristianos.
Recordáis sin duda el cuadro admirable que ofrece Guzmán el Bueno, escuchando desde los muros de Tarifa la propuesta que el ejército sitiador le hace para que entregue la ciudad, si quiere salvar la vida de su hijo, y no pensáis sin emoción profunda en aquel rasgo sublime con que les arroja su propia daga para que ejecuten su amenaza. Pues ver ahora el cabo Noval marchar decidido al campamento, e invocando en su corazón al Dios Fuerte que no abandona jamás a sus siervos antes les da fuerzas y energías soberanas para consumar los más grandes sacrificios; recogiendo su espíritu en íntimos amorosos recuerdos de los suyos a quienes amaba y de la Patria por quien se inmola, llega; dice, moros son y traicioneros; ¡Fuego! ¡Viva España! No pudo más; balas españolas y gumías rifeñas hirieron su cuerpo, pero el asalto está ya frustrado, incólume el honor, a salvo los compañeros, que al responder a la voz de mando con descargas cerradas, mataron a varios cabileños, cuyos cadáveres hallaron junto a Noval, su salvador, muerto al grito y en brazos de España.
Moriamur in virtute propter fratres nostros dijo el hazañoso mancebo; morir valerosa, serena y silenciosamente por sus hermanos, eso es lo que hizo nuestro heroico cabo. No fue un momento de caluroso entusiasmo lo que le llevó al sacrificio; ni la palabra fogosa y enardecida de prestigioso caudillo, ni el humo embriagador de la pólvora, ni el ejemplo contagioso del valor ajeno, ni el empuje arrollador de furioso ataque, ó la reacción desesperada de última defensa....; ninguno de esos estímulos y auxiliares poderosos del heroísmo tiene parte en el acto generoso y sobre toda ponderación grande y excelso, en la singular proeza de Noval, que fríamente, a solas, por sus hermanos y por la Patria, más que dar la vida y aceptar la muerte, la llama a voces, la manda venir hacia sí, o para decirlo mejor, va el mismo a su encuentro, al romper en este grito, digno de la epopeya: ¡Fuego sobre mi que estoy entre enemigos! ¡Viva España!
Así  murió el cabo Noval por defender la vida de sus compañeros y el honor de la Patria, puesto en aquel campamento coronado por la Bandera roja y gualda, y al caer tan gloriosamente, obró como español y cristiano, heredero de los valientes y abnegados que en Covadonga opusieron infranqueable dique a la invasión musulmana; cumplió en fin con su deber heroicamente, esculpiendo su nombre con imborrables caracteres en el libro de oro, do se guardan las proezas legendarias de los hijos fieles y grandes servidores de la Patria: que servirla hasta morir es un deber y hazaña gloriosa, como sufrir la muerte por Dios es también un deber que lleva aparejada la palma victoriosa del martirio. Y aún martirio puede llamarse la muerte de Noval que ofreció su vida pro omicis suis, por sus camaradas y amigos, derramando su sangre en fuerza de la caridad que profesó a sus hermanos y a su madre España. Cristianos y obligatorios son ambos amores; héroe doblemente cristiano fue quien los selló con su propia, generosa y abnegada muerte.
III.- Al cabo Noval, gloria inmarcesible de pueblo, de esta ciudad y de su Regimiento que, si antes mereció el título de osado por su arrojo, ahora puede añadir a su historial glorioso el dictado de heroico. Loor, sí, al héroe y que su altísimo ejemplo arraigue en todos, pero especialmente en la clase obrera a que pertenecía, el amor patriótico. Maltrecho en unos, falsificado en otros y combatido en muchos, anda el patriotismo ¿sabéis por qué? A ello cooperan muchas y diversas causas, pero la más honda y poderosa consiste en que va perdiendo su raíz y asiento más firmes que son la fe y piedad religiosas.
Cuando la Patria deje de ser aquella madre terrena que, a través del tiempo y de la historia, con retazos de cielo y montes seculares y verdosos campos y torres de la aldea por una parte; y por otra, con herencias de cultura y rasgos de carácter nacional y leyendas populares y glorias y reveses comunes, fue tejiendo y delineando la Providencia, para que naciéramos en ella como término material de una cadena de generaciones y nos sirviera de espiritual alimento que formara nuestro ser moral, modelado en el troquel que a manera de seno patrio, es decir paternal, nos preparó.....
                                            ......    la divina Potestate
                                              la somma Sapienza e il primo Amore;
Cando ese concepto espiritual, providencialista y cristiano de la Patria se pierde o amengua, desaparece también el patriotismo como deber moral y de conciencia que Dios impone, la Religión santifica y el Cielo recompensa; o se esfuma aquel nobilísimo sentimiento en patrioterías vanas o bastardas, sin fondo ni sustancia capaces de alimentar la lámpara sagrada del amor puro, fecundo y abnegado hasta el sacrificio por los patrios lares.
Se ha dicho, escribe un ilustre cardenal francés, que la Iglesia Católica es una escuela de respeto, y yo no temo afirmar que es también una gran escuela de patriotismo; porque ella considera a la Patria como una inmensa familia, cuya misión consiste en proteger y auxiliar a los miembros que la constituyen, para que realicen el fin que plugó al Creador asignarles y que consiste en llegar a la Patria Celestial cuyos caminos debe allanar la Patria terrena. El patriotismo es para la Iglesia un deber religioso que a las veces exige heroicos sacrificios; entonces es cuando el hombre necesita ser ayudado y sostenido para escalar las cimas de la belleza moral en que anida el heroísmo, y entonces es también cuando se muestra en su grandiosa pujanza el sentimiento religioso. Porque empezando por fortalecer al hombre con los auxilios sobrenaturales de la gracia que la Iglesia solamente administra en el mundo, conforta además el ánimo con las esperanzas inmortales que permiten mirar impávido la muerte que ha de franquear la entrada a la verdadera y dichosa vida, y acaba por estimular a los actos de valor y de sacrificio con ejemplos gloriosos de heroísmo, enaltecido en las páginas divinas de la Escritura Sagrada o en las más brillantes de la historia religiosa - política de los pueblos cristianos.
Tal es la Religión en orden a la Patria, manantial purísimo y abundante de amor y estima, gratitud y obligación estrecha pero dulce de servirla: Hay más todavía, porque si a esta consideración, valedera para la Patria en general, cualquiera que sea ella, se añade que el desenvolvimiento mismo de toda nuestra historia ha identificado en tal manera la fe religiosa y el alma española que nuestro más alto épico contemporáneo, Verdaguer en La Atlantida, anteviendo en grandioso panorama geológico la formación de España, pudo cantar, refiriéndose a Dios:
que per altar volía la terra y per sacrari
¡ditxosa patria meva, volía lo cor teu!
Y ans que ton Deu ¡oh Espagna! T`arrancarán les serres
que arrels hi te tan fondes com'elles en lo mon;
Que si esto, digo, se rememora, ahondando en el conocimiento de la fisonomía tradicional de nuestra Patria; ah! Entonces se arriba quizás a sondear el abismo de maldad o de fatal inconsciencia en que desatentados se revuelven los que, al arrancar de los pechos españoles la fe cristiana, a un tiempo mismo socavan el cimiento más sólido, y acaso único, que entre nosotros tiene el verdadero y castizo y fecundo patriotismo.
Así, pudo verse recientemente en acontecimientos luctuosos y nefandos, que la religión y la Patria, la santidad de los templos y el honor de España fueron a la vez blanco de odios y ultrajes, pocas veces vistos y jamás superados; como se observa en los países extranjeros, lo mismo en los de raza latina que en los de la anglo - sajona, que los hombres creyentes y religiosos son por lo común amigos de España y benévolos a juzgarla, mientras que los impíos la denigran y menosprecian, viendo de esta suerte a reconocer y confirmar la unión íntima e indisoluble que entre la religión y la Patria ha hecho y sellado nuestra historia, cuyas páginas más brillantes así en la guerra como en las artes de la paz, en las ciencias y en todas las manifestaciones de la actividad nacional, han sido dictadas por el espíritu profundamente religiosos de la nación católica, sagrario de Dios, según el poeta, paladín de su culto, brazo armado en otros tiempo de su Iglesia, y hoy todavía su hija más fiel. Amorosa y entusiasta.
Por eso justamente la zahieren muchos; pero esa es su gloria propia y su peculiar carácter: ser alcázar de bienes espirituales, y castillo indestructible de generosos idealismos y seno fecundo de esperanzas inmortales, que engendran y mantienen divinos quijotismos. Y como el alma española no ha sido hasta el presente cautivada por otros ideales ni acaso para ellos está hecha o dotada como otros pueblos; apagada la antorcha refulgente que alumbró nuestros caminos a través del universo mundo, y roto el lazo de unión con el pasado glorioso, sin norte fijo y arrebatador de entusiasmos para ulteriores, grandes y propios destinos, se desmorona también, falto de base, el patriotismo.
He ahí pues el alcance inmenso y trascendentalmente educativo que reviste el sacrificio heroico que por la Patria realizó el cabo Luis Noval. Era sencillo, trabajador, cristiano; nació en el solar de la nacionalidad española, donde hasta el ambiente parece recordar los altos ejemplos de valor y abnegación que los astures han dado en los trances más críticos de la historia patria; creció y se educó bajo la influencia de la religión y la égida protectora de la Virgen de las Batallas que alzó su trono en Covadonga; y la fe cristiana que arraigó en su pecho, fue el sostén firmísimo de su corazón denodado en la corta pero recia batalla que sostuvo para honrar a España.
Sucumbió el cuerpo en la demanda; por su alma prócer habéis querido, elevar preces al Altísimo; pero, eso no basta.
A vosotros, Autoridades, Corporaciones y particulares, como españoles y asturianos, yo os digo que lo hecho no basta. Por confesión unánime de toda España nuestro cabo ha sido el héroe más grande y sublime de la guerra de Melilla; Madrid y Valencia le erigen suntuosos monumentos; por doquier se enaltece su memoria. Pues bien; para gloria suya y perenne ejemplo de las generaciones futuras, yo me atrevo a proponer que por voto de ciudad se acuerde remembrar anualmente su heroico Holocausto con función religiosa y educativa del sentimiento patriótico, con solemnes exequias y procesión cívica al monumento que vamos a dedicarle, para que allí. Ante su imagen serena como el valor, entre el ruido de las descargas que pregonan su bravura, los niños de las Escuelas y las personas mayores, los intelectuales y los obreros, todos vean y contemplen, cómo se debe amar la Patria hasta morir por ella, con Noval murió con muerte que la posteridad enaltece y Dios premia.
Así esperamos del Señor que galardone su amor cristiano y patrio, dándole el descanso eterno en la mansión dichosa de la luz inextingible.
Requiem aeternam dona ei, Domine
Et lux perpetua luceat ei. Amén”
Tras las honras funerales al cabo Noval en la catedral ovetense, la comitiva descubrió en la fachada de su casa natal (c/ Santa Susana, 12) una lápida de mármol, del escultor Víctor Hevia, donde figura en relieve el rostro del militar enmarcado en una ondulante bandera, bajo la cual se sitúa una hoja de laurel honorífica y, seguidamente, la siguiente inscripción: «En esta casa nació el 15 de noviembre de 1887 – Luis Noval Ferrao – Cabo del Regimiento del Príncipe – Ofreció su vida en aras de la patria y murió gloriosamente – en el zoco el-Had de Melilla el 28 de septiembre de 1909. El Excmo. Ayuntamiento de Oviedo. Verdaderamente el edificio, muy próximo, donde se colocó la placa no era el perteneciente a la casa donde nació y vivían sus padres, mucho más modesta y que se preveía que no iba a permanecer mucho tiempo en pie, como así fue.
León Castillo le dedicó al Ayuntamiento Constitucional de Oviedo, en febrero de 1910, el siguiente poema de guerra:
                                 Canto a Asturias
Yo elevaré mi voz, Asturias bella;
mí voz tan débil quiero hacer tonante
para ensalzar tus páginas con ella
gozoso, y de entusiasmo delirante;
cantar con ella voy tu buena estrella
que en todo tiempo te hizo ser triunfante,
y si me presta la inspiración la Musa
tu historia evocaré de honor profusa.
                            ----
Tu historia evocaré, de Covadonga
hoy quiero recordar la gente noble
que arroja al invasor, aunque se oponga,
cual rayo vengador que parte el roble.
Fuerza es que yo de alientos hoy disponga
para poder cantar su aspecto doble:
pues en ti se humilló la media luna
y en ti la reconquista halló su cuna.
                       ----
Aquella tierra fiel, cuya aspereza
los árabes sembraron de cizaña,
se vio fortificada con destreza
contra el moro traidor de negra entraña;
a tan abrupta y magna fortaleza
jamás otra igualar pudo en España,
pues con la sangre que escurrió el Auseva
se desbordó precipitado el Deva.
                        ----
Asturias de mi amor, en fe no parca,
tus hijos aprendieron en la historia
a defender tu honor que el libro marca,
y en él es un capítulo una gloria.
En toda su extensión no hay ya comarca
que no guarde de triunfo una memoria,
y encierren desde ha siglos, tus montañas
el secreto de homéricas hazañas.
                      ----
Estás al norte de la madre España
porque te quiere a ti como corona
ceñiéndose tus laureles de campaña,
y al mundo que la ve su honor pregona.
No envidia tengas a otra tierra extraña;
queriéndola igualar, astur matrona;
¡si otra en el arte tiene su belleza,
tu tienes en la historia la grandeza!
                      ----
Quedaste de luchar aletargada
gozándote en tu espléndida hermosura,
luciendo una campiza tapizada
de flores, y mil huertos de verdura:
teniate de amores embriagada
un sueño de poética dulzura
y veías, del sol hacia las puestas,
bajar los zagalillos por las cuestas.
                     ----
Los mozos, despertando con le alba,
marchábanse cantando a sus labores
y aspiraban con fuerza olor a malva
plantada en los vecinos corredores;
es la mañana astur, que al alma salva
de lánguidas tristezas y dolores;
mañana de alegría, en ti nacida
para brindar amor y dar la vida.
                   ----
Las rústicas tonadas de los buenos
pastores de tus montes encumbrados
se oían en los valles muy serenos
y en las veredas mil y en los collados;
alegres otras veces, no las menos,
bajaban animando los poblados
y aquello demostraba, Asturias mía,
que allí donde hay valor, hay poesía.
                     ----
Y cuando el mundo entero te creía
dormida sobre el trono de tu gloria
despiertas a luchar con bizarría
sumando en cada campo una victoria
Asturias de soñar cansada habría,
más no de ambicionar honra a su historia
y de ella en pos al África se lanza
cayendo sobre el moro su venganza.
                     ----
Y el moro la temió, pues entre todos
corrió la fama de la tierra altiva
que un día fue habitada por los godos,
sucesores de España primitiva;
en ella vieron de distintos modos
el fiero azote y la centella viva
que a sus abuelos árabes destruyeron,
y a su nombre no más, tiemblan o huyen.
                    ----
Quien pidiese cantar lo que en secreto
se queda para el vate que esto canta,
pero mi voz, negándome respeto,
se queda aprisionada en la garganta;
extender este canto no prometo
pues cosa es que el pensar solo me espanta,
y aquí terminaré mi empresa ruda
si la Musa que invoco, aquí me ayuda.
                  ----
Descanse aquí mi voz, ya que impotente
se niega a proseguir tan digno canto:
jamás diré lo que mi pecho siente,
pues yo expresar no sé ni puedo tanto;
la historia narrará, siempre evidente,
la gloria de este suelo, todo encanto;
y siga ella evocando, madre Asturias,
tus hechos a través de las centurias.
                     ---- o ----
                                 El ultraje
Del Peñón a la otra parte
y en reñida lid sangrienta,
frente al marroquí se ostenta
el hispánico baluarte.
Ofreciendo culto a Marte
nuestro Ejército batalla,
castigando a la canalla
que a traición y haciendo alarde
de crueldad, lanzó cobarde
su mortífera metralla.
                         ----
Pide España la venganza
contra los que en sus caminos
fueron de hombres asesinos
tras de bárbara asechanza,
y escuchando el ¡ay! que lanza
nuestro madre dolorida,
dicha, sangre, paz y vida
dan los hijos indignado
que a la guerra van armados,
apremiando la partida.
           ----
 La nación, cuyo linaje glorias
entre glorias se sucede,
de ninguna forma puede
consentir tan vil ultraje;
su bondad torna en coraje
y luchando sin demora
cuanto encuentra lo devora
no dejando ni un vestigio,
hasta que el mortal litigio
de acabar llega la hora.
           ----
Aún tienes tú, madre España,
quién te vengue las ofensas;
aún tienes hoy mil defensas
contra quien tu honor empaña;
líbrese nación extraña
de ofender tu dignidad,
porque entonces su maldad
viera pronto castigada
con el filo de la espada
que ganó tu libertad.
            ----
A pesar de tantos años
como hace que tu grandeza
se libró con entereza
de maléficos amaños,
aún para vengar tus daños
sobra al pueblo bizarría,
pues sólo eso faltaría
al que nació en esta tierra,
cuando en el alma que encierra
le faltara la hidalguía.
              ----
Tienes aún hijos que mandes
a luchar con los rifeños,
y si en paz son muy pequeños,
de las guerras africanas,
que recónditas sabanas
de sangre, vieron teñidas
antes que entregar sus vidas
a esas tribus inhumanas.
                ----
Luis Noval, el valeroso
cabo que nació en Asturias,
hizo honor a las centurias
de recuerdo tan glorioso.
Día por demás hermoso
fue aquel día de su muerte,
entregándose a la suerte
que le diera tanta herida,
para salvar él con la vida
la bandera de su fuerte.
                ----
No hay laurel para coronas
que el poeta al héroe trama,
ni hay trompeta que su fama
conocer dé a las personas.
Con razón, Patria, blasonas
de tu fama de inmortal,
pues sigue el curso triunfal
con que está escrita tu historia,
perpetuada la memoria
del bizarro Luis Noval.
                                  --- o ---
La marcha de las tropas
  Es la guerra de Melilla,
por los moros provocada,
tan sangrienta y empeñada
que ya toda España chilla,
grita, clama, se enfurece
contra el enemigo odioso,
que a la vez sigue animoso
y su necio orgullo acrece.
Son ya pocos los soldados
que en aquellas tierras luchan;
gritos de favor se escuchan,
pues se ven muy apurados.
 En peligro está la plaza
de Melilla, nuestro fuerte,
se entroniza allí la muerte
y a las gentes amenaza.
 Artero el moro, y valiente
de su cobarde venganza
no ya a pie, que ya se lanza
en caballo diligente.
 Y los trenes de las minas
en sus múltiples viajes
descarrilan los salvajes
con sus manos asesinas.
Ya no más; ya es imposible
sostener con tal paciencia
la difícil existencia
de esa situación horrible.
Y no fuera España aquella
que fue digna de alabanza,
si no arroja la venganza
su frenética centella.
Como siempre, por las venas
de las tropas españolas
corren abrasantes olas
de entusiasmo y fuego llenas.
 Y se escuchan las cornetas
resonar y los tambores;
se ven trajes de colores
y brillar las bayonetas.
 Es que el pueblo, ante el ultraje
del fanático africano,
todo plazo halla lejano
para luchar con coraje.
Y también Asturias grita
de furor y patriotismo,
y ante Dios jura heroísmo
contra esa raza maldita.
Ellos son, los asturianos
de la invicta Covadonga,
y no hay fuerza que se oponga
que no la venzan sus manos.
Van al Rif a combatir
también ellos y en su emblema
llevan escrito este lema:
“volver con honor o morir.”
 Y se ve por esas calles
despedirse a los soldados,
bajando a verlos formados
de montañas y de valles.
 No se escuchan más que, fijos
con los ojos en sus madres,
a los hijos: ¡Adiós, padres!
Y a los padres: ¡Adiós hijos!
 Sus miradas hasta el cielo
los ancianos luego elevan;
las mujeres todas, llevan
a los ojos su pañuelo.
 Y los hijos de su alma,
con la sonrisa en la boca,
marchan a la guerra loca
por ganar de honor la palma.
No llorar, ¡oh madres! Tanto;
pues si es cierto que es dolor
dar la vida, por honor
de la Patria, es noble y santo.
 Enjugar las expresivas
lágrimas de vuestros ojos,
que vendrá el que os causa enojos
y dolor, oyendo vivas.
 Y después, cuando se siente
junto al fuego vuestro hijo,
os conmoverá, de fijo,
con las proezas que cuente.
 De partir a la campaña
ya sonó la ansiada hora....
pita la locomotora....
ya se aleja… ¡Viva España!
Adiós a esa Bandera
de limpísimos colores
va el alma de España
y en ella están mis amores.
 Si el rifeño en ella toca,
vengarla, unos tigres hechos,
que para lavarla es poca
la sangre de vuestros pechos.
                --- o ---
La noche célebre
Oscura noche morisca,
morisca noche sin luna;
no brilla luna en el cielo
ni estrellas, que las ocultan
espesas nubes que avanzan
como tormenta segura.
Pequeños grupos de fuego
hay en lejanas alturas,
tan lejos, que su amarillo
reflejo el campo no alumbra.
La noche es lánguida, triste,
la noche es callada, muda.
A veces, y entre rumores
de viento, solo se escuchan
voces de zambra morisca
salidas de la espesura,
y el cántico interrumpido
del búho y de la lechuza
que a todos hablan muerte
y a todos la muerte auguran.
Es un concierto tan lóbrego
que el que lo escucha se asusta;
es un extraño concierto
que algo muy fúnebre anuncia.
La paz, en el campamento
de España, nadie perturba;
todos los soldados duermen
sin miedo a sorpresa alguna,
pues les defienden la vida
las alambradas seguras.
Velando en las avanzadas
los centinelas patrullan....
.........................................
Se escucha rumor de pasos,
rumor de pasos se escucha,
parece que ahora hay más viento
y que azota con más furia
moviendo las alambradas
que al campamento circundan.
Los centinelas se ponen
alerta, mas se aseguran
que solo al viento es posible
tocar en su audacia mucha...
.............................................
Cesa el ruido...............
la calma y paz continúan...
solo en los campos lejanos
la zambra ya no se escucha..
¡Malo es que el aire no sople
cuando amenaza la lluvia!
La noche sigue callada,
sin que otro son la interrumpa
mas que el terco, triste canto
del búho y de la lechuza.....
...............................................
La sorpresa
                  Reflexión
 No puedo comprender como ya hombres
que al hombre la traición con odio tiendan,
no puedo comprender que haya traidores
que en noche oscura a su enemigo ofendan.
Si en todos la defensa es un instinto
y todo humano ser se vale de ella,
los que aprovechan las oscuras noches
para matar, son más que innobles, fieras.
Pero si rechazando el rudo ataque
que allá en el campamento los sorprenda
se ofrece algún soldado generoso
dando al traidor la merecida pena,
entonces son muy pocas mis coronas
para adornar con ellas su cabeza,
para escribir su nombre, el bronce es blando
y no hay honra inmortal que no merezca.
Y si muere al luchar, si da la vida
de su adorada Patria en la defensa,
entonces ya no existe en este mundo
para cubrir sus restos digna, tierra
y al cabo de los años transcurridos
se hará de aquel guerrero una leyenda
hablando de una mustia pasionaria
que una anciana mujer prendida lleva.....
Gloria al soldado que en la lid consigue
la palma de su triunfo, altiva y bella.
Odio sobre el traidor que a su enemigo
ataca, no acuda hombre, como fiera
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 Con la precaución del zorro
que a las gallinas acecha,
varios moros, casi arrastras,
al campo español se acercan.
Mas atrás , otro les siguen
con estudiada cautela,
reprimiendo hasta el aliento
que delatarlos pudiera.
Y después de mil rodeos,
escogiendo entrada buena,
hacen alto con silencio
de las alambradas cerca.
Entre los más superiores
como han de entrar deliberan,
engañando con astucias
 a los bravos centinelas
si al verlos la voz de alarma
a las avanzadas dieran.
Propone uno el engañarlos
con el cabo que allí llevan,
anteriormente cogido
prisionero en las afueras.
Casi a todos les parece
ingeniosa tal idea
y más siendo propia de ellos
que de hábiles se precian.
Ni un instante solo pierden, que oportuna consideran
la ocasión que ven delante
para realizar su empresa.
Unos van agazapados,
los otros ocultos quedan,
 y el cabo marcha entre ellos
 a venderles su bandera.
¡Quien sabe que hará el soldado!
¡Quien acierta lo que el piensa!
¡Quien sabe lo que en su mente
y en su pecho delibera!
Silenciosos van los moros,
silencioso al cabo llevan,
son tan leves sus pisadas
que apenas tocan la hierba.
¡Quien sabe si a aquella calma
sucederá la tormenta!
Al fin, de las avanzadas
al cerco alambrado llegan;
los unos cargan las armas, los otros saltar intentan;
caer quieren sobre el campo
cual lobo sobre su presa......
Pero.... ¡no!; la voz del cabo
realizarlo no les deja,
suena como voz de trueno,
suena como voz de fiera;
es la voz del patrio orgullo,
es la voz de la conciencia
que le grita: “muere antes
de traicionar tu Bandera;
antes que tu vida, España,
que peligra si la dejas.”
Y escuchando el noble cabo
la voz que tan firme suena, exclama: “tirad, soldados,
que son moros los que llegan!”
Y al hablar, descarga horrísona
la dormida calma atruena,
y sin un ¡ay! Que se escuche
rueda Luis Noval por tierra.
..........................................
Balas enemigas son
las que su espalda atraviesan
traidoras, y amigas balas
las que su pecho agujeran..
.............................................
El combate
 Sorprendidos ya los jefes
por el repentino fuego
que hacían sin un descanso
los rifeños y los nuestros,
mandaron tocar a filas,
y al sonido obedeciendo
en pie se pusieron todos
los hombres del campamento.
Pronto en línea de combate
se colocaron, y luego
salieron contra los montes
mil relámpagos y truenos.
No menos disparos rápidos
llegaban del lado opuesto,
disparos que parecían
ser de muerte mensajeros.
Manchaba el humo el ambiente,
limpio hacía poco tiempo,
y difícilmente alguno
respiraba un aire fétido.
Se oyen grito de coraje
mezclados con ayes tiernos
pero el fuego continúa
y cada vez es más recio,
que a la muerte no le importa
ver los hombres por el suelo
con las armas a su lado
y empuñadas en los dedos.
Marcha hacia las avanzadas
un valiente caballero
montado en alto caballo
de larga crin y ligero
Es D. Álvaro Martínez,
un jefe del regimiento
del Príncipe, buen soldado
generoso franco y bueno.
Se le ve en primera fila
peleando con denuedo
y después, desaparece
de muerte, herido en el pecho.
Otros jefes y oficiales
caen bajo el plomo certero,
dando vivas entusiastas
y a la Patria bendiciendo.
Las bajas son numerosas,
por los dos bandos opuestos.
Ya los moros se retiran
dejando del campo dueños
a los bravos españoles
que llegan al poco tiempo;
el campo moro aparece
tanto, con sangre de muertos.
¡Buen cebo para las fieras!
¡Gran botín para los cuervos!
Llegó el alba, una sonrisa
de color de rosa y de fresco
regaló a los vencedores
por el triunfo que obtuvieron,
y estos al amparo de ella
salieron del campamento
haciendo la descubierta
con un éxito completo......
.................................................
¡Oh lágrimas de mis ojos,
regad todas en silencio
la tierra que allá sepulta
a tantos hermanos nuestros!
                ---- o ----
Mi corona
 Para tí son mis cantares,
noble cabo,
que sabiendo los azares
de la guerra, sin pesares
te inmolaste por la Patria como bravo....
Par tí, sí; que sabiendo
los dolores
que la Patria iba sufriendo,
la salvaste, destruyendo
los propósitos cobardes de traidores.
Par tí es esta corona
de poesía;
homenaje que le abona
a tu olímpica persona
la doliente, soñadora Musa mía.
Yo te canto, yo te lloro,
como puedo;
recordando, en campo moro,
de la gran fecha de oro
al soldado que nació en la antigua Oviedo.
¡Oh Noval! santificada
tu memoria
quedará en todos grabada,
y para tu alma esforzada,
si no existe, Dios hará un trono en su gloria.
El prólogo a este poema, de Luis Huerta decía así:
Noble España, patria mía, no te aflijas, que aún existen grandes pechos, pechos puros, que aprisionan corazones abrasados en tu afecto maternal.
Son tus hijos del presente un atávico retoño de marcial progenitor; son la heráldica progenie de Pelayo y de Guzmán, cuyas sombras esfumadas aletean en la brisa de los pueblos y ciudades, en las vegas y en los valles, en los prados y en las breñas, en los sotos y en las huertas, en los riscos, en los montes y en los mares....
¿Ves el alma nacional que resurge embravecida contra el rifeño opresor? ¡Es el nervio de Daoíz y la arteria de Velarde!!!.... 
¿Quién ha dicho que no existe patrio amor? ¡Desdichado! ¡Si el aroma de las flores españolas, y el céfiro, y el aura, y la brisa de los mares, nos infunden diariamente ese aliento patriarcal!
Este cántico de guerra, es un cántico viril, es la chispa de entusiasmo que reluce en la mente del poeta impresionado al recuerdo del valiente, bravo astur, del bizarro Luis Noval, que escribió con sangre azul epopéyica cantata, es reflejo del sentir de un corazón, es imagen expresiva de ideales encumbrados, y, leyendo fervorosos sus estrofas, cada cual podrá juzgarle.
   Tomás G. Perrin, de la Sociedad de autores Españoles, escribía: El Cabo Noval, un episodio histórico en verso, en un prólogo y un acto dividido en dos cuadros, en la ciudad de México, y que fue editado por la Editorial de Eusebio Gómez de la Puente, en la avenida de Nuevo México número 32, en 1910, y que he transcrito literalmente del ejemplar que se conserva en la Biblioteca de Oviedo. Tomás, dedica esta obra a su hermana en los siguientes términos: Se que tu alma de artista se emocionará ante la sencillez heroica del hecho que inmortalizó a Noval, y se también, que tus bondades han de disculpar la pobreza de ropaje poético en que envolver el glorioso hecho.
También aparece en ella una dedicatoria a D. Pedro Marroquín Aguirre que dice lo siguiente: A tu cultura, a tu patriotismo se debe el homenaje hecho al Cabo Noval; acepta pues, como tuyo, este humilde trabajo que te dedico.
Concretamente, este ejemplar de la obra, al que aludo, lleva una dedicatoria: A mi ilustre amigo Don Rafael de Altamira y Crevea, con mi más honda y respetuosa admiración. México. Agosto 1910.
Fue representado por primera vez en el Teatro Principal de Méjico, la noche  del 25 de febrero de 1910, figurando en el reparto los siguientes actores: en el papel de cantinera la Sr.ª Romo; cabo Noval: Sr. Madusell; jefe de kábila: Sr. Bachiller; un oficial: Sr. Agudín; mozo 1º: Sr. Arozamena; mozo 2º: Sr. López Pozo; mozo 3º: Sr. Alonso; soldado 1º: Sr. Varela; soldado 2º: Sr. Legorreta; “el mañico”: Sr. Bezares y en el papel de centinela el Sr Pozo.
Detrás de un telón corto, de selva, aparece en el escenario la cantinera, que se dirige al público:
De la guerra he venido; hasta ti llego, y a tu indulgencia ruego. No me otorgues aquí, lauros ni palmas, pero, si que de par en par abiertas, tenga ante mí las puertas, por donde llegue al fondo de las almas. El lenguaje, en que te hable, no lo dudo, ha de ser franco y rudo; lenguaje que en las almas tenga mi eco; sincero, de belleza despojado, lenguaje de soldado,  como el paco del Máuser, duro y seco. Voy a hablarte de un héroe, seré breve. Tú dirás: ¿Quién se atreve a hablarme de tal cosa, en esta hora? ¡Una pobre mujer! ¡Una cualquiera padre! ¡Una cantinera que si las balas silban, reza o llora!
No. Tal fuerza me dio: tanto he admirado, el valor del soldado, que no temo la lluvia de metralla; no soy para el que lucha una cualquiera; soy la fiel compañera, que le sigue hasta el campo de batalla. ¡Cuantas veces las sienes he secado, de un héroe, que agotado, esperé que en mis brazos se muriera, y ante una voz de mando que se oía, con ímpetu se erguía, entrando en fuego con bravura fiera! ¡Cuántas veces he oído a algún soldado, por la sed abrasado que viendo escasa el agua, se decía: no me des ese vaso, no lo quiero; dáselo al compañero, que está más fatigoso todavía!
¡Cuántas veces recuerdo sollozando, cosas que hice llorando, que ignoro si habrán sido amores locos; he dado muy sinceros, muy vehementes besos en muchas frentes, si... y en muchas bocas! A algún hombre soldado que moría tiritando; ¡Madre mía! Y a quien yo, con amor besé en la frente, vio trocado en ventura su martirio; y creyendo en su delirio, recibir de la madre el beso ardiente.
Algún pobre oficial que agonizaba, y a su esposa llamaba, tendiéndole los brazos, suplicante, recibía con fe con áurea loca, mis besos en su boca, creyendo que era yo su esposa amante. En más de un obre muerto abandonado, mis labios han dejado, sus huellas en las pálidas mejillas, y en muchas dolorosas ocasiones, recé mis oraciones, arrodillada al pie de las camillas.
Pero, con mis tristezas me entretengo, y yo a decirte vengo, una sola advertencia conveniente, antes de que contemples aquí mismo, el acto de heroísmo, sellado con la sangre de un valiente. Del bravo Luis Noval, decirte quiero, que si hoy el mundo entero, su heroico ejemplo con asombro mira, a mí su noble y trágica proeza, no me causa extrañeza; donde todos son héroes, ¿Quién se admira? Es digo, si, de que la patria historia, le conceda la gloria, de escribir en su libro aquella hazaña, más para que aquella acción vuelva a ser vista ¿bastará con que exista, un soldado nacido en nuestra España...?
Así finaliza la cantinera marchándose por detrás del telón de selva, dando comienzo el cuadro primero. En el escenario un campamento moro; en el centro, un jefe de kábila sentado rodeado de tres rifeños  en pie. Grupos de moros armados. A lo lejos brillan distanciadas algunas hogueras. Es de noche.
Escena primera.- El jefe, mientras  los moros guardan silencio: ¿Traes noticias del Had?
Sé clemente señor, le dice el moro 1º, con estos humildes esclavos, que te obedecen. En Had estuvimos todos al caer el sol, y fieles a lo que ayer ordenaste, marchando los tres al frente de los bravos kabileños que a nuestras órdenes vienen, atacamos de improviso el campamento del jefe Sotomayor.
¿Qué hiciste? Le increpa el jefe ¿Tenéis allá a vuestras gentes? ¿Fue incendiado el campamento, como ordené que se hiciera? ¿Queda un español con vida? ¿No dije que aquí estuvieran los prisioneros?
Suplicante el moro 2º: Señor... Moro 3º: perdónanos. Nuevamente el moro 1º: Señor, te pido clemencia, pues por desdichada suerte pese a nuestras arrogancias y nuestras bravuras pese, fue rechazado el ataque, y solo de aquella gente queda un montón de cadáveres y estos cuatro hombres, que vienen a postrarse ante su Dueño, que Alah proteja y conserve.
El jefe, levantándose enfadado: El, maldiga vuestra casta, vuestras mujeres y vuestros campos arrase y vuestras pupilas ciegue... Pero ¡No Alah!, he de ser yo, quien tal vil derrota vengue. Con forzada calma continúa: para otorgar el premio que nuestra hazaña merece, haré que os corten la lengua, y que de un clavo la cuelguen.
El moro 3º, a sus compañeros aterrados les dice en lugar aparte: Nada temáis, yo lo aplaco. Acto seguido dirigiéndose al jefe le dice: Amo y señor, razón tenéis, en aplicar tal castigo, a los que tal lo merecen; pero aunque mi lengua es, a juzgar por lo que quieres, más digna de ser cortada, que de pedirte mercedes, me permito suplicante, que dicho castigo ordenes, pero no para que caiga sobre estos cuatro inocentes, sino sobre un español que aquí preso he de traerte, que es fiero como una hiena, y en el cual con gusto puedes, descargar toda la cólera, que tu brava sangre enciende. Donde ira, el jefe: ¿Dónde está ese perro? Aquí, le dice el moro 1º, mientras, llamando exclama: Venid... Aquí lo tienes.
Escena segunda.- Aparece el cabo Noval en escena y desarmado, en traje de campaña, escoltado por dos rifeños, mientras otro con la gumia desenvainada le amenazaba. El jefe sorprendido, dirigiéndose al moro 1º: ¿Este chiquillo? ¿Es acaso la víctima que me ofreces? El moro 1º, al cabo Noval: ¡Ven acá! mujera y habla. ¿Dónde servías? Noval tarda en contestar. ¿Quién eres? Noval permanece en silencio. ¡Responde, o abro con mi gumía ahora mismo tu vientre! Le amenaza, mientras desenvainaba el arma. ¡Responde perro maldito!
Noval, con tranquilidad: ¿que responda? Escucha, imbécil, no quiero hablar con cobardes, y cobardes son mil veces los que juntos y con armas, a un hombre indefenso ofenden, los que ante las tropas corren y por las espaldas hieren. No hablo más. El jefe, con afectada tranquilidad: de bravo modo, librarte de mí pretendes, pero hablaste por hablar, pero si lo suficiente para que la sanción sea de tu sentencia de muerte. Dirigiéndose a los rifeños que le conducen:
Presto, colgarle de un árbol y vivo, le abrid el vientre, para arrojar sus entrañas a los perros que aquí vienen, que no está mal que esos perros de ese perro se alimentan. El moro 1º le dice: siempre eres clemente y justo. El moro 2º: digno y bravo. Moro 3º: Alah te premie. Termina esta escena llevándose a Noval y cayendo el telón.
Escena tercera.- El moro 1º le dice al jefe: ¿Quedas pensativo? Respondió: Si, pienso que si conviene atacar el campamento esta noche nuevamente, para lo cual cuento ya con refuerzos suficientes, pudiera ayudarnos mucho este español. Razón tienes respondió el moro 1º, pero dando que el acceda. Le dijo el jefe: ¿Y si a cambio se le ofrece la libertad? El moro 1º: es posible Es posible. El jefe: debo intentarlo, traerlo. Haciendo una seña el moro 1º se adelanta.
Escena cuarta.- Aparece de nuevo Noval en escena, esta vez despojado de la guerrera y seguido de los dos rifeños que le custodiaban. El jefe se dirige a Noval diciéndole: Si en algo estimas tu vida, escucha. Quiero ponerte en libertad, sano y salvo, con la siguiente condición: iremos esta noche, con mi gente y al frente quiero ir contigo, para que tú nos enseñes la entrada del campamento, y para que si nos diese un centinela el ¡Quien vive! Al punto contestes ¡España! ¿Aceptas? Noval: ¡Moro maldito! ¿Tan bajo traidor me crees? ¡Mátame pronto!... pero Noval asaltado por una idea súbita, continúa: no... Espera, lo he pensado mejor, y con resolución le dice: ¡Acepto!, el moro 1º asombrado exclama ¡Acepta! El jefe: le dejo.
Noval, aparte y entonado dice: ¡Madre mía! Tú que eres quien me enseñó a ser honrado, quien me mandó ser valiente, no temas que este hijo tuyo es un vil traidor de trueque; tú me inspiraste una idea que ha iluminado mi mente... ¡No temas que yo te olvide! ¡No temas que te avergüence! Dirigiéndose al jefe: ¡Vámonos! Durante el breve monólogo que antecede, los moros 1º, 2º y 3º intercambian algunas palabras  con el jefe, marchando después de dar órdenes a los grupos de moros y regresando nuevamente.
El jefe: ¿Estamos pronto para marchar?
Moro 1º, inclinándose: ¿Cuándo ordenes? Se va el jefe a pie sujetando a Noval, seguido de los moros 1º y 2º. Este hace una señal con la gumía y se pone en marcha desordenado un nuevo grupo de moros, a pie y a caballo, mientras cae el telón lentamente.
Se escucha un bullicio del campamento español; rasguean las guitarras y bandurrias y aires andaluces se dejan escuchar:
Cuando España grita  ¡Guerra!
contestan cien corazones
en cada palmo de tierra.
Olés y palmas. Los instrumentos preludian una jota aragonesa, se oye una voz cantar, partiendo del soldado 2º:
Me dijo antes de partir
acuérdate de tu España
aunque no te olvides de mí.
Entre gritos y aplausos vuelven a sonar los instrumentos, esta vez con aires asturianos:
Por defender a mi Patria
A mi madre abandoné
que penas pasa el que tiene
dos madres, que defender
Cuadro segundo.- aparece en escena un campamento español, a la izquierda limitado por una valla de madre y alambrado, con puerta practicable. Un centinela pasea dentro del campamento a lo largo de la valla. Varios soldados tocan, sentados, una jota con bandurrias y guitarras coreándolas con olés y palmadas. La escena aparece muy animada.
Soldado 1º: ¡A ver, que saquen otra copla de la cabeza del mañico! Soldado 2º. ¡Eso!, y pronto porque el toque  de silencio va a decirnos que se tiene que marchar, cada mochuelo a su olivo. Canta el mañico:
en el alto del Gurugú
ha salido una amapola
con un letrero que dice
viva la sangre española.
Ole los hombres grita el soldado 2º. ¡Bien! ¡Bravo! Exclama el soldado 2º. Dice el primero: ¡has estado muy güeno chiquio!
Vibra el toque de silencio, interrumpiendo el cantar, los soldados marchan precipitadamente en grupos por distintos lados, mientras se despedían: ¡Adiós! ¡Agur! ¡Buenas noches! Entre ellos. Se le oye decir al mañico: ¡No hay más coplicas, amigos!
Escena segunda.- Queda en escena sólo el centinela, paseando a lo largo de la valla. El toque de silencio se deja escuchar dos veces más, cada vez más lejos. Es de noche.
Escena tercera.- Dos soldados vienen a relevar al centinela. Queda uno de ellos en el puesto de este.
Escena cuarta.- Al cabo de un corto rato, el centinela suspende el paseo y grita: ¡Alerta! El grito se escucha otras tres o cuatro veces cada vez más lejano.
Escena quinta.- Entran cautelosamente por la izquierda, el cabo Noval, el jefe de kábila y el moro 1º. Estos llevan en medio al cabo, le siguen los moros 2º y 3º y a corta distancia grupos  de rifeños. El centinela se echa el fusil a la cara y apunta al grupo, al mismo tiempo que exclama: ¡Alto! ¡Quién vive! Noval no responde y sigue avanzando. El moro 1º le increpa: responde. España. Noval le contesta: ¡Cállate! No lo digo hasta que estemos más cerca para ser mejor oído. El centinela de nuevo, sin dejar de apuntar: ¡Quien vive!
Escena sexta.- En escena aparecen algunos soldados más que apuntan al grupo. Desenvainando la gumía el jefe kabileño le dice a Noval. Responde ¡Pronto! El moro 1º: ¡Responde, perro maldito! Noval, con calma: ¡Esperad que estamos cerca! Continuando ahora con bravura: escuchad ahora ¡Bandidos! Mientras agarraba por la cintura al jefe y al moro 1º; forcejean juntos, presentando sus cuerpos ante los puestos sin ocultar el suyo, al mismo tiempo que decía:
¡Tirad aquí, compañeros!
¡Los moros vienen conmigo!
¡¡Viva España!!
Los soldados hacen fuego, y el cabo Noval, el jefe  y el moro 1º ruedan muertos por tierra, mientras los moros restantes se dispersan precipitadamente. En el campamento se escucha: ¡Eh! ¡A las armas!
Escena séptima.-  Sale a escena un oficial, seguido de un centinela y de un tropel de soldados; algunos traen antorchas, a la luz de estas reconocen entre los cadáveres al cabo Noval. El oficial con asombro: ¡El cabo Noval! Centinela, inclinándose y reconociéndole también: ¡El mismo! El oficial: ¿Esta muerto?, ¿Que hubo aquí? ¡Habla pronto! ¿Qué ha ocurrido?. El centinela le responde. Mi teniente, vi que un grupo se acercaba hacia este sitio, y cuando grité: ¡Quien vive! Oí una voz que nos dijo: ¡Tirad aquí compañeros! ¡Los moros vienen conmigo!
El oficial con admiración: ¿Así ofreció su vida? Y llamando a los demás soldados les dijo: ¡Raza fuerte! ¡Vedle! ¡Un ejemplo más! ¡Luis de España! ¡Admirar la acción de este valiente! ¡Así mueren los héroes en campaña! FIN
 Algunas de las poesías escritas a su memoria fueron:
                                                  ¡Gloria a Noval!
¡Alzad, hispanos, la cerviz guerrera;
que tremolen briosos los pendones;
reuníd los animosos corazones
que la patria enlutada nos espera!,
Las hordas del Mogreb, en liza fiera,
ultrajaron con mengua a los leones
de la invicta matrona, y sus cañones,
retumban con furor de esfera a esfera.
No asombre al mundo la ejemplar hazaña...
¡si aprendiera en tus hechos, madre España!
Al proclamarlo, ¡oh, patria sin rival!
Impetramos tus hijos bien amados,
que instituyas un premio a tus soldados
con el nombre glorioso de Noval
                                      De E. Moyano y Fernández Alvarado en Agosto de 1919 en Málaga.
Con motivo del décimo aniversario de su muerte escribió Guillermo Cohen, la siguiente:
A ti, Noval heroico, que un día por España
la sangre de tus venas vertiste sin temblar,
mi lira en tu homenaje cantar quiere la hazaña
que en letras imborrables la historia ha de guardar.
Calado hasta los huesos, pasando privaciones
durmiendo sobre el suelo, y falto hasta de pana,
sobraronte las fuerzas y en todas ocasiones
hiciste en la pelea esfuerzos de titán.
Cuando el salvaje moro, como enemigo fiero
logro echarte las garras el triste día aquel,
después de maltratarte y hacerte prisionero
creyó sería fácil hacerte ser infiel.
Y pretendió obligarte con torpes amenazas
a renegar de todo y a ser un vil traidor...
de nada le sirvieron sus ruines añagazas,
su plan echó por tierra tu indómito valor.
Y al caminar con ellos en dirección al fuerte
quizás ibas pensando la infamia castigar
de un modo que pagase su intento con la muerte
sin que lograsen nunca la plaza conquistar......
Llegó el supremo instante: la noche estaba oscura
y alerta el centinela te dijo: ¡Alto! ¿Quien va?
Tu entonces decidido gritaste con bravura
¡Noval, pero haced fuego, que el moro viene acá!
Sonó fuerte descarga, rodasteis por el suelo
y todos con la vida pagasteis vuestra acción
la de ellos fue cobarde, la tuya la vio el cielo!
Y Dios, que fue testigo, te echó su bendición.
Gloriosa fue tu muerte, y enorme tu victoria;
tu padre perdió un hijo, y el mundo un español
pero Noval no ha muerto, Noval vive en la historia
Noval puso su nombre tal alto como el sol.
A ti, Noval heroico, que un día por España
la sangre de tus venas vertiste sin temblar,
mi lira en tu homenaje cantar quiere la hazaña
que en letras imborrables la historia ha de guardar.
Ese mismo año por el mismo motivo Julio Sánchez Godinez escribía:
                                   ¡Asturianos héroes son!
Sí tontos gallegos son....
Es toque que lanza al viento
un bizarro Regimiento
en Madrid de guarnición.
El héroe del  zoco el Had
bien le mostró al ruin rifeño
que en vencerle tuvo empeño,
su firmeza y voluntad.
Voluntad que va en el mismo
envuelta: ¡visión que ida!
Perdiste joven la vida,
siendo tu sangre el bautismo.
De esa acción tan meritoria
fuiste titán soberano
honra del suelo asturiano
hispano, lleno de gloria.
Tus palabras son las más
hermosas en trances fieros
¡Tirad – dijo -, compañeros
que vienen moros detrás!
De aquella manera extraña
una descarga homicida,
quita a un valiente la vida
la grito de ¡Viva España!
Y España en tres poblaciones
premia del héroe el valor;
le da el Ejército amor;
las madres sus oraciones;
Prosa y verso el escritor
al recordar el suceso
y la madre Patria un beso
lleno de amargo dolor.
Dolor que en dulce ilusión
jamás lo vence el quebranto
¡Que divino es ese llanto
que sale del corazón!...
Corazón que por entero
le pertenece a ella sola;
jamás la raza española.
Se arranca de suelo íbero.
Raza valiente, inmortal,
que el pueblo español venera;
hoy cubre con su bandera
la tumba de Luis Noval.
Orgullosa la Nación
pregona tu valentía,
diciendo a la luz del día
que..¡Asturianos héroes son!....
Julio Sánchez Godinez, escribió también una obra: el drama histórico “El cabo Noval”, que fue estrenada con gran éxito en el Salón Victoria, el 23 de Enero de 1910.
En 1911, con el mismo título el R. P. Francisco Jiménez Campaña escribió un ensayo dramático, en dos actos y en versos, y que su segunda edición, hoy podemos encontrar entre los fondos de la Biblioteca Nacional, en Madrid.
El compositor musical Don Francisco Vendrell Mas, escribió a la memoria de Luis Noval, la siguiente poesía, que he recogido de “El Eco de Noval” una publicación fundada por Julio Sánchez Godina. Las poblaciones de Sevilla, Valladolid, Oviedo, Logroño, Dos Hermanas, Alzira, Cartagena, Melilla, San Lucar de Barrameda, Tomelloso y Pola de Siero le dedicaron una calle.
En  Valencia el homenaje al cabo Luis Noval Ferrao y a los héroes valencianos de la guerra en el Rif, muertos en la campaña de Melilla de 1909, quedó tan solo en la iniciación. El proyecto monumental, obra artística de cierta envergadura, fue realizado por el arquitecto provincial Vicente Rodríguez y los trabajos escultóricos, previstos ejecutar en granito, mármol y bronce, serían obra de los jóvenes y laureados escultores Francisco Marco y Vicente Navarro183. El día de la apertura de la Exposición Nacional de 1910 se llevó a cabo la colocación de la primera piedra, por S.M. el rey Alfonso XIII, del proyectado Monumento a Noval en el lugar previsto para su emplazamiento, el óvalo de la Gran Vía próximo al extremo recayente al Camino-Paseo de Monteolivete. Aunque se abrió una suscripción pública al efecto y el Comité Escolar y ejecutivo del Monumento se dirigió en agosto de 1912 al monarca solicitando el apoyo regio al proyecto, la obra no pasó de la construcción de sus cimientos, malográndose sin que se conozcan otras noticias de aquel abandono. En Oviedo, a pesar de que el 10 de marzo de 1911, el pleno del Ayuntamiento aprobaba la colocación de una gran estatua, obra de Víctor Hevia, en la céntrica plaza  de la Escandalera, no se llevó a cabo.
                                                     TERCERA PARTE
Los asturianos deseaban a Luis Noval en su patria chica, Oviedo  lo quería cerca, querían participar de su gloria, de su hazaña, sentirlo como si nunca se hubiera separado de la tierra que le vio nacer.
El Ayuntamiento de Oviedo, aprobó la siguiente moción: Para honrar la memoria del heroico hijo de esta ciudad Don Luis Noval, Cabo del Regimiento del Príncipe, que dio su vida por la Patria, en la campaña de 1909, ha tomado diferentes acuerdos: 1º.- En sesión  de 25 de enero de 1915, el de  regalarle una sepultura, en nuestro cementerio del Salvador. 2º.- En sesión de 9 de agosto del mismo año, el pagar la mitad de los gastos que se ocasione por motivo de la traída de sus gloriosos restos a esta ciudad, siendo de cuente del ministerio de la guerra el pago de la otra mitad, según lo dispone la real orden del 16 del mismo mes y año. 3º.- En sesión de 21 de enero último se acordó asimismo el programa de recepción en Oviedo de los referidos restos, y que una comisión compuesta por dos señores concejales con el Alcalde, fuera a recibirlos a Madrid.
En el campo santo de Oviedo, en la falda del Naranco, levantaron un mausoleo, obra del escultor asturiano Víctor Hevia, para albergar sus restos para siempre. Sobre una base cuadrada, de cantería,  de cuatro por cuatro metros de lado, un hermoso pedestal coronado por la estatua de un ángel con las alas plegadas listo a emprender el vuelo. En una de sus caras dos fusiles enlazados con una corneta y la corona real, debajo la inscripción: Al cabo Noval; en otra el escudo de armas de Oviedo en cuya parte inferior se puede leer El Excmo. Ayuntamiento de Oviedo al cabo Noval. Año 1915. La cara anterior presenta la puerta del sepulcro que contiene debajo de una cruz, la inscripción Descanse en paz; en la última se lee: Luis Noval Ferrao, nació en Oviedo el 15 de noviembre de 1887, falleció en Melilla el 28 de septiembre de 1909. R.I.P.
Levantado el monumento solamente quedaba el traslado de los restos de Noval.
El 21 de Junio de 1915, tuvo lugar la exhumación de los restos de Luis Noval en el cementerio de la Inmaculada de Melilla. Desde allí, hasta el tres de octubre de 1916, estuvieron depositados en el panteón de las Víctimas  de la Campaña del Rif, en una caja forrada de zinc.
Oviedo había podido y consiguió la autorización para su traslado. No se dio mucho tiempo, a la ciudad de Melilla, pues, apenas pudo hacerse un postrer homenaje debidamente organizado. A las cinco y media de la tarde, en la capilla del cementerio de Melilla, adornada con infinidad de flores e infinidad de luces, se celebró un acto religioso con la presencia de los restos de Noval en la urna funeraria, precintada con el sello de la Junta de Arbitrios de Melilla, envuelta en la Bandera de España, que contenía, una pequeña caja de plata con los galones que usó y las cifras del Regimiento del Príncipe 3.
Se formaría a continuación una procesión, el clero castrense abría la comitiva, seguido por la urna conducida por cuatro cabos del Regimiento de Ceriñola, a la sazón de guarnición en la ciudad, comisiones militares, banda de música del Ceriñola y un piquete  de ordenanza, compuesto por un cabo  y doce soldados sin armas,  presidida por las altas autoridades, una nutrida representación de la colonia asturiana y presenciada por numeroso público, a pesar de la tarde gris. Una vez atravesada la ciudad de Melilla, una muchedumbre esperaba, en silencio y descubiertos, ocupando el muelle de Villanueva.
Anclado en el muelle el vapor Hespérides, su capitán don Jaime Gelpi recibió solemnemente la urna que depositó en el mejor de sus camarotes. En ese mismo momento, le fueron entregadas dos actas para el Ayuntamiento de Oviedo. Esa misma tarde, con tan preciadas reliquias, suelta el barco amarras, la sirena toca estridente y se aleja pausadamente mar adentro, buscando otro puerto, el de Málaga, donde aguardaba el vapor El Españoleto.
El día 23 de octubre, el alcalde de Gijón instaba a sus conciudadanos a participar en el recibimiento; decía su bando: “Con motivo que mañana, a las 8.45, tendrá lugar el desembarco de los restos del heroico Cabo Noval, los Ayuntamientos de la capital y de esta villa, acudirán bajo mazas y en unión de las autoridades civiles, militares, eclesiásticas y judiciales a la recepción y conducción, a Oviedo, de los gloriosos restos del heroico cabo Noval, muerto en el zoco El Had, por salvar el honor de España y la vida de muchos de sus compañeros, dando un ejemplo de virtud, valor y abnegación digno de imitarse por todos los amantes y defensores de la Patria.
La comitiva se dirigirá a la estación del Norte, desde el puerto local, a través de las calles de Abasto, Alvargonzález, Trinidad, Corrida, Langreo, Pedro Duro y Marqués de San Esteban, suplicando, a los vecinos del tránsito, se dignen colocar colgaduras en las fachadas de los edificios y arrojar flores y hojas de laurel sobre el féretro que encierra los restos de aquel que simboliza a nuestro valeroso Ejército de África y honrando, de esta manera, a quien tanto ha enaltecido nuestra Historia”.
En el muelle de Lequerica quedó ultimado el tinglado que la Junta de Obras del Puerto había levantado, todo estaba preparado. Se habían dispuesto tranvías especiales para trasladar a las comisiones ovetenses, desde la estación a los muelles locales.
A primera hora de la mañana del 24 de octubre, arribó al Musél el vapor El Españoleto, capitaneado por el marino Gijonés don Guillermo Menéndez, quedando fondeado fuera de diques, en espera de la marea alta para poder abocar al puerto pesquero de Cimadevilla. A las diez y media de la mañana atravesaba la barra, con bandera a media asta, disparándose desde el puente salvas de honor que anunciaban su entrada, presenciada por una gran multitud. 
Una vez echado anclas y amarrado al muelle, las autoridades y público iniciaron la visita a la capilla ardiente, instalada en el camarote del capitán. Numerosas coronas rodeaban la urna, del Regimiento de Garellano, de Santander, de Bilbao, de la Coruña,... también del Instituto Jovellanos, de la Escuela Superior de Comercio, etc. Una guardia compuesta de un cabo y cuatro soldados,  rendía honores en el camarote del héroe.
El homenaje que le rindió el pueblo de Gijón, una vez desembarcado, fue bellísimo, a ello contribuyó el día espléndido  que animó a la gente a presenciar el recorrido. Talleres, tiendas y comercios habían cerrado. Los vapores, anclados en el puerto, tenían sus banderas a media asta, así como los edificios oficiales.
Para proceder al desembarque, una comisión formada por los gobernadores civil y militar, con sus ayudantes, los alcaldes de Oviedo y Gijón, el comandante de Marina, se trasladó  a bordo de El Españoleto, para hacerse cargo de la urna, envuelta en la Bandera de España. Recibidos en el portalón del buque por el capitán Menéndez, les acompañó hasta su camarote, donde hizo entrega al alcalde de Oviedo don Marcelino Fernández de un sobre lacrado que contenía las siguientes actas.          
Una decía:
“En Melilla, a los veintiún días del mes de junio de 1915, reunidos en el cementerio don Francisco Montesinos Martínez, el ingeniero de la Junta de Arbitrios don Tomás Moreno López, el sobrestante de la misma don Antonio Llovet Font, el conserje del cementerio don Francisco Escaño Mérida, los obreros de dicha Junta don Cristóbal Fuentes Gallardo, don Miguel Villena Bueno, don Gabriel Velázquez Moreno, don Pascual Cavanas Campoy, don Rafael Carreras Muñoz y don José Benitez Sánchez; los enterradores don Juan García Ledesma, don José  Fernández Mérida, don Luis Sánchez Domínguez y don Pedro Ruiz Ferrer y el hijo del conserje Francisco Escaño Cuenca, cabo de Infantería, se procedió, en vista de las indicaciones claras y exactas dadas por el citado cabo que ayudó a enterrar el cuerpo de Noval, a la exhumación de dicho cadáver, el cual fue encontrado en idéntico sitio y situación que predecía el susodicho cabo de Infantería, hijo del conserje, coincidiendo, en todos los detalles que él mismo había dado, con los que se encontraron en el cuerpo exhumado; entre ellos se le recogió parte del uniforme, con un galón solamente, detalle que hicimos constar y certificamos los presentes”.
   La otra:
“En la ciudad y plaza fuerte de Melilla, a los tres días del mes de octubre de 1916, reunidos en el cementerio de la Purísima Concepción, el comandante sargento mayor don Manuel García Malea, el capellán del cementerio don Francisco Ontiveros Martínez, el ingeniero de la Junta de Arbitrios don Tomás Moreno Lázaro y el conserje del cementerio don Francisco Escaño Mérida, a su presencia, fue extraída del panteón de las Víctimas de la Campaña del Rif, una caja forrada de cinc, conteniendo los restos de don Luis Noval Ferrao, muerto gloriosamente en el zoco El Had de Beni Sicar, el 28 de septiembre de 1909, cuya caja fue metida en otra de madera de roble en forma de urna y precintada a las 17.30; fue sacada del cementerio y llevada con los correspondientes honores al vapor Hespérides, en el cual le fue entregada a su capitán por los citados señores, comandante sargento mayor de la Plaza, Capellán, el ingeniero de la Junta de Arbitrios y para constancia se levanta el presente acta, por duplicado y firman los respectivos señores”.
Por las calles de Gijón, la urna, conducida por los cabos del Regimiento del Príncipe José García Rivero, Florentino Pajares Canales, Mariano González Miralles y Urbano Díaz Balmori, ocupaba el lugar de honor en la comitiva, seguida por varios marineros de la Armada y soldados de Infantería portando las coronas, algunas de particulares como la de la maestra del Carmen doña A. Mingoranco. Después de un  responso, rompió la marcha un piquete de caballería de la Guardia Civil y los párrocos de San Lorenzo, de San José y el Deán de la catedral de Oviedo, Don Juan Nepomuceno, seguían los alcalde de Oviedo y Gijón y otras autoridades civiles y militares, coche armón con seis caballos y palafreneros, para cerrar la procesión jefes, oficiales, alumnos, brigada de la Cruz Roja, bandas militares y civiles, numerosas personas y finalizando con un piquete de Infantería. Cubrían carrera los Exploradores Gijoneses y tropas del Regimiento del Príncipe, que pasaban a engrosar las filas del piquete, a medida que pasaba la comitiva. Por doquier caían flores y hojas de laurel en medio de un gran silencio.
En la estación se cantó el último responso y las unidades participantes desfilaron delante de los restos del Cabo Noval. Inmediatamente fue depositada la urna en un vagón del tren que con la comitiva ovetense se trasladaría a la capital del Principado. Al arrancar el tren el gobernador Sr. de la Rosa gritó: ¡Viva España! ¡Viva el Ejército!, contestado, unánimemente por los allí presentes. A continuación el gobernador militar gritó: ¡Viva Gijón! A las 10.25 de la mañana arrancó el convoy ferroviario, entre el entusiasta despedida dispensada por los gijoneses.
Ya a las diez de la mañana, las calles de Oviedo comenzaban a estar muy concurridas, principalmente la de Fruela y Uría, mostrándose engalanadas con hermosas colgaduras, y desde la iglesia de San Isidoro hasta la estación, cubrían carrera los soldados del Regimiento del Príncipe, al mando del coronel Gil de Arévalo
Aguardaban en el andén las autoridades: los concejales Buylla, Larri. Ordoñez, Marina, Sánchez; Srs. Botas y San Román de la Cámara de Comercio; Sr. Conti, Sr. Funes etc. El carro de municiones de la sección de ametralladoras, destinado a conducir los restos hasta el cementerio, se hallaba adornado con crespones negros y hojas de laurel. En la parte anterior y posterior del mismo, se colocaron dos coronas de laurel con la Cruz de San Fernando, de flores naturales. En una de ellas se leía: El General, Jefes, Oficiales y Tropa de la Guarnición, al heroico Cabo Noval. Otra decía: El Regimiento del Príncipe al heroico Cabo Noval. Otro carro estaba dispuesto para transportar las coronas, ente las cuales estaban la del Catecismo de niños de Oviedo, centro del que fue Noval antiguo alumno, la del Ayuntamiento de Oviedo, la de la Escuela Altamira, la de un amigo y compañero, primero de escuela y después de armas, Joaquín Rodríguez Cabal, y no podía faltar la de sus padres y hermanos.
El tren llegó a las nueve y veinte de la mañana, trasladándose los restos al armón engalanado, en medio de una gran emoción. Inmediatamente se organizó la comitiva, abriendo la marcha una sección de la Guardia Civil a caballo, seguida por el clero de San Isidoro con cruz alzada y la urna. Detrás el duelo: el Deán, los párrocos de San Juan y San Tirso, la familia: el padre don Ramón Noval, el hermano de Luis, Julio y su cuñado don Aurelio Botas, marido de su hermana María del Olvido. Gobernador civil Ricardo de la Rosa, alcalde de Oviedo Marcelino Fernández, El general Burguete y los coroneles Díaz Gómez y Mata, concejales del Ayuntamiento, diputados provinciales, Cruz Roja, y comisiones civiles y militares. Desde los balcones y ventanas se lanzaban flores y hojas de laurel, repitiéndose las escenas de la despedida en Gijón.
En San Isidoro, colocados en la nave central los restos de Noval, se celebró una misa de réquiem, acompañada de la música del maestro Hernández. Después se reanudó la marcha por la calle de la Magdalena, Puerta Nueva y San Roque y allí, ante una gran multitud, se celebró un desfile como postrer homenaje al héroe, antes de partir hacia el cementerio.
La autoridades civiles y militares acompañaron al cabo Noval hasta El Salvador, presenciando como eran introducidos los restos del Cabo Noval en el mausoleo que ya aguardaba al valiente inquilino. Una vez efectuado el entierro, el general Burguete, agradeció al Alcalde el recibimiento hecho al Cabo Noval y le abrazó en nombre del Ejército, regalando al Regimiento del Príncipe la caja de caoba. Con los restos de Noval fueron enterrados un bando del Alcalde y la orden de la plaza, con las firmas de aquel, del general Burguete, del Sr. de la Rosa y del coronel del Príncipe Díaz Gómez.
Oviedo acogía, el 24 de octubre de 1915, a uno de sus hijos más insignes, el cabo Don Luis Noval Ferrao, al que alguien había escrito su postrer pensamiento desde la ultratumba:
 Ya no están mis restos en Melilla, donde dormí mi primer sueño de paz, pero, no me fui todo, porque algo dejé que vale tanto o más que estos pobres huesos, que ahora reposan en el Salvador; con vosotros, melillenses, quedó mi sangre, esa sangre que empapó la meseta de Beni Sicar, y esa carne que consumió la tierra sagrada con que me disteis reposo.
No te olvido Melilla que quedas con lo mejor de mí; si Oviedo fue la cuna de mi vida, Melilla, fue la cuna de mi inmortalidad; más grande que nacer para morir, es morir para vivir eternamente.
Descanse en el recuerdo para siempre en paz.
                                                  CUARTA PARTE
El Juicio contradictorio.
Se inicia de inmediato el proceso de averiguación de los hechos que tuvieron lugar exactamente por medio de un Juicio Contradictorio que llevarían a premiar al heroico soldado por su actuación, juicio que transcribo literalmente y por el que se pueden desechar interpretaciones que en un primer momento se suscitaron, aportando la serie de documentos que lo componen:
Ejército de Operaciones de Melilla
Doc. 1.- Expediente de Juicio Contradictorio, formado al Cabo Luis Noval Ferrao (corregido), para depurar el mérito por éste contraído, en la defensa del Campamento del Zoco – el - Had de Benisicar atacado por el enemigo la madrugada del día 28 de Septiembre de 1909. Fiscal: comandante de E. M. D. Joaquín Nieves y Coso. Secretario: Primer teniente de Infantería D. Gerardo García Rey.
Doc.2.- Fuerzas del Ejército de Operaciones en Melilla. Estado Mayor. Sección 3ª.
El Excmo. Sr. General de la 2ª División Expedicionaria, en escrito de 4 del actual me dice:
Excmo. Sr.= Para la resolución que V.E. Estime más oportuna, tengo el honor de remitirle copia del parte que el Coronel del regimiento Infantería del Príncipe número 3, dirige al Jefe de la 2ª Brigada, referente a la conducta observada por el cabo de dicho cuerpo Luis Noval Ferrán (debía decir Ferrao), en el ataque al Zoco del Had, en la madrugada del día 28 del pasado, en cuyo hecho de armas pereció la referida clase, y presentada esta petición en el plazo y condiciones que marca el Art. 12 del reglamento de la Cruz de san Fernando, lo traslado a Vd. con inclusión de copia de la que se cita para que como Fiscal y auxiliado por el secretario de la clase de oficial que designe, proceda a abrir el juicio que se solicita, el cual se tramitará con arreglo a la ley. Dios.
Doc. 3.- Copia que se cita:
Regimiento de Infantería Príncipe n.º 3= Excmo. Sr.= Como ampliación al sucinto parte relativo al combate de ayer, que con la misma fecha tuve el honor de elevar a V. E. Y después de comprobar los hechos, he de hacer especial mención del heroico comportamiento del cabo de la 4ª compañía del primer batallón Luis Noval Ferrán (Ferrao), que encontrándose de servicio avanzado y habiendo caído en poder del enemigo (?), en el momento en que recorría los escuchas, fue conducido(?) por un grupo numeroso de moros al campamento atrincherado que ocupa la 3ª compañía del mismo batallón con objeto de que les señalase el lugar de entrada (?) a dicho campamento, y lejos de acceder a las pretensiones de nuestros enemigos, que se encontraban próximos a la alambrada gritando “alto el fuego que somos españoles”, exclamando a grandes voces “tirar que vengo entre los moros”, ¡Fuego! ¡Viva España!= Después de amanecido y al hacer la descubierta se encontró el cadáver de dicho cabo abrazado a su fusil con la bayoneta calada teñida de sangre y próximo al mismo el cadáver de un moro que entre otras heridas de arma de fuego, tenía atravesado el pecho de un bayonetazo.= Y como quiera E. Sr. Que estos hechos, estima el jefe que suscribe que pudieran estar comprendidos en el Reglamento de la real y militar Orden se san Fernando, me creo obligado a someterlo a la consideración de V. E. Para lo que estime de justicia.= también se ha distinguido el soldado Alejandro Antón municionando a las tropas y recogiendo heridos, llevándolos al hospital de sangre. En la descubierta practicada en la mañana de hoy se han encontrado dos muertos más del enemigo, cuyos cadáveres no pudo retirar, habiendo dispuesto que con esta fecha se les dé sepultura.= Zoco El Had 29 septiembre de 1909= El Coronel Julio Molo. Rubricado = Excmo. Sr. general de la 2ª Brigada de la 2ª División. Es copia = El Comandante Jefe de E. M. Joaquín Nieves. Rubricado. Hay un sello que dice: 2ª División Expedicionaria = 2ª Brigada. Es copia. Firma un coronel 2º jefe de E. M, ilegible. Guarde a V. muchos años. Melilla 9 octubre 1909. Marina. Rubricado. Sr. Comandante de E. M. D. Joaquín Nieves.
Doc. 4.- Don Joaquín Nieves, Comandante de estado Mayor, Jefe de Estado Mayor de la Segunda Brigada de la segunda División Expedicionaria, y Juez Instructor nombrado según oficio que antecede, para instruir expediente de Juicio Contradictorio al cabo Luis Noval Ferrán (Ferrao), del Regimiento Infantería del Príncipe número tres, designo como Secretario al Primer teniente Don Verardo García Rey, del Regimiento de Infantería Burgos número treinta y seis, quien compareció a su presencia, el día tres de octubre de mil novecientos nueve, a las ocho de la mañana. Joaquín Nieves.
Diligencia de actuación del Secretario.- En virtud del anterior nombramiento se presentó don Verardo García Rey, primer Teniente del Regimiento Infantería Burgos número treinta y seis, secretario designado, y habiendo aceptado su cargo, ofreció bajo palabra de honor desempeñarlo fiel y lealmente firmando ambos, en el Campamento de Hayara Muna a trece de Octubre del mil novecientos nueve. Firmas: Verardo García. Nieves. Rubricadas.
Auto de instrucción y diligencia de haberse incorporado el parte de la acción.- En el campamento de Hayara Muna a trece de Octubre de mil novecientos nueve, el Señor Fiscal dispuso que a continuación se uniese el parte de acción de 28 de Septiembre del mismo año, a que se refiere este Juicio y que le fue remitido, en copia, por el Excelentísimo Señor Comandante General en Jefe del Ejército de Operaciones, como se efectuó. Y para que conste, y dar fe, de ser el mismo que a dicho oficio se acompañaba. Yo el infrascrito secretario certifico. Firma: Verardo García.
Diligencia de pasar un oficio.- En Hayara Muna, a trece de Octubre de mil novecientos nueve, el señor Fiscal dispuso pasar atento oficio al Excmo. Sr. Comandante general en Jefe del Ejército de Operaciones interesándole copia de la Orden general en que...... la formación del expediente de Juicio contradictorio del cabo Luis Noval del Regimiento del Príncipe número tres. Y para que conste se pone por diligencia de la que yo, secretario certifico. Firma y rúbrica: Verardo García.
Diligencia de unir documentos.- En el Campamento del Zoco del Had a diez y ocho de Octubre, el Señor Juez Instructor dispuso se uniera a continuación oficio del señor Coronel Jefe de E. M. del Ejército de Operaciones y en el cual se incluyó copia de la parte de la Orden general en la que se publica el anuncio relativo a este Juicio. Y para que conste se pone por diligencia que firman dicho señor Juez, conmigo el Secretario de que certifico. Firma y rúbrica: Verardo García. Nieves.
Diligencia de unir un certificado.- En el Campamento Zoco del Had, a diez y ocho de Octubre, el Señor Juez Instructor, dispuso se uniera a continuación un certificado expedido por el Excelentísimo Señor General de la 2ª Brigada de la 2ª División Don Enrique Brualla, exponiendo cuanto concierne al asunto, que es objeto de esclarecimiento en el presente expediente. Y para que conste, se pone por diligencia que firman dicho Señor Juez y Secretario de que certifico. Firma y rúbrica: Verardo García . Nieves.
Doc. 6.- Fuerzas del Ejército de Operaciones en Melilla. Estado Mayor. Sección 2ª. A los efectos procedentes en el expediente de Juicio Contradictorio que instruye para averiguar el derecho que a la cruz de S. Fernando, pueda tener el cabo del Regt.º del Príncipe n.º 3 Luis Noval, remito a V. copia de la parte de la Orden general en que se publica el anuncio relativo a dicho juicio. Dios _que a V. ms. as.. Melilla 11 octubre 1909. D. O. De S. E. El Coronel Jefe de E. M. Firma ilegible. Sr. Comandante de E. m: Juez Instructor D. Joaquín Nieves (Zoco el Had).
Doc. 7.- Fuerzas del Ejército de Operaciones en Melilla. Estado Mayor. Copia que se cita:
Orden General del Ejército de 10 de octubre de 1909 = El Excmo. Sr. Comandante en Jefe se ha servido disponer lo siguiente: = Art.º 1º= A propuesta del General de la 2ª División se ha ordenado la apertura de juicio contradictorio para la concesión de la cruz de la real y Militar orden de san Fernando, con arreglo a lo prevenido en el art.º 22 de la misma, aprobado por la ley de 18 de mayo de 1862, al cabo del primer batallón del regimiento de Infantería del Príncipe, Luis Noval Ferrán (Ferrao), por su heroico comportamiento el día 28 del mes de septiembre en el ataque por los moros al campamento de Zoco el Had.= Se nombran Juez Instructor al Comandante de E. M. D. Joaquín Nieves, Jefe de E. M. de la 2ª Brigada de la segunda División.= Lo que de orden de S. E. Se publica en la general de este día para conocimiento.= El Coronel Jefe de E. M.= Francisco Gómez Jordana. Es copia. El Coronel Jefe de E. M. Firma ilegible.
Doc. 8.- Don Enrique Brualla Gil general de la segunda brigada de la segunda División expedicionaria.
Certifico: Que invitado por el Comandante de Estado mayor don Joaquín Nieves nombrado Juez instructor del expediente de juicio contradictorio de Cruz de San Fernando formado al Cabo Luis Noval Ferrán (Ferrao), del Regimiento infantería del Príncipe número tres por el mérito que contrajo en la acción del día veintiocho de septiembre último, para manifestar cuanto sepa acerca del hecho de referencia, y del que di parte al siguiente día de ocurrido al Excelentísimo Señor General de la segunda División expedicionaria me complazco en manifestar lo siguiente.
Primero: Que aunque en los primeros momentos de tener noticia del suceso no recordaba conocer al indicado, cabo Luis Noval, posteriormente recuerda haberlo conocido en Oviedo por la circunstancia de tener oficio de carpintero, y haber visto que alguna vez en el Cuartel, en donde se alojaba el Regimiento del Príncipe y enclavado el Gobierno Militar, era empleado para algún arreglo propio de su oficio dentro de aquel; que no tiene con él relación favorable ni contraria que le impida declarar en el juicio que se le sigue.
Segundo: Que en la mañana del citado día veintiocho tuvo noticia del hecho, a las siete próximamente de dicho día, por los camilleros que conducían los muertos y heridos, y entre los cuales camilleros, se hablaba del asunto, y una hora próximamente más tarde, por el Coronel del regimiento don Julio Molo, que vino a darle parte del resultado del ataque en lo que concierne al sector de la derecha de la posición del Zoco- el - Had, cuyo sector le estaba encomendado, y en donde ocurrió lo sucedido.
Tercero: Que teniendo en cuenta la importancia del suceso de que se le daba cuenta y de que ya por voz pública había tenido noticia, excito al citado Jefe a que con la mayor escrupulosidad aquilatara la verdad de lo ocurrido a los efectos a que hubiera lugar, y que habiendo confirmado en parte por escrito dicho Coronel, la verdad del hecho realizado se limitó a ponerlo en conocimiento por escrito también al Excelentísimo Señor General Jefe de la División en aquel mismo día.
Cuarto: Que como el declarante durante la acción se halló dirigiendo la defensa del sector de la izquierda en donde está enclavado el llamado Zoco ni presenció  el hecho, ni tuvo de él más noticias de las ya referidas no pudiendo dar acerca del mismo más detalle de lo que deja referidos.
Y para que conste donde convenga y a los efectos que proceda expido el presente en el Zoco-el - Had a diez y ocho de Octubre de mil novecientos nueve. Firma y rúbrica, Enrique Brualla.
Doc. 9.- Diligencia de recibir un oficio: En el campamento del Zoco del Had a diez y ocho de Octubre, yo el Secretario hago constar: que en cumplimiento de lo ordenado por el Señor Juez Instructor, he remitido a su destino, oficio dirigido al Señor Coronel del Regimiento de Infantería del Príncipe número 3, invitándole a prestar declaración en este campamento, sobre cuantos extremos interesen y se relacionan con el Cabo Luis Noval en el ataque del día 28. Y para que conste, se pone por diligencia, de que certifico. Firma y rúbrica: Verardo García.
Doc. 10.- Declaración del Coronel Don Julio Molo del Regimiento Infantería del Príncipe número 3: En el Campamento del Zoco del Had a diez y ocho de Octubre de mil novecientos nueve, ante el señor Juez Instructor, presente oyó el Secretario, compareció el Coronel del regimiento de Infantería Príncipe número 3, citado al efecto, y advertido de la obligación que tiene de decir verdad y de las penas que incurre el reo de falso testimonio, juró con arreglo a su clase, prometiendo por su honor ser veraz en cuanto supiere y fuese preguntado; y siéndolo por su nombre, apellido, edad, estado y empleo, si conoce o no al cabo de su Regimiento Lis Noval Ferrán (Ferrao), si tiene con él parentesco, amistad o enemistades e interés directo o indirecto en este expediente, y cuanto comprenden las demás generales de la ley;
Dijo: Llámase como queda dicho, de mayor edad, casado, Coronel del regimiento de Infantería Príncipe número 3, no comprendiéndole ninguna de las generales de la Ley.
Preguntado = Si conocía al cabo Luis Noval; si sabe que se habló en el combate del día 28, y si tiene con él alguna relación favorable o contraria, que le impida declarar en este juicio, Dijo: Que conocía al cabo Luis Noval, por ser cabo de su Regimiento; que le consta asistió al combate que tuvo lugar el día 28 de septiembre próximo pasado en el Zoco el Had, no teniendo amistades ni enemistades con el citado cabo.
Preguntado: Si sabe que el citado cabo ejecutase algún hecho distinguido en el combate del referido día; si fue testigo presencial de él, y como tuvo conocimiento del hecho. Dijo: que el cabo Noval, ejecutó el hecho distinguido a que tiene referencia el parte que di al Excmo. Sr. General de la 2ª Brigada el día 29 de Septiembre próximo pasado, por haberlo recibido del Teniente Coronel Jefe del Primer Batallón de este regimiento D. Ramón Díaz Gómez; que no fue testigo presencial del heroico comportamiento del citado Cabo, y que solo por el parte que recibió y tramitó, tuvo conocimiento del hecho citado.
Preguntado = En que paraje tuvo lugar, y que manifieste la situación de los enemigos y quienes presenciaron los hechos. Dijo: Que el hecho a que se refiere esta pregunta, tuvo lugar cerca de las alambradas del reducto que ocupaba la 3ª Compañía del Primer Bón., en la situación Nordeste del campamento; que ignora que situación ocupaba el enemigo, por no haber sido testigo presencial del hecho, y que los testigos presenciales fueron, el Capitán D. Manuel Ruíz Iraola, el Primer Teniente D. Evaristo Álvarez, el 2º Teniente D. Isidoro Armendariz, los sargentos Joaquín Álvarez y Natalio Acosta, los Cabos Saturnino Camarero y Juan Salgueiro y soldados Honorato Martínez, Jesús Viña, Fernando Díaz, José Álvarez, Manuel Pita, Juan Martínez Meana, y el corneta Amado González.
Preguntado = Si tiene algo más que manifestar para esclarecimiento del hecho de que se trata. Dijo: que no tiene más que decir, que lo dicho es la verdad en descargo del juramento prestado, y en este estado el Señor Juez, le enteró del derecho que tiene de leer por sí mismo esta declaración, renunciando a ello, leyéndola yo el Secretario, y firmándola con dicho Señor Juez Instructor y presente Secretario de que certifico. Firma y rúbrica: Julio Molo. Joaquín Nieves. Verardo García.
Doc. 11.- Declaración del Capitán Ayudante Don José Rasa Alpón:
En el Campamento del Zoco del Had, a diez y ocho días del mes de Octubre, ante el Juez Instructor, presente yo el Secretario, compareció el capitán citado al margen, a quien se mandó comparecer para declarar a éste Campamento, y advertido de la obligación que tiene de decir verdad, y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, juró con arreglo a su clase prometiendo por su honor ser veraz en cuanto supiese y fuere preguntad, y siéndolo por las generales de la Ley. Dijo: Llamarse Don José Rasa Alpón, de 37 años, casado, Capitán Ayudante del Regimiento de Infantería del Príncipe número 3, que conocía al cabo Luis Noval por pertenecer al regimiento, que no tenía parentesco, amistades o enemistades, ni interés directo o indirecto en este Juicio, no comprendiéndole ninguna de las generales de la Ley.
Preguntado, si sabe que el cabo Luis Noval, acometiese algún hecho distinguido en la madrugada del día 28 último. Dijo: que por referencias del Capitán  de la 3ª Compañía del Primer batallón Don Manuel Ruíz Iraola, se enteró del hecho heroico efectuado por el cabo Luis Noval, relatando el capitán el referido hecho en la forma siguiente: “Que estando haciendo fuego una sección en uno de los fuertes del reducto, salieron voces del enemigo que atacaba, diciendo “alto el fuego.” El oficial encargado de la defensa de dicho frente, que creé era el Teniente Armendariz ordenó cesar el fuego, y una vez hecho esto, el teniente Evaristo, encargado de la defensa de otro frente del mismo  oyó al cabo Noval decir, “vengo entre los moros,” ¡Tirar! ¡Viva España! Al oír estas frases el último oficial referido, hizo varias descargas, hasta rechazar al enemigo que suspendió el fuego, encontrando al amanecer al lado de la alambrada de este reducto, el cadáver del cabo Noval con el fusil machete armado, y este ensangrentado, y a los pocos pasos, un moro también muerto con armamento y municiones, el que sin duda el enemigo no pudo retirar por el nutrido fuego que hizo la defensa, y el cual entre las heridas que presentaba, una de ellas era de cuchillo Máuser.
Preguntado si el cabo Noval pertenecía a la compañía del capitán Iraola, y por tanto prestaba servicio en el reducto en que sucedió el hecho, Dijo: que no, que pertenece a la cuarta compañía del primero, que guarnecía otro reducto, situado a la izquierda.
Preguntado: como explica pudiera ocurrir, que el cabo Noval, que debía hallarse en el reducto que mandaba el Coronel Molo, se hallase en el momento del suceso en el de la derecha que guarnecía el capitán Iraola. Dijo: que como la premura de tiempo no estaban terminadas de establecer en todos los reductos las defensas accesorias, había en el que mandaba el Coronel Molo, sitios en los cuales había necesidades de establecer puestos avanzados con servicio de escuchas, y que hallándose de cuarto el cabo Noval, encargado de recorrer el orden de escuchas, debió desorientarse, alejándose del cordón por causa de la oscuridad de la noche, siendo sorprendido por un grupo de moros, que le condujo hacia el reducto de la derecha, tratando  al parecer, de conseguir de él, tal vez con promesa de conservarle la vida, de que les facilitase la entrada al reducto, salvando la alambrada que a éste último rodeaba por completo.
Preguntado, si efectivamente, el armamento, que aparecía al lado del cabo era el suyo, y por lo tanto, si creé que los moros al sujetarle, le habían dejado con él. Dijo: que la única explicación que puede darse de esto, es que el enemigo procuraría es darle todo género de confianzas para conseguir de él, el que les enseñara la entrada del reducto.
Preguntado si tenía algo más que añadir. Dijo: que no.
En este estado el Sr. Juez le enteró del derecho que tiene de leer por sí mismo esta declaración, y renunciando a él, y leyéndola yo el Secretario, se afirmó y ratificó en su contenido y firma con dicho Señor Juez instructor y presente Secretario de que certifico. Firma y rúbrica: José Rasa. Joaquín Nieves. Verardo García.
Doc. 12.-  Declaración del Primer Teniente Don Evaristo Álvarez Expósito.
En el Campamento de Rostrogordo a veinticuatro de Octubre de mil novecientos nueve, ante el Señor Juez Instructor presente yo el Secretario compareció el primer Teniente D. Evaristo Álvarez Expósito, al cual se había citado el día diez y ocho, no presentándose por la imposibilidad en que se halló, efecto del temporal que comenzó ese día. Advertido de la obligación quien tiene de decir verdad y de las penas que incurre el reo de falso testimonio, juró con arreglo a su clase, prometiendo por su honor ser veraz en cuanto supiese y fuese preguntado; y siendo a tenor de las generales de la Ley. Dijo que se llama Don Evaristo Álvarez Expósito de cincuenta años, primer Teniente de la tercera compañía del primer batallón del Regimiento de Infantería, Príncipe número 3, que conoce al cabo Luis Noval, que no tenía con él parentesco, amistad o enemistades, ni interés directo o indirecto en este expediente, no comprendiéndole las demás generales de la Ley.
Preguntado si hallándose en la madrugada del día 28 de Septiembre último en el reducto que mandaba el capitán Iraola, sabe que el cabo Noval acometiera algún hecho distinguido. Dijo: Que hallándose de servicio en ese reducto y a las dos y media próximamente de la mañana, se hallaba, ocupando con su sección, el ángulo de la derecha del reducto, teniendo a su izquierda, la sección del teniente Armendariz, y que a la media hora o tres cuartos de hora de empezado el fuego, vio correr por su frente y pie de la alambrada y hacia su derecha un grupo con un individuo al frente, el cual llevaba el uniforme de nuestras tropas, y otro grupo mucho más numeroso que venía por su derecha y en dirección contraria al grupo antes citado, que gritaba: “no tiréis”, “que somos españoles”, pero mezcladas con estas frases, voces y murmullos expresados en idioma que no comprendía, sospechando fueran moros, y en este momento, el que iba a la cabeza del primer grupo que ha hecho referencia, avanzó corriendo y seguido por los que le acompañaban, y grito ¡tirad, que son moros!, e instantáneamente el declarante ordenó hacer fuego por descargas y entre el ruido de los disparos oyó decir: ¡Ay mi madre! ¡Viva España!
Preguntado = si la dirección que seguía el cabo Noval y el grupo que le acompañaba, iba en la dirección de la puerta de entrada de la alambrada, dijo: que hasta aquella tarde, la puerta estaba situada entre los dos reductos, pero que antes de la noche se varió su situación, colocándola en el lado del frente de retaguardia, al que él ocupaba.
Preguntado si creé que el cabo iba buscando la puerta efectivamente, para salvarse él, o por el contrario, guiaba falsamente al grupo en dirección contraria a la que se hallaba situada la puerta dijo: que no puede precisar cual fuera el propósito del cabo Noval, y hasta que pudiera suceder que el mismo cabo ignorase donde se hallaba la puerta, por no pertenecer dicha clase a la compañía que guarnecía el reducto donde ocurrió el hecho.
Preguntado si estima que el cabo Noval, con su comportamiento, realizaba un hecho verdaderamente distinguido dijo: que él, desde luego adquirió desde aquel instante, el convencimiento de que el cabo Noval, se sacrificaba noblemente por salvar a sus compañeros.
Preguntado, si tuvo ocasión de ver el cadáver del cabo, una vez terminado el fuego dijo: Que al hacer la descubierta en la misma mañana, la cual ejecutó con 25 hombres, halló al pie de la alambrada y un poco a la izquierda del ángulo que había defendido con su sección, el cadáver del cabo Noval, y más a la izquierda todavía, y cerca del ángulo donde había estado establecido el Teniente Armendariz, el cadáver de un moro, con varios rastros de sangre, y jirones de ropa en las alambradas; los dos cadáveres con sus armamentos y regueros de sangre en dirección al barranco, al cual no bajó por tener orden expresa de no llevar su reconocimiento más allá de la vista de la loma  en que estaba enclavado el reducto, pero que luego, más entrada la mañana, y en otro reconocimiento que se efectuó, y en el cual, él no tomó parte, sabe que se encontraron otros varios cadáveres que fueron enterrados allí mismo.
Preguntado = Manifieste que soldados o clases se hallaban en la trinchera en el momento de llevarse a cabo el hecho que se trata de esclarecer. Dijo: que allí estaban el sargento Joaquín Álvarez, el cabo Juan Felgueroso Aller y los soldados de su sección.
Preguntado = Si tiene algo más que decir. Dijo: Que no, que lo dicho es la verdad en descargo  del juramento prestado, y en este estado, el Señor Juez le enteró del derecho que tiene de leer por sí mismo esta su declaración, y renunciando a él y leyéndola por mí el secretario, se afirmó y ratificó en su contenido y firma con dicho Señor Juez y presente Secretario de que certifico. Firma y rúbrica: Evaristo Álvarez. Joaquín Nieves. Verardo García.
Doc. 13.-  Declaración del segundo Teniente D. Isidoro Armendariz.
En el campamento de Rostrogordo a veinticuatro de Octubre de mil novecientos nueve, ante el Señor Juez Instructor, presente yo el Secretario, compareció el segundo Teniente Don Isidoro Armendariz, al cual se había citado ya el dieciocho del actual, y advertido de la obligación que tiene de decir verdad en cuanto supiese y le fuere preguntado, y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, juró con arreglo a su clase, prometiendo por su honor ser veraz en cuanto supiese y fuese preguntado, y siéndolo por las generales de la Ley. Dijo: Llamarse como se deja dicho, de veinte y dos años, soltero y segundo Teniente de la tercera Compañía del primer batallón del Regimiento de Infantería, Príncipe número 3, sin comprenderle las demás generales de la Ley, que no conocía personalmente  al cabo Luis Noval, que no tenía con él amistades o enemistades, ni parentesco, y que no tiene interés directo o indirecto en esta causa.
Preguntado = Si hallándose de servicio en el reducto que mandaba el Capitán Iraola, sabe que el cabo Luis Noval acometiere algún echo distinguido. Dijo = Que hallándose de servicio en el ángulo formado por los lados, que van, uno al enemigo, y el otro al Campamento general, y después de rechazar los moros en la primera intentona de ataque, vio venir una guerrilla que parecía traer dirección a su campamento gritando: ¡Viva España! ¡No tiréis que somos de los vuestros!, pareciendo fuerzas de protección. Asomado a la trinchera vio desde luego, uniforme de tropa nuestra, del que primero venía no distinguiendo a los demás claramente, dada la oscuridad de la noche, y sí bultos de ocho o diez hombres. Apercibido de esto, mando a su tropa cesar el fuego, lo que se ejecutó rápidamente. No conforme con esto, y para asegurarse si eran tropas nuestras, continuó la observación, y pudo apreciar, que en vez de dirigirse a envolver al enemigo, continuaron por delante del frente más amenazado, y entonces es cuando empezó a sospechar que fuesen enemigos, y en esta duda estaba, por no poder precisar a causa de la oscuridad de la noche, cuando percibió algunas voces que no puede precisar, acompañadas de gritos salvajes, coincidiendo esto con el fuego que ya hacía el grupo, la sección situada a su derecha, ordenando él a su vez, el fuego por descargas.
Preguntado = Si oyó al cabo Noval proferir alguna exclamación dirigiéndose a los de la trinchera. Dijo: que no oyó nada, mientras el grupo desfilaba por su frente, y que el hecho debió  ocurrir al volver el vértice y entrar en el frente que mandaba el Teniente Don Evaristo Álvarez.
Preguntado = Cual era la dirección que traía el grupo a que se refiere, cuando lo divisó. Dijo: que parecía venir del reducto que mandaba el Coronel Don Julio Molo, y por eso supuso que fuera alguna fuerza que enviaba para coger de flaco a los atacantes.
Preguntado = Si la dirección que seguía el grupo era la de la puerta de la alambrada. Dijo: que no; que el grupo siguió bordeando la alambrada y en dirección contraria a la de la puerta.
Preguntado = Si las frases: no tiréis, somos de los nuestros y ¡Viva España!, fueron pronunciadas por el que iba delante y que supone fuera el cabo Noval o por los que le acompañaban. Dijo: que creé fueron los del grupo y que desde luego, asegura, fuera más de uno los que las pronunciaron, no pudiendo precisar si el que iba en cabeza fue uno de ellos.
Preguntado = Si tiene algo más que decir. Dijo: que no tuvo ocasión de ver el cadáver del cabo Noval, pero sí a un moro que estaba en la alambrada, y que por referencias, sabe que el cabo se hallaba más distante, y luego otros varios cadáveres de moros.
En este estado, el señor Juez, le enteró del derecho que tiene de leer por sí mismo, esta su declaración, y habiendo renunciado a él, y leyéndola por mí el secretario, se afirmó y ratificó en su contenido y la firma con dicho Señor Juez y presente Secretario, de que certifico.
Firma y rúbrica: Isidoro Armendariz. Joaquín Nieves. Verardo García.
Doc. 14.- Declaración del Sargento Joaquín Álvarez Lorenzo.
En el Campamento de Rostrogordo, a veinticinco de Octubre de mil novecientos, ante el señor Juez Instructor, presente yo  el Secretario, compareció el sargento nombrado al margen, el cual fue enterado al efecto, y advertido de la obligación que tiene de decir verdad y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, juró con arreglo a su clase, prometiendo ser veraz en cuanto supiere o fuese preguntado, y siéndolo por su nombre y apellidos, estado y empleo, si conoce o no al cabo Luis Noval, si con él tiene, parentesco, amistades o enemistades, si tiene interés directo o indirecto en este expediente, si alguna vez estuvo procesado y le fue impuesta alguna pena. Dijo: que se llama Joaquín Álvarez Lorenzo, de veinte y tres años, soltero, que es sargento del Regimiento de Infantería Príncipe número tres, prestando sus servicios en la tercera compañía del primer batallón, que conocía de vista al cabo Luis Noval, que no tenía con él, parentesco, amistades ni enemistades, ni interés directo ni indirecto en este expediente y que nunca estuvo procesado.
Preguntado = Si sabe que el cabo Luis Noval llevase a efecto en la madrugada del día veintiocho de Septiembre último algún hecho distinguido, y que relate si lo presenció cómo fue. Dijo: Que él, estaba de servicio en la trinchera, a las órdenes del primer Teniente Don Evaristo Álvarez, cuando poco después de iniciarse el fuego y a las tres próximamente de la madrugada, en medio de la oscuridad que reinaba, distinguió confusamente al pie de la alambrada, y corriéndose de izquierda a derecha, varios bultos que seguían de cerca a otro que iba delante con paso apresurado. Al propio tiempo, por el ángulo de la derecha y de la parte del barranco, subía un grupo numeroso, que a voces decía en castellano: no tiréis, somos españoles. El fuego se detuvo un instante, y el bulto que venía delante de los que se corrían por la alambrada y que entonces pudo distinguir el declarante, por hallarse delante de él, que llevaba el uniforme de nuestro ejército, se volvió hacia la trinchera gritando: ¡fuego aquí! ¡Que son ellos! Inmediatamente el Teniente Don Evaristo Álvarez dijo: ¡Muchachos! Que se nos meten en casa. ¡Fuego por descargas!, iniciándose un fuego nutrido por una y otra parte, y oyendo el testigo entre el ruido de las balas al cabo Noval pronunciar repetidas veces. ¡Ay mi madre! ¡Viva España!
Preguntado = Si salió él a hacer la descubierta después de amanecido y manifieste en que posición halló al cabo Noval. Dijo: que antes de hacerse la descubierta el capitán pidió un sargento voluntario para salir a recoger el cadáver, y habiéndose presentado el que declara, salió con ocho hombres a cumplir este servicio, encontrando al cabo , boca abajo, con la cabeza hacia el barranco, y abrazado tan fuertemente a su fusil, que fue difícil desprenderle de él, y reconocido pudo comprobar que el depósito contenía tres cartuchos sin disparar y uno disparado, y que a los pocos pasos de él, había un moro muerto con su armamento.
Preguntado = Si tiene algo más que añadir. Dijo que no, que o dicho es la verdad en descargo de su juramento prestado y leída que le fue esta declaración por mí el secretario, se afirmó y ratificó en su contenido, firmándola con dicho señor Juez instructor y Secretario de que certifico. Firma y rúbrica: Joaquín Álvarez. Joaquín Nieves. Verardo García.  
Doc. 15.- Declaración del cabo Juan Felgueroso.
En el Campamento de Rostrogordo a veinticinco de Octubre de mil novecientos nueve, ante el Señor Juez Instructor, presente yo el Secretario, compareció el testigo expresado al margen, citado al efecto, y advertido de la obligación que tiene de decir verdad, y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, juró con arreglo a su clase, prometiendo ser veraz en cuanto supiese y fuere preguntado, y siéndolo por su nombre, apellido, estado y edad; si conocía al cabo de su Regimiento Luis Noval, si tiene con él, parentesco, amistad o enemistad, si tiene interés directo o indirecto en este expediente, si alguna vez estuvo procesado y si le fue impuesta alguna pena, Dijo: Llamarse Juan Felgueroso, de veinte y tres años, soltero,. Cabo de la tercera compañía  del primer Batallón, y que no conocía al cabo por quien se le pregunta Luis Noval.
Preguntado = Si presenció la noche del veintiocho de Septiembre último en el reducto de la extrema derecha, algún hecho distinguido llevado a efecto, por el cabo Luis Noval, y manifieste la forma en que se desarrolló: Dijo: que él, se hallaba aquel día de servicio de vigilancia en la trinchera con la sección que mandaba el teniente Don Isidoro Armendariz, y fue relevado para quedar en turno de descanso a las doce y media de la noche, en una tienda situada al lado de la trinchera; y que cerca de las tres de la mañana, al oír el fuego,, salió apresuradamente dirigiéndose a la trinchera, en la parte próxima al ángulo de la derecha, por ser la parte donde más arreciaba el fuego y que en medio del tiroteo, oyó voces que decían: ¡No tiréis!. Somos españoles, y casi enseguida la voz de alto el fuego, que creé dio el teniente Armendariz. Suspendido éste un momento, oyó una voz desde la alambrada que dijo, al mismo tiempo que veía avanzar un grupo numeroso de moros, hacia el ángulo de la derecha en que él se hallaba, ¡Fuego!, que son ellos y entonces el Teniente Don Evaristo Álvarez, que se hallaba inmediato del que declara, dijo: ¡fuego! Me cago en.....que se nos meten en casa, haciéndose un fuego muy nutrido, que era contestado con violencia por el enemigo, y de resultas del cual, una bala le produjo una contusión en la mano izquierda, continuando luego ya, el fuego por descargas a la voz del teniente Evaristo.
Preguntado = Si durante el hecho que relata, vio él personalmente al cabo Noval al pie de la alambrada: Dijo: que no pudo distinguir más que bultos que se corrían por la alambrada de izquierda a derecha, y otro más numeroso que desde el barranco llegaba ya al pie de las trincheras.
Preguntado = Manifieste si salió a recoger el cadáver del cabo Noval: Dijo: que no, pero que como estaba como a cuatro metros de él, vio el trabajo que costó separarlo de su fusil, pues estaba fuertemente abrazado a él.
Preguntado = Si tiene algo más que añadir: Dijo: que no, que lo dicho es la verdad en descargo del juramento que tiene prestado, y leída que le fue por mí, esta su declaración, se afirmó y ratificó en ella, firmándola con dicho Señor Juez Instructor y presente secretario de que certifico. Firma y rúbrica: Juan Felgueroso. Joaquín Nieves. Verardo García.
Documento 17.- Declaración del Capitán de la 3ª Compañía del Primer Batallón, Don Manuel Ruiz Iraola.
En la Plaza de Melilla a veinticinco de Octubre de mil novecientos nueve, el Señor Juez Instructor, acompañado de mí , el Secretario, se presentó en el Hospital Mayor de la Plaza, en donde se halla el Capitán nombrado al margen, y advertido de la obligación que tiene de decir verdad, y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, juró con arreglo a su clase, prometiendo por su honor ser veraz en cuanto supiere y fuera preguntado y siéndolo por su nombre, apellidos, edad, estado y empleo si conoce o no, al cabo Luis Noval, si con él tiene parentesco, amistad o enemistad, si tiene interés directo o indirecto  en este expediente, si alguna vez estuvo procesado y si le fue impuesto alguna pena.
Dijo: Llamarse D. Manuel Ruiz Iraola, de treinta y cuatro años, soltero y Capitán de la tercera Compañía del primer batallón del Regimiento de Infantería, Príncipe número tres, que no conocía al cabo Noval, no con él tenía amistad, enemistad, ni interés directo o indirecto en este expediente, sin que le comprendan las demás generales de la ley.
Preguntado = En que forma tenía dispuesto el servicio de defensa del reducto que le estaba encomendado, y que si durante el ataque llevado a cabo, la noche del veintiocho de Septiembre último, presenció o tuvo noticia, de que se realizara por el cabo Luis Noval, algún acto distinguido.
Dijo: Que se hallaba destacado, para defender el reducto de la extrema derecha, desde el día veinte y cuatro de septiembre, y que el servicio de vigilancia de noche, lo tenía establecido, distribuyendo las tres secciones de su compañía, en tres partes durante la noche, estando siempre una de vigilancia en la trinchera, una de retén y otra de descanso, las cuales se relevaban sucesivamente a las diez, dos de la mañana y a las seis. A las dos y media, aproximadamente, en el momento en que ocultándose la luna, quedaba todo el campo envuelto en la oscuridad; que a la sazón estaba de servicio en la trinchera el teniente Armendariz con su sección, y que el que declara en el momento de empezar el fuego del enemigo, se hallaba en su tienda, hacía un rato, descansando, cuando le despertó el fuego del enemigo y las voces del oficial de servicio que apresuradamente ordenaba a todo el mundo que, saliese a las trincheras, saliendo entonces y situándose en el centro de la línea de trinchera que consideró más amenazada, y donde veía estas en mejores condiciones para rechazar el ataque.
Siguió el fuego durante algún tiempo y divisó, aunque confusamente por el pie de la alambrada, y corriendo de izquierda a derecha, un grupo que le llamó la atención, y que al pronto no podía precisar si era un pelotón de soldados o un grupo de moros, cuando oyó decir por su izquierda decir al teniente Armendariz. Alto el fuego que son los nuestros  A esta voz, instintivamente, hubo un instante de suspensión del fuego, pero enseguida oyó una voz, desde el pie de la trinchera y ya bastante a su derecha, que dijo: ¡Compañeros! ¡Fuego contra ellos; que son los moros! ¡Viva España!
Preguntado = Si fueron estas verdaderamente las frases que pronunció el cabo Noval. Dijo: Que no puede precisar que fueran estas mismas, pero de todos modos fueron frases análogas que el oyó perfectamente.
Preguntado = Continúe relatando lo que ocurrió después. Dijo: estas frases que fueron pronunciadas por el cabo Noval, cerca del ángulo de la derecha, oyó al teniente Evaristo, ordenar fuego por descargas que continuó con violencia algunos instantes, hasta que rechazado el enemigo de las trincheras, se situó a distancia, continuando el fuego con menos intensidad hasta la madrugada, que entonces ordenó hacer la descubierta y recoger el cadáver del cabo Noval.
Preguntado = Si presenció el declarante el acto de recoger el cadáver del cabo Noval, y en qué forma se hallaba. Dijo: que sí; que desde la trinchera vio como lo recogieron, hallándose el cadáver fuertemente  abrazado al fusil, y que no puede precisar el nombre de los soldados que lo recogieron; que asimismo se halló a poca distancia de él, el cadáver de otro moro con armamento Remingthon, y más abajo otro moro sin él, muerto también; que la descubierta dispuso no se llevara más adelante, porque desde las lomas inmediatas y parapetados en las trincheras, seguía el enemigo atisbando la ocasión de hacer fuego.
Preguntado = Si tiene algo más que decir. Dijo: que no, que lo dicho es la verdad en descargo del juramento prestado.
En esto estaba el señor Juez del derecho que tiene de leer por sí mismo esta su declaración, y renunciando a él y leyéndola por mí el Secretario, se afirmó y ratificó en su contenido, firmándola con dicho señor Juez Instructor y presente Secretario de que certifico. Firma y rúbrica: Manuel Ruiz Iraola. Joaquín Nieves. Verardo García.
Documento 18.- Declaración del Cabo Saturnino Camarero.
En el Campamento de Rostrogordo a veinte y tres de Octubre de mil novecientos nueve, compareció el cabo indicado al margen, previamente citado; y advertido con arreglo a lo dispuesto en el artículo 451 del Código de Justicia Militar, de la obligación que tiene de decir verdad y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, juró ser veraz en cuanto supiere y fuese interrogado.
Preguntado conforme al artículo 453 de dicho Código. Dijo: llamarse Saturnino Camarero, de veinte y dos años, soltero, que es cabo de la tercera compañía del primer batallón. Que conocía al cabo Noval, y que no tenía amistad ni enemistad con él, ni interés directo ni indirecto en este expediente.
Preguntado = Si presenció loa noche del día 28 de Septiembre último, y durante el ataque que tuvo lugar  en el extremo derecho del reducto de la derecha del Zoco del Had, algún hecho distinguido realizado por el cabo Luis Noval, y manifieste  la forma en que se llevó a cabo. Dijo: Que se hallaba en la trinchera, en la parte del ángulo de la derecha, y había estado de servicio en la trinchera hasta las doce y media, hora en que quedó de descanso, y a las tres horas próximamente empezó a oír el fuego que se iniciaba, acudiendo enseguida a colocarse en su puesto de la sección; al poco rato y por el pie de la alambrada, vio avanzar, recorriendo de izquierda a derecha, un bulto seguido de otros varios, y como el primero llevaba el uniforme de nuestro ejército, juzgó que sería una guerrilla nuestra que salía fuera del reducto para avanzar sobre el enemigo, afirmándose en esta creencia al oír de la izquierda voces de alto el fuego, que ahí va una guerrilla nuestra
Preguntado = Quién preguntó las voces que anteceden. Dijo: que los mismos soldados de la izquierda eran quienes las decían. En este instante distinguía por su derecha, un grupo muy numeroso que se dirigía sobre la trinchera, y casi al mismo tiempo oyó al cabo Noval, que se hallaba casi al frente de quien declara, y al pie mismo de la alambrada, decir: ¡Fuego que son ellos! y vio que el cabo Noval hizo un disparo sobre el grupo que subía por la derecha. Entonces oyó al teniente Don Evaristo Álvarez, que gritó: Me cago en...Fuego, que son ellos, que se nos meten en casa  empezando entonces un fuego por descargas que se sostuvo algún tiempo, hasta que rechazado el enemigo, fue poco a poco disminuyendo, hasta la madrugada.
Preguntado = Si oyó al cabo Noval pronunciar alguna otra frase o ejecutar algún otro acto. Dijo: que después de pronunciadas las frases que ha dicho, vio caer la cabo Noval, pero un barullo de hombres que allí se había formado, llegó a creer que el cabo Noval era algún moro y él mismo y otro de la trinchera hicieron fuego sobre el desgraciado cabo, dejando de hacerlo, cuando le oyeron decir: ¡Ay mi madre! ¡Viva España!
Preguntado = Si salió a recoger el cadáver del cabo, y caso afirmativo, qué observó. Dijo: que no: pero que vio como recogían el cadáver, así como el de un moro que estaba a su inmediación, llamándole la atención, el trabajo que costó desprender al cabo Noval de su armamento.
Preguntado = Si tiene algo más que decir. Dijo: que no, que lo dicho es la verdad en descargo del juramento prestado. Siéndole leída por mí el Secretario esta declaración, se afirmó y ratificó en su contenido, firmándola con el Señor Juez, de que certifico. Firma y rúbrica: Saturnino Camarero, Joaquín Nieves. Verardo García.
Documento 19.-  Declaración del soldado Honorato Martínez Montes.
En el campamento de Rostrogordo a veinte y seis de Octubre de mil novecientos nueve, ante el señor Juez Instructor y presente Secretario, compareció el soldado citado al margen, y advertido con arreglo a lo dispuesto en el artículo 451 del Código de Justicia Militar, de la obligación que tiene de decir verdad, y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, juró ser veraz en cuanto supiese y fuese preguntado, y siéndolo a tenor de lo dispuesto en el artículo 453 de dicho Código, Dijo: Llamarse Honorato Martínez Montes, de veintiún años, soltero y soldado de la tercera compañía del primer batallón del Regimiento de Infantería del Príncipe número tres, que conocía de vista al cabo Luis Noval y que no tiene interés directo ni indirecto en el expediente.
Preguntado = Manifieste lo que sepa, acerca de un hecho llevado a efecto por el cabo Noval la noche del veintiocho de septiembre último. Dijo: que el referido día se hallaba rebajado por el médico, por hallarse enfermo, pero cerca de las tres de la mañana, al oír el tiroteo inmediato al sitio  en que se encontraba, cogió su armamento y salió de la tienda para colocarse en la trinchera con los de su sección, que ocupaba el ángulo de la derecha del reducto; que al poco rato , oyó al teniente que se hallaba a la izquierda, decir: alto el fuego, que son nuestros,  refiriéndose a unos bultos que se dirigían por la derecha a la alambrada. A dicha voz, cesó por in instante el fuego, y entonces vio otro grupo con uno que iba delante, y que se corría por la alambrada de izquierda a derecha en dirección del sitio en que se hallaba el declarante. En aquel momento vio que al que iba delante del grupo, dijo con voz muy clara, fuego, tirad, que son ellos, e instantáneamente,  al Teniente Don Evaristo Álvarez, que se hallaba al lado del testigo que gritó: ¡Coño! ¡Muchachos! Y luego una fuerte interrogación, que se nos meten en casa ¡fuego! Haciéndose a la voz del oficial  fuego por descargas, por algún tiempo.
Preguntado = Si después de amanecer salió él a recoger al cabo Noval y observó algo que merezca citarse. Dijo:  que no; que por hallarse enfermo, no salió a recoger al cabo, pero que a medida que clareaba el día, fue dándose cuenta de que el cadáver que estaba al pie de las alambradas, era de un cabo de nuestro ejército, pues hasta entonces la oscuridad no permitía distinguir si era cabo o soldado.
Preguntado = Si oyó al cabo Noval proferir alguna otra frase a más de las dichas, dijo : que sí;  que a las primeras descargas vio al cabo Noval hacer fuego, no pudiendo asegurar si fueron dos disparos, pero si uno, viéndole caer herido exclamando: ¡Ay mi madre de mi alma! Dos veces, y después ¡Viva España!, por dos veces también, que fueron las últimas que pronunció.
Preguntado = Si tiene algo más que decir. Dijo. Que lo dicho es la verdad en descargo del juramento prestado. Y siéndole leída por mí, el secretario esta declaración se afirmó y ratificó en su contenido, firmándola con el señor Juez, de que confirmo. Firma y rúbrica: Honorato Martínez Mintes, Joaquín Nieves. Verardo García.
Documento 20.- Declaración  del soldado Jesús Viña Mariña.
En el Campamento de Rostrogordo a veinte y seis de Octubre de mil novecientos, (falta:  nueve), ante el Juez Instructor y presente Secretario, compareció el soldado Jesús Viña Mariña, previamente citado, y advertido con arreglo a lo dispuesto en el artículo 451 del Código de Justicia Militar, de la obligación que tiene de decir verdad y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, juró decir verdad en cuanto supiere y le fuese preguntado, y siendo a tenor de lo dispuesto en el artículo 453 del citado Código, dijo: llamarse como queda dicho, de veinte y tres años, soltero, que presta sus servicios en la tercera compañía del primer batallón del Regimiento de Infantería del Príncipe número tres, que conocía de vista al citado cabo Luis Noval, y que no tiene interés directo  ni indirecto en este expediente.
Preguntado = Manifieste cuanto sepa acerca de un hecho realizado Luis Noval, en el ataque del día 28 de septiembre último. Dijo: que al comenzar el fuego aquella noche, se hallaba él descansando al lado de la trinchera, y que al oír los primeros disparos se colocó en su sitio, y empezó a hacer fuego sobre unos bultos que veía, se dirigían hacia el reducto, pero en aquel momento oyó unas voces que decían: ¡Alto el fuego! Que son nuestros, y al teniente Evaristo que repetía este mismo mandato. Cesó el fuego un momento, oyendo claramente al cabo Noval, que entonces no sabía quién era, decir: ¡Darles! Que son ellos. Entonces el Teniente Don Evaristo dijo: Me cago en... que se nos meten en casa. ¡Fuego por descargas!
Preguntado =Si vio caer muerto o herido al cabo Noval y si le oyó preguntar alguna otra frase. Dijo: que no le vio caer, pero si le oyó exclamar. ¡Ay madre mía!, y varias veces ¡Viva España!
Preguntado = Si salió él a hacer la descubierta y recoger el cadáver. Dijo: que no.
Preguntado = Si tiene algo más que decir. Dijo: que no; que lo dicho es la verdad en descargo del juramento que tiene prestado. Y siéndole leída por mí el Secretario, esta su declaración, se afirmó y ratificó en su contenido, firmándola con el señor Juez Instructor, de que certifico. Firma y rúbrica: Jesús Viña. Joaquín Nieves. Verardo García.
Documento 21.- Declaración del teniente Don ramón Díaz Gómez.
En el Campamento de Rostrogordo a veintiocho de octubre de mil novecientos nueve, ante el Señor Juez Instructor y a mi presencia, compareció el Teniente Coronel anotado al margen, a quien se advirtió de la obligación que tiene de decir verdad y las penas en que incurre el reo de falso testimonio; y enterado de ellas, y después de prestar el juramento, según su clase, fue
Preguntado = Por su nombre, edad, estado, profesión y empleo, si conocía al cabo Luis Noval, si tenía con él algún parentesco o interés directo o indirecto en este expediente. Dijo: Que se llama Don Ramón Díaz Gómez, natural y vecino de Oviedo, de cincuenta años, casado, sin que le correspondan las demás generales de la Ley.
Preguntado =  Si fue él, quien dio el parte del hecho realizado en la madrugada del día veintiocho  de Septiembre último, por el cabo de su Regimiento Infantería Príncipe número tres Luis Noval. Dijo: Que en efecto, dio al Coronel del regimiento parte del hecho heroico realizado por el cabo Noval en la madrugada del veintiocho del mes anterior, por haberlo recibido del capitán de la tercera compañía que mandaba el reducto atacado en el mencionado día, y en cuyas inmediaciones se desarrolló el hecho que nos ocupa, y después de haber informado personalmente de los oficiales y clases de la repetida compañía.
Preguntado = Manifieste a que compañía pertenecía el citado cabo y que servicio prestaba aquella noche esa Compañía. Dijo: Que dicho cabo Noval pertenecía a la cuarta compañía del primer batallón del regimiento que mandaba y manda accidentalmente el primer teniente Don Emilio Rodríguez Solís y Zanón; y que al ocurrir el hecho prestaba el servicio avanzado de seguridad a las órdenes del primer Teniente Don Antonio del Castillo Tejada.
Preguntado = Si tenía algo más que decir. Dijo: que no. En este estado el Señor Juez dispuso dar por terminada esta declaración, y advertido el testigo del derecho que le asiste para leerla, renunció a él, leyéndola yo el secretario, afirmándose en su contenido por el juramento que tiene prestado y firmándola con el señor juez, de que certifico. Firma y rúbrica: Ramón Díaz Gómez. Joaquín Nieves. Verardo García.
Documento 22.- Declaración del primer teniente Don Antonio del Castillo.
En el campamento de Rostrogordo a veintiocho de Octubre de mil novecientos nueve, el señor Juez Instructor, conmigo, el Secretario, compareció en el Hospital Militar de la Plaza de Melilla, a fin de tomar declaración, al primer teniente indicado al margen, el cual se hallaba enfermo, y una vez en presencia de dicho Oficial, y advertido, con arreglo a lo dispuesto en el artículo  451 del Código de Justicia Militar, de la obligación que tiene de decir verdad y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, juró con arreglo a su clase, ser veraz en cuanto supiese y fuese preguntado, y siéndolo a tenor de lo dispuesto en el artículo 453 del dicho código dijo: llamarse Antonio del Castillo Tejada, de treinta y cuatro años, soltero y primer teniente del Regimiento de Infantería del Príncipe número tres, prestando sus servicios en la cuarta compañía del primer batallón, que conocía al cabo Luis Noval porque era precisamente de su sección, que con él no tenía ni amistad ni enemistad y que tampoco tiene interés directo o indirecto en este expediente.
Preguntado = Qué servicio prestaba en la madrugada del día veintiocho de septiembre último. Dijo: Que se hallaba prestando el servicio de seguridad, entre el espacio que media del reducto central, ocupado por  su Coronel, con tres compañías, y el reducto situado a la derecha, en el cual se hallaba destacada la tercera compañía del primer batallón; que el indicado servicio, le prestaba con una sección de su compañía, desde el anochecer hasta el amanecer, en cuyo momento se replegaba con su Tropa al campamento que ocupaba.
Preguntado = Si hallándose prestando el servicio que indica, sabe que el cabo Luis Noval de su sección, acometiera en esa mañana, algún hecho distinguido. Dijo: que había establecido el servicio al anochecer, colocando seis parejas de centinelas dobles en todo el frente que se le encomendó, designando a la vez, una patrulla, con la misión de recorrer continuamente las indicadas parejas, haciéndose los consiguientes relevos sin novedad, para lo cual usar el resto de la sección de retén y con el cual estaba, que transcurrió la noche sin novedad, y que en las varias visitas que le hizo el capitán de servicio de aquella noche Don José rasa, solo hubo e manifestarle, porque lo había notado,  el incesante ladrido de perros que se oía, a lo que no consideró importante el referido capitán; que la última de estas visitas la hizo sobre las dos de la madrugada, y no bien se hubo retirado y transcurrido un cuarto de hora, cuando el declarante sintió tres descargas que las hacía el enemigo desde tres puntos diferentes y muy próximos, pues vio los fogonazos del frente donde se hallaba. Inmediatamente se dispuso a resistir el ataque, que suponiendo con sobrada razón por el número de disparos que sin duda hacía el enemigo desde todas direcciones, que este era numeroso, creyó oportuno replegarse lentamente hacia el reducto de su izquierda, lo que consiguió con la fuerza que pudo reunir, y ya dentro de él, la colocó en la trinchera, disponiéndola , para desde allí seguir resistiendo el ataque; que al poco tiempo contó su gente y observó la falta del cabo Noval, que se hallaba recorriendo las centinelas, y el cual cabo, indudablemente, no pudo incorporarse al resto de su sección, porque tal vez al recorrer las parejas, debió desorientarse en la oscuridad y rebasar las últimas de la derecha, y que en estos momentos precisamente, fue cuando el enemigo se echó encima y debieron apresarle, coincidiendo con esto un gran griterío del enemigo; que ya entrada la mañana, y cuando el fuego era débil, pudo establecer comunicación con las fuerzas del reducto de las derecha, y oyó hablar del hecho realizado por el cabo Noval, diciendo que este cabo apresado por los moros, había denunciado a las tropas del blocao de la tercera, que iba entre ellos, y que se les hiciera a todos fuego, a los gritos de ¡Viva España!
Preguntado =  Que concepto le merecía el referido cabo Luis Noval, dijo. Que sin embargo de pertenecer a la compañía desde hacía pocos días, le merecía el cabo Luis Noval, muy bien concepto, no habiendo tenido necesidad de reprenderle por falta alguna.
Preguntado = Si tenía algo más que decir. Dijo: que no; que lo dicho es la verdad, en descargo del juramento prestando, leída por mí el Secretario, esta su declaración, por haber renunciado a ello se afirmó y ratificó en su contenido, firmándola con el señor Juez y presente Secretario de que ratifico. Firma y rúbrica: Antonio del castillo. Joaquín Nieves. Verardo García.
Documento 23.- Declaración del soldado Antonio Roca González.
En el Campamento de Zoco del Had a tres de Noviembre de mil novecientos nueve, el Señor Juez Instructor, conmigo el Secretario, hizo comparecer al soldado anotado al margen, y advertido de la obligación que tiene de decir verdad en cuanto supiese y fuese preguntado y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, juró con arreglo a su clase, y siéndolo a tenor de lo dispuesto en el artículo 453 del Código de Justicia Militar. Dijo: llamarse Antonio Roca González, de veinte y dos años, soltero y soldado de la cuarta compañía del Primer batallón del Regimiento de Infantería del Príncipe número tres, que conocía al cabo Luis Noval de su compañía; que con él no tenía ni amistad ni enemistad, ni interés directo e indirecto en este expediente.
Preguntado = Si el servicio que prestaba en la noche del veintisiete al veintiocho de septiembre último. Dijo: que se encontraba prestando el servicio avanzado entre los dos campamentos, y que en el segundo cuarto, que comprendía el de las dos de la madrugada a las cinco, hacía patrulla con el cabo Luis Noval y soldado de primera José Gómez.
Preguntado = ¿Que ocurrió estando él prestando el servicio de patrulla que cubría? Dijo:  que serían como las dos y media de la madrugada del día veintiocho, y hallándose con los soldados Antonio Braña Carcés al mando del soldado de primera José Gómez, recorriendo la línea de centinelas, que se extendía entre el campamento general y campamento de la tercera del primero, cuando al regresar de ver a las parejas de centinelas, y ya cerca de la pareja de la izquierda, le sorprendió el fuego del enemigo; que inmediatamente se reunieron con el soldado de primera, él y otros cinco soldados, al lado de unas piedras, casi a la mitad de los campamentos, y empezaron a hacer fuego sobre el enemigo, que les veían subir por el barranco; que allí continuaron hasta que entrada la mañana se les mandó retirar; que no vio él, al cabo Noval en todo este tiempo, es decir en mi cuarto, pero sabe que al comenzar el fuego, salió el cabo Noval, con un soldado hacia la tercera del primero.
Preguntado = Si tiene algo más que decir. Dijo: que no; que lo dicho es la verdad: En este estado el Señor Juez Instructor dispuso dar por terminada esta declaración, la cual leída que fue por mí al interesado, se afirmó y ratificó en su contenido, firmándola conmigo el Secretario, de que certifico. Firma y rúbrica: Antonio Roca. Joaquín Nieves. Verardo García.
Documento 24.- Declaración del soldado Manuel Patiño Barbuto.
En el campamento del Had a tres de Noviembre de mil novecientos nueve, el Señor Juez Instructor, dispuso tomar declaración al soldado anotado al margen, a quien se le advirtió de la obligación que tiene de decir verdad en cuanto supiese y fuese preguntado, y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, juró con arreglo a su clase y fue
Preguntado = por su nombre, apellido, edad, estado, empleo, si conocía al cabo Luis Noval, si tenía con él algún parentesco, amistad o enemistad o interés directo o indirecto con este expediente: Dijo: llamarse Manuel Patiño Barbuto, soltero, soldado de la cuarta compañía del primer batallón del Regimiento Infantería Príncipe  número tres, que conocía al cabo Luis Noval de su sección, que no tiene amistad ni enemistad, ni parentesco con él; ni interés directo ni indirecto en este expediente.
Preguntado = ¿Qué servicio prestaba, en la madrugada del día veintiocho de septiembre último, día en el cual los moros atacaron el campamento? Dijo: que el de centinela más separado de los que prestaba en la sección, el servicio avanzado, y distante como unos sesenta o setenta pasos del campamento que ocupaba la tercera compañía del primer batallón.
Preguntado = diga cuanto sepa de lo ocurrido prestando el servicio que indica en el referido día. Dijo: que estaba de centinela en el último puesto, en el momento en que se comenzó el fuego del enemigo, en unión del soldado  de la misma sección Manuel Fandiño Rodríguez, que inmediatamente  comenzaron también  a hacer fuego los dos, y viendo que no podían retroceder, y que los moros se aproximaban a ellos, le dijo al cabo Luis Noval, que había llegado allí, que era mejor retirarse, porque nos cogía el fuego de los soldados de la tercera del primero y de los moros, contestando el cabo Noval,  que por ahora no, que le parecía que aquello no era nada. Viendo después que no podían retroceder y que los moros se nos aproximaban, nos dijo el cabo que le siguiéramos, y yo le seguí, siguiendo en dirección de la tercera del primero para meternos en ella, viniendo los moros detrás de nosotros. Cuando llegamos a este campamento, dijo el Cabo Noval: ¡Viva España! ¡Alto el fuego! ¡No tiréis que somos españoles! y los de la tercera del primero nos tiraban lo mismo. En seguida, yo dije: Soy del Príncipe de la cuarta del primero, y al momento dijeron de la trinchera: alto el fuego, que son de los nuestros. En seguida, el cabo y yo juntos, llegamos a la alambrada, metiéndome yo por debajo de los alambres, diciéndome el cabo: que él iba a la izquierda, a donde estaba la puerta; que una vez dentro de la trinchera de la tercera del primero, hizo también fuego, y que al ser de día, salió por la misma alambrada y se fue al puesto donde había estado; que dentro de la trinchera preguntó por el cabo Noval sin que le dieran noticias de él.
Preguntado = Si tenía algo más que decir. Dijo: que no; que lo dicho es la verdad en descargo del juramento que tiene prestado, y leída que le fue por mi esta su declaración, se afirmó y ratificó en su contenido, firmándola con el Señor Juez y presente secretario de que certifico. Firma y rúbrica: Manuel Patiño. Joaquín Nieves. Verardo García.
Documento 25.- Declaración del soldado Manuel Fandiño Rodríguez.
En el Campamento del Zoco del Had a tres de Noviembre de mil novecientos nueve, el Señor Juez Instructor dispuso tomar declaración al soldado nombrado al margen, previa citación al efecto, y compareciendo en este Juzgado, se le advirtió de la obligación que tiene de decir  verdad en cuanto supiese y fuere preguntado, y siéndolo por su nombre, edad, estado,, si conocía al cabo Luis Noval, si tenía con él parentesco, amistad o enemistad, y si tiene interés directo o indirecto en este expediente. Dijo: llamarse como queda dicho de veinticuatro años, soltero, soldado de la cuarta compañía del primer batallón del Regimiento de Infantería del Príncipe número tres, que conocía al cabo Luis Noval, por ser cabo de su sección, y además convivía con él en la misma tienda; que no tiene parentesco, amistad ni enemistad, ni interés alguno en este expediente.
Preguntado = manifieste lo que ocurrió en la madrugada del día veintiocho de septiembre, cuando los moros atacaron el campamento. Dijo  que él y el soldado Patiño se hallaban juntos de servicio de vigilancia guarnecidos tras un pequeño parapeto, ocupando el último puesto de esta clase, establecido entre los dos reductos  de su batallón; y como a distancia de unos cincuenta o  sesenta pasos del campamento de la extrema derecha; que a las dos y media próximamente, oyeron los primeros disparos, observando que a muy corta distancia y casi por su frente aparecía una guerrilla enemiga como de doce o catorce hombres; que siguieron avanzando y entonces su compañero Patiño dijo, dirigiéndose al cabo Noval, que acababa de llegar por su espalda, que creía debían retirarse, por estar allí muy expuestos, a lo que contestó el cabo Noval que no se retirasen, que aquello no parecía nada, pero, arreciando el fuego, y al ver que otros grupos más numerosos hacían fuego sobre los atrincheramientos, el cabo les mandó que le siguieran, marchando dicho cabo en dirección del reducto de la derecha, hacia la alambrada, seguido de Patiño, y el declarante en vez de seguirlos, se colocó tras de unas piedras situadas a unos veinte pasos más a retaguardia, donde había otros compañeros, y desde allí se puso a hacer fuego contra los moros, y que ya perdió de vista al cabo y a su compañero Patiño, a los cuales ya no volvió a ver durante la noche.
Preguntado = Si tenía algo más que decir. Dijo: que no; que lo dicho es la verdad, en descargo del juramento prestado, y leída que le fue por mí, el Secretario esta su declaración, se afirmó y ratificó en su contenido; firmándola con el Señor Juez Instructor y Secretario, de que certifico. Firma y rúbrica: Manuel Fandiño. Joaquín Nieves. Verardo García.
Documento 26.- Declaración del Médico primero de Sanidad Militar D. Gaspar Araujo y Lanes.
En el Campamento del Zoco del Had, a cuatro de Noviembre de mil novecientos nueve, el Señor Juez Instructor, presente yo el Secretario, compareció el Médico de Sanidad Militar citado al margen a quien se mandó comparecer para declarar en este expediente, y advertido de la obligación que tiene de decir verdad, y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, juró con arreglo a su clase, prometiendo por su honor ser verdad en cuanto supiese y le fuere preguntado, y siéndolo por las generales de la Ley. Dijo: llamarse como queda dicho, de veinte y nueve años, soltero, oficial primero de sanidad Militar con destino en el Primer Batallón del Regimiento de Infantería del Príncipe número tres, en el cual presta sus servicios, que no conocía al cabo Luis Noval y que no tiene interés directo ni indirecto  en este expediente, sin que le correspondan las demás generales de la ley.
Preguntado = Si entre los muertos que fueron recogidos en la mañana del veintiocho de septiembre último, recuerda haber visto el cadáver del cabo Noval, y caso afirmativo manifieste las heridas que presentaba. Dijo: que recuerda haberlo visto, habiendo dispuesto inmediatamente que encontró muerto al cabo, que le llevaron hasta donde estaban los demás cadáveres, al barracón a retaguardia, habiendo tenido ocasión de examinar las heridas que presentaba, y las cuales eran:
Una, en la región hipogástrica, inmediatamente por encima del arco crural, que debió haber causado la muerte por hemorragia, por haber sido interesada la arteria iliaca – interna, y producida por un proyectil al parecer de Máuser.
Otra en el hombro derecho, cuyo orificio de entrada se encontraba inmediatamente por fuera del hueco supra – clavicular derecho, y el orificio de salida por la parte posterior de la región deltoides del mismo lado, también producida por proyectil Máuser, y finalmente:
Otra, en la parte extrema de la región anterior del brazo, que solo interesaba la piel y tejido subcutáneo.
Preguntado = Si tiene algo más que decir. Dijo: que no;  que no pudo apreciar otra alguna en el cabo de referencia.
En tal estado, el Señor Juez Instructor, dispuso dar por terminada esta su declaración, y advertido el testigo del derecho que le asiste a leerla por sí mismo, renunció a él, leyéndola por mí el Secretario, afirmándose y ratificándose en su contenido, y firmándola con el señor Juez y Secretario de que certifico. Firma y rúbrica: Gaspar Araujo. Joaquín Nieves. Verardo García.
Doc. 27.- Declaración del soldado Restituto Ordóñez.
En el campamento de Zoco del Had, a seis de Noviembre de mil novecientos nueve, el Señor Juez Instructor, presente yo el Secretario, hizo comparecer al soldado Restituto Ordóñez Zamora del regimiento de Infantería del Príncipe número tres, y que presta sus servicios en la tercera compañía del primer batallón, y advertido de la obligación que tiene de decir verdad y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, juró con arreglo a su clase, prometiendo ser veraz en cuanto supiese y fuere preguntado, y siéndolo por las generales de la Ley, dijo: llamarse como queda dicho de veinticuatro años, soltero, de la tercera compañía del primer batallón del Regimiento del Príncipe, que conocía al cabo Luis Noval por ser del regimiento, que con él no tenía amistad ni enemistad, no parentesco y que no tenía interés directo o indirecto en este expediente.
Preguntado. Si en la mañana del día veintiocho pasado, en el ataque que tuvo lugar al campamento, recogió el cadáver del cabo Luis Noval. Dijo: que en la madrugada de este día y cuando comenzó el fuego, salió a la trinchera llevando un fusil de uno de los enfermos que se hallaba en el hospital y en la trinchera estuvo con los demás soldados; que era camillero de la compañía y que la tenía fuera de la tienda en que se hallaba y así continuaron hasta que al romper el día y como a las cinco de la mañana, salió con su compañero Felipe Rico, camillero también a recoger el cadáver del cabo Luis Noval, que se veía en la alambrada desde la trinchera, acompañándoles el sargento Joaquín Álvarez con ocho individuos; que cuando llegaron al lado del cabo citado le cogió por los hombros levantándole del suelo y entre él y su compañero le cogieron el fusil, desarmándole el cuchillo que pusieron en su vaina, entregando el fusil al sargento y colocando al cabo en la camilla.
Preguntado = Si observó en el fusil o cuchillo del cabo Noval, alguna cosa digna de mención en el momento de envainar el arma. Dijo: que observó que el cuchillo estaba lleno de sangre, y que según levantaron el cadáver del cabo Luis Noval, todavía vio como echaba sangre por la boca, viéndole así mismo varias heridas como el en el bajo vientre y hacia un costado, sin que pueda decir la clase de otras heridas.
Preguntado = Si tiene  algo más que añadir. Dijo: que no; que lo dicho es la verdad, en descargo del juramento prestado, y habiéndole leída por mí el secretario, esta su declaración, se afirmó y ratificó en su contenido, firmándola con el señor Juez Instructor, y presente Secretario de que certifico. Firma y rúbrica: Restituto Ordóñez. Joaquín Nieves. Verardo García.
Doc. 27.- Declaración del soldado Felipe Rico.
En el Campamento del Zoco del Had a seis de Noviembre de mil novecientos nueve, el Señor Juez Instructor, dispuso tomar declaración al Soldado expresado al margen, previamente citado por mí el secretario, y habiendo comparecido en este Juzgado se le advirtió de la obligación que tiene de decir verdad, en cuanto supiese y le fuere preguntado, y siéndolo por su nombre, edad, estado,, si conocía la cabo Luis Noval, si con él tenía parentesco, amistad o enemistad y las demás generales de la ley. Dijo: llamarse como queda dicho, de veinticuatro años, soltero y que era camillero en la tercera compañía del primer batallón del regimiento de Infantería del Príncipe número tres, que no conocía al cabo Luis Noval, que no tiene con él, parentesco, amistad o enemistad, ni interés directo o indirecto en este expediente.
Preguntado = Si en la madrugada del día veintiocho, recogió él, el cadáver del cabo Luis Noval y que pudo observar en él, o en su fusil o machete. Dijo: Que efectivamente recogió él, en unión  de otro camillero, su compañero Restituto, el cadáver del cabo Luis Noval, pues cuando amaneció el día les mandaron salir a recogerlo, yendo acompañados por el sargento Joaquín Álvarez, escoltados por ocho números; que al llegar a donde estaba el cadáver, encontraron este boca abajo, con la cabeza mirando hacia Melilla, y que al darle la vuelta para desprenderle de su fusil, lo que les costó algún trabajo, vio que el cuchillo le tenía armado en su fusil y lleno aquel de sangre; que su compañero Restituto lo envainó, entregando el que declara el fusil al Sargento, y colocándole ambos en la camilla, y que en este instante pudo apreciar que hacia el costado, tenía heridas como de gumía y de otros balazos como en el vientre, trayéndole acto seguido al campamento en donde se hallaba el Señor general, y allí fue colocado en un carro con los demás muertos.
Preguntado = Si tiene algo más que decir. Dijo: que no; que lo dicho es la verdad, en descargo del juramento que tiene prestado; y leída que le fue por mí el Secretario, esta su declaración, se afirmó y ratificó en su contenido, firmando con el señor Juez Instructor, de que certifico. Firma y rúbrica: Felipe Rico. Joaquín Nieves. Verardo García.
Documento 28.-  Exposición de los hechos
Don Joaquín Nieves y Coso, Comandante del Cuerpo de Estado mayor del Ejército, Fiscal nombrado de orden del Excmo. Señor Comandante en Jefe del Ejército de Operaciones en Melilla, para formar juicio contradictorio al cabo Luis Noval Ferrao, al objeto de depurar el mérito contraído por su conducta, el día veintiocho de septiembre de mil novecientos nueve, al ser atacado por los moros el Campamento del Zoco – el- Had, de Benisicar, tiene el honor de exponer lo siguiente:
Excelentísimo Señor.
Visto el parte que del expresado hecho, dio el Coronel del regimiento Infantería del príncipe número tres, examinadas las declaraciones de los testigos, y compulsados cuantos datos de ellas resultan, se desprende que si bien, a primera vista parece, según lo expresado por casi todos llamados a deponer en este expediente, que los hechos se desarrollaron en la forma que expresa el Coronel del regimiento en el parte que dio y que a los folios dos y tres figura no fue así rigurosamente considerado, aunque en un principio fue la versión, casi unánimemente aceptada por lo que no teniendo más noticias del cabo Noval que su desaparición en el momento del ataque y su aparición más tarde, rodeado de un grupo de moros, al fin de la alambrada del atrincheramiento emplazado en la extrema derecha, de la posición, creyeron que el citado cabo había sido sorprendido por un grupo de moros, que, con ofrecimiento, tal vez, de respetar su vida, exigieron de él, los condujera a la puerta de la alambrada para facilitar su entrada en el campamento.
Desde el momento en que aparece el cabo Noval, al pie de la alambrada del reducto, es visto por los oficiales y tropa que ocupaban la trinchera, y puede seguirse paso a paso y con todos sus incidentes los detalles ocurridos hasta el momento de su muerte. Hacía, pues, falta saber lo ocurrido con anterioridad, y estimando el Fiscal que tiene el honor de informar que para ello era condición indispensable averiguar quiénes fueron las últimas personas que le vieron antes de su desaparición, la noche del suceso, hechas las convenientes indagaciones, hizo comparecer a su presencia a los soldados Manuel Patiño y Manuel Fandiño, cuyas declaraciones (folios 23 y 24), unidas  a las prestadas por los oficiales clases y soldados que estaban en las trincheras ( folios 12 a 18 ), permiten reconstituir de un modo lógico, el hecho, tal y como, seguramente debió desarrollarse, y que a juicio del jefe que suscribe debió tener lugar en la forma siguiente:
La posición llamada del Zoco el Had, tiene en su último flaco dos atrincheramientos, uno guarnecido con tres compañías, a una de las cuales pertenecía el cabo Noval, y otro en la extrema derecha, a unos doscientos metros y algo retrasado que ocupa una compañía y ante el cual perdió la vida el valerosos Cabo objeto de este expediente.
No terminadas por completo las defensas accesorias de dichos atrincheramientos o reductos, solo en algunas partes se hallaba puesta la alambrada, según manifiesta en su declaración el capitán Don José Rasa, al folio 11 vuelto, y para completar la vigilancia, así como para impedir que el enemigo pudiera rastreramente y a favor de la oscuridad deslizarse entre ambas obras, habíase establecido entre ellas un servicio de enlace que prestaban algunos centinelas dobles colocados en pozos de tirador; una patrulla debía recorrer periódicamente estos puestos para asegurarse de su vigilancia, y el cabo Noval , alternando con el soldado de 1ª clase José Gómez (folio 22), al frente de tres soldados, estaban encargados de desempeñar este servicio.
A las dos y media de la mañana del día veintiocho, estando recorriendo estos puestos avanzados el cabo Luis Noval, llegó al último de la derecha que ocupaban los soldados Patiño y Fandiño. Apenas llegado y por su frente, apareció un grupo de moros que subía por el barranco que limita la posición y desde el borde hicieron una descarga contra el campamento que fue enseguida contestada por otros que desde las trincheras hizo la fuerza en ellas establecida; entonces el soldado Patiño, según manifiesta en su declaración ( folio 23) y confirma su compañero Fandiño dijo al cabo Noval “que debían retirarse” porque allí sufrían los efectos del fuego enemigo y el de los del reducto, a lo que se opuso el cabo diciendo “que no, que le parecía que aquello no era nada”. Sin embargo, al ver que Arreciaba el ataque  y la presencia que debió advertir, de mayor número de enemigos, determinó por lo visto al cabo, a abandonar aquel sitio, ordenando a los soldados dichos que le siguieran. No lo hizo así el Manuel Fandiño quien en aquel difícil momento creyó encontrar más seguro refugio en una pequeña trinchera, situada como a unos veinte metros a retaguardia, y solamente Patiño siguió al cabo que se dirigió a la alambrada del reducto de la extrema derecha, buscando como es lógico presumir, su entrada. Esta había sido cambiada de lugar aquella misma tarde, según el folio 12 declara, el teniente Don Evaristo Álvarez, y el cabo Noval, lejos de lograr su deseo, fue recibido a balazos por los soldados situados en el ángulo izquierdo del reducto, viéndose precisado para darse a conocer a gritarles, refiriéndose a él y a los dos que suponían le seguían, ¡Viva España! ¡Alto el fuego! ¡No tiréis que somos españoles!...
En la misma dirección y detrás de ellos, avanzaba también un grupo de moros, y atemorizado ante la evidencia del peligro, el soldado Patiño, único que ya acompañaba a Noval, se arrojó al suelo y metiéndose por entre las alambradas y gritando “no tiréis, soy de la 4ª del 1º,  logró salvar el obstáculo, no obstante el fuego que, creyéndole enemigo, le hacían desde la trinchera sus compañeros.
No sucedió lo mismo al cabo Noval, quien siguió bordeando la alambrada seguido de cerca por los moros y al recorrer en esta forma el frente del reducto vio aparecer frente a él otro grupo más numeroso que avanzaba sobre el ángulo de la derecha diciendo. ¡No tiréis que somos españoles! “ 8 folios 12, 14 y 15). A estas y a otras voces semejantes que también los que seguían la dirección de Noval, proferían para engañar a los defensores del reducto, el Teniente Armendáriz, que a la vez el uniforme de Noval y el grupo que le seguía supuso sería algún pelotón de soldados que salía a rechazar al grupo que por la derecha asomaba, ordenó: ¡Alto el fuego!, cesando este un momento, y este fue el instante en que el cabo Noval, aprovechando el pequeño silencio que se produjo, exclamó dirigiéndose a sus compañeros de la trinchera: ¡Tirad, que son los moros! (folio 12), ¡fuego aquí que son ellos! Según el Sargento Joaquín Álvarez (folio 14), ¡Compañeros, fuego contra ellos que son los moros! ¡Viva España! Según el capitán Iraola (folio 16); y apuntando su fusil al grupo que venía a su frente hizo fuego, uno o dos disparos (folios 14 vuelto y 17 vuelto), viéndole caer más tarde herido de muerte y exclamando: ¡Ay, madre mía¡ y después varias veces ¡Viva España!
Esta parece ser la explicación más verosímil del hecho, que examinado detenidamente sugiere al fiscal que suscribe las siguientes reflexiones: Es indudable que el cabo Noval se mostró desde los primeros momentos como hombre sereno y valeroso, al responder a la indicación que de retirarse le hizo el soldado Patiño – que no que le parecía que aquello no era nada – Después comprendiendo que su situación allí se hacía cada vez más peligrosa, no se aturde, no se retira atropelladamente, huido, ni trata, como el soldado Fandiño de ocultarse a retaguardia tras alguna peña, sino que cuida de sus soldados y les ordena le sigan, con propósito indudable de refugiarse como era su deber en el reducto de la extrema derecha.
Llega después el momento en que se halla solo; los dos soldados arrastrados por el pánico que la situación les produce han desaparecido, y el cabo Noval se encuentra ante una alambrada que le cierra el paso y un grupo de enemigos a su espalda y otro a su frente. En este terrible instante es perfectamente claro que Luis Noval debió verse irremisiblemente perdido, y es cuando dirigiéndose a sus compañeros les dice gritando, que hagan fuego. ¿Qué idea movió a Noval, al decir a los del reducto que hicieran fuego? ¿Fue el deseo noble, de evitar la sorpresa al campamento sacrificando su vida para lograrlo? ¿Fue solo buscando amparo en el fuego de los suyos que le salvase de caer en poder del enemigo? Difícil es determinar. Todo es humano y cabe también que en aquellas frases fueran enlazadas ambas aspiraciones.
Ahora bien, la inmensa mayoría de los actos heroicos que se registran, es forzoso reconocer que, salvo en muy contados pasos, se llevan a cabo en circunstancias tales, que quien los realiza se encuentra, o cree hallarse, en situación desesperada de salvarse. Llegado este caso, el hombre, o perdidas sus energías y guiado sólo del instinto de conservación se arroja por cualquier parte, o se arrastra en cualquier forma, sin atender más que a salvarse. Llegado este caso, el hombre o perdidas sus energías y guiado sólo del instinto de conservación, se arroja por cualquier parte, o se arrastra en cualquier forma, sin atender más que a salvarse, o afronta serenamente el peligro esperando la muerte de un modo gallardamente sublime, haciendo fuego contra sus adversarios, dando la voz de alarma a sus compañeros, invocando al morir el sagrado nombre de la Patria.
En todos los momentos en que se ve aparecer al Cabo Noval, y en los actos que realiza en su triste odisea, desde que comenzado el fuego recorre el trayecto que media entre el puesto de vigilancia del soldado Patiño hasta caer herido de muerte cerca de la extrema derecha del reducto, hay un sello de grandeza, que no aminora un punto su mérito,  siquiera el hecho realizado no lo sea precisamente en la forma que la fantasía había hecho circular.
Que el cabo Noval fuera conducido por los moros, obligado con promesas o amenazas, o que como ha sucedido, se viera rodeado de cerca por ellos en el momento de dar la voz de alarma a sus compañeros, ni quita ni da, a juicio del Fiscal que suscribe importancia al hecho, y tal vez le presta mayor realce la forma en que ocurrió, toda vez que de ir conducido, hubiera sido pueril pensar en salvarse, y hallándose libre, y siendo tal la oscuridad de la noche en aquel momento, que sus propios compañeros de la trinchera no conocían si era propio o extraño, pudo tener la esperanza, de no haber sido visto por los moros que avanzaban, seguramente no hacia él, sino hacia el reducto, e intentar como el soldado Patiño salvar su vida pasando por entre los huecos de la alambrada.
La circunstancia además, de hallar al recoger su cadáver el cuchillo armado y con manchas de sangre según afirman en sus declaraciones el Capitán Don José rasa a folios 11 y vueltos y los soldados que le recogieron Restituto Ordoñez y Felipe Rico a folios 24 vuelto, 25 y vuelto, indica claramente  que vendió cara su vida luchando con el fuego primero y al arma blanca después, solo y cuerpo a cuerpo, en lucha enormemente desigual contra un grupo considerable de enemigos.
En tal concepto, y considerando las circunstancias, que como queda dicho, concurren en el acto realizado por el cabo Luis Noval, el Fiscal que tiene el honor de dirigirse a V. E. estima que si bien el caso taxativamente comprendido en los que para la concesión de la Real  y distinguida Orden de San Fernando señala el Reglamento, entiende que como otros muchos que la perspicacia del legislador no pudo prever, entra de lleno en los que pueden calificarse de heroicos, y considera por lo tanto al Cabo Noval acreedor, a que su honrada memoria se conceda los beneficios de tan preciada distinción. V.E. no obstante con su elevado criterio adoptará como siempre la resolución que en justicia estime más acertada.
Zoco – el – Had 11 Noviembre 1909.
Excelentísimo Señor. Firma y rúbrica: Joaquín Nieves.
Doc. 29.- Diligencia de remisión de un oficio y entrega de este expediente.
En el campamento de Rostrogordo a quince días del mes de Noviembre de mil novecientos nueve el Señor Juez Instructor dispuso, dirigir, respetuoso oficio al Excelentísimo Señor Comandante Jefe de este Ejército de Operaciones, dando por terminado este expediente, el cual consta de  treinta y dos folios sin contar la cubierta, haciendo entrega de él para  la resolución que proceda.
Y para que conste, se pone por diligencia de que certifico. Firma y rúbrica: Verardo García. Joaquín Nieves.
Melilla 17 noviembre 1909
Pase al Sr. Auditor de este Ejército para su dictamen. Firma y rúbrica: Marina.
Hay un sello que dice: CUARTEL GENERAL DE LAS FUERZAS DEL EJÉRCITO DE OPERACIONES. MELILLA. En el centro E. M.
Doc. 30.-  Del Auditor.
Excmo. Señor.
El presente juicio contradictorio, tiene suficiente instrucción y se halla arreglado en lo posible a lo prevenido en la Ley de 18 de mayo de 1862, y Real Orden  de 16 de marzo de 1866, por lo cual soy de dictamen que procede darlo por concluso y elevarlo con informe de V. E. al Consejo Supremo de Guerra y Marina según lo preceptuado  en aquellas soberanas disposiciones.
V. E. no obstante resolverá. Melilla 19 de Noviembre de 1909.
Excmo. Señor. Firma y rúbrica: Eduardo Rivadulla.
 Hay un sello que dice: EJÉRCITO DE OPERACIONES * MELILLA*. En el centro: AUDITORÍA.
Doc. 21.-  Elevación del expediente  al Consejo Supremo de Guerra, por el General Marina.
Melilla 9 de diciembre de 1909.
De acuerdo con el anterior dictamen doy por terminado este expediente; considerando que con arreglo a los datos a él aportados el acto realizado por el cabo Luis Noval no se halla taxativamente comprendido entre los que para la concesión de la Cruz de la Real y distinguida orden de San Fernando señala el Reglamento, a pesar de lo cual puede ser calificado como heroico y considerarse por tanto al citado cabo la mencionada recompensa.
Este expediente se elevará con atento oficio al Consejo Supremo de Guerra y Marina para la solución que proceda.
Firma y rúbrica: Marina.
Hay un sello que dice: CUARTEL GENERAL DE LAS FUERZAS DEL EJÉRCITO DE OPERACIONES * MELILLA*. En el centro: E. M.
                                       EL ESCULTOR Y EL HÉROE
   Rozaba ya el medio siglo de vida D. Mariano Benlliure, cuando sucedían los hechos de Melilla y surgiera el hecho heroico, patrocinado por el Cabo Noval. El escultor y el héroe, iban a estar unidos en el tiempo, a través de la magnífica escultura, erigida en los jardines del Palacio Real.
Entre el Director de la  Academia, Museo de Infantería, y el escultor Benlliure, con motivo de la erección del monumento en honor al Cabo Noval, en los jardines que hoy llevan su nombre, se generó una serie de correspondencia, demostrando, en cuantas ocasiones se le presentaba, el amor que tenía hacia el Ejército, y refleja, con la expresión emocionada en las letras de sus cartas, que hoy se encuentran depositadas e inéditas, en los archivos del Museo del Ejército.
Fue galardonado, en muchas ocasiones, recibiendo innumerables premios y condecoraciones; entre ellas con la Gran Cruz del Mérito Militar, siendo socio de honor del Centro Cultural del Ejército y la Armada.
La idea de dejar para la posteridad y ejemplo de valor, para las futuras generaciones, aquella gesta tan honrosa, debía ser plasmada en una escultura en bronce y eso fue la obra del mejor escultor, D. Mariano Benlliure.
No he podido averiguar, el monto económico que alcanzó el valor del monumento, tampoco tiene la menor importancia, pero, para completar  lo que faltaba, la Marquesa de Esquilache organizó una fiesta en su palacio y D. Mariano puso el broche económico, al pagar de su bolsillo las 5000 pesetas finales.
No solamente contribuye con el gesto económico, sino que, D. Mariano va a poner, también su corazón, en la realización de esta bella obra. Queda constancia de ello, en la carta que, con una letra exquisita, apropiada a un pensamiento noble, se refleja, en el momento de escribirla, brotando desde lo más profundo de sus sentimientos, cuando se dirigía al Sr, Coronel Director de la Academia de Infantería y Museo del Alcázar de Toledo, Cuna de la Infantería Española.
Mariano Benlliure
Sr. D. José Villalba. Director del Parque de Infantería
Muy distinguido Sr. mío:
Con verdadero gusto he leído su sentida, elocuente y patriótica carta; ante todo agradezco a V. infinito los elogios que en ella tiene la bondad de dedicarme y que agradezco infinito por ser de persona tan grata y de tanta respetabilidad  como la suya e inspirados por causa tan hermosa y que honra a todos los que por ella colaboren.
Siempre fue mi deseo el poder unir mi nombre por medio de una obra mía al de uno de tantos héroes que dieron su vida por nuestra querida patria.
Cuente V. con el proyecto del monumento que estoy ejecutando en honor del cabo Noval el que simbolizará al propio tiempo la virilidad y gallardía de nuestro soldado.
 También prometo a V. ceder a ese Museo una reproducción del busto que estoy haciendo de nuestro inolvidable e insigne literato el malogrado y querido amigo Ibañez Marín.
Muy favorecido en que acepten estas mis modestas obras y con el mayor gusto se ofrece de V. muy atº y s .s. q. b. s. m.
Mariano Benlliure. Villalba 26 –3 – 910.
  
   En Septiembre del año 1911, el Director del Museo del Alcázar, le reiteraba a D. Mariano la carta siguiente, después del ofrecimiento de D. Mariano, a realizar la escultura del Cabo Noval, según se desprende de su lectura, en el mes de Marzo de este mismo año.
12 Septiembre 911.Sr. D. Mariano Benlliure
Muy distinguido Sr., mío:
Cuando a instancias mías,  dirigidas en marzo del año pasado, tuvo V. La atención de corresponder ofreciéndome para el Museo de Infantería el proyecto de monumento del Cabo Noval y una reproducción del busto de Ibañez Marín que por entonces se hallaba V. efectuando, acepté entusiasmado su generoso y patriótico desprendimiento.
Como supongo terminadas ya ambos modelos, y aumentan mis deseos de culminar el ingenio que les produjo y con ellos, mantener vivo el recuerdo de ambos héroes en los alumnos que bajo mi dirección se educan  y en cuantas personas acuden a visitar el Alcázar; ahora que dispongo del amplio local exigido por el constante crecimiento de este Museo, reitero a Vd. Mi anterior súplica, si mi instancia no le fuese molesta
Se repite de V. ferviente admirador y atento. s. s. q. b. s. m.
 Tampoco la carta anterior y otra posterior, fueron contestadas, y por ello, se insiste al escultor, pero esta vez no le escribe directamente el Coronel Director de la Academia,  es su ayudante D. Hilario García, quien expone su pensamiento en los siguientes términos:
Sr. D. Mariano Benlliure
Muy Sr. mío y de toda consideración:
El Cr. Villalba Dr., de este Museo y Academia de Infantería, que se dirigió a V. con fecha 2 de Octubre último, me encarga le escriba a V. y le reitere lo que en su carta le interesaba, pues aun cuando comprende, que los infinitos trabajos que constantemente solicitan su ejecución, no le dejarán tiempo para contestar, bien se hubiese extraviado la carta que le mandó a V, a Villalba, punto en que residía Vd. el año pasado por igual fecha. Por si hubiese ocurrido esto, le adjunto a Vd. copia de dicha carta, rogándole a la vez que no le moleste nuestra insistencia, impertinencia tal vez, en pedirle objeto, que por ser obra de sus manos, tanto han de honrar este Museo de la valerosa Infantería. 20 Octubre 911.
Hilario García.
D. Mariano Benlliure, dirige la siguiente carta, en el mes de Octubre de 1911, al Director de la Academia y Museo de Infantería del Alcázar, excusándose por la tardanza en la entrega del boceto escultórico:
Mariano Benlliure Abascal 2 (Estudio) Madrid
Excmo. Sr. Coronel Villalba
Mi respetado amigo
Perdón sino he contestado antes a su atenta carta, créame que no ha sido por falta de gusto sino de tiempo que mandé a la Exposición de Roma me retrasara lo que tenía encargado y ahora para recuperar aquellos meses tengo que trabajar día y noche.
Justamente una de las obras que tengo entre manos y que muy pronto terminaré el monumento al soldado español, encarnado en el heroico Cabo Noval.
En cuanto lo termine, cumpliré gustoso mi promesa, enviando a esa gloriosa Academia, el boceto de dicho monumento, así como el busto del malogrado e lustre amigo,  el Teniente Coronel Ibañez Marín.
Repitiendo mis excusas, por la demora en contestar con el mayor gusto se reitera muy suyo,  afctmo amigo s. s. q. b. s. m.
Mariano Benlliure. Madrid 22 Octubre 1911.
 La carta que se presenta a continuación, fue escrita por el Director del Museo de Infantería del Alcázar, para al genial escultor, días después de ser inaugurado el monumento.
Sr. D. Mariano Benlliure
Muy distinguido Sr. mío:
Con el aplauso entusiasta de todo el Ejército, en alabanza a su preclaro ingenio, con motivo de la creación del hermoso monumento al Cabo Noval, hacemos llegar al Maestro, confundido entre los de tantos y tan fervorosos admiradores.
En su hermosa producción, además del tributo esplendoroso del arte, vemos nosotros, los que vestimos el honroso uniforme de Infantería, un homenaje rendido  a las glorias militares; por eso el Ejército admira en su prestigiosa labor, al artífice más sublime de su dorada leyenda.
A esas pruebas que Vd., nos da, asociando en poética inspiración la sublimidad del sacrificio con el soplo venturoso del genio, este Museo recibió otra de su generosidad, al ofrecer a su antecesor en el mando, el Coronel D. José Villalba el boceto del referido monumento; ofrecimiento que me apresuro a recoger y aceptar orgulloso, rogándole nos lo remita tan pronto como pueda, en nuestro afán de ver y procurar que vean las generaciones, que aquí se educan, la virilidad y gallardía de nuestro soldado. Aprovecho gustoso esta ocasión para ofrecerle el testimonio de su afecto y admiración su attº,  y s. s. q. b. s. m
Toledo Junio 1912.
Carta dirigida a D. Mariano, desde la Academia de Infantería y Museo del Alcázar de Toledo.
23 de Junio 1912. Sr. D. Mariano Benlliure
 Muy distinguido Sr. mío y de toda consideración
Contesto, lleno de satisfacción su entusiasta carta del 22, en la que me participa el próximo boceto del monumento al Cabo Noval.
Este juntamente con el del Teniente Ruiz, obra también de su inspirado ingenio, que el infortunado Ibañez Marín nos donó, serán una prueba súper abundante de su amor al Ejército y la representación perenne de dos gloriosos hechos cuyas históricas páginas servirán de ejemplo y estímulo a los que abrazarán la honrosa carrera de las armas.
Se complace en reiterarle su agradecimiento su entusiasta admirador y afmo. amigo q. b. s. m.
No parece que fuese contestada de momento por el escultor y, ello se desprende, por la nota que aparece, al pie de la misma, también manuscrita, con fecha de 16 de Octubre de 1912 y que dice “se reitera la petición, recordándole el ofrecimiento”.
En la siguiente carta, D. Mariano contesta a la anterior y le comunica el envió a la Academia de Infantería, del boceto de la escultura del Cabo Noval
Mariano Benlliure. Studio. Abascal y Zurbano 60 Madrid
Sr. Don Hilario González
Muy distinguido Sr. mío:
Con sumo gusto contesto a su amabilísima carta 16, del corriente, y tengo la satisfacción de comunicarle el envío del boceto del monumento al cabo Noval que prometí y me honró aceptarlo el director de esa Academia. Como digo ya está embalado y mañana haré la expedición cuyo talón incluiré a Vd. en otra carta. Perdón por la demora involuntaria y con este motivo se ofrece de Vd. muy attmte s.  s. q. b. s. m.
Mariano Benlliure. Madrid 22 Octubre 1912.
  Esta correspondencia, surgió entre las dos personalidades, a raíz de la realización, del boceto al monumento, y entre la documentación que, sobre el mismo, se encuentra en los archivos del Museo del Ejército, está la ficha correspondiente a tal obra escultórica.
Dice de ella: Sobre un pedestal con escenas bélicas en alto relieve, la estatua del Cabo, de cuerpo entero, de pie, en actitud de avanzar; uniformado, con capote, correaje y cartucheras con gorra y siroquera, con la mano derecha sujeta el fusil, que apoya en el hombro. Tras él, una figura femenina, símbolo de la Victoria, sujeta una gran bandera, símbolo de la Patria, que cobija al Soldado. Fue su fundidor, por encargo del escultor Benlliure, Eduardo Capa y empleó una técnica de modelado fundido y cincelado, llevado a cabo en los talleres de fundición de Arganda del Rey.
“Siempre fue mi deseo, el poder, unir mi nombre, por medio de una obra mía, al de uno de tantos héroes, que dieron su vida por nuestra querida Patria”. Benlliure   
                                                             EPÍLOGO
Llegando el primer centenario, los melillenses han mantenido impertérritos el recuerdo de la gran gesta protagonizada por un asturiano, tan español como ellos, llegado en defensa de la integridad de la tierra que les vio nacer y vivir.
Reviviendo aquella generosa ofrenda, le erigieron en homenaje una calle y en la residencia de Tropa que lleva su nombre, en Melilla, levantaron su busto copia exacta de aquella que levantaron los asturianos en el cuartel de Pelayo.
El Cabo Noval, fue condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando, por tan merecidos y heroicos hechos durante los ataques realizados por rebeldes rifeños al zoco de El Had de Beni Sicar, en el campo exterior de Melilla, la noche del 27 al 28 de septiembre de 1909. Es uno de los héroes de leyenda que compendian con sus hazañas todas las virtudes del buen soldado, del saldado ejemplar. Noval fue buen soldado, porque extremó hasta el mismo límite el santo cumplimiento del deber; fue soldado bueno, porque sabiendo que había de morir, aprovechó su muerte en evitar que sus camaradas muriesen.
El Cabo Noval, haciendo mías las palabras del capitán Alfonso Moreira en su artículo en la revista Moral Militar, “ganó para sí y de consuno para el importante empleo del galón de estambre de la antañona española, la inmortalidad que a los elegidos reserva la Patria, Porque su holocausto, en defensa de la posición que guarnecían fuerzas de su regimiento, hay que incorporarlo a la inmarchitable virtud de la abnegación, que es la que induce al militar en los azarosos tiempos de guerra a buscar el camino de la gloria, sin reparar en los peligros”.
Su inmolación en el campo de batalla, aceptada consciente de su protagonismo ante el enemigo, para no mancillar el juramento a la Bandera, tuvo repercusiones en toda la Nación.
Las crónicas de la época, -sigue Alfonso Moreira- recogieron con acentos de poema épico, la inmolación del valeroso infante. Él, con su abnegación salvó el reducto, cuya defensa tenía confiada, considerado punto clave en el dispositivo de avance de las columnas para la conquista del mítico Gurugú, a fin de alejar el peligro que se cernía sobre la propia plaza de Melilla. Conviene recordar que llegó a ser tan crítica la situación de la Plaza, que la población civil, a las órdenes del general Marina, tomó parte en la lucha, formando compañías de voluntarios, que apoyaron la acción de las tropas. Por esta participación el Rey, don Alfonso XIII, concedió a la ciudad de Melilla los títulos de “VALEROSA”  y  “HUMANITARIA”.
El día 16 de Octubre de 1760, los franceses en el combate de Klosterkamp, en Westfalia (Prusia) obtuvieron la victoria sobre los hannoverianos mandados por el duque de Branswick, gracias  al rasgo de abnegación sublime que libró a aquéllos de una dura y sangrienta sorpresa de Luis de Assás, capitán del regimiento de Auvernia que   sospechando que una sorpresa preparaba el enemigo, abandonó su campamento la noche anterior y penetró, completamente solo, en territorio enemigo, siendo rodeado de soldados que le ponían las bayonetas al pecho, amenazándole de muerte si daba la menor voz. Despreciando el peligro irremediable y atento sólo a las órdenes del deber, el caballero de Assás, sacrificó su vida a la salvación de sus compañeros de armas, lanzando el grito ¡A mí, Auvernia, que está aquí el enemigo! Cayendo acribillado a bayonetazos, pero salvo al ejército, y este, alentado por tamaño ejemplo, ganó la batalla.
Ciento cincuenta años después, la muerte de Noval protagonizaba igual entrega con desprecio de su vida, ejemplo para quienes aman a España. Militares españoles, educadores de buenos soldados y mejores ciudadanos para la Patria, que hace tiempo grabaron en sus academias, sobre placas de bronce, un lema sagrado: SOLDADOS APRENDED A MORIR POR LA PATRIA.
Si es cierto que las almas gemelas se encuentran, post mortem, en mejores mundos que este pindonguero, de fijo que el aristocrático héroe francés de la noche de Klosterkamp habrá recibido en triunfo al plebeyo héroe de la noche de Beni Sicar, su igual y su tocayo. Porque si Luis se llamaba el caballero de Assás, también el cabo Noval se llamaba Luis. ¡Gloriosos homónimos!
En aquella cimera de ensueños, en aquella lanza deshacedora de entuertos y vengadora de agravios, en toda la vida de aquel nuestro señor Don Quijote, tuvo España su símbolo; pero llegó un día en que el sublime hidalgo manchego tomó por gigantes las aspas de un molino soltó las bridas a su corcel, rasgó con la espuela los ijares del noble bruto y lanza en ristre arremetió contra las aspas, rodando por el polvo su cimera de ensueños y su lanza, puesta al servicio de nobles ideales, alcanzando en Noval la grandeza de la Patria, en el sacrificio del benemérito soldado que fiel a su deber, honró con su sangre el juramento que empeñara besando la Bandera de España.
Los bustos del Cabo Noval, uno en el patio de armas del acuartelamiento de su nombre, en Noreña, ubicación del Regimiento de Infantería Príncipe número 3, en el norte de España y otro en el Club de tropa que también lleva su nombre en el sur de España, en Melilla, presencian día a día sus actos y formaciones militares.   FIN
BIBLIOGRAFÍA  Y FUENTES
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MUSEO DEL PUEBLO DE MELILLA. Escudo antiguo.
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ARCHIVO MUSICAL DEL AYUNTAMIENTO DE VALENCIA. Partituras musicales.
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2 comments:

Anonymous said...

Mi padre siempre me contaba cosas de su tio Luis,pero hasta ahora que he leído tus escritos no me he enterado con rigor de toda la historia. Gracias primo,y saludos de J.Eugenio.

Gerardo said...

Ha puesto:
"Con las tropas iban 45 camellos cargados, con municiones de boca y guerra, con una carga por camello de 500 Kg., conducidos cada uno de ellos por dos guías un moro argelino y un soldado de cazadores, en tanto estos aprendiesen el manejo de estos cuadrúpedos."

¿No es un tanto exagerada esa cifra de 500kg por camello?. Es de suponer que serían dromedarios, es decir, con una sola joroba.