BASE MILITAR "EL
GOLOSO"
EL CIPRÉS Y LA LOMA DEL ARBOLITO.
Sucedió una mañana de
primavera, cuando, como cada día, salía de mi unidad para hacer una
hora reglamentaria de footing por el campo de maniobra de El Goloso,
manera con la que me mantenía en forma y cual si fuera un rito hice
mi primera parada en la loma del arbolito.
Y es que con este
nombre se quedo, desde que un pequeño arbolito se plantó en tan
señalado lugar. Ahora de arbolíto no tenía nada, pues se trataba
de un viejo y majestuoso pino piñonero que presidiendo el altozano
dominante, cobijaba con su amplia y fresca sombra, a cuantos llegaban
hasta la loma.
Solamente se encontraba
el arbolito, a todo lo largo y ancho del campo, de ahí que a mi
entender, fuera el árbol mas respetado de aquel contorno; se ahí su
frondosidad y vegetal señorío, testigo mudo en tal lugar de
observación de reyes, príncipes y autoridades civiles y militares.
Era para todos un
referente oficial y particular castrense: lugar de encuentro, puesto
de mando, puesto de control, punto de contacto, punto de reunión,
lugar de paso de marchas diurnas y nocturnas . Allí siempre estaba
la figura, destacándose en el horizonte de aquella criatura de
Dios.
Sin embargo aquel día,
algo me llamó la atención. Parte de su corteza, en una franja de
tres palmos alrededor del grueso tronco, había desaparecido,
entonces me di cuenta que habían atentado gravemente contra su vida,
atacándole por donde mas daño podían hacerle.
Alguno de mala intención,
pues no cabía pensar de otra manera, había hecho un buen trabajo de
exterminio del último amigo vegetal que tan buenos servicios había
ofrecido, a los innumerables soldados que habían acudido a
refugiarse bajo sus ramas y donde a veces, bajo su sombra deje volar
mis ilusiones..
Emprendí de nuevo mi
carrera sin dejar de pensar en la perversidad de alguno de nuestra
especie, cavilaba la forma de restañar su herida, aunque finalmente
no hubo forma de salvar a mi viejo amigo.
No tardó mucho en morir
y nunca mas volví a parar en aque lugar sin sombras, sin refugio,
sin frescor, ni poder dejar de pensar en aquella maldad. Quizás por
ello, germinó en mi la idea de desagraviar a mi viejo amigo el
arbolito y plantar un ciprés, el árbol que señala a todas las
criaturas de este mundo el lugar donde está Dios.
Mi propuesta fue aceptada
y hoy luce el ciprés en la entrada de la puerta principal del la
Base del Goloso, testigo mudo del paso de sus soldados que aun siguen
nombrando, a aquel lugar de campo de maniobras, la loma del arbolito.
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