Tuesday, January 31, 2012


MI SOMBRA Y YO
Asturquin
Encontré el camino de mi ejercicio en las arenas de la playa, en los últimos días de enero, meditando entre Isla Cristina e Islantiilla, bajo el sol de las claras y refrescantes mañanas en las costas onubenses. Me acompañan constantemente el crujir de las conchas, al sentir la presión de mi caminar y el suave y abrumador soniquete de las pequeñas olas, rompiendo cerca de mis pies, borrando una u otra vez la huellas de mi larga caminata.
Nadie pasa a estas tempranas horas, tan solo las gaviotas nerviosas se levantan cuando paso, entretenidas picando en la carroña marina y las pequeñas y de veloz paso, los charranes van buscando sus alimentos preferidos, por el borde espumoso de las olas.
Mi pensamiento se desborda en imaginaciones en base a los objetos inanimados desechados por el mar, venidos de otros lugares transportados por las grandes corrientes oceánicas capaces de traer hasta estas arenas, las conchas de las vieiras gallegas y fija mi vista las piezas de cerámica desgastadas, rocas de diferentes colores, como cantos rodados o despojos y peces muertos, como último destino de sus efímeras vidas.
Es la mañana cansada recorriendo la distancia, dulcificada por el olor al salitre del agua, que pasa rápidamente entretenida por este o aquel objeto y cuando ensimismado estaba en todos estos pasajes caigo en la reflexión de cuantas cosas se pierden por el camino, pues hacia tiempo que hasta mi sombra había perdido, sombra que de nuevo me acompaña animada, llevando el mismo ritmo de marcha para llegar al puente de madera, recuerdo en cierta manera al japonés del Kwai y que me deja todas estas mañanas, cuando entro en el hotel.       

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