REBELIÓN EN MENORCA.-
MAYO - JUNIO DE 1808.
MAYO - JUNIO DE 1808.
Marcos Mayorga Noval
RESUMEN
El presente artículo trata de un episodio puntual, dentro del marco del conjunto de avatares en los primeros momentos del levantamiento general, contra los franceses en España, durante el año 1808. Sucedió en la Guarnición de Mahón, en la isla de Menorca, protagonizando los hechos la Oficialidad del Regimiento Soria que en los años sucesivos de esta guerra intervendrá contra el francés en Gerona, batalla de Vich, Defensa de Tortosa, donde el Regimiento queda prisionero y tras fugarse es reorganizado con el nombre de Ausona, combatió en Altafulla, Tolva, Graus e intervino en la toma de Olot.
Para realizar este trabajo he utilizado como fuente principal, la documentación que sobre el caso se encuentra en el Archivo Histórico Nacional, bajo el título de EXTRACTOS DE EXPEDIENTES SOBRE CAUSAS DE GUERRA DURANTE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.
Introducción.
Los acontecimientos tristemente sobrevenidos en Madrid, el dos de mayo de 1808, cuando los franceses invasores pretendieron sacar de España y del Palacio Real a los infantes Antonio Pascual y Francisco de Paula, últimos que quedaban de la familia real; la decisión de impedirlo por el pueblo, abordando el carruaje, el relinchar de los caballos encabritados y el llanto disgustado del pequeño Francisco; las voces ¡Qué se van! ¡Que se los llevan! y el griterío de las gentes que acudían a las puertas del Palacio, en apoyo de sus vecinos; los cañones de Murat disparando contra el pueblo; los primeros gritos de dolor y de sorpresa ante tamaña reacción; el quejido de los heridos y la rabia de un pueblo que de forma unánime decidió hacer frente a los disparos de los soldados del ejército napoleónico que gritaba pidiendo armas para combatir la afrenta, lanzando contra los invasores, desde ventanas y balcones, los objetos mas dispares que encontraba en sus hogares, corrieron, como reguero de pólvora, por las mentes de todos los buenos españoles.
El Gran Duque de Berg, comenzó a darse cuenta de que la afrenta que le habían presentado los españoles no iba a ser una excepción.
Pero los días siguientes fueron para muchos españoles motivo de contrariedades, muchas veces insalvables, debatiéndose sus mentes entre tomar la alternativa de acatar la voluntad de Napoleón, reconociendo como rey de España a su hermano José I o permanecer fieles y leales a su rey, Fernando VII, que para unos había abandonado la Nación de forma voluntaria, para otros lo había hecho forzado por los franceses. Muchos no aceptaban la postura que habían tomado ciertos Gobernadores, Capitanes Generales, que no tomaban decisiones ante la llamada a las armas contra el invasor de La Junta Suprema Gubernativa del Reino. Este estado de cosas dio lugar a muchas alteraciones, rebeliones, y todo tipo de sublevaciones contra los que se consideraban afrancesados y traidores a la Patria.
En Mahón, los ánimos estaban bastante exaltados desde que se tuvo conocimiento de la detención de Fernando VII en Bayona y mucho más, cuando fue obligado a abdicar la Corona de España en Napoleón. Cada vez que el Correo llegaba con esta clase de noticias era una puñalada que les atravesaba el corazón, palabras en boca de un oficial, más, cuando estaban viendo que el Gobierno autorizaba y abrazaba todas las disposiciones que venían de Madrid.
Los últimos días del mes de Mayo, en Mahón.
Este fue el caso de la oficialidad del regimiento de Soria, de guarnición en la isla de Menorca, al protagonizar un levantamiento en armas el primer día de junio de 1808. En la Plaza de Mahón se había ordenado sacar patrullas para observar si se formaban corrillos o se hacían manifestaciones en contra del gobierno francés. Se reconocía por regente del reino a Murat y se ofrecía, desde primeros de junio el cobro de las pagas y sueldos de la tropa y de la oficialidad, a cargo del gobierno francés.
Ocho días antes, ya el Coronel del mismo había suscitado serias dudas ante sus oficiales, respecto a su lealtad a la Corona de España y a sus Soberanos. En una de las reuniones previas a los ejercicios diarios del regimiento, cuando uno de los oficiales, el teniente Urbaneja, sacó de su bolsillo un Diario de Madrid de los primeros días de mayo, en donde se relataban los sucesos acaecidos en la capital del reino, el Coronel no hizo más que ridiculizar su contenido.
El día de San Fernando, las piezas de artillería habían salido a tomar posiciones frente a los cuarteles, en la Explanada, para realizar las salvas de ordenanza, el 30 de mayo, sin embargo al capitán que las mandaba le llegó una orden imprevista por la que se le ordenaba retirarlas al Parque, sin haber efectuado las salvas reglamentarias.
¿Qué es lo que estaba pasando? La realidad, sospechada por la mayor parte de los oficiales, era que encontrándose en la Plaza un oficial francés, había llegado a la isla con pliegos de Murat. Entrevistado con le Gobernador Militar, le había expuesto las proclamas como rey de las Españas de José Bonaparte. A su tenor, el Brigadier Ramírez, propuso que para las salvas en honor de Fernando VII, se formase tan sólo un piquete y a que se esperase a que la Escuadra, fondeada en el puerto, diese ejemplo en hacer alguna celebridad.
El Gobernador, que esa mañana había asistido a la extracción de los empleos municipales que habían de servirse en el año, se encontró en su despacho un pliego del Capitán General y Audiencia de Mallorca, en el que se le mandaba publicar un bando sobre la abdicación de la Corona hecha por Carlos IV, la de su hijo D. Fernando, Príncipe de Asturias y la renuncia hecha por los demás Señores Infantes de cualquier derecho que pudiera corresponderles, y cuyo bando se había hecho público en la ciudad de Palma, en Mallorca.
Este mismo bando lo había recibido el Jefe de la Escuadra D. Cayetano Valda, motivo por el que éste envió a uno de sus ayudantes a comunicarle al Gobernador que la Escuadra no iba a efectuar las salva de ordenanza, y que le parecía que el Gobierno tampoco debía hacerla, una vez conocidos estos bandos de abdicación
En el estado de cosas que se encontraba la Nación, cualquier circunstancia anómala era motivo de preocupación, además los ánimos patrióticos estaban a flor de piel. Aquella misma mañana, se había dado la orden a los oficiales para que se presentasen en la lista de la tarde y todos se presumían que en ella se les iba a insistir en la necesidad de que permanecieran en silencio. En las calles y plazas se formaban corrillos entre paisanos, entre los militares, comentando entre murmullos lo que acababa de ocurrir. Se había conocido que el Obispo había proclamado ya a José I, y a sabiendas que estaba en contacto con el Gobernador Ramírez, no les extrañaba que fuese proclive a la traición.
Las sospechas de que llegase a proclamar a José I y de haber reconocido al Duque de Berg, eran alarmantes entre la oficialidad, a quien se les negaba toda comunicación, sabiendo como sabían de los insultos y vejaciones y hechos detestables que cometía la nación francesa con España y con los reyes. Además al gobernador se le achacaba no haber dado cumplimiento a la orden dada por el Capitán General, ordenándole animase a los soldados y al pueblo, y a que se comunicase con los ingleses, cosa que no trató de hacer en ningún momento.
La prevención del Gobernador de guardar silencio a la oficialidad, de no hablar mal de los franceses, ni insultar, venía de tiempo atrás, cuando el Coronel francés se quejaba y cuando a este se le miraba con consideración, pues aun no había manifestado sus perversas intenciones su amo Napoleón, y antes de las abdicaciones de Bayona.
El Gobernado Militar, ordenaba a Montenegro que reuniese a los oficiales, después de oír al Coronel del regimiento Soria. El Coronel, preguntó el motivo de aquellos murmullos que estaba presenciando, comentándole su Ayudante Josef Montenegro que era debido a la retirada de los cañones, y que tan solo se habían efectuado cuatro cañonazos.
El Gobernador ordenaba entonces al teniente de rey y segundo comandante de la Plaza Luis Babelón, que enviase al capitán de artillería volver a poner en posición de tiro sus piezas y efectuar como estaba ordenado las salvas acostumbradas, y al mismo tiempo, Ramírez, enviaba por medio del teniente de rey, al jefe de la Escuadra una comunicación diciéndole que se iban a efectuar las salvas de ordenanza en la Explanada, lo hiciese o no la Escuadra. Todo ello se debió por un lado a la presencia del oficial francés en Mahón y el cambio de actitud y la reacción del gobernador, a la fuerza del propio pueblo, a la Oficialidad y a la Tropa, no obstante no hubo ese día iluminación en la Casa de la Villa como se tenía acostumbrado año tras año, ni en los navíos de la escuadra se gritaba “Viva el Rey”. Tampoco hubo recibimiento en Corte, ni se celebró el Tedeum acostumbrado.
En el mismo acto, el Coronel, exigía a los oficiales que se contuviesen en sus conversaciones diarias, exponiéndose caso de no hacerlo a ser enviados a Barcelona para ser juzgados. Les amenazaba con que “el oficial que se atreva a hablar de los asuntos del día, será llamado a Barcelona y entregado al Gobierno francés para que lo juzguen” 1
Aquella misma tarde, en la reunión de la lista vespertina volvió el Coronel a advertir a sus oficiales en el mismo sentido, máxime cuando llegó a su conocimiento que algunos paisanos estaban repartiendo escarapelas, con el que se leía el nombre de Fernando VII. Textualmente sus palabras fueron: “¿Porqué hemos de tomar partido, de una familia que nos ha abandonado y que tan mal gobierno habían tenido?2 Es preciso, es menester conformarnos con la suerte; a nosotros los mismo nos da tomar la paga aquí que en el Norte”.3 Algunos se separaron de la rueda, de manera inmediata, entre ellos el teniente José María de Arce y Pablo Andreu. Unas palabras que escandalizaron y que sumieron a la oficialidad en el mayor de los abatimientos.
Aquella noche durmieron malamente o no durmieron, pensando en la actitud de su jefe, el Coronel del Regimiento Soria, Francisco Cabrera, y en la desgraciada suerte que se iba preparando a su Patria y a sus Soberanos.
Mientras el Jefe de la Escuadra, D. Cayetano Valda ponía rumbo a la Ciudadela, en compañía a bordo del oficial francés, y dejaba el mando de la misma a D. Josef Martínez, el Gobernador Militar de Mahón, D. Felipe Ramírez, de 69 años de edad, al día siguiente 31 de mayo, que había recibido una orden del Capitán General D. Juan Miguel de Vives, en la que se expresaba que se había establecido una Junta Suprema en Palma, en representación de la autoridad real y en la que se decía que no se obedeciese las órdenes del Duque de Berg, que se había intitulado Teniente General del Reino, que se le conminaba a arreglar los asuntos concernientes de ambas Coronas, Española e Inglesa, y que estas circunstancias fueran puestas en conocimiento tanto a la tropa como al público, convocaba, en su domicilio, una Junta de Jefes de la guarnición, para darles a conocer tales extremos.
Se prevenía que se hiciese saber en los Cuerpos de Menorca, que la isla de Mallorca había tomado la decisión de no acatar la subordinación al Gran Duque de Berg, reconociendo como único soberano de España a Fernando VII. En el mismo escrito, se expresaba el Capitán General, no dudar que tanto los militares como a los paisanos isleños adoptarían la misma actitud respecto al Duque de Berg, como su total adhesión y lealtad a Fernando VII, se añadía la coletilla: después que la proclama que hubiese llegado de Palma.
En esta misma Junta, que estaba convocada para las seis de la tarde y a la que asistieron todos los Jefes de la Guarnición de Mahón en la isla de Menorca, así como el comandante de la Escuadra Española, se ordenaba, después de haberse leído el escrito, dar comunicado a los oficiales de sus respectivas Unidades, aunque se recomendaba, la mayor moderación con los individuos franceses que se hallaban en el pueblo, para evitar que se perturbase el orden y la quietud pública. Una orden verbal del Gobernador a los citados jefes, acompañaba el comunicado escrito, recomendándoles que de momento no se divulgase el comunicado, salvo a los mencionados oficiales, hasta que se confirmara la proclama de tales actuaciones de forma oficial por el correo que había de llegar de Palma procedente de Barcelona, y que vendría acompañada de los dineros correspondientes a la guarnición y de 25.000 ducados para la Escuadra Española, surta en el puerto. En este mismo acto se leyó el bando de abdicación antes mencionado.
Antes de finalizar, se les encargó que se hiciera saber a sus oficiales la conveniencia de evitar alborotos y lances ruidosos, de los que ya había habido algunos antecedentes y que se esperarse, como lo prevenía la misma orden a que llegase la Proclama que se estaba imprimiendo en Palma, para a tenor de ella se hiciese lo mismo en Mahón.
Para entonces ya se sabía que había llegado un expreso de Cartagena, de que en esta ciudad y en todo el reino de Murcia, junto al de Valencia, Granada y otras Provincias, habían proclamado a Fernando VII y se oponían por la fuerza a la tiranía del yugo francés. Madrid y Barcelona estaban en poder del enemigo.
Los ánimos estaban muy exaltados en la tropa y entre el público isleño. Visitando los acuartelamientos, “Se podía adivinar que el sistema en que estaba la Patria, era anárquico o debía considerarse mas hacia el modo de pensar leal patriótico, egoísta, así que traidor, arrebatadas o robadas las Majestades, el Supremo Consejo y otras autoridades en manos del enemigo por el engaño: Unos pueblos habían quitado sus Jefes o Generales, otros seguidos con ellos; tiempo en que no sólo vehemencia sino la indiferencia, era y debe ser mirada como delito ¿Y cuantos habían adoptado el partido nacional o de lealtad haciendo de la necesidad virtud?” Muchos oficiales pensaban de igual modo, por consiguiente las leyes no podían ejercer su curso regular, era preciso faltar a ellas, fuesen civiles, ya militares para salvar a la Patria y a su jefe o Soberano.”4
En la mente de aquellos oficiales danzaban los sentimientos de honor, lealtad y patriotismo, “Volar a ser los primeros en demostrarlos, posponiendo en ocasión tan crítica toda mira de conveniencias no podían esperar a que una Provincia esperase a otra preguntándose si unos jefes expresasen a otros que iba a ser de la Patria.”5
Al Gobernador le achacaron el no haber dado el debido cumplimiento a la orden del Capitán General, de tratar con ligereza a la legítima Majestad, hasta llegar al menosprecio. Al Coronel del Regimiento Soria, de seguir a pies juntillas las órdenes del Gobernador y temían que fuesen obligados a servir a los intereses franceses a la fuerza, puesto que de ellos dependerían sus sueldos a partir del primero de Junio.
EL 1º de Junio de 1808.
A las cinco de la mañana del día primero de junio, estaba previsto que las unidades del regimiento de Soria efectuasen unos ejercicios, para poner en práctica una nueva doctrina militar. El Coronel jefe del mismo D. Francisco Cabrera, reunió a sus oficiales para prevenirles en cuanto a la orden dictada por el Gobernador y se abstuvieran de manifestar sus sentimientos en público, sobre las medidas que en esta época había tomado el Gobierno y sobre las repetidas quejas que el cónsul francés había dado de que los Oficiales de la guarnición faltasen, en sus conversaciones, al decoro de la nación francesa, alegando que había que tener buena armonía, recomendada por la Superioridad entre ambas naciones.
El teniente Costa, en esa rueda de oficiales, se dirigió al Coronel, diciéndole: “Señor, tengo que hacer a VS. una reflexión. No sé a que nos impone silencio, cuando se habla sino a favor de nuestro único soberano, yo he jurado delante de las Banderas defenderlo, y no a otro, de obligarme a otra cosa pido mi dimisión”6, a lo que el Jefe del regimiento respondió que “creía tener un oficial mejor, pero como ha de ser lo siento, prescindo de Vd arrestado en la prevención, su suerte de Vd está decidida”7, al mismo tiempo que mandaba pasase arrestado a la prevención en unión de los tenientes Vinues, Aldea y los alféreces Santos y Jumilla y alguno otro más, que habían manifestado “la suerte de D. José Costa, será la de todos”8. El resto, presentes en la rueda, quitándose el sombrero, lo lanzaron al aire gritando ¡Viva el Rey!, contestando con la misma expresión el coronel del regimiento.
De inmediato los oficiales, se dirigieron a sus respectivas Compañías y hablaron a la tropa, sucediéndose un murmullo general, a los que el Coronel volvió a gritar ¡Viva el Rey!, al mismo tiempo que daba la orden a los tambores para que iniciaran un redoble, e iniciar los ejercicios previstos. No duraron mucho, pronto se dio la orden a las Unidades para que se retiraran a sus dependencias; el Coronel, después de comentar las incidencias en rueda con sus Oficiales, se retiraba a su domicilio.
Al poco se presentaron en su casa algunos de sus oficiales, para ver en que estado quedaba el asunto del arresto del teniente de Costa y sus compañeros y si se proclamaba o no a Fernando VII. Entre ellos estaban D. Josef Montenegro, D. José Córdova, D. Bernardo Unceta y D. Pablo Andrés, contestándoles el Coronel que no comprendía la actitud del teniente Juan Costa y que no pasara arrestado y que se fuese a su casa, pero ya era demasiado tarde si con ello pretendía resolver una cuestión que tenía un fondo más profundo, pues cuando Montenegro volvió al regimiento para comunicárselo al teniente Costa, los Oficiales del Soria habían tomado una decisión.
La orden del cornetín había tocado generala y ponía en movimiento a las Unidades, se levantaban en armas contra la autoridad del Coronel y la del Gobernador, con la intención de proclamar su lealtad al rey Fernando VII. El Coronel que había recibido estas noticias de su Ayudante, consideró que había de dar noticia al Gobernador, dirigiéndose a su residencia, seguido por los oficiales que le habían ido a ver, Montenegro, Unceta y Vinues.
A las siete de la mañana llegó hasta la casa del teniente de rey, Luis Babelón, el Ayudante del Coronel del regimiento Soria, Josef Montenegro, para anunciarle que se presentase de inmediato en casa del Gobernador, pues, había novedades de mucha importancia relativas a la Guarnición. Cuando Babelón salía de su casa se encontró con otro oficial que le comunicó que el regimiento Soria, la compañía de zapadores y la artillería volante, se habían levantado en armas en la Explanada, y que la tropa había cargado aquellas con munición y la artillería con metralla, después de haberse tocado generala y que no sabía de quien había partido la orden.
En casa del Gobernador se encontraban ya el Comandante de la Escuadra D. Juan Martínez y al Coronel de Granada D. Gaspar de Terna, que estaba sorprendido por lo que estaba ocurriendo. En su despacho el Gobernador estaba reunido con D. Francisco Cabrera, pasando el primero a relatar los sucesos que conocía a los recién llegados, aunque no pudo terminar, al presentarse precipitadamente el teniente de zapadores diciendo que por ningún motivo se les ocurriera, tanto al Coronel como al Gobernador presentarse en la Explanada, pues, se temía ocurriese una catástrofe, pues había sido destituido por la oficialidad de sus cargo.
Montenegro dijo que todo se solucionaría proclamando a Fernando VII, cosa en que todo el mundo allí reunido estaba de acuerdo. El Gobernador levantando la voz dijo: “Déjalos que proclamen a Fernando VII. ¿Qué quieren ellos a Fernando VII, que lo tengan, algún día les pesará.”9 Entonces tanto Unceta como Vinues se ausentaron de inmediato.
La reacción del coronel Cabrera fue la de salir inmediatamente hacia el regimiento, impidiéndoselo Babelón y aconsejándo que en su lugar se presentasen el Comandante de la Escuadra y el coronel del Granada. Así se hizo.
Cuando estos llegaron a la Explanada, encontraron al Regimiento Soria en formación de batalla en lo alto de la misma, flanqueado por su derecha por la Compañía de Zapadores y por la izquierda por algunos artilleros, y que había de ser cubierto por la artillería volante, que llegaba al poco, escoltada por una compañía de granaderos del regimiento Soria en compañía de la Música.
La subida por la rampa de acceso a la explanada se encontraba flanqueada por centinelas dobles y las banderas estaban colocadas en sus lugares respectivos, mientras la totalidad de los oficiales ocupaban sus puestos en formación. En aquellos momentos llegaba también el destacamento de Húsares, a cuyo frente se encontraba el subteniente D. Juan Jalón.
Al grito de ¡Viva Fernando VII! Aquellos fueron recibidos por una comisión de oficiales, con el sable fuera de sus vainas; contestaron los llegados con la misma exclamación. La tropa formada en la explanada se manifestó al unísono con un rotundo ¡Viva Fernando VII! Cuando llegaba Babelón, el Comandante de la Escuadra y el coronel del Granada a la altura de una de sus Banderas.
Trataron en vano de convencer a los oficiales de que renunciasen a su actitud, aunque todos estaban de acuerdo en los mismos principios de patriotismo y de lealtad, hacia la persona de Fernando VII, al mismo tiempo que sentían que se manifestasen voces contra el Gobernador y contra el Coronel Cabrera.
Los oficiales no querían tener por mando de su regimiento a un coronel al que le habían escuchado decir “que era tan solo un militar de capa y espada y que le era independiente cobrar su sueldo aquí o en Flandes”10 y a un Gobernador que se dejaba dar consejos de franceses y era partidario a ultranza de Godoy, Príncipe de la Paz.
La única postura, en contra de la opinión general la protagonizó el capitán de la segunda compañía de Granada D. Manuel Bodet al mando de su Unidad, siendo contrarrestada al salir de la formación el teniente D. Tadeo Aldea que se manifestó en voz alta “por el Rey nuestro señor Fernando VII, se reconocerá por Coronel del Regimiento de Soria al Sargento Mayor del mismo D. Pedro de la Justicia” añadiendo: “¿Muchachos queréis para Coronel del Regimiento al Sargento Mayor? Decidlo”11, a lo que contestaron que sí.
Todos en la Explanada se ofrecieron a conservar la integridad de la Isla, para su soberano Fernando VII, y defenderla de todos sus enemigos, por lo que las unidades formaron en cuadro con la intención de proclamar al legítimo rey, una vez que el coronel de Granada, que se había desplazado hasta casa del Gobernador, hubo regresado con la proclama firmada, finalizando el acto con un aplauso general. Este mismo coronel, convocó para las cuatro de la tarde en su casa una reunión de jefes y oficiales, con el fin de formalizar lo acordado y dar cuenta al Capitán General de los hechos ocurridos.
Acto seguido fue informado el Gobernador de que solamente se le aceptaba el mando político y advertido al Coronel del regimiento Soria que había sido cesado en el mando de su Unidad. Todo los componentes de la guarnición de la Isla, se colocaron en sus sombreros un cartelito adosado, en el que se podía leer: “Viva Fernando VII, Vencer o Morir”, siendo publicado el bando de proclamación con la mayor ostentación e iluminación y el regocijo y alegría fue general.
Conclusión.
El coronel temiendo por su vida se refugió en un primer momento en el convento de San Francisco y no sintiéndose seguro aquella misma noche pasó a unos de los navíos de la Escuadra española, permaneciendo en él hasta el día 4 de junio, que pasó a la isla de Mallorca.
Como consecuencia de estos hechos, el Gobernador D. Felipe Ramírez y el Coronel D. Francisco Cabrera fueron sometidos a causa sumaria por la Junta Suprema Gubernativa del Reino de Mallorca, de cuyas diligencias el Fiscal dictó en la ciudad de Palma, el 10 de octubre de este mismo año de 1808, un dictamen en el que cabe destacar:
“Exponiendo que el aspecto que en si presenta esta Sumaria es de la mayor gravedad, pues tratase de un delito muy atroz como es el de lesa Majestad, contra el cual claman imperiosamente las leyes [..] no solo resultan individuos de poco afecto a nuestro Augusto Soberano el Señor Don Fernando 7º, el coronel D. Francisco Cabrera y el Brigadier D, Felipe Ramírez,, sino que en vista de los fuertes cargos que contra los mismos presentan los testigos, parecen reos uno y otro de un crimen tan enorme [..] previenen las ordenanzas militares que en la actuación de una Sumaria [..] se suspenda su curso y se eleve a proceso, poniendo en Consejo de Guerra...”12
En agosto de este mismo año, el coronel se encontraba preso en la torre del Ángel, a la espera de que continuase la causa sumaria, y en octubre el Brigadier Ramírez en la misma situación, a la espera de ser trasladados a Cataluña, para ser sometidos a un Consejo de Guerra, y al hallarse en esta región el Regimiento de Soria, combatiendo a los franceses. FIN
1 GUERRA DE LA INDEPENDENCIA. Extracto de Expedientes sobre causas de guerra, durante la Guerra de la Independencia. DIVERSOS – COLECCIONES, 96, n. 10. Doc. 120. Archivo Histórico Nacional (AHN).
2 Íbidem., doc. 127.
3 Íbidem.
4 En la declaración como testigo de la Sumaria del Teniente D. José Costa, en la causa formada contra el Coronel del regimiento de Soria, por afecto a los franceses.
5 Íbidem.
6 GUERRA DE LA .., op. cit, Doc. 122.
7 Íbidem.
8 Íbidem.
9 Íbidem., doc. 132.
10 Íbidem. doc. 89.
11 Íbidem., doc. 91
12 Íbidem., doc. 282.
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