La sombra que me acompaña.
Si no me olvidas, yo estaré a tu lado, como lo estuve siempre. Tú, amiga, no me dejas, no me olvidas un instante, y vienes conmigo, cuando al salir a la calle, me acompañas sin pedirme nada a cambio, aunque necesites mi cuerpo, que es tu vida y, sin pedirme tan siquiera que acepte tu compañía y, aún sabiendo que pienso que a veces piensas, se, que de modo inconsciente, sabes que necesito tu compañía. No me enfada de tu insistencia, pues al contrario, me halaga que me trates, y me ayudes, a seguir hacia delante.
Pero, amiga, que suerte la tuya, que haces las cosas, de manera tan sencilla, y te cansas, ni te mojas, no sufres ni padeces, por ti no pasan los años. Que suerte la tuya, que ni las inclemencias ni el paso del tiempo hacen mella en tu figura. Por eso te tengo envidia, por mostrarte tan sencilla.
Llevamos años y años juntos, hemos recorridos no sé cuantos caminos, subimos altas montañas, bajamos profundos valles, yo cansado, tu, infatigable. Disfruté tu compañía, hasta el borde del mar y esperabas mi regreso, para fundirnos juntos, tumbados en la arena, de las playas que pisamos, para cobijarte, bajo de mí, de la brisa del mar.
Siempre te veo igual, no envejeces, tan jovial, te veo y, te siento a mi lado tan silenciosa, que a veces, ni me doy cuenta de tu presencia, otras, resurges con tanta fuerza, con tanto esplendor, que siento necesidad de hablarte y, aunque no me contestas, te quiero.
Te quiero por tu lealtad, te quiero porque me entretienes el camino, con tus continuos movimientos, por tu figura y silueta, que acompaña mis flaquezas. Por saber, que si me canso, no me abandonas en el camino, y te paras a descansar, conmigo, mientras recupero el resuello.
Sabes bien, que cuando años atrás, caminábamos juntos, siendo joven, no me dolían prendas par ir donde fueses, en tus correrías, me sentía en las mismas condiciones con las que tu siempre te presentas. Hoy, me cuesta seguir tu misma senda, mi ritmo no es el mismo, sabes de mis músculos, tendones y lesiones, ya me voy fatigando, pero aún te sigo no obstante, con mas sudor, con mas esfuerzo y sobre todo con mí otro yo: mi voluntad.
Tu sigues igual, no veo arrugas en tu rostro, no veo ninguna muestra de cansancio, tampoco sudores que lleva empapada mi camiseta y que, si Dios no decidiera, no te pararías nunca. Gracias te doy, cuando subo las cuestas, cuando te pones por delante y me arrastras, y me elevas, y haces al menos sigas siendo la amiga que me acompañó siempre. A veces me dejas el lugar de honor, y te pones a mi izquierda, como intentando decirme al oído que no pare, que siga por el camino, haciéndolo más llano, que el que presenta la gente.
Cuando no te veo, te siento a mí espaldas, que empujas, y me digo: No te pares, sigue, que detrás vienes tu amiga, velando tus sufrimientos, viéndome con mucho esfuerzo, subir las empinadas cuestas, corriendo sudado, y por ella, no me paro.
Pero, !ay!, me preocupas y es que no pienses, aunque yo tengo la certeza que un día has de morir, y, permaneciendo tan joven que mueras sin haber sufrido, que mueras sin haber sudado, sin sufrimientos, aunque sea para ti indiferente, me produce tristeza. No creo que sepas, que aún, no pasando por ti los años, que el tiempo no refleje canas en tu figura, tendrás que desaparecer, aunque para ti, como a lo largo de ti existencia, tampoco te ha de causar dolor alguno.
Seguirás siendo, para mí, muy importante, con el sol como testigo de nuestra alianza, y, aunque se que no lo sabes, yo te agradezco tu constancia, y perdones cuando me vaya, pues será el fin de tu presencia, ese día, en que, mi otra sombra, mi alma, navegue por otros espacios, entonces, solo entonces, aquí, mi cuerpo y tú habréis muerto. FIN
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