Monday, April 14, 2008

ESCLAVOS

Rebelión y conspiración en Puerto Rico.
Asturquin
A mediados del siglo XIX, en las colonias de Ultramar, la principal riqueza era la agricultura que se explotaba en grandes haciendas, cuyos dueños mantenían un número considerable de esclavos, para sacar adelante sus cosechas. Estos dueños no trataban a sus esclavos negros con la debida atención; era mercancía que se podía comprar y vender, y a los cuales trataban a veces de manera cruel y despótica.
El mal trato de los dueños de las haciendas solía ser el móvil principal de las revueltas, más que las maquinaciones de los agentes de las islas vecinas.
Al mismo tiempo llegaban a las haciendas, cuando ya la trata de negros se había abolido, de muy diferentes maneras. Muchos de ellos estaban de forma ilegal, procedentes del contrabando entre las islas; otros por haberse escapado de la presión de sus dueños.
El Comandante Militar local de Guayanilla, a la sazón el teniente coronel graduado D. Manuel Marcano se expresaba al referirse a los negros esclavos “esta raza enemiga que por una necesidad imperiosa, aunque lamentable, nos vemos precisados a nutrir y conservar entre nosotros, maquina a todas horas, y acecha el momento de devorarnos porque cuenta con un asilo seguro en una isla vecina a donde pueden trasladarse en pocas horas sin temor a ser sorprendidos”
Los abolicionistas pregonaban la emancipación total de los esclavos y la chispa de la revolución rondaba en la cabeza de muchos de ellos, mientras, las autoridades de las islas dictaban normas de actuación para impedirlo.
Ideas que las autoridades de Puerto Rico no querían que cundieran entre los negros esclavos de las haciendas, con el fin de evitar que algún día quisieran salir de su esclavitud, poniendo en peligro su seguridad. En el continente ya los negros tenían la misma consideración que los blancos y por otra parte tan solo un pequeño estrecho medía entre la punta Oeste de Puerto Rico y la de Santo Domingo, pudiéndose atravesar en cualquier bote y en pocas horas.
De ahí que se extremaran las precauciones y la vigilancia en las playas, para que no se introdujeran en la isla personas cuyas ideas fueran sospechosas, a sabiendas que arraigarían rápidamente entre los esclavos negros puertorriqueños.
Ya en 1837 los negros esclavos habían protagonizado algunos actos sospechosos de conspiración contra las haciendas, como el intento de huidas por un grupo de seis que en la noche del 5 de mayo, a bordo de un bote se hicieron a la mar, llevando consigo algunas pertenencias, como un tarro de cristal lleno de pólvora, un saquito con piedras de chispa, balas y metralla y algún fardo de ropa y sombreros de paja.
Habían sido delatados por los negros Juan Chiquito y Tomás, que al parecer no secundaron su acción, esclavos al servicio de la hacienda de D. Tomás Fernández. El Reten del ejército que custodiaba las playas les avistó, por lo que se arrojaron al agua y fueron detenidos. El juez de San Germán dio por sobreseído el caso, con la única condición que sus dueños pagaran las costas del proceso y advirtiéndoles que en adelante vigilaran con más rigor la salida de sus esclavos a horas intempestivas, tal y como se decía en el Reglamento de Esclavos.
Otros protagonizaron altercados tendentes a sembrar el terror entre los blancos, por estos mismos años, es el caso de los esclavos negros Andrés, Simón y Tomás, que lo eran de sus dueños respectivos: D. José Eusebio Rivero; D. Silvester Lataneni y D. Sinforiano Bracety. En este caso intentaron incendiar el pueblo de Mayaguez, atacar a la casa del rey, es decir al cuartel y robar las armas. Simón y Tomás, fueron condenados a seis años de presidio en el correccional de la Puntilla de la capital San Juan, mientras el tercero cumplió la pena en Mayaguez. Después de cumplir la condena habrían de ser enajenados por fuera de la isla
En Puerto Rico, toda suerte de delitos de esclavos contra sus dueños, estaba bajo la jurisdicción ordinaria, sin embrago, los procesos se alargaban en demasía. Los delitos por causa de rebelión iban en aumento y es por ello que en tiempos del Gobernado Santiago Méndez Vigo, hubo intentos por parte de las autoridades de juzgar en consejo de guerra a los protagonistas de una de estas revueltas con resultado de muerte.
En septiembre de 1840 fueron procesados en Puerto Rico, varios negros esclavos, que trabajaban en las Haciendas del pueblo de Guayanilla, en el partido de Ponce, por haber protagonizado una conspiración o levantamiento, a fin de robar y dar muerte a los blancos, para después embarcar en una goleta que estaba fondeada en el puerto y trasladarse en ella a la isla de Santo Domingo, cuyos negros se habían emancipado.
Es difícil tratar de averiguar las causas exactas de esta revuelta, que protagonizaron 19 negros esclavos, puesto que a tenor de las conclusiones que de la parte del expediente que hoy se conoce, en este caso no fue precisamente una revuelta que estuviese planeada desde el exterior de la isla, como temían las autoridades de Puerto Rico, ni parece ser que tampoco recibieron armas. Lo cierto es que durante el levantamiento fueron atacadas las haciendas de algunos dueños, y fue asesinado D. Hipólito Adrián José Lecami, vecino del pueblo de Aibonito.
Las penas fueron muy rigurosas con los cabecillas, dos de los esclavos negros fueron condenados a la pena de 6 años de presidio y a la de 50 azotes por mano del verdugo; seis, a la de 25 azotes y después entregados a sus dueños para que fueran ocupados en los trabajos mas duros de sus haciendas, con grilletes y encadenados por espacio de dos años. El resto fue compurgado, hasta un total de diecinueve. FIN
Fuente: Aplicación juicio ordinario o militar esclavos conspiradores Ultramar, 2021.Exp.14. PARES http://pares.mcu.es/

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