Friday, June 27, 2008

I SIMPOSIO DE ESTUDIOS GENEALÓGICOS, DEL CIRCULO DE ESTUDIOS GENEALÓGICOS FAMILIARES.
(SALA DE CONFERENCIAS DEL ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL).

SÍNTESIS DE UNA COMUNICACIÓN (Madrid 16 Noviembre 1998)

Asturquín

En la comunicación que aporto a este Simposio, hago un sucinto recorrido sobre la trayectoria y evolución del apellido en el devenir de la civilización, basándome en los escritos que eruditos en la materia investigaron, a cuyos trabajos tuve acceso.
En su protohistoria, los individuos necesitaron llamarse para trasmitir sus mensajes, e identificar a sus interlocutores. Lo que tenían mas a mano, eran de lo que se servían para el sustento; los individuos se identificaban con animales y plantas, en razones de semejanza. Los hombres de cada tronco, eran así descendientes del león, del tigre o del roble; cuando pasaban varias generaciones, se distorsionaba la idea inicial, llegando aquellos individuos a proclamarese descendientes de tal o cual animal o planta. Aparece la idea del totem, adorado por una comunidad de individuos o tribu. Estas palabras llegaron a ser míticas para los individuos y a estar tan inseparablemente unidas a su ser que incluso se ponían otro nombre, para preservarlas de cualquier maleficio.
Las sociedades siguen evolucionando y va a surgir un concepto nuevo: La familia. Como consecuencia, a la propiedad pública sucede la propiedad doméstica o amayorazgada. Surge el derecho hereditario y el apellido como consecuencia, al ser necesario identificar al individuo, tomándole la filiación familiar.
Parece que fueron los Etruscos, los primeros que legaron a los romanos muchos aspectos de su “modus vivendi”, siendo uno de ellos el de perpetuar el nombre de sus familias. Los romanos para rendir culto a sus antepasados hicieron uso del praenomen, lo que llamamos hoy el nombre, para identificar a cada uno de los individuos del clan familiar; con el nomen o gens se identificaba a la propia familia y que viene a ser el apellido de hoy; con el cognomen o sobrenombre se caracterizaba a cada una de las familias que descendían de una misma estirpe. Además con el agnomen o sobrenombre individual, que se tomaba como consecuencia de una hazaña o característica individual, se completaba las señas de identidad del individuo. La mujeres romanas eran conocidas por su nombre propio y el de su familia. Los esclavos tenían un solo nombre, que unas veces era el praenomen del dueño un tanto modificado, - Marcipor por Marcipuer, esclavo de Marco – y otras el que el mismo dueño le daba según su capricho. Ahora bien, cuando conseguía la libertad y se le emancipaba, anteponía a su nombre el praenomen y nomen de su dueño.
Los pueblos bárbaros, contra los que luchaba Roma, no conocían mas que el nombre individual. Cuando se infiltraron en el Imperio y la decadencia romana se inició, con el triunfo del Cristianismo, los apellidos dejaron de ser hereditarios. El nombre romano se convirtió en objeto de enorme desprecio.
La lectura de documentos, nos viene a demostrar la ausencia de apellido durante los primeros siglos después de Cristo. Los visigodos no conocieron nombres de familia; el nombre entre ellos era individual. Hasta principios de la Edad Media, no se empezó a usar el apellido en Europa, siendo los señores feudales y caudillos guerreros, los primeros que empezaron por unir a sus nombres de pila, el de las tierras o pueblos, cuyo dominio o posesión obtuvieron. Es decir, antes del siglo XII, no existen verdaderos apellidos en el sentido actual de la palabra. En España, dejando a un lado las conjeturas, de que si uno u otro documento es falso o de interpretación errónea, tenemos al menos la seguridad, de que en el año 800 aparece el primer apellido auténtico, o uno de los primeros, se lee en él: “Comasio cognomento Gomazi”.
El P. Gonzalo Diez Melcón, en su obra de los apellidos leoneses, nos presenta una estadística referenciada al siglo IX, donde de un total de 2232 personas sacadas del estudio de los cartularios, tan solo tenían apellido 153, es decir un 6.8 % . Esta corriente va a ir en aumento lentamente y la doble denominación en los documentos, va a ver aumentada su frecuencia, a medida que el siglo X se va extinguiendo. En la estadística referenciada al siglo XI, nos refleja ya, que el número de personas que firman como testigos en los cartularios con nombre y apellido, llega a un 57.8%. Es decir, hasta el reinado de Ordoño II, no se hizo general en sus estados el uso del apellido patronímico.
La forma de convertir el nombre en patronímico, se hacía a través del genitivo latino, - Federnandus Federnandici; Ferrandus Ferrandici - expresión de propiedad o descendencia. Había otra, algunas de ellas reflejadas en mi comunicación. La creciente confusión y anarquía que reinaba en la formación y uso del patronímico, se reflejaba en los documentos del siglo XI; además, la población se hacía cada vez mas estable, dando lugar a que los nombres de estos convecinos, fuesen cada vez mas frecuentes con lo que las confusiones para identificarlos iba en aumento. Se tuvo que recurrir, a lo que se llamó alcuña, un sobrenombre o mote.
Muchos de los apellidos que hoy en día existen, se formaron como producto de una serie de coincidencias, principalmente en las antiguas mesnadas de Castilla. Los apellidos vienen referenciadas por la prioridad del nombre del varón y pocas veces son las que se menciona el nombre de la mujer o de la madre y menos alguna de las cualidades con que se distinguieron, que indudablemente tuvieron y que han sido muchas a lo largo de la Historia. Máxime cuando esta tendencia, se reflejaba de modo oficial, en Las Partidas, cuando a pesar de que tanto la madre como el padre aportaban el mismo porcentaje de genes a sus hijos, se convino, dar preferencia a la influencia de los del padre a los de la madre, a pesar de ir en contra de los principios naturales y jurídicos de que el parto sigue al vientre y de que la madre es siempre cierta. Esta situación de injusticia, a lo largo de los tiempos y que aún subsiste, cosiderando a la mujer capitis diminutio, no sabemos, si porque se consideró el hecho de que el hombre fue creado primero o porque aquellos primeros legisladores fueron hombres.
Realmente, al no haber censos nominales, previos al momento de que a causa de las disposiciones del concilio de Trento, en que comenzó la iglesia española a recoger las actas de bautismo y defunción, no es posible, saber de manera fidedigna, cual es el siglo en que de forma sistemática, la población comenzó a utilizar los apellidos.
Los mayorazgos, no contribuyeron tanto como debieron a fijar la permanencia del apellidos, por las caprichosas condiciones que sus fundadores ponían para la sucesión; los asientos en los libros parroquiales de nacimientos y defunción, a finales del siglo XV, por iniciativa del Cardenal Cisneros, denotaban cierta informalidad, a la hora de su redación y parecían mas bien apuntes privados. Reinaba pues, libertad completa en la adopción de apellido.
Cambiaban los apellidos la mayoría de los acusados por la Inquisición, a quienes, a causa de las sentencias condenatorias, se les cerraban las puertas en casi en todas las profesiones y cuyos nombres, inscritos en los muros de las iglesias ó en los sambenitos que de ellos pendían, imprimían sello de infamia en sus descendientes. En el pueblo llano, se detecta en menor medida; la trayectoria vital de sus gentes se circunscribió unicamente al lugar de su nacimiento, cosa que para la gran mayoría debió de ser lo mas corriente en las épocas medievales.
Los cambios y la configuración del orden de los apellidos, no fueron frenados durante los siglos XVI y XVII, por el recrecimiento de la vanidad nobiliaria, el consiguiente desarrollo de la ciencia genealógica para satisfacer una necesidad social, y por poseer ejecutoria, hidalguía recibida o limpieza de sangre probada.
Un aspecto importante, en la evolución que han tenido gran parte de los apellidos que hoy conocemos, la tienen los copistas seculares. Aunque son muchos los ejemplos, que podriamos mencionar, me he permitido, como muestra de ello, exponer mis conclusiones al estudio realizado sobre el mio. Después de la supresión de los mayorazgos, las nuevas costumbres onomásticas se fueron implantando, no sin cierta resistencia, de tal forma que en no mas de medio siglo, el panorama que nos encontramos, en la forma de identificar a los individuos, es completamente distinto. La Ley de Registro Civil de 17 de Junio de 1870, establecía en el Articulo 48, que todos los españoles serian inscritos con el nombre y los apellidos de los padres y de los abuelos paternos y maternos; se oficializaba de esta manera una costumbre.
No cabe duda que debemos de afrontar, por una parte, los nuevos retos que las sociedades modernas y mas ricas nos imponen; los modelos de estructura familiar están cambiando y ello exige un cambio de mentalidad e imaginación por parte de los legisladores, para aplicar las leyes relativas a los apellidos, con mayor flexibilidad o crear otras nuevas que, como consecuencia, habrán de incidir en nuevos planteamientos en todo aquello que tenga una relación directa su aplicación, bien, por parte de los estudiosos en temas familiares, como por los genealogístas en particular. De hecho, la última reforma del Código Civil, en donde el Articulo 109, establece que el hijo al alcanzar la mayoría de edad podrá solicitar que se altere el orden de sus apellidos, viene a flexibilizar la rigidez impuesta en los últimos cien años.
Por último una reflexión: A pesar de estar al comienzo del tercer milenio, las sociedades mas atrasadas y pobres, se desmarcan en forma negativa de aquellas, de manera pavorosa. Vease sino la cantidad de niños en el mundo que carecen de nombre legal; la tercera parte de los niños que nacen en el mundo carecen de identificación individual, es decir unos 40 millones en la actualidad, debido a que numerosos pueblos se niegan a registrar a sus recien nacidos, acaso hasta ignoren estos requisitos. Ya tenemos bastante con las catastrofes naturales que llegan a arrasar ciudades, poblados y famílias enteras, para que además creemos estos añadidos problemas de subsistencia, de salud y pongamos en peligro la genealogía de la Humanidad en todo su conjunto. Artículo "LOS APELLIDOS. Publicado en Cuadernos de Investigación Genealógica. Pág.67. Año 1999."

FIN

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