Thursday, June 26, 2008

LA CALZADA ROMANA DE LA VÍA DE LA PLATA

Asturquín

Caminando hacia Santiago, no dejo de asombrarme, y siempre experimento cierta emoción, cuando hablo del pasado, de nuestro pasado común, y aún más, cuando tengo la oportunidad de encontrarme con vestigios reales de nuestros ancestros hispanos, pues, hollando sus trabajos, me sumerjo en aquel tiempo.
Traigo hoy a colación, una calzada romana netamente hispana, la vía de la Plata, que, desaparecida casi totalmente, tal y como la realizaron, es un privilegio admirar algún tramo de esta gigantesca obra.
Yo he tenido esa suerte, pues, hablando con un lugareño me indicó que no hacia mucho, los arqueólogos habían sacado a la luz un tramo de ella, con motivo de la realización de una nueva carretera. El patrimonio había obligado a respetar los restos, que hoy se encuentran a la vista, refugiados entre columnas que sostienen la obra moderna. Se trata, de no más de un centenar de metros, de la antigua calzada, que se encuentran en los alrededores de Herbás, pueblo inmediato a Aldeanueva del Camino, en Cáceres.
De inmediato le dije a mi amigo Jose Agúndez que me hiciera una fotografía, sobre ella. Pensé, cuando mochila a los hombros, abandoné el lugar, en la labor de aquellos romanos que la construyeron actuando con gran meticulosidad.
Cuando la orografía no se lo impedía, hacían los tramos rectos, apisonando la tierra y echando sobre ella grava, pero cuando el terreno lo exigía, lo empedraban, después de hacer una excavación para cimentarla.
En general la forma de trabajar, después de trazar el itinerario y elegir el terreno, era la siguiente: Una vez hechas las cunetas, abrían entre ambas la caja, con una profundidad, que variaba, de entre uno, y un metro y medio. En esta caja se disponían cuatro capas.
De abajo hacia arriba, en primer lugar el "statumen", o piedras grandes más o menos planas, que se unían con mortero y arcilla. A continuación el "rudus", o piedras más pequeñas y cascajo. A continuación, el "nucleus", una capa de gravilla o mortero, que facilitaba, finalmente, la perfecta adecuación de la ultima capa o cubierta superficial que llamaban "summum dorsum", que eran unas losas de gran tamaño, cúbicas o poligonales, verdadera superficie de rodadura, y colocadas ligeramente convexas, para facilitar que las aguas evacuaran hacia las cunetas.
Normalmente, su anchura solía ser de cuatro metros, aunque algunas calzadas llegaban hasta los ocho, mientras que en la zonas de montaña podían reducirse hasta el metro y medio, suficiente para el paso de los carros.
Además, en torno a la misma calzada, que hoy vemos desnuda y fuera de su tiempo, encontraríamos otras cosas interesantes de ser contadas. FIN

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