Thursday, July 10, 2008



SAN JUAN DE MAYORGA
Asturquín

Juan de Mayorga, fue en el siglo XVI un religioso natural de S. Jean Pied de Port, coadjutor en la Compañía de Jesús. Fue admitido en la Compañía, a la edad de treinta y cinco años, el 22 de julio de 1566.
Queriendo ir como misionero a las tierras descubiertas por Colón para evangelizar a los indios de la misión del Brasil, Ignacio Acevedo lo aceptó a formar parte de su expedición por su afición a la pintura, con cuya profesión realizaba una gran labor de apostolado.
Juan de Mayorga, "un sujeto sano y robusto", navarro, aunque por mucho tiempo estuvo abierta una disputa histórica sobre su origen, hasta que las investigaciones del padre Pérez Goyena han devuelto a Mayorga su origen español. La controversia tenía sus razones ya que precisamente en el mismo año en el que nace, 1530, en San Juan de Pie de Puerto, Carlos abandona el regimiento de aquella Sexta Merindad, atribuida siempre a la Corona de Navarra. Los historiadores franceses, aún con débiles argumentos, le habían hecho francés.
Tenía verdadero interés en conocer su ciudad natal, así es que hice un viaje, ex profeso, para tomar una instantánea de la casa natal, como así hice, aunque me lleve una pequeña desilusión, ya que hoy se ha convertido en una tienda de artesanía local. Al menos en una de sus robustas vigas de madera aparece: 1515, quizás el año en que fue levantada por sus padres.
Su muerte le sobrevino de una manera trágica, a bordo del navío en que hacía la travesía hacia el Brasil, cuando fue asaltado por calvinistas holandeses a la altura de las Canarias (Isla de Palma) el 15 de Junio de 1570, y arrojado vivo al mar. Gregorio XV, permitió su culto, y Pío IX lo restituyó el 2 de Mayo de 1854.
Formaba parte de una expedición, compuesta de 74 misioneros jesuitas de la Compañía de Jesús, portugueses y españoles. Un pariente cercano a Santa Teresa de Jesús, se encontraba entre aquellos mártires, Francisco Pérez Godoy, de Torrijos, junto a él Juan de Mayorga fue arrojado vivo al mar.
De regresó a Europa, Ignacio de Acevedo en 1569, entrega a Francisco de Borja un informe de su visita al Brasil, sobre las reformas que había de introducirse, con respecto a los métodos de evangelización de los indígenas, al tiempo que le proponía la autorización de una leva de misioneros portugueses y españoles, que con la mayor urgencia se llevaran a cabo la cristianización de las tierras recientemente descubiertas. Borja le presentó al papa Pio V, accediendo a dicha petición.
De regreso a España de esta visita, en Zaragoza, le dieron por compañero al Hermano Coadjutor Juan de Mayorga, para que con su diestro pincel adornara con sagradas imágenes los nuevos templos de las reducciones, y en el noviciado de Medina del Campo se le agregó, entre otros novicios, el pariente de Santa Teresa de Jesús, así como jóvenes jesuitas del Colegio en Plasencia.
La mayor parte de la expedición la reclutó en Portugal. Unos meses antes de embarcarse, se retiró el P. Ignacio Azevedo con sus compañeros a una finca propiedad del Colegio de San Antonio, llamada Valle de Rosal, distante una legua del puerto de Cacilhas, entre Azeitao y Caparica.
En marzo de 1570, ya tenía Acevedo confeccionada en Lisboa la lista de la expedición, en espera de hacerse a la mar, entrando en negociaciones con el capitán de la carabela Santiago. Se acordó ocupar media nave, dado que los compañeros de viaje eran mercaderes, con el fin de tener el necesario retiro para poder orar y cumplir con la regla durante la travesía, sin ser enturbiados por aquellos. Como todos no tenían cabida en él, Acevedo, aceptó el ofrecimiento de don Luis de Vasconcellos, nuevo gobernador del Brasil, a llevar en su flota al resto de los jesuitas.
En el "Santiago" se acomodaron el P. Ignacio con cuarenta y cuatro misioneros; el P. Díaz, con otros veinte, en el navío almirante de la escuadra; y el P. Francisco Castro, con los restantes, en el navío "Os Orfaos". Zarparon de Lisboa el 5 de junio de 1570. Ocho días después arribaron a la Isla de Madeira los siete barcos. El 13 de junio la expedición pone su proa al puerto de El Fuchal, donde se toman un descanso.
En los primeros días de junio de 1570, salía Jacques de Sorés con sus navíos de la Rochela, baluarte de los hugonotes, enemigos jurados de los jesuitas. La flota de Sorés navegó por las costas españolas y portuguesas para poner, posteriormente, rumbo a la isla de Madeira e intenta acercarse al puerto de Funchal, cuando aún estaba la flota de Vasconcellos. Respondió éste con la artillería, tanto de sus barcos como de la fortaleza de San Lorenzo, que dominaba el puerto, motivo por el cual Sorés se vio obligado a retirarse alejándose de la costa. Esto hizo que Luis de Vasconcellos retrasase la salida de su flota.
Sin embargo, los mercaderes portugueses de Oporto que viajaban a bordo de la Santiago, tenían prisas por hacer negocios cuanto antes con sus mercaderías: Contrariados por la demora, consiguieron del Gobernador, a fuerza de ruegos, la autorización para navegar hasta la isla de La Palma, para dejar en ella parte de sus mercancías y tomar otras, al mismo tiempo que se ofrecían regresar a tiempo, para reintegrarse al grueso de la flota. Se determinó la partida para el 30 de junio. Ignacio de Acevedo, después de celebrar una misa, expuso a sus compañeros de la orden los términos reales del peligro que correrían, al hacerse a la mar de nuevo. Todos aceptaron, excepto cuatro, que fueron reemplazan con otros cuatro.
El Santiago zarpó del puerto de Funchal, rumbo a Santa Cruz de La Palma el 7 de julio de 1570. A bordo iba el Padre Ignacio de Acevedo con 39 misioneros más, los mercaderes, algunos pasajeros, aparte de la tripulación. El mar estaba en calma hasta que, cuando ya se encontraban en las proximidades de La Palma, a una dos leguas y media de la ciudad, un fuerte viento, los alejó de la costa obligándoles a dar un rodeo a la isla, encontrando refugio en el puerto de Tazacorte, en el poniente de la isla.
Una vez anclado el galeón, saltaron a tierra los misioneros, siendo acogidos por la familia Monteverde, establecida allí desde hacía algunos años. Se dio la circunstancia de que Melchor de Monteverde y Pruss se había educado junto con el Padre Ignacio en Oporto. Permanecieron en la isla cinco días. El 13 de julio de 1570 celebró el Padre Ignacio de Acevedo su última misa en tierra, en la iglesia del Patrón de La Palma, San Miguel Arcángel de Tazacorte.
En la madrugada del 14 e julio, se hicieron a la mar, rumbo a Santa Cruz de la Palma, por la parte sur de la isla. El mar, por este lado de poniente, se hallaba ese día en calma. Esta circunstancia obligó al galeón a avanzar costeando la isla, para aprovechar mejor la ligera brisa que le llegaba de tierra.
Al amanecer del día 15 de julio, el galeón "Santiago" se alejaba de Tazacorte hacia el sur. Un marinero dio la voz de alarma cuando se aproximaba a la Punta de Fuencaliente. El corsario francés, aprovechado los vientos favorables que le venían del mar, por la parte del naciente, trataba de interceptarlos con su navío de guerra "Le Prince", efectuando unos disparos de intimidación.
A la orden de Sourie, los cinco barcos franceses abordaron al galeón portugués y el encuentro resultó feroz y sangriento. Los tripulantes lusitanos defendían cada palmo del barco, con bravura y coraje. Ante la superioridad numérica de los atacantes, los lusitanos iban sucumbiendo heroicamente. Un confuso griterío, donde las blasfemias se cruzaban entre picas y espadas, jadeos de sudor, oraciones, crujidos de huesos rotos, entrañas al desnudo, tufo de sangre caliente, caídas al mar, arrojados, matanzas, e confundía poco a poco con el color sangre que tenía trágicamente la cubierta y los alrededores del galeón.
La situación se hacía insostenible y la tripulación portuguesa optó por rendirse. Hecho el recuento de los tripulantes y pasajeros, quedaron los misioneros jesuitas como único blanco de los ataques de los hugonotes. Los piratas cayeron sobre sus mansas víctimas con ferocidad inigualable apuñalando a unos, acribillando a disparos de arcabuz a otros. Luego se dedicaron a arrojar por la borda los cuerpos moribundos de sus víctimas y desde lo alto del "Santiago" se deleitaban en la contemplación de sus víctimas, hasta verlas hundirse en el mar.
Mayorga, después de partirle materialmente por la cintura, rotas ya las articulaciones, para que su robustez de vasco no le salvase, nadando a la desesperada, fue arrojado al mar; bendiciendo a sus verdugos, con el crucifijo en las manos, se hundió definitivamente.
El hermano cocinero Joao Sánchez se salvo, al que el pirata quiso conservar para aprovecharse de sus servicios. En su lugar murió un joven, que era sobrino del capitán del galeón "Santiago", el cual, al ver el heroísmo de aquellos religiosos, se vistió con la sotana de uno de ellos y se presentó ante los verdugos diciendo que también él era católico. Fue degollado. Los martirizados fueron dos sacerdotes, siete alumnos escolásticos, ocho hermanos coadjutores y veintitrés novicios.
Los asesinos llegaron a San Sebastián de La Gomera, en son de paz. Al paso de los días se fue divulgando la espeluznante noticia. El Conde de La Gomera, Don Diego de Ayala y Rojas, recabó de Jacques Sourie la entrega de los 28 miembros de la tripulación y pasajeros lusitanos que tenía prisioneros el corsario francés, que de regreso a Funchal, relataron minuciosamente, al jesuita Padre Pedro Díaz, lo ocurrido a bordo de la nave portuguesa.
Esta fue la odisea trágica que vivió Juan de Mayorga y sus compañeros de martirio, del cual se conocen, hoy día, algunas de sus pinturas. Sus cuadros eran muy celebrados en Zaragoza, sobre todo aún más al tenerse conocimiento de los sucesos. El retablo mayor, que se encuentra adosado al ábside de la capilla mayor de la iglesia de San Marcos de Jerez, contiene muestras de su obra. Colaboraron con él: Pedro de Campaña, Alejo Fernández, Pedro de Villegas, Cristóbal Cárdenas, Vasco de Pereira, Antonio Pérez y Francisco Cid.
Quedó de él sus cuadros pintados en Zaragoza, Val del Rosal e isla Madeira. San Juan del Puerto, ruta del camino de Santiago, le ha dedicado diversas obras, sobre todo escolares y artísticas.
En la isla Madeira dejó, en el tiempo que estuvo hospedado en la isla con el P. Ignacio de Acevedo y sus compañeros, la imagen de San Lucas que se conserva en el oratorio del Pico del Cardo, donde pasaron algunos días.
Jesús García Caamaño, coordinador del Simposio de Salamanca sobre relaciones artísticas de portugueses y españoles, en mayo de 1985, publicó las ponencias del mismo entre las que se encuentra: “Joäo Mayorga, un pintor aragonés en el siglo XVI”.
FIN
Apuntes extraidos de la obra del Padre Julián Escribano Garrido: "Padre Ignacio Azevedo y compañeros" editada por la Parroquia de San Miguel Arcángel de Tazacorte. La Palma, año 1992. Del artículo "Los Mártires de Tazacorte" de José Guillermo Rodríguez Escudero.

1 comment:

Anonymous said...

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